viernes, 22 de abril de 2016

But what a shame

Me gustaría tener la respuesta con la que se abren todas las puertas, e ir dejando atrás una habitación y otra, hasta llegar a donde sea que debo llegar. O a donde quiera llegar algún día. 
Por desgracia, como es normal, no la tengo. Y si soy egoísta, está mal. Si no lo soy, también está mal y me está bien empleado. Constantemente me pregunto cómo es que se hace, cómo aprende una a manejar sus reacciones, acciones, emociones, conductas... para contentar a todo Dios. Y no, no quiero eso. Simplemente quiero que pasen de largo unas veces, y otras no tanto. 
No mendigo atención. No lo necesito. Claro que quiero, que necesito, pero no la quiero si he de mendigarla. Prefiero estar sola. 

Y me aburre y me cansa ser culpable de las ideas que gente que no me conoce tiene sobre mí. Que piensen que soy X cuando en realidad soy Z. Que soy Z cuando en realidad soy H. No, por Dios... Si simplemente no te intereso, no encajo en tu vida, en tus planes, en tus ideales, en tu forma de ser, déjame fuera. No vuelvas. No me busques. Porque es muy triste que alguien te busque para echarte en cara que no eres lo que esperaba. ¿Y qué quieres que haga? ¿Amoldar mi existencia a cada persona? Es absurdo. 

Es absurdo que alguien te pida algo que no sabes ni qué es. Que alguien espere algo de ti sin tú saberlo. Que alguien crea que juegas, cuando no estás jugando. Pero lo mejor es que ni si quiera te mereces a esa persona, por supuesto. Vuelven para dejarte claro que no eres suficiente, que no eres lo que buscaban, que no eres lo que esperaban. Les has decepcionado. Y chau. 

¿Y a quién le importa cómo me sienta todo eso a mí? ¿A quién le importa que intente ir de frente y decir la verdad, que a la otra persona no le guste que sea sincera y me dé el tortazo por no ser lo que esperaba? ¿A quién le iba a interesar que me sintiera como una mierda, porque no soy tal o cual, porque mi físico no es tal, porque mi forma de ser no es semejante a lo que ellos querían que fuese? 
A nadie, por supuesto. 

A nadie le importa si me como palabras que no tengo por qué escuchar. A nadie le importa si me niego a contestar preguntas comprometidas, porque no me da la gana. A nadie le importa lo que un "no pensé que fueras así" me hace sentir. A nadie le importa que yo no tenga prisa y el resto del mundo sí. A nadie le importa si al final acabo sintiendo que soy un puto error de la naturaleza, un ser hecho del revés, que no encaja en ninguna parte. A nadie le importa porque todas estas cosas no se las cuento realmente a nadie. Se quedan conmigo mientras soy incapaz de dormir. Se quedan conmigo mientras estoy entre estas cuatro paredes, un poco más tocada y lejos de la realidad, con nervios, ansiedad, boqueras, eccemas, locura desatada en plena noche o día. Porque ya da igual la hora, el momento. 
Y no me consuela pensar que "otro idiota, allá va", y la lista sigue rodando. No me consuela porque realmente pienso que al principio todo va sobre ruedas y entonces empiezo a buscar los fallos. Efectivamente: la apariencia lo es todo, el rodaje es otra cuestión. Y entonces la cosas dejan de rodar, y sólo van a peor. 

Que es estúpido darle importancia, lo sé. Pero no se trata de eso, de que me importen personas de las que dentro de dos meses ni me acordaré de que existen. Se trata de que vuelvo a lo mismo, de que me buscan para hacerme sentir que no valgo lo suficiente, por no decir nada. Se trata de que vuelvo a toparme con las misma palabras que cuando era pequeña o cuando estaba en plena efervescencia hormonal: soy demasiado compleja, insuficiente, no soy el tipo "X". Y no, no quiero que me descubra una persona que no me interesa en absoluto. No puedo y no quiero. Pero al menos yo no me tomo la molestia de hacerle saber a una persona que no me interesa si es o no es suficiente para mí, puesto que ni considero hacer semejante cosa, semejante daño gratuito. Y eso es lo que es: daño gratuito. 

La gente, cada vez más, me convence de que vive creyendo que merecen algo; que siempre son merecedores, dignos de, y suelen ser cosas bonitas, agradables, positivas, grandes y hermosas. ¿Por qué está esa creencia tan arraigada? Por favor... Creerlo no te da derecho a hacer sentir a otra persona como una simple mierda más de este mundo. Y yo me he cansado muy mucho de tener que escuchar, sobre todo últimamente, lo valiosos que son los demás y lo poco que valgo, que soy, que merezco yo. Y sí, puto karma, pero espero que el puto karma vuelva y se cebe con los demás como ellos conmigo. 

miércoles, 6 de abril de 2016

Why don't you fly?

Nunca me había planteado que tener las cosas claras pudiera doler tanto. Es lo único bueno del tiempo, cuando no quieres que pase, o cuando sí quieres que se aleje, que te demuestra hasta dónde puedes equivocarte. O sencillamente, te abre los ojos y aprendes a ver las cosas de otra manera. Y no, siempre he querido tener las cosas claras y jamás las he tenido. No tanto como ahora. 

Antes me conformaba. Antes era negro o blanco, y si elegía negro, allí me quedaba. O si elegía blanco, la cosa iba a salir mal, así que huía o lo blanco se escabullía de mí. Y así sigue siendo. Pero ya no hay negro, ya no tengo que escoger. No puedo escoger. Sólo hay un cristal transparente que me deja ver claramente lo que quiero. Y veo que no está. 

No estás. 

¿Y por qué me preocupa? ¿Por qué me duele? ¿Por qué es lo que sigo queriendo? ¿Por qué sigo convencida de que no me equivocaba, pero a veces tengo la sensación de que me darías una patada en la maldita boca? Y lo harías. Estoy segura de que lo harías. 

Volverías a romperme en mil pedazos. Siempre, hasta que alguien te lo robe, tendrás ese poder. Y cuanto más lejos estás, cuanto más se entierra en el olvido lo que eras, más quiero recuperarlo. Más quiero de ti. 
Como un estúpido animal que busca su reflejo detrás de un espejo, la cruz en una moneda de dos caras. Y es todo lo que tengo que decir, pero a la vez no tengo nada que decirte. 
Pero la sola idea, la estúpida idea de desandar y volver atrás. Tuve la tentación. Quise. Quiero. 
La maldita inseguridad que levantabas en mí. Hoy la extraño. La echo de menos. Era cómodo no buscar más allá. No pensar en un mar abierto. No darme de bruces con otras personas. Era fácil. 

Si de algo estoy segura es de que nunca vas a conocer a ninguna otra loca como yo. Nunca rozará tal desnivel. Podrán volar, hacerte sentir, quererte como yo nunca llegué a quererte. Te lo darán todo, te lo quitarán todo. La risa, el llanto, el sueño, la alegría, la tristeza. Te darán el mundo, el cielo y el infierno. El universo. Pero ninguna acabará tan sumamente majadera, tan hondamente trastocada como yo me he quedado. Fanática. 
Pero yo no te hablo de amor. Yo hablo de algo que nunca llegó a nacer. Y eso es lo que más rabia me da. ¿Por qué? 

No me deja volar. No me permite valer. NO VALGO. NO SIRVO. NO SOY SUFICIENTE. 
No me deja soltar esa parte de mí que está atada al fondo de un mundo submarino que ya perdí. 
No me deja tirar a la Reina de Mayo de su maldito trono.
No me deja bajar las escaleras al revés, antes de llegar a la montaña y tirarme al vacío. 
¿Y sabes qué no me deja? ¿Qué me lo impide? 
El tiempo. 

El tiempo es la clave. La llave. La cadena. La desesperación. El aumento de la locura. El descenso de la Luna. La posesión. El miedo. Cada estremecimiento. Un maldito anhelo. 
Cualquier punto cardinal. En todos te has extinguido. En todos ellos tu figura luce desdibujada, perdida. Y quizá es simplemente ese no poder encontrarte. Quizá es ése querer buscarte una y otra vez. Tirar el dado mil veces, deseosa de que siempre salga un seis, un seis que nunca sale. 
Buscarte entre tréboles de tres hojas. Apostar al rojo y que siempre salga negro. Un 13, nunca un 7. Una triste huella que se interrumpe de repente. Un imposible "otra vez". Una página final, pero con puntos suspensivos. 

¿Qué respuestas le doy a ésto? 
Antes sabía vivir con la incertidumbre. Ahora ya no quiero vivir con ella. Ahora me ahoga. Vuelve a robarme el sueño, más a menudo que nunca. Y todos los días intento convencerme de que son simples hormonas, estupideces irracionales en las que elijo creer, como cuando busco casualidades que trato de convertir en causalidades. Pero en la próxima página nunca estás tú, nunca hay una novedad, nunca hay nadie más. 

¿Y qué respuestas quiero? 
Un simple y maldito "hola, estoy bien" de tu boca, de tus ojos, de tus hombros relajados. Un momento sin miedo a algo. Un momento sin cargo de conciencia. Un "creo que es mejor que" extinguido. 

¿Por qué lo quiero? 
Porque se me acaba el tiempo. No sé si para ser libre o para definitivamente verme limitada. Porque llega el momento en que la cuerda ya no se tensará más y cederá, y tengo que cortala yo. Pero no sé cómo, ni dónde, ni de qué manera. Y tengo miedo. 

Cuando corte esa cuerda, todo el peso, todo el tiempo, se caerá por el maldito barranco. Yo bajaré las escaleras después de haber empujado por ellas a la Reina de Mayo, pero me llevaré su maldita corona conmigo. Y llegaré a la orilla de la playa donde nace la escalera, y me sumergeré en el agua. Bucearé en ese agua azul noche, donde nunca brilla el sol, sólo la luna, y desharé el vértigo, la claustrofobia, la asfixia, hasta ver la luz del sol entrando en el agua. Entonces saldré a la superficie y estaré en medio de ese océano insondable, de espaldas al universo azul, de cara a la maldita realidad. Intentaré llegar a ella y la alcanzaré. Y la playa no será arenita blanca, sólo piedras negras que se clavan y cuanto más se alejen, se irán convirtiendo en aquel camino de piedra gris que parecía de plata. Me llevará hasta aquel rinconcito mágico, aquel retiro diminuto donde se hará color morado el cielo, anaranjada su base y se fundirá con el agua verde muerte. Al lado del mismo árbol me sentaré a ver cómo atardece, cómo la noche se va tragando al día, cómo la barca se va alejando río abajo, hacia otro mar. 

¿Y qué pintas tú en esa historia? Nada. 
Nunca jamás estarás en aquellos escenarios y eso es todo lo que tengo que perder. 
Pero al final, sólo quiero esa paz.

viernes, 18 de marzo de 2016

What awfully good

Esa sensación de que siempre llegas tarde, a todo, y te pierdes lo mejor. De que ya te has perdido demasiado. Que el mundo sigue girando "aunque tú no gires con él". Y con esa vuelta y aquélla otra se han ido infinitas oportunidades, o así lo ves. Pero sigues sin encontrar el momento, el camino que te lleve a esa estación, no definitiva, pero sí satisfactoria, en la que algo te haga decir "Lo logré", y sentir el orgullo de haberlo conseguido. O simplemente, sentir. Sentir que no hay que tener miedo, que no hay vértigos que valgan la pena. Que el mundo no se tambalea y que mañana seguirá siendo un presente maravilloso, ese tiempo en el que tengas no tengas ganas de contar los segundos y ver cómo pasan, lentamente. Ese momento en el que no tengas que ver cómo el agua se escapa entre tus dedos. Un presente libre de idealizaciones absurdas, de planes truncados, de universos paralelos inventados. 
¿Quién no quiere un maldito espacio en el que poder vivir lo que ha soñado? 
¿Quién no escribiría, gritaría, buscaría, la forma de hacerlo realidad; de apresarlo y mantenerlo para sí; para darse la oportunidad, la satisfacción de sonreír y decir finalmente que "bueno es lo suficientemente bueno para mí"? 
Ojalá, Boy. Ojalá. 

miércoles, 9 de marzo de 2016

And I can't find you, babe, no, I can't.

Ni si quiera sé qué es lo que quiero ahora, todavía, a estas alturas. Y mi ángel me sugiere que piense qué haría si ahora mismo fuera una niña y me estuviera mirando como adulta. Quizá ése es el problema: que yo no me veo como una mujer, aún no lo soy. Estoy completamente segura. Y estoy segura de que mucha gente que me rodea tampoco lo es, pero no viene al caso. 
Me sugiere que trate de pensar qué haría esa niña, qué haría la niña de diez/once años que él conoció. Qué haría incluso con siete. Lo peor, creo, es que tengo la respuesta grabada a fuego. 

Huiría. La niña de entonces sigue siendo exactamente la misma persona que está escribiendo esto. Sigue teniendo los mismos miedos, muchos sueños estúpidos exactamente iguales, sigue creyendo en muchas de las cosas que ya creía entonces, y sigue plenamente convencida de todos y cada uno de sus defectos. 
Si se mirara ahora reflejada en mí, sería decepcionante para ella. Intentaría comprender qué pasó y evitarlo. Intentaría no dejar que su vida se fuera a la mierda, como se ha ido, muy lejos de lo que ella quería, de su sueño. No dejaría de escribir. No dejaría de babear con la persona de la que se enamorara. No dejaría de sentir ese miedo al ridículo, a dar su opinión, a sentir que no encaja y que todo lo hace mal. No dejaría de verse diferente, diferente y enorme, e inútil. Seguiría sin creerse las cosas buenas, y seguiría esperando tiempos mejores, que algún día todo cambiaría. Seguiría sintiendo vergüenza, de cosas tontas y cosas malas, y trataría de buscar la explicación a su forma de ser. Sabría, desde el principio, qué es para ella y qué no, como lo ha sabido siempre. Y seguiría sintiéndose sola la inmensa mayoría del tiempo, que en muchos espacios del tiempo sobra, y que llorar está mal, que venirse abajo está mal, que arrimar el hombro es perjudicial, que por alguna extraña razón, siempre hace las cosas mal y todo se tuerce en su vida. 

Pero querría seguir escribiendo. Querría seguir viendo mundo. Seguir buceando infinitamente. Querría que la mirasen de verdad, más allá de esa etiqueta de "diferente" y "especial" en el mal sentido. Sería inmensamente feliz si supiera la mejor amiga que un par de años después iba a conocer, y quiénes de aquellas personas iban a estar a su lado. Se sentiría tremendamente afortunada de saber el tiempo que aún compartiría con su peluche, con las personas a las que más quiere. Ni se imaginaría qué dos hermosos lugares acabaría conociendo, quizá los únicos donde querría pasar tiempo, e incluso vivir. Pero seguiría buscando y esperando, tal como había hecho siempre, sin saber por qué ni el qué. Y seguramente se arriesgaría a sentir todo lo que iba a sentir, o al menos casi todo, porque tanto entonces como ahora, borraría muchos momentos de mi vida. 

Ésa es la respuesta: que no he cambiado absolutamente nada, sólo he ido yendo a peor. Bueno o malo, no lo sé, tampoco importa. 
Tampoco era esto de lo que necesitaba deshacerme (quién tuviera el dichoso pensadero de Dumbledore para aliviarse el cerebro de vez en cuando). Son otras muchas cosas, principalmente, la necesidad de echar de menos, de seguir buscando a alguien que no sé ni quién es, a quién necesito, pero su maldita imagen se me sigue viniendo a la cabeza, y es imposible entablar contacto y mucho menos, conversación. 

Ésa es otra de las cosas que la niña de entonces no sabe que perderá: las ganas de seguir soñando que todo lo que pase, sea mejor que lo anterior, convencida de que un día pasarán cosas mejores. Pero no, nunca te vas a enamorar, y de quien más estés tentada, ignorará tu absoluta existencia. 

lunes, 22 de febrero de 2016

Freedom still means 'Just another word for nothing left to lose'

Qué triste y qué doloroso es tener que dejar atrás algo para avanzar; algo o alguien que te atrapa de manera inexplicable, que te hace, que te haría caer una y otra vez, en éste y en otro mundo, sin titubeos ni duda alguna. 
Es muy triste tener que dejar atrás algo que ni si quiera tuviste, algo que jamás te perteneció y que sentiste que podría haber sido lo mejor de tu vida. Algo que ni llegaste a rozar, pero que sí te marcó profundamente, que tanto ansiaste, que tanto soñaste porque sabías que nunca más ibas a encontrar algo igual. Y por esa razón perdiste tantas veces el norte, y vuelves a perderlo cuando estás plenamente convencida de haberlo encontrado, o de que al menos hay una dirección válida esta vez. 
Pero todo eso se derrumba, todo vuelve al punto de partida cuando no haces más que recordar que, aunque era necesario para avanzar, no contabas con ninguna voluntad propia para hacerlo. Cuando fue una obligación, cuando pierdes más de lo que ni si quiera habías llegado a soñar, se hizo realidad. 
Y te gustaría tanto retroceder, que las cosas hubieran sido de otra manera. Las mismas respuestas tontas e inservibles para un suceso casual. Intentar disfrazar la realidad de magia, de poesía, de cosas maravillosas, de situaciones que no tuvieron la mínima oportunidad de existir pero que soñaste durante años. Algo a lo que no sabes ni cómo llamar, porque el nombre uno es demasiado grande para decirlo, y el nombre dos es demasiado oscuro como para no avergonzarte. 
Y al final, por desgracia, sólo te queda la vergüenza de haber enseñado todas tus cartas, de haber dejado ver todo lo que había detrás de ti, de haberte desnudado estúpidamente, para nada. Sólo te queda la vergüenza, el ridículo, el no haber sabido poner freno a algo que no podías controlar, por lo que te habrías apostado cualquier cosa, aunque sabías que era imposible. 

Ésa es la única lección que saqué. Que significar, significó mucho y me sigue importando, no sabe cuánto y que yo aún no sé por qué. Supongo que porque sólo me enamora lo imposible, lo inalcanzable de verdad, y él sigue volando por esas esferas que no he alcanzado y que ya no me propongo tocar jamás, sobre todo ahora que estoy más abajo que nunca. 

Me avergüenza haber sentido algo tan hermoso, tan bonito, tan de verdad, pero sin sentido porque raya lo enfermizo y no se puede contemplar de otra manera. Me avergüenza no haber sido capaz de dominarme, de no haberme desaparecido con anterioridad, de haber seguido esperando. ¿Esperando el qué? Ese "qué" que ni me atrevo a mencionar, a admitir con palabras que quería, que me habría encantado. Y un día sin más, va, ya: "se acabó". 

Pero no. Para mí no acabó. Sigo pensando que personas así no te las encuentras dos veces en la vida, y lo más triste es que no pude encajar de ninguna forma con él, que no pude estar a su nivel y que eso era esencial para permanecer. 
Para mí las cosas no acaban. Sólo se guardan. Aprendo a encerrarlas mentalmente de manera que no me afecten el 90% del tiempo, pero si son importantes, cada día se me aparecen de nuevo. Una palabra, una canción, un nombre, un gesto, un color, una sonrisa, una sudadera, un sol, un puente romano, una costumbre, una ciudad... Cosas que te gritan constantemente su existencia y que te esfuerzas por esquivar, ya de manera automática, hasta que un día vuelves a venirte abajo porque no has acabado esa historia. 
Para mí, las personas y las cosas importantes son insustituibles, hay sitio para todos, pero sí reconozco una cosa: la sensación de vacío que unos te dejan, es mayor, más honda, más desconcertante que otras, y esto también, por desgracia, suena a y raya lo enfermizo.

Y es por esto que entiendo perfecta y lógicamente el por qué no suceden, o mejor dicho, por qué a mí me suceden éstas y no otras cosas: porque me superan la locura y la complejidad, y no se puede lidiar con ellas a diario. Uno no busca enfrentarse a eso todos los días. Es imposible. Y yo necesitaba conocer otro tipo de tranquilidad que no he conocido hasta hace unos pocos meses y que estoy volviendo a perder, al parecer. 

PD. No sé si te interesará, si seguirás por aquí leyendo otra sarta de imbecilidades, que igual te hacen gracia, te provocan risa, o ira y miedo (aunque eso último hasta es absurdo porque ni si quiera yo me considero una amenaza para nadie), pero me gustaría que vieras hasta qué punto llegas, hasta qué punto he podido llegar a no borrarte, que es inevitable que me acuerde de ti. Que lo único que echo de menos es saber que eres feliz, que estás bien, y por eso me lo tengo que imaginar, porque no te veo haciendo otro camino que no sea hacia una sonrisa. Y ésa es la huella más grande que me has dejado (y tus ojos también <3), porque nunca pude verla de cerca, ni a causa de algo que yo dijera o hiciera, salvo en un puto sueño, que sigue siendo el sueño más simple, sincero y bonito que he tenido en mucho tiempo: tú, sereno, sonriendo, tranquilo, y yo sin saber por qué. Que hagas lo que hagas, quieras lo que quieras, pienses lo que pienses, sigo pensando que eres una de las mejores personas que me he perdido conocer, pero que podría darte la mano que eligieras si la necesitaras. ¿Por qué? Porque sí, porque quiero, porque me sale hacerlo. Y no, hijo, no, todo te lo puedo explicar, ni en tu idioma, ni en el mío, ni en ninguno. Por eso me era imposible tener una conversación contigo, porque no sabía cómo (ni sé) llegar a ti. Y eso es sólo una mínima parte de todo lo que me gustaría decirte, pero todo lo que puedo llegar a murmurar mentalmente ahora mismo.

viernes, 19 de febrero de 2016

Los peligros de tener familia y amigos

Algo que me esfuerzo por recordar últimamente es que no hay que subestimar jamás a la gente que te rodea. Después de años y años, sigo sorprendiéndome de cómo me equivoco. Cuando espero una reacción X, sucede todo lo contrario. Es como lo de Hume: aunque todos los días hasta hoy, haya salido el sol, no quiere eso decir que mañana vaya a estar ahí cuando abras los ojos. Y se me olvida una y otra vez. 

¿Por qué no subestimar a la gente? 
Principalmente porque puede afectarte cómo sea su acción/reacción/actitud/decisión, etc., con respecto a lo que sea. Y la manera en que te afecte puede ser desde un ataque de risa, simple y llano, a un atropello mortal. Así que trato de recordarlo para que no me pille de por medio (costumbre a la que me es imposible aplicarle la reminiscencia humeana de bachillerato, ya que en esta carrera no lo he aprendido xD) y tratar de salir ilesa, pero siempre salgo retratada. Retratada como lo peor, claro. Eso me lleva a pensar que soy peor persona de lo que tengo entendido y de lo que pienso de mí misma. 


Otra cosa que intento llevar a "rajatabla" es intentar no deberle nada a nadie, no pedir favores, no hacer favores. ¿Por qué? Porque todo en la vida tiene un precio, aunque no estemos hablando de valores monetarios, pero sí de intercambios. Y a veces la gente tiene una memoria impresionante para las deudas acumulativas de favores, esperando siempre que un día les devuelvas todo lo que ellos hicieron por ti. Eso te apresa, te hace esclavo de lo que ellos esperan y con lo que ellos cuentan, que no es otra cosa que el tenerte agarrado por los huevos. Y como nunca sabemos si en otro punto X de la vida tendremos que recular y volver a pasar por el aro, a veces, o siempre, o casi siempre, acabamos cediendo por si "por si acaso", valga la redundancia.  

Entonces me doy cuenta de que las palabras no sólo se las lleva el viento, sino que te delatan y te retratan. Yo, hoy, dejándome la piel en ser una cerda egoísta. Pero soy una cerda egoísta en base a qué. 
En el fondo, sólo quería evitar que sucediera algo malo, y sigo queriéndolo. A la par, quería lavarme las manos, para no salir atropellada y no quedar por egoísta más adelante, en el momento cumbre en el que todos desaparezcan. JAJAJA. He ahí cuando subestimé a la gente por enésima vez :'D Y si Dios quiere, espero equivocarme y comerme mis palabras nuevamente, porque si no me equivoco, habrá una persona que las va a pasar muy putas. Por otro lado, sé que peco de imbécil, pero sé que quedo retratada también porque a la gente le gusta decir lo que sea, aunque no lo opinen, con tal de quedar bien. Luego cada uno barre para su puerta, la cierra lentamente y cuando te das cuenta, estás en medio de la calle hablando solo. 

Intento pensar que se dicen esas cosas porque se cree, bienintencionadamente, que es lo que se ha de decir, que confían en que harán lo que dicen, que no han pensado realmente en lo que puede suceder, que internamente la gente tiene esperanza... Pero salto yo, reventando esas fantasías maravillosas, quemando la poesía bendita de sus promesas escritas en el aire, en las palabras dichas, juradas, grabadas a fuego en la memoria de un recuerdo lejano no tan lejano. Es obvio lo en serio que me tomo las cosas, ¿no? Y se nota que me estoy descojonando viva. Pero a lo que iba, separamos la realidad de lo que decimos, porque sí, porque es más bonito. Y yo paso: jamás me comprometo a nada, porque el tiempo te hace olvidar lo que dijiste, y cuando te lo recuerda, o no puedes, o simplemente no te apetece cumplir lo que dijiste. 

Otra cosa que tiende a hacer la gente, sobre todo la gente que "te quiere" (Tal como afirman antes de darte el jodido palazo), es echarte en cara tu mala actitud, tus malas acciones, y te piden, en su nombre, que dejes de hacerlas porque TE QUIEREN y les haces mucho daño. Yo no sé para los demás, pero para mí en español eso se llama "chantaje emocional", y es peligroso ceder ante él. ¿Consecuencias de que yo haya sido chantajeada emocionalmente esta noche? 
1. Es evidente que soy mala persona, que he quedado como el culo y que no tengo derecho a hacerlo, porque evidentemente, no tengo derecho a ofenderme, sentirme mal, etc. 
2. Se me advierte de que he sido cazada, con lo cual, soy una mentirosa, a pesar de que he dado los motivos reales por los que actúo así. A la gente no le gusta que le des las verdad, le gusta que les digas lo que quieren oír, que coincida letra por letra con lo que ellos piensan que hay dentro de tu cabeza. 
3. Me ponen contra la espada y la pared, una posición en la que no me gusta estar porque 1) odio que alguien me obligue a tirarme a su río; 2) odio hacer algo porque alguien me insiste descaradamente cuando sabe que no quiero hacerlo; 3) si no quiero hacerlo, ¿por qué tengo que hacerlo?; 4) no soy capaz de contradecir lo que siento sin llevarlo al límite (Razón por la cual soy más loca del coño si cabe). Y 5) esto es algo que luego a la gente no le gusta que tú les hagas y se quejan cuando se lo hacen otras personas. 
4. Se espera, por cojones, que yo recapacite, y haga lo que ellos quieren. Aunque sepan que tengo motivos, razones suficientes, PRUEBAS para no hacerlo, y dejar ver que NO es un maldito capricho. 
5. Al final tengo que hacer la dichosa cosa, y al final, cuando lo haga, me arrepentiré de haberlo hecho porque no he podido ser quien soy: el NO rotundo a todas sus frases. 

Esto se llama manipulación, pero ¡ay, amigo, si eres tú quien rema por llevarse a alguien a su terreno! Por ese motivo, por ser una cerda egoísta que se piensa demasiado el actuar en favor de sí misma, por tratar de protegerse de, por intentar salir sin hacer ruido, etc., acabo metida en todos los fregaos y sola. Va a ser verdad: voy a tener que matar a alguien e ir a la cárcel para tener novio, como Charles Manson, el asesino de la katana (éste era un niño español), Steven Avery (pero éste es inocente, seguro), etc., etc.  :'D (y obviamente, esto es una broma, pero como hoy en día todo es censurable, todo se saca de contexto y se malinterpreta o manipula, tengo que decir que es una exageración y que aún no he llegado al nivel desesperante de vaginitis ansiosa). 

:'D :'D :'D 

La grandísima lección que saco es: no debo tomarme a nadie en serio jamás, y no debo hablar para que no me tome nadie en serio, porque me toman en serio para gilipolleces, y a risa para lo que realmente es importante. 

miércoles, 10 de febrero de 2016

Rain messed up my window

No tengo prisa, ni ganas de barrer el tiempo. Tampoco tengo ganas de quedarme aquí, atrás, al final del todo, aunque el punto de vista sea más amplio, pero también se aleja mucho del objetivo. No puedo planear ni prever a corto o largo plazo. Me agobia. Pero me agobia aún más pensar en qué redes puedo dejarme caer si no lo pienso y lo decido ya. Otra jaula. Una jaula dentro de otra jaula, y los barrotes son cada vez más peligrosos. 

Y por alguna extraña razón tiendo a hacer como que no pasa nada. Supongo que ahora sí tengo algo que perder y estoy dispuesta a protegerlo a toda costa. Hay ratos en los que creo que puedo, y ratos en los que creo que no, pero de repente dejo de pensarlo, de apremiarme, de sentarme a hacerlo y centrarme. No puedo centrarme. No puedo dejar de dar vueltas inútiles en círculo para acercarme al fin. 

¿Qué maldito fin? Ése que llevo ansiando años. Y si sale mal... La simple posibilidad de que todo salga mal, otra vez, otro año, me ahoga. Es como una maldita capa de mierda, de piel vieja que no consigo quitarme. 
Oigo ruido. Mucho ruido. Y hablan de cosas que no sé, de las que debería saber, por las que debería haberme interesado, pero es demasiado tarde y tampoco estoy por la labor. ¿Dedicarme de por vida a esto? Dios mío. Me sobra información dentro de este cerebro mortalmente podrido. ¿Cómo podría dedicarme a impartir ideas de otros? Demasiado para mí. Y para más inri, es lo que se espera que haga. 

Por Dios, yo sólo quiero encontrar algo para lo que servir. Algo con lo que pueda mezclarme, estar contenta y tranquila. Saber conformarme. La simple idea de hacerme esclava de algo que realmente me gusta, me asusta mucho. Hay muy pocas cosas de las que puedo disfrutar y venderme para acabar odiándolas... ¿Qué me quedaría después? 
Cero. 

Cero es lo que me queda de imaginación. Cero es lo que me queda de puta ilusión alguna. Cero es lo que me impulsa a seguir buscando, a seguir creyendo, a seguir confiando en unas palabras más ciertas de lo que jamás han sido otras para mí. Y sigo teniendo algo clavado que no me deja avanzar y salir de este hoyo asqueroso. Cero me tiene encadenada a su maldita nada. Y mientras siga encadenada a esa nada, no podré coger la puñetera pala y cavar unos buenos cimientos para empezar a construirlos, poco a poco. 

¿Lo que mejor se me da y para lo que no soy una inútil en absoluto? Hablar, hablar y requetehablar, para no decir nada coherente y dejar a todos con la sensación, incluida yo misma, de que tener la boca cerrada era mejor que abrirla. Pero sigo buscando el botón de apagado en mi cerebro para cortar el continuo diluvio de verborrea mental. 

Decían, no sé si ya será real, que iban a inventar un medicamento/droga que pudiera anular las malas experiencias de la memoria humana, aunque el individuo podría seguir recordándolas sin esa fobia, ese dolor, ese malestar, que le inflige el recuerdo. Me ofrecería encantada para el puesto. Aunque a veces tengo la sensación de no haber sido yo quien ha vivido la inmensa mayoría de las situaciones, pero me da tantísima rabia caer en la realidad y comprender que no, que no era un mal sueño... Y entonces me estrello. 
Hay errores que no deben cometerse, no añaden experiencia, no se aprende de ellos. Sólo hacen que te arrepientas, día y noche, que luches contra ellos siempre, sobre todo, cuando aparecen después de una larga temporada en la que creías haberlos dejado atrás. 

Equivocarse será de humanos, rectificar de sabios, pero es una puta mierda de enseñanza sin arreglo en múltiples ocasiones. 

miércoles, 3 de febrero de 2016

Looking to see how much we're growing

Me parece increíble (sí, todavía) la tremenda incapacidad de la gente para ignorar tu pensamiento si no coincide con el suyo. Esa necesidad de que el mundo coincida con el suyo. La fuerza, el empeño que ponen por señalarte, por hacerte saber, que no están de acuerdo con lo que piensas, porque no está bien. 
Pero bueno, mientras se trate de temas estúpidos, de temas donde no pincho ni corto, etc., no me importa. Lo que me toca la moral es cuando no puedo pensar lo que me salga del ojo interno con respecto a mí misma. ¿HOLA? 
Y tienen que hacerte ver, hacerte saber que estás completamente equivocada. Tomo nota. 

Es decir, no puedo opinar negativamente sobre mi aspecto físico, porque hay gente que considera que no es importante. No puedo opinar negativamente sobre mí misma, porque tengo que aceptarme como soy. No puedo opinar negativamente que pesar X es peor que pesar 50kg (siendo éstos mis kilos, que son míos, no de nadie más, cogidos y cebados por mí). No puedo opinar lo contrario con respecto a mí misma, porque una persona piensa positivamente sobre SU cuerpo, SU vida, SUS decisiones, SU personalidad, etc. 
Y me mata.

Me mata. Resulta que no puedo pensar libremente porque tengo que pensar conforme al molde de los demás. Es como retroceder a los trece años, en medio de ese mar de imbecilidad permanente de niños intentando averiguar qué son, quiénes son, cómo tienen que comportarse, qué tienen que hacer para caer bien y gustar a otros, etc. Si entonces me aburría, me superaba, me agotaba tener que ir a contracorriente con ellos, ¿cómo no va a cansarme once años después? 
Virgen santa... Si mis acciones no te afectan ni te ofenden personalmente, ¿qué tienes que decir acerca de lo que yo digo o pienso de mí misma, si no te he pedido opinión? 
Encima me saltan con que es podrían contestarme. ¿Y qué? Que me digan lo que quieran. Ya puestos... 

No me trago el círculo vicioso de "somos liberales y respetamos todas las opiniones, pero depende de qué estemos hablando, porque si es esto, pues no, si es lo otro, tampoco. Porque como comprenderás, yo no puedo tolerar que, si no estoy de acuerdo con... Porque no es normal, claro, eso no se ha visto nunca, salvo cuando eres un/a friki, en contadas ocasiones, muy pocas excepciones, pero sí, yo respeto, eh".  
Si yo no pregunto, ¿por qué vienen a cuestionarme? Si no pido consejo, ¿por qué tratan de darme lecciones de vida, de moralidad, de cortesía, de corrección? 
No, gracias. No las quiero, no las necesito. 

Sigo pensando que para ser realmente libre, una persona tiene que renunciar hasta a su propia conciencia, en el sentido de que pone una barrera a todo lo que le pueda afectar, a todo lo que pueda alcanzar su estado de peace of mind. Y cuando aprenden a hacerlo, todo pierde importancia, salvo muy pocas cosas. Por eso sé que yo no soy ni seré nunca libre. Hay límites de los que no podré deshacerme nunca, y muchos que no quiero perder. Pero una cosa es ser libre, saberse libre, y otra creer que lo eres, sentir que eres libres. Yo siento que soy libre y siento que no lo soy. 

Lo soy cuando nada me mueve a actuar de una determinada manera. Dejo de serlo cuando, por ejemplo las circunstancias, me obligan a elegir un camino, o a tomar un camino, que no quiero. Pero una cosa es estar enjaulada, y otra es vivir en la realidad, y en la realidad no somos libres, creemos vivir en un lugar donde hay libertad, pero que no deja de ser una jaula grande, de la que tendemos a ignorar los barrotes.
¿La prueba? 
Esa misma gente que siente la necesidad de reprobar mis opiniones sobre lo que quiero ser y cómo quiero ser, porque "tengo que conformarme con lo que soy", "aceptarme" tal y como soy, "QUERERME" como soy, porque ellos decidieron conformarse un día y piensan que son, que san, que tienen, que dejan de tener, que me trago su "filosofía" de vida megaguay de "yo no sigo normas, sólo las mías", pero resulta que trato de imponerte mi punto de vista. Otra forma de llamar a esto es falta de educación, invasión del espacio, en temas que ni te van ni te vienen. 

Pd. Si estás leyendo esto, love, siento decirte que yo lo hice, que la cagué, pero mira, reconocí lo que hice mal, porque no tengo la necesidad de mentir para demostrar mi hermoso razonamiento como superior al de toda criatura viviente, porque no busco ser la "más mejor" ni la "más malota in the world". Esas cosas se curan con la adolescencia, si llegas así a los 20 y más allá, es que estás pasando la etapa que aún no has pasado.
Un beeeeso. 
Pd. 2. Me va de puta madre. Ahora sé lo que es vivir tranquila, algo que aprecio mucho.
Pd. 3. Y no necesito una niñera ni biberón, ni pañales ni chupetes. Maybe you. 

sábado, 23 de enero de 2016

Easy Rider? (Born to be wild, babe, my favourite part).

Hace poco un "(¿)amigo(?)" me preguntó a modo de broma, supongo, o interpreté, si alguna vez sonrío por algo, si siento aprecio por algo. 
Claro que sonrío y aprecio, especialmente sus palabras me dieron risa y me hacen sonreír. ¿Por qué? La emoción tontuna ya se me pasó, sólo que él no lo sabe, y como no cree lo que le dije, o no sé qué espera de mí, difícilmente podré decirle o explicarle qué pasó, por qué, y esa infinitud de cosas que quizá le gustaría saber, pero que su actitud me dice que le da absolutamente igual. 

Claro que sonrío. Es curioso y gracioso, porque seguramente los momentos en los que más sonrío es cuando estoy sola, igual que cuando lloro. Los ataques de risa no suelen darme en compañía. Básicamente, paso más tiempo conmigo misma que con absolutamente nadie. Tampoco me supone especialmente un trauma, ya que si me río suele ser por ocurrencias que han tenido otras personas, momentos que me han hecho vivir, situaciones surrealistas con mis amigos, las típicas gilipolleces de cuando teníamos dieciséis, las barbaridades que se me han podido ocurrir y de las que me da vergüenza hasta contar... 

Pero es más fácil verme, intuirme, clasificarme, desde la barrera de la etiqueta "QUÉ NEGATIVA/PESIMISTA ERES". Yo seguiré llamándolo realismo en su mayor parte. Una cosa que acaba de hacerme gracia es el titular "Rajoy se niega a abandonar la investidura...", y el otro "Iglesias y Sánchez quedan para hablar este fin de semana". ¿Cómo no voy a reírme con lo irrisorio de esta situación? ¿Cómo no voy a pensar que este país, por ejemplo, es una grandísima broma, un chiste de mal gusto, una naturaleza tremendamente encarnada, nacionalista, extraña, ilógica..., y no sé cuánto más, en tanta y tanta gente de este país? 
Realmente pienso que esta parte de mí no puede ser tan mala. Sacarle la gracia a una de las situaciones que, más que nunca, deberían cambiar el destino de este país, me parece que no me delata como una persona tan negativa. De hecho, ha pasado lo que creí que iba a pasar según las situaciones que se dieran: gana el Guapo, el Revolucionario sigue con sus ideales en pie, pero poco a poco, verá cómo sus actos no casarán con el poder y tendrán que dejar que otra mano y otra obra dirijan y efectúen los cambios sociales, que no serán tantos cambios. 
Era imposible una mejora en este país. Todavía estoy esperando sentada a que me sorprendan una buena mañana con una noticia estupenda: España avanza. Ilusa de mí que llegué a pensar que la sociedad española acabaría convulsa, revolucionada, rebelándose, ¡hablé de guerra! JAJAJA Y resulta que hace un mes el colega más votado es el mismo imbécil que cada vez que da un discurso, no sabe ni hacia dónde mirar porque no se cree lo que pone en el papel que trata de leer. 

Claro que sé reírme, que me da la risa, que sonrío. A veces mi cabeza no puede responder con una respuesta lógica al hilo de la realidad, entonces todo me parece tan irónico, tan satírico, tan sarcástico, tan inconcebible, que no puedo hacer otra cosa que descojonarme, yo sola, en mi cuarto. 
Nada resume mejor, para mí, la historia de los últimos 80 ó 90 años de España que los versos de Machado (Cantados por Serrat): "Ya hay un español que quiere/ vivir y a vivir empieza/, entre una España que muere/ y otra España que bosteza./ Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios/. Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón".

Y es obvio cuál de las dos sigue helando el mío, ¿no? Tanto como para creer que el cambio empieza con una situación máxima y extrema, a la par que pienso que eso jamás sucederá. 

No pensaba en política, realmente. Ni en dirigirme a ese muchacho en concreto (si lees esto, ¡hola, Alex Casademunt, dale recuerdos a Bustamante!). Simplemente son cosas que me hacen repensar cómo me muestro, cómo soy y qué acaba captando la gente de mí. Porque me apuesto lo que sea que nadie ha atravesado la puerta, ni ha intentado ir más allá de lo que a simple vista encuentra cuando hablamos. En especial, el Bobifláutico (tema que me sigue enervando -_-). 
Pero ni si quiera se trata de echarme flores, de decir "Uy, os perdéis algo emocionante que conocer", porque no soy ese tipo de pava arrejuntahombrespalbosillodelego. Me aburre. Por eso sólo cuenta mi opinión siempre con respecto a mí misma. Me basto yo sola para hundirme y salvarme, y los comentarios positivos y negativos de los demás jamás ayudan, aunque vengan de las personas que más quiero en este mundo. Es imposible que pueda empezar, a estas alturas, a tomarme nada en serio ;) :*

viernes, 22 de enero de 2016

The dust from a distant sun

A veces no sé qué me asusta más, si pensar en todo el tiempo que ha pasado y que mi cabeza sigue en el año X, o pensar en la fecha de hoy y lo lejos que estoy del año X. No sé qué me da más vértigo, si estar alejándome del pasado, rozando un futuro cada día más incierto, o estar en el medio. ¿Por qué nadie habla nunca de lo difícil que es estar en el medio, de tránsito? 
Ese punto cardinal ignorado. Ese momento que los relojes no marcan. Ese estado en el que nadie piensa, que nadie te describe, salvo que sea una situación tan actual, tan efímera, que ni se recoge en la categoría de presente. Al menos no para mí. 

Me gustaría poder acabar de sacarme  de la cabeza todas las ideas estúpidas que tengo al cabo del día. Pero sigue siendo imposible. Y me gustaría escribirlas todas, porque sé que estarían fuera. Luego me sorprendería de leerlas, pensaría "¿Eso lo he dicho yo?", o peor, "¿En serio sabía de esto, de eso y de aquéllo? Imposible?". Sé que no serviría de nada intentar poner orden en esos papeles. Simplemente serían la extensión del caos, de mi locura, fuera de mi cabeza. 

No quiero pensar, simplemente. Incluso ahora que estoy tranquila, necesito verme absorbida, obsesionada con algo, metida en alguna canción, en alguna serie, en alguna película y no pensar. Acallar el ruido de mi propia voz en mi cabeza. Suena hasta tenebroso, imposible, tentador (obviamente no me estoy refiriendo a abrirme la cabeza o reventarme el cerebro de un tiro o un machetazo). Simplemente aparcar, por una vez, por un tiempo. Desconectar. Vaciar. Y todavía ahora me es imposible. 

Siempre sigo el mismo mecanismo absurdo e idiota. Durante una época me consume mi propia locura, me reconcome la conciencia cualquier cosa, aunque no haya hecho nada, aunque algo no sea culpa o responsabilidad mía. Luego está la terrible sensación de soledad abismal, esa tierra de nadie donde, efectivamente, siento que no hay nadie o que nadie puede alcanzarme, y me sigo hundiendo en el barro. El barro puede ser arenas movedizas, o un océano, o simplemente, un estanque de medio metro de profundidad en el que no consigo incorporarme. Y después, poco a poco, vuelvo a ir levantando la cabeza. Ésos son los peores días, cuando estoy recientemente cándida e ingenua hasta límites insospechados, tanto que me puedo creer cualquier cosa. Tanto que necesito leer las cosas 10 veces, mínimo, para captar algo medianamente coherente. 

Lo que siempre espero en esos días idiotas es que queden atrás, por fin, muchas cosas. Cosas para las que no tengo voluntad, que no me imagino haciendo, que no soy capaz de hacer. ¿Por qué? No tengo excusas. Es absurdo buscarlas, porque aunque las encuentre, no me van a convencer y nadie las quiere escuchar. A la gente le encantan dos cosas en esta vida: saber que estás bien cuando te preguntan qué tal estás, para no tener que escuchar que estás mal; y que les des la razón en todo lo que te digan/aconsejen/piensen. Y simplemente paso. Si no quieres escucharme, no me preguntes. Si no te pregunto, no me cuentes, no esperes que te escuche yo tampoco, por supuesto. Ponme en duda, créeme, pero luego no me pidas lo mismo. 

Entre esas cosas reluce la idea de tener un sol, bonito, magnífico, brillante. Es como con las plumas, sólo que ahora me falta el Sol. Siempre que iba algo mal aparecía mi ángel, fuese donde fuese (es una persona real, de carne y hueso, no un espíritu o una alucinación). Y una de las cosas que necesitaba saber, con más fuerza que nunca, es que sigue ahí. Es una de las mejores cosas que me han podido pasar en este último año y en lo que va de éste. Pero no me basta con eso, ni me basto yo sola. En algún lugar, en algún momento, necesito que haya sol. Necesito luz. Necesito calor. Necesito una maldita sonrisa que me haga y me salve un mal día. Y, ¿a dónde se ha ido? Creo que simplemente jamás ha existido. 
Y yo sigo buscando, estúpida e ilusa, el tamaño y la forma perfectas para grabármelo en la espalda. Espero que no tarde mucho en llegar ese día y que encuentre la forma, el tamaño, el color, la posición. Y si me sonríe la suerte, que sea completo, y no medio como lo imagino hasta el día de hoy. 

martes, 19 de enero de 2016

MOANday

Rozando el cuarto de siglo, sigo preguntándome qué es lo que he aprendido y siento que no sé nada en absoluto. Que no importa cuánto tiempo pase, porque en el fondo, seguiré siendo el mismo puzzle incompleto, o la misma pieza que no termina de encajar. Pero eso son historias que hoy no me ahogan, que ya me ahogaron la semana pasada (hace 24h, exactamente). 

Pero pensando, pensando y repensando, lo que siempre trato de no hacer, cosa que se me da bien no hacer para según qué cosas... Se me ocurrió esa maldita frase de "Todo pasa por una razón", e inmediatamente pensé que no creo en ella, y que más bien pienso "cuántas razones hubo por las que no debieron pasar tantas cosas". Y eso ya no era sólo un problema de mi incapacidad para llevar el timón, sino de toda la mierda que se me metió en medio. Al final, más que pedir consejo, más que seguir consejos, debí haber hecho las cosas como mejor me pareció. El único problema es cuando cambio de opinión. La incapacidad de tener una visión completa a tiempo. 

Luego están las cosas y su explicación. Parece que todo la tiene, aunque no siempre podamos alcanzar a conocerla, cuanto más a comprenderla. Y a veces simplemente, nos aferramos a nuestras verdades, reales o irreales, bonitas o de mierda, y nos negamos a ver más allá. Cuánta gente confundida hay por el mundo, pensando que llevan sobre sus hombros, en sus brazos, entre sus manos o en sus pasos, el peso de la verdad, de la razón, del saber absoluto, y tratan de convencerte, de convencer a otros también de que están viendo correctamente, que su filtro es el único válido de este universo. 

Me da mucho asco. Me da mucho asco no haber sido como debería haber sido. Por qué me achiqué, por qué me dejé pisotear, por qué simplemente no mandé todo a la mierda y he dejado que tantas cosas me hayan pasado por encima. Puedo, incluso, perdonar antes a los demás que a mí misma. Una mancha, que por más que frote, siempre estará ahí, marcada, mirándome fijamente. Y tengo tantas, que ni vertiéndome ácido podría hacerlas desaparecer. Al final, los causantes, no son ni si quiera responsables de sus actos. Sólo yo. Sólo yo porque lo consentí. 

Cuando pensaba (y pienso) en las palabras "hacer frente a la realidad", me imaginaba (e imagino) que tenía (y tengo) un puño americano enorme, plateado, en la mano izquierda y en el momento que lo lanzaba (y lo lanzo) al aire, se hacía (y se hace) real ese "hacer frente". Estúpido que sea con la mano izquierda, porque soy diestra, y no puede si no, más que simbolizar todas y cada una de mis torpezas. 

También me da mucho asco no tener otro tipo de suerte. Esa suerte que ansío, por la que me desesperaría, por la que me vendería al demonio. El tipo de cosas que no terminan de suceder, que me muero porque sucedan, y que no quiero esperar tonta e ilusamente a que sucedan. Es como mirar los días en un calendario en blanco, sabiendo que no va a llegar nunca el momento en el que pase. 
¿Por qué? Pues porque yo también tengo ganas de hacer literatura de mierda, de sentirme especial, de creerme algún cuento por primera vez y vivir en él. Tanto azúcar imaginado me ha vuelto diabética en la realidad y me ha enfermado con un "imposible". Ni si quiera diría "enfermado", sino curado. Porque si fuera cierto, ya tendría que haber sucedido y NUNCA, nunca ha sucedido. 

Entonces vuelvo al principio de todo lo que pienso. El final, el principio, siempre son lo mismo: una única cosa con doble explicación, con doble cara. Tengo dos respuestas a ese "Por qué no ha sucedido" y ambas se unen en la misma. La misma es la causa y efecto, ensayo y error, pregunta y respuesta a la vez: Yo. 

Y acabo pensando "¿por qué y para qué busco?". Para nada. Ni si quiera sé que busco. Sólo buscando me alejo de lo que no quiero ser, de aquello en lo que no quiero convertirme, pero también de aquello que me gustaría ser. Y sigo buscando porque creo que algún día encontraré una respuesta, una respuesta que sé que jamás encontraré, pero no puedo dejar de buscar. Ésa es mi única razón para existir, para seguir, para avanzar, para aprender, para olvidar, para caer, para levantarme y volver a perderme. Porque perderme es lo que realmente sé hacer bien, y perderme para encontrarme no es otra cosa que seguir buscando, sin llegar nunca a saber dónde estoy, quién soy, ni cómo soy.