viernes, 18 de marzo de 2016

What awfully good

Esa sensación de que siempre llegas tarde, a todo, y te pierdes lo mejor. De que ya te has perdido demasiado. Que el mundo sigue girando "aunque tú no gires con él". Y con esa vuelta y aquélla otra se han ido infinitas oportunidades, o así lo ves. Pero sigues sin encontrar el momento, el camino que te lleve a esa estación, no definitiva, pero sí satisfactoria, en la que algo te haga decir "Lo logré", y sentir el orgullo de haberlo conseguido. O simplemente, sentir. Sentir que no hay que tener miedo, que no hay vértigos que valgan la pena. Que el mundo no se tambalea y que mañana seguirá siendo un presente maravilloso, ese tiempo en el que tengas no tengas ganas de contar los segundos y ver cómo pasan, lentamente. Ese momento en el que no tengas que ver cómo el agua se escapa entre tus dedos. Un presente libre de idealizaciones absurdas, de planes truncados, de universos paralelos inventados. 
¿Quién no quiere un maldito espacio en el que poder vivir lo que ha soñado? 
¿Quién no escribiría, gritaría, buscaría, la forma de hacerlo realidad; de apresarlo y mantenerlo para sí; para darse la oportunidad, la satisfacción de sonreír y decir finalmente que "bueno es lo suficientemente bueno para mí"? 
Ojalá, Boy. Ojalá. 

miércoles, 9 de marzo de 2016

And I can't find you, babe, no, I can't.

Ni si quiera sé qué es lo que quiero ahora, todavía, a estas alturas. Y mi ángel me sugiere que piense qué haría si ahora mismo fuera una niña y me estuviera mirando como adulta. Quizá ése es el problema: que yo no me veo como una mujer, aún no lo soy. Estoy completamente segura. Y estoy segura de que mucha gente que me rodea tampoco lo es, pero no viene al caso. 
Me sugiere que trate de pensar qué haría esa niña, qué haría la niña de diez/once años que él conoció. Qué haría incluso con siete. Lo peor, creo, es que tengo la respuesta grabada a fuego. 

Huiría. La niña de entonces sigue siendo exactamente la misma persona que está escribiendo esto. Sigue teniendo los mismos miedos, muchos sueños estúpidos exactamente iguales, sigue creyendo en muchas de las cosas que ya creía entonces, y sigue plenamente convencida de todos y cada uno de sus defectos. 
Si se mirara ahora reflejada en mí, sería decepcionante para ella. Intentaría comprender qué pasó y evitarlo. Intentaría no dejar que su vida se fuera a la mierda, como se ha ido, muy lejos de lo que ella quería, de su sueño. No dejaría de escribir. No dejaría de babear con la persona de la que se enamorara. No dejaría de sentir ese miedo al ridículo, a dar su opinión, a sentir que no encaja y que todo lo hace mal. No dejaría de verse diferente, diferente y enorme, e inútil. Seguiría sin creerse las cosas buenas, y seguiría esperando tiempos mejores, que algún día todo cambiaría. Seguiría sintiendo vergüenza, de cosas tontas y cosas malas, y trataría de buscar la explicación a su forma de ser. Sabría, desde el principio, qué es para ella y qué no, como lo ha sabido siempre. Y seguiría sintiéndose sola la inmensa mayoría del tiempo, que en muchos espacios del tiempo sobra, y que llorar está mal, que venirse abajo está mal, que arrimar el hombro es perjudicial, que por alguna extraña razón, siempre hace las cosas mal y todo se tuerce en su vida. 

Pero querría seguir escribiendo. Querría seguir viendo mundo. Seguir buceando infinitamente. Querría que la mirasen de verdad, más allá de esa etiqueta de "diferente" y "especial" en el mal sentido. Sería inmensamente feliz si supiera la mejor amiga que un par de años después iba a conocer, y quiénes de aquellas personas iban a estar a su lado. Se sentiría tremendamente afortunada de saber el tiempo que aún compartiría con su peluche, con las personas a las que más quiere. Ni se imaginaría qué dos hermosos lugares acabaría conociendo, quizá los únicos donde querría pasar tiempo, e incluso vivir. Pero seguiría buscando y esperando, tal como había hecho siempre, sin saber por qué ni el qué. Y seguramente se arriesgaría a sentir todo lo que iba a sentir, o al menos casi todo, porque tanto entonces como ahora, borraría muchos momentos de mi vida. 

Ésa es la respuesta: que no he cambiado absolutamente nada, sólo he ido yendo a peor. Bueno o malo, no lo sé, tampoco importa. 
Tampoco era esto de lo que necesitaba deshacerme (quién tuviera el dichoso pensadero de Dumbledore para aliviarse el cerebro de vez en cuando). Son otras muchas cosas, principalmente, la necesidad de echar de menos, de seguir buscando a alguien que no sé ni quién es, a quién necesito, pero su maldita imagen se me sigue viniendo a la cabeza, y es imposible entablar contacto y mucho menos, conversación. 

Ésa es otra de las cosas que la niña de entonces no sabe que perderá: las ganas de seguir soñando que todo lo que pase, sea mejor que lo anterior, convencida de que un día pasarán cosas mejores. Pero no, nunca te vas a enamorar, y de quien más estés tentada, ignorará tu absoluta existencia.