martes, 30 de septiembre de 2014

"There's a place and time for everything, for everyone", as the song says.

Es mentira que siempre haya tiempo para todo, que podamos permitirnos ese lujo maravilloso. Claro que no. También puedes tener todo el tiempo del mundo y no poder hacer absolutamente nada, menos aún aquello que más desearías. Ahora querría. Es algo que siempre quiero. Morder y ser mordida. 
Morder de vientre a clavícula, de clavícula a vientre, a veces casi más que ser mordida. Y si es lo contrario, entre cuello y mandíbula y eterna fantasía. De esas cosas que no quieres que acaben nunca, de las que nunca se tiene suficiente. Ahora sí, ponte a contar el tiempo que hace que, el tiempo que te gustaría y nunca habrá estado más lejos de tus manos, nunca tanto como ahora. 
Pero sí... El hombre es ese animal que puede hacer con su vida lo que quiera, cualquier cosa que se proponga. Ya. Claro que sí. 

Rinoceronteando

Hoy, según iba bajando la barrera, me arrepentía más y más de lo mismo de siempre. Estaba al lado de la puerta, sentada, y me moría por ganas de huir. Miraba a todas partes menos a lo que realmente, o supuestamente, importaba y al final acabé llorando como una cría. Sí, otra vez. Qué raro. 
Y hay conversaciones que te devuelven la vida, las ganas de que todo salga bien otra vez. Un mensaje de la persona que más te quiere en este mundo sin duda, sin condiciones, de cualquier manera, alta, coja, gorda o enanísima. La única persona que te puede querer con todas las imperfecciones, ésas que provienen de sus genes. O perder el tiempo y olvidarte de hacer lo más importante del día, lo nuevo, lo que te queda por saber, simplemente porque no te apetece dejar de hablar de chorradas con una persona a la que de verdad quieres, que menos mal que apareció en tu camino.
Pocos ratos después es el sol entrando por un balcón, la maldita luna creciente desesperándome desde el cielo, y la alegría de saber que afortunadamente esto es mucho mejor, pero aún me pesa esa carga de tres años de mierda sobre los hombros. Tres años que me habría gustado vivir de otra manera, que sinceramente han sido un puto sofoco, un infierno en muchos momentos, y un cielo en muy pocos. 
Si ahora tuviera que elegir, si tuviera que quemar todas las cosas que se me pasan por la cabeza y pudiera quedarme sólo con lo bueno... Cuántas piezas de sobra de este puzzle inexacto me quitaría del medio. Podría reconstruirme un poco mejor, redireccionarme, saber qué quiero hacer con mi vida y quizá no equivocarme tanto.
Un día, no hace mucho, me dio por pensar que a veces damos un paso sin saber muy para qué, aunque seguimos perdidos. Más adelante, ese paso carente de sentido, que no nos ha aportado nada nuevo ni maravilloso, sigue ahí, dado sin más. Entonces los demás siguen avanzando, recolocándose, pero tú no, y de repente me di cuenta de que quizá, inconscientemente, pero no tan así, podemos tomar decisiones que nos salven en un futuro lejano. Y eso es precisamente lo que espero haber hecho: haberme salvado de una mierda aún peor. No digo ahora, ni dentro de un año, ni dos, pero puede que esas ideas tontas que parecerían mentira viniendo de mí, un día se hagan realidad. Ya sea otra carrera, largarme a otro país, a la ciudad más bonita que he visto en mi vida, o teniendo mil libros alrededor, no sé, pero sé que cualquiera de ellas me haría feliz.
Desgraciadamente no elijo todos mis pasos ni quiénes los dan conmigo. Pero hoy me quedo en modo rinoceronte, a lo salvaje, a lo bestia, a lo risa eufórica y estúpida de retención de líquidos con los labios pintados de rojo y una pinta ridícula. Hoy elijo tener ganas. 

lunes, 29 de septiembre de 2014

El puto día en que todo se va a la mierda porque vuelves a tropezar

¿De qué me sirve? ¿De qué me ha servido? ¿Por qué siempre que cierro algo, al final soy la tonta que vuelve y cae? ¿Por qué a mí nunca se me quita la cara de tonta, las ganas de un algo mejor? ¿Por qué no puedo dejar de creerme todas las tonterías que me dicen? ¿Por qué no puedo rendirme sin más y ya está? ¿Por qué no puedo olvidarme de él y que no me estalle la cabeza? ¿Por qué no puedo dejarlo todo aquí y desaparecer en la nada? ¿Por qué tengo que seguir haciendo todo lo que no quiero hacer, porque simplemente no quiero hacer nada? ¿Por qué tiene que importarme todo cuando realmente sólo quiero tener cero pensamientos? ¿Por qué no se apagan las malditas luces y se disuelve esta grandísima mierda en el espacio infinito? ¿Por qué al final siempre salgo yo perdiendo y sintiéndome como una mierda, precisamente cuando había conseguido salir de todo? ¿Por qué siempre tengo que tropezar y volver atrás, haciéndolo todo otra vez hipercomplicado, sintiéndome otra vez como una niñata en manos de una persona a la que le importé y le importo una mierda? ¿Qué cojones quería? ¿No sabe ya de sobra que para mí todo es un mundo? ¿No dice que no se lo merece? Y yo sí. Yo siempre me lo merezco. Yo siempre actúo inconscientemente, por eso me lo merezco. Por eso me creo las cosas. Por eso me gustan las tonterías, para luego equivocarme y pasarlas putas, porque me encanta seguir siendo una cría y creerme que tengo doce años. Eso. Exacto. 

domingo, 28 de septiembre de 2014

¿Y qué más da?

Lo peor que se me puede ocurrir en ciertos momentos es retomar algo en lo que me he dado por vencida. Y ni tan si quiera consiste en rendirme, simplemente se me adormece esa parte del cerebro o lo que sea, y cuando vuelve a la carga, vuelve con fuerzas, para volver a dormirse al poco tiempo. Círculos viciosos que no sirven para nada. Supongo que, a modo de consuelo de tontos, seguiré pensando que algún día se me pasará y tendrá un final, intentando no abarcar las expresiones y dimensiones que tengo por costumbre pensar. Pero claro que no quiero que acabe, las adicciones siempre nos piden más, aunque mi problema es ser vaga hasta para ser adicta. 
No me imagino que llegue un día en el que diga "Dios mío, cuánto tiempo ha pasado y ya ni me acuerdo", aunque como con todo, probablemente llegará. ¿Eso me hace fuerte? Para nada. Seguramente me debilite más en el momento de pensarlo. Mi estúpido negativismo me obliga a pensar que quizá algún día, alineándose todos los planetas, todas las casualidades, todas las situaciones que tendrían que darse de manera milagrosa y especial, harían que ocurriese tal locura y yo ser entonces la criatura más feliz de la tierra. Pero mi amor por el positivismo me dice que no, que eso no va a ocurrir jamás. Las oportunidades pasan y yo nunca estoy en el momento adecuado para aprovecharlas. 

sábado, 27 de septiembre de 2014

The message is at the end of this

Me gustaría poder decirte algo inteligente, algo con sentido, saber empezar una conversación... y mientras lo pienso me resulta más complicado encontrar palabras, no parecer idiota, no serlo completa y redondamente. En general no sé animar, ayudar o consolar a alguien, así que, ¿qué podría ofrecerte? 
Una ciudad fría, un sofá cama y una ducha con complejo de jacuzzi de los años 50, unos 10 meses por delante y mi simple compañía. Obviamente no es nada, no tengo el mundo entre las manos ni la capacidad para dar dos pasos sin tropezarme. No soy capaz de gran cosa pero en X momentos hay quien logra hacer lo imposible, ¿no? Y no me importaría, la verdad. 
Querer, quiero. Poder, no puedo. Todo por verte sonreír, por saber que estás tranquilo y feliz, que sigues tu camino en función de lo que quieres y te apetece hacer, en función de cómo eres y quieres ser. ¿Y por qué? Negar que eres una debilidad, una asignatura pendiente, un no sé qué extraño que me atrapa, sería idiota. Simplemente me sale, quiero, me gustaría y nada más. 
Y decirte lo mismo una y mil veces no sirve de nada ni de mucho, sobre todo cuando se tiene a alguien que puede hacer por ti lo y hacerlo mejor, pero todos necesitamos que en determinados momentos alguien nos asegure que podemos contar con su ayuda, aunque luego sea mentira. Mentir se me da fatal en cuestión de sentimientos y momentos en los que la emoción decide vomitar todo lo que se me pasa por la cabeza, así que no podría engañarte porque sabrías en seguida si miento o digo la verdad. Ya sabes lo que otro cientos de miles de veces haría e intentaría, sólo para aligerar tu pesar, lo que te aprieta. No me gusta pensar que algo pueda obstaculizar tu camino, no quiero pensar y no puedo creer que te lo merezcas. Tú no. ¿Por algo en especial? Por las letras, por las palabras, por la música, por... cosas que no tienen mayor importancia, aunque para mí sí. 
Solamente te diría que, corta de vocabulario e imaginación, de capacidades y de habilidades para poder echarte un cable de verdad, lo único que quiero es que seas tal y como te soñé: libre, tranquilo, feliz y completo en medio de un mar de hierba bajo un sol de marzo/mayo, unos seis o siete meses atrás.

ABRIR EN CASO DE EMERGENCIA BRUTAL O DE COLAPSO CEREBRAL PROFUNDO
"Whenever you call me, I'll be waiting;
whenever you need, I'll be there".
Llama ahora o huye para siempre

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Septiembre es tuyo, Octubre para mí.

Echo de menos muchos pequeños momentos contigo. Sobre todo ésos en los que me ponía el mundo sobre los hombros y tú bajabas hasta el nivel en el que yo me encontraba, para escucharme, para atenderme, para simplemente entenderme. Y yo no te creía cuando me enfadaba contigo, y tú te reías porque me conocías mejor que nadie. Sabías cómo llegarme y convencerme.
Echo de menos las horas muertas contigo, hablando de cualquier tontería. Todos esos ratos en que desvariábamos. Yo quería ser mayor para poder estar más tiempo contigo, para que compartieras conmigo esos momentos que otros tuvieron la suerte de vivir años atrás. No quería perderme tu grandeza en todos los sentidos, sin saber que estabas dándome entonces muchos de los mejores momentos de mi vida. 
Extraño esos escasos diez, quince minutos en los que te contaba mis penas y me tratabas como si fuera todo lo mayor que una niña querría ser. El fin que yo no podía ver y que tú siempre anticipabas. Los ánimos, las bromas, el cariño. Esa complicidad que sólo tú me has dado. Esa facilidad para perder el tiempo y que nunca fuera suficiente para agotarlo con locuras, risas, llantos.
Cuántas veces te he necesitado porque sabía que sólo contigo podría dar un paso y cambiar las cosas, y has aparecido en el momento más inesperado, en el más oportuno. Cuántas veces se me han saltado las lágrimas sólo de verte a lo lejos, y cuántas se me ha escapado la sonrisa al ver que por fin, ¡por fin!, estabas a escasos metros con tu postura cómica y tu risa extraña.
Echo de menos que me enseñes, que me cuentes, que me des todo eso que tú fuiste descubriendo antes que yo. No sé en cuántos pasos que he dado has sido tú la llave de todas esas puertas, pero probablemente de la mayoría de ellas. No sé cuánto te debo, cuánto tengo que agradecerte desde prácticamente el primer momento.
Me gustaría seguir teniendo esa facilidad, esa conexión que sólo tengo contigo, aunque haya mil barreras de por medio. Poder ver que me estás mirando fijamente y sin decirte nada, saber que me estás entendiendo, que me dirías que tú ya lo has pasado, que hay un "otro" que es posible, que confías en mí, que confíe en mí. Simplemente contigo nunca he necesitado que me vieras caer y llorar, nunca tuve que deshacerme porque tienes esa capacidad para leerme, para saber exactamente qué me ronda por la cabeza. 
Nunca he tenido que esperar a que me tendieras la mano porque te has anticipado. No sé si por casualidad o por predestinación, mejor que sea parte del misterio de haberte conocido, pero la diferencia es que tú estabas ahí, de cualquier manera, presente o distante, haciéndolo todo más sencillo. 
Contigo no había partes o medias tintas, sino que éramos como dos esferas similares, muy parecidas, que simplemente supieron conectar. Y viendo cómo es hoy tu presente, sabiendo que quizá no es lo que esperabas hace unos años, sé que eres feliz y que no cambiarías nada. Eso me da esperanzas, porque siempre dijiste que en el fondo era como tú y ojalá fuese cierto, ojalá algún día puedas tener razón por enésima vez. Quizá en otro momento el mejor regalo que pueda hacerte es que yo me sienta tan orgullosa de mí misma como tú siempre lo has estado. 

You're a child and then I was a child in that Kingdom by the Sea

Leo. Respiro. Me suelto el pelo y caigo en la realidad. Mirando al suelo todo se vuelve más nítido. ¿El qué? Tú. Pequeño milagro que por un instante me hace reír. Segundos después la ilusión se evapora. ¿Te he dicho ya que odio que me roben la sonrisa? Sigo prefiriendo la noche. El Sol poniéndose, despidiéndose, hundiéndose. Sol al fin y al cabo. 
Pero hay mil mundos y yo no pertenezco a ninguno de ellos. Arriba está demasiado oscuro sin la luna llena. Abajo la realidad no tiene cabida para mí. Todos los puntos cardinales se han borrado de mi triste brújula. Lo único que me quedaba, mi reino azul, sigue hundido en una pesadilla, en un coma profundo del que no logro rescatarlo. El único lugar donde todo era posible hace mucho tiempo que me cerró sus puertas, y en medio de esa locura, todos los días me pregunto por qué, para qué y resuenan las palabras de mi abuelo: "Sólo por la curiosidad de seguir viviendo". 
Quisiera llevarte allí, dejar que acamparas a tus anchas, que te enamoraras de la hermosa escalera que lleva al cielo, de la Reina de Mayo, del reino bajo el mar... Quisiera que lo conocieras, a fondo y de verdad. Quisiera que lo eligieras. Quisiera que lo tomaras, que pudiera ser también tu hogar. Y ya ves que hasta eso he perdido, que puedo olvidarme hasta de mi propio camino. 

martes, 23 de septiembre de 2014

Tormenta de atormentaciones existenciales

Dentro de lo malo, no me permito el lujo de pensar en verdades absolutas. No es permitir, ni tan si quiera, es simplemente que no creo en ellas. ¿Y puedo creer en Dios? Sí. Creo en un todo que no puedo alcanzar a imaginar, igual que afirmar que existe el universo. Creo en él igual que se cree que existe la energía, la electricidad que enciende la tele, que nos calienta una taza de café. Pero, ¿es Dios una verdad absoluta entonces? No. Que yo crea en él no significa que tenga que tratar de convencer a otros, que deba afirmar hasta la muerte que tengo razón y los demás no. 

Las personas infelices son tóxicas y se apegan a las felices para sustraerles la luz, eso acabo de leer. Me doy por aludida en cuanto a persona infeliz, capaz de nublar el día más brillante y bonito de un enero helado, pero nublo mi día, no el día de la humanidad entera. No podría negar la toxicidad, pero tengo por seguro que no arrastro conmigo a nadie al infierno. Que si tengo amigos, o parece que los tengo, no es porque les ponga un sable al cuello y les obligue a estar conmigo. Y no, no me enervo y me vuelvo manipuladora, pretendiendo controlar a nadie. Eso más que de infelices me parece de malas personas. Pero tampoco consigo creer que cuando nacemos todos tengamos las mismas posibilidades, las mismas capacidades, las mismas oportunidades... Me parece una justificación muy pobre decir eso, que el instinto, el sexo y la violencia básicamente nos fundamentan, que según los manejemos, las cosas, la vida, nos irán de tal y cual manera. 
No creo que de la humillación necesariamente haya de nacer la venganza, el rencor, el querer ser poderoso y hacer daño. No puedo con estas consideraciones máximas que te reducen a cuatro conexiones cerebrales automáticas y a cuatro pasos evolutivos. Igual que no creo que la cultura sea artificial, que el hombre sea un punto y a parte de la naturaleza. ¿Por qué? ¿Qué nos hace realmente diferentes de los animales? El problema me parece que está en oponer naturaleza y cultura-tecnología, vernos como seres que producen objetos de los que se sirven para sobrevivir. ¿Realmente hay una diferencia tan brutal entre inventar algo para X utilidad y el hecho de que un animal desarrolle un pelaje que le permite camuflarse para poder cazar, evitar ser cazado o ambas cosas? A mí no me lo parece, pero claro, no soy dueña de verdades absolutas, menos aún tengo licencia alguna para propagarlas.

Y la desvariación de la infelicidad y la toxicidad, pasando por las relaciones de poder y el rollo cultura-naturaleza, en el fondo no me parece tan desvariado, sino diferencia gradual. Soy de pensar que todos somos iguales en base, pero de diferentes formas. Todos venimos al mundo del mismo modo, prácticamente. Todos tenemos un principio y un fin. ¿Por qué entonces debo considerarme superior a la abeja que produce miel, al oso capaz de cazar salmones que nadan a contracorriente, a la ballena que atraviesa los polos...? ¿Por qué ellos son naturales y yo artificial? No, simplemente me parece que las funciones son distintas. Un mono podrá apretar un interruptor para obtener un plátano, y quizá una serpiente no desarrolle nunca esa capacidad para obtener una rata. ¿Eso la hace inferior? No, tiene necesidades distintas, por lo que aprende los métodos que le vienen mejor para su supervivencia. Lo mismo entiendo de los seres humanos. 
Considero que la racionalidad no puede encajarse en unas pocas reacciones químicas del cerebro, en las conexiones moleculares que conforman nuestro cuerpo, y que básicamente se deba a ello. No me parece que haya que reducirlo todo a eso. Para mí la vida humana no tiene sentido si es todo automático, si es todo cúmulo de instintos, ensayos, errores... sin ningún margen de maniobra. Creo que la humanidad es más compleja que todo eso, más que un par de conexiones neuronales y un corazón que late. No niego que sea así, sólo que no comparto la afirmación de que tengamos unas funciones básicas que nos terminan de completar y definir, que hay algo más que instintos. 

De la inutilidad del "yo" absurdo

¿Se aprende siempre de los errores? ¿Es siempre posible rectificar? ¿Enseña algo cometer errores una y otra vez? ¿Es necesario equivocarse para aprender algo realmente? ¿Vale de algo ese aprendizaje? Y si tiene algún valor, ¿por qué es posible que caer se vuelva una manía recurrente? 
Me creía todo ese rollo de que construir un camino era equivocarse alguna que otra vez, que incluso había cosas que era necesario no evitar, simplemente para tomar contacto con la experiencia. Obviamente nunca con la total ingenuidad de creer que eso se puede extrapolar a cualquier circunstancia. Y me ha hecho siempre mucha gracia siempre esa frase de "Lo que no te mata, te hace más fuerte" o "El dolor nos hace fuertes". Realmente no lo creo, porque no ha sido esa mi experiencia. Con los errores me sucede lo mismo.

De todas las tonterías y no tonterías que he hecho, sigo arrepintiéndome de mil decisiones, pagando consecuencias. En algún momento he pensado que equivocarnos nos ayuda a madurar, a tomar mejor las futuras decisiones. Y con el tiempo me voy dando cuenta de que no, de que son reglas circunstanciales, singulares, nunca aplicables a todos los casos. Quizá sea esa estúpida habilidad que tengo para escaparme/huir por la peor de las puertas. 
No me sirve nunca de nada pensar que me he quitado un peso de encima cuando consigo cerrar un capítulo, solucionar un problema. Pienso en lo que he perdido, en lo que podría haber hecho, porque ya no me quedan opciones para el futuro. Y entonces se convierten en losas todas las acciones que no pude llevar a cabo, ya sea por miedo, porque no se dieron las circunstancias, o porque en ese momento pensé, opté o me vi forzada a tomar X decisión.

Así que creo que no he aprendido de los errores: no me ha reportado nada beneficioso ninguna mala experiencia. Ya no puedo volver atrás, ni redirigir situaciones actuales: tengo que apechugar, aunque sea con una tortura inútil que me está volviendo loca y haciéndome más infeliz que nunca. No he aprendido nada de cometer el mismo error varias veces: sigo adelante porque no hay otra opción, y mi mayor arrepentimiento es no tener valor para mandarlo todo a la mierda, porque entre cero-nada y cero, tengo que escoger cero-nada. No pienso que necesariamente haya que equivocarse para aprender algo, de alguna manera la observación, la precaución nos pueden ayudar a frenar en ciertas ocasiones, aunque ese tampoco sea mi caso y ocurra siempre lo que quiero evitar. De modo que no tiene ningún valor este aprendizaje supuesto, ya que sigo cometiendo el mismo tropiezo y no tiene remedio. Y supongo que caer es una manía recurrente porque no es posible vivir de otro modo: no sé vivir de otra forma, no tengo esa capacidad, no tengo sentido común. 

¿El mayor de los problemas? Un círculo vicioso incorruptible que no me deja avanzar, ni madurar, ni aprender, ni considerar, ni retener. Es una conciencia no-conciencia. Cada día es como un empezar de nuevo, pero pisando las mismas huellas que llevan al abismo. Y lo peor, lo más absurdo y estúpido de ser un animal inútil y enjaulado en su propio "yo/jaula", es que se puede albergar esperanzas de que algún día todo cambie, y pueda ser valiente, feliz y desarrollar la capacidad de disfrutar. De manera que equivocarse, para mí no es sinónimo de obtener algo a cambio, un lado del que obtener un beneficio, sino que es siempre tirarlo todo por la borda.

viernes, 19 de septiembre de 2014

La complejidad *o*

"Porque a veces necesitamos perdernos para volver a encontrarnos".

Cuántas veces necesitamos pensar y repensar una frase; dar vueltas con cada palabra, como esperando que la respuesta aparezca automáticamente, como una señal por asociación de ideas. Insistiendo tanto, girando tanto, comprimiendo y extendiendo su forma, su sonido, hasta que se desgasta y no tiene sentido. 
Una de mis eternas dudas es si es cierto que la gente se pierde y se encuentra a sí misma. Qué quiere decir eso realmente. ¿Alguna vez me he sentido perdida? A diario. ¿He sentido que me encontraba a mí misma? No. Simplemente pretendo reconocerme ante el espejo, o finjo hacerlo, y normalmente huyo, acabo llorando, o puede que ese día, sólo ése, me conforme y sonría. Y es una continua autoidentificación, un constante reconocimiento quizá nunca demasiado profundo, sólo superficial. Pero en ciertos momentos esas voces de la conciencia, esos susurros que otros llamarían instinto, me recuerdan, me enseñan de nuevo, según el momento de mi vida, cómo soy, cómo fui, cómo reaccioné, cómo actué. 

A diario me percibo como perdida, pero sí que creo firmemente que nunca voy a encontrarme. ¿Por qué? Porque hace años que pienso que buscar algo es a lo que realmente dedico todo mi tiempo. Buscar algo sin forma, sin color, sin sentido, algo desconocido que no intuyo qué es. No, no es felicidad. Para mí, la felicidad son pequeños estados o sentimientos, puntuales, pero no eternos o prolongados durante mucho tiempo. Tampoco intento buscar el sentido de mi vida, sin más, porque creo que la vida no tiene sentido, en general, que es tarea de cada uno dárselo, encontrarlo, construirlo... Pero en esa búsqueda sí me quedo con algo: el querer construir un camino. ¿Adecuado, inoportuno, erróneo, fácil, maravilloso...? Las circunstancias pesan demasiado como para que su construcción dependa únicamente de mis elecciones.

Elecciones, elegir, tomar una decisión. Son los gestos que me matan, las decisiones que no consigo tomar, sobre lo que no consigo ser firme y sentirme segura. Hace unos meses, todo lo que entendí del dichoso Sartre, fue que no es posible no elegir. Exacto. Ojalá fuera posible no tener que elegir. Estaría encantada. ¿Por qué? Porque no soporto equivocarme, arrastrar las consecuencias, el peso del arrepentimiento, la incertidumbre... Todo eso me consume. Me lleva al extremo, me pierde aún más. Me queda la certeza de que cada vez se tuercen más las cosas y que no hay forma de cambiar. Pero, ¿quiero cambiar? Sí y no. 
Sí, porque estoy cansada de vivir así; no, porque de alguna manera dejaría de ser realmente como soy, y la conciencia no me permite actuar de otro modo. Cuanto más me ahogue, cuanto más tiempo me vea como un animal enjaulado, más lejos tendré que huir de lo que me aprisiona, antes o después.

¿Metáforas y promesas? Ja. No me valen una mierda, igual que la paciencia. No creo en el optimismo, ni en las verdades absolutas. Prefiero rasurarme con la realidad, aunque el único problema es que no tengo memoria y tiendo a olvidar todo rápidamente. No retengo lo supuestamente aprendido. No soy capaz de analizar, de separar, de sintetizar. Me cansa, me marea, me produce sueño y un dolor de cabeza imposible que me pone frenética, en el mal sentido, en ese nerviosismo latente que me pinza el clítoris, hundiéndose en la vejiga. Una sensación horrible. O me aprieta las sienes hasta que creo que me va a estallar la cabeza. Y si tengo realmente suerte, también me provoca taquicardia y se me encoge tanto el corazón que hasta duele. Por todo eso querría no elegir, no pensar, porque es dar vueltas tontamente sobre cosas ya sabidas, que no tienen más que malos efectos en mí. 

¿Encontrarme yo? Sí, me encuentro constantemente pensando, un monólogo interior aburrido e infinito que tiene por nombre "yo". Una cosa realmente muy absurda, la verdad, porque basta que no quieras pensar para acabar matriculándote en una de las pocas carreras que realmente se ocupan de estudiar, intentar comprender, que se preguntan constantemente, que entran en bucle y que sólo terminan su discurso cuando la locura da paso al sueño. Al sueño común o al sueño mortal. 

martes, 16 de septiembre de 2014

Septiembre mudo

Después de ver cómo el mundo gira y rota, y rota, y sigue rotagirando sin que nada especial suceda, llega la resignación. El querer dejarse llevar a donde la ola pueda llegar, pero parece que no te aleja mucho de la orilla. Qué se le va a hacer. Pero cuando cierro los ojos y lo pienso un segundo, hay un par de cosas, sólo un par y una más, que realmente me gustaría hacer ahora mismo. 
La primera, sin más, sería fundirme con el agua y bucear sin límite. Sin límite quiere decir sin asfixiarme, hasta donde mi poca capacidad pulmonar lo permita. Y me apetece una piscina fría, al amanecer o al caer el sol. O un mar de estos bonitos de color turquesa, de éstos tan claros que parece que la profundidad está al alcance de tus manos.
La segunda, aunque me gustaría hacerlo antes que nadar, sería saltar de un helicóptero, lógicamente, con alguien llevando el paracaídas. El único inconveniente que le encuentro es no volver a experimentar algo parecido, necesitar cada vez más y que nunca sea suficiente. Pero debe de ser realmente maravilloso, estar ahí, cayendo rápida pero lentamente en medio del cielo, rozando el momento en el que todo puede salir bien o muy mal. Verte tan sumamente pequeño en lo ancho del paisaje, del mundo que hay debajo.
Y la tercera, la única que no realizaría en estos momentos, pero que sería la más sincera, la primera de las opciones, eres tú. Con "tú" me refiero a todo. Pienso que de ser así, tendría el mundo entre mis manos. Podría nadar sin límites. Podría rozar la locura y disfrutarla un poco, muy de verdad. Tendría el sol a mi lado. Sabría lo que es ser libre. Sabría lo que es estar viva.
Eso. Lo único que quiero es sentir que todavía puedo resucitar, volver a vivir algún día. 

jueves, 11 de septiembre de 2014

Rinochoncho en estampida

En el último rincón donde me quedé cuando te fuiste, hoy he vuelto a encontrarte. Y es miedo porque soy cobarde, o miedo sólo por no saber decirte algo inteligente, pero no me sale, aunque miles de palabras se me mueren al cabo del día en la punta de la lengua. 
Será miedo a decirte adiós definitivamente, a desaparecer para siempre, sabiendo que nunca estaré a tu altura. O será simple excusa de cobardes y débiles anclados en la comodidad, en la absurda y falsa calma de la rutina. Pero te juro que hay días, aquellos en los que no me acuerdo con lágrimas de ti, que desearía atacarte a muerdos, arrancarte los labios y arañarte la espalda. Te juro que hay días que no me importa en qué laberinto pudiera caer y del cual no pudiera salir nunca, siempre y cuando pudiera ser contigo, a tu manera, a tu ritmo. Y pensando este tipo de absurdeces que nunca te diré, sé que hasta que no aparezca alguien que me pueda más que tú, no te olvidaré (si es que eso es posible...). Aunque considerándolo ahora, no hay en éste, ni en ése, ni en cualquier otro mundo, nadie que pueda gustarme tanto, ni mucho menos parecerme mejor que tú.

lunes, 1 de septiembre de 2014

And I know you ain't got no reason to go on (Little girl blue, Janis Joplin)

"No te ates" leo constantemente en un anuncio de una red social. Ésa no es mi idea de tomar anticonceptivos. Boh, boh, boh... Mi experiencia con ellos es que me aumenta la locura si dejo de tomarlos. 100% demostrado. Sigo sin saber si necesito más o menos estrógenos, pero vamos, que eso no viene al caso. Era simplemente por decir algo.
La verdad es que me gustaría no atarme, pero no sé muy bien dónde estoy atada porque siempre me he sentido a la deriva en un océano absurdo. Metáforas tontas y más sobadas que una muñeca hinchable, pero bueno, una aprende a hablar de cierta manera y ya no se le olvida. 

Uno de los primeros recuerdos que tengo soy yo con cinco-seis años, unos vaqueros, una camiseta rosa palo, sentándome en una mesa de la guardería. Con esa ropa siempre me sentía bien, me sentía "guapa" y hasta le robaba un pintalabios a mi madre (otras veces me ponía pesada y se lo pedía) y me los pintaba. Una de las maestras/profesoras/señoritas me llamó presumida. Le dije que no y ella volvió a repetirlo varias veces, a la par que yo negaba con la cabeza. Creo que ésa es una de las veces que más me he sentido ridícula en la vida. 
A partir de ahí, y mucho antes, claro, se fue haciendo cada vez más patente que era como el triple de grande que los demás niños. Es decir, con 6 años pesaba unos 30kg. Que sí, que no era obesa, que era grande, pero en mi cabeza eso era una sola palabra: GORDA. Eso ligado al hecho de que siempre he sido difícil, insoportable, inaguantable, de carácter especialito y difícil de llevar, pues se tradujo en que desde nunca he podido encajar con los demás. Siempre eran ellos y yo. 

No recuerdo ningún hecho traumático que me convirtiera en lo que soy, supongo que simplemente fue un defecto de fábrica. He crecido pensando que soy una anormal/subnormal, escuchando que quiero llamar la atención, que hago las cosas para que todos me miren, y jurando y perjurando que no, que simplemente me salen así, que no puedo cambiar, que no puedo ser de otra manera. Y es cierto, a mi modo de ver, aunque entiendo que digan que quiero llamar la atención. Simplemente no puedo callarme. Cuando ya he hablado ya me he arrepentido de haber abierto la boca. 

Si pudiera volver a nacer y elegir quién sería en el futuro, elegiría otra vida, nunca repetiría ésta. Si pudiera volver unos seis años atrás, me gustaría decirme a mí misma un cuatrillón de cosas, pero sobre todo me obligaría a no dejarme engordar. Es de lo que más me arrepiento de todos estos años. Es lo que más me pesa, más que saber que me he tirado al abismo de los abismos y que sigo cavando honda y seguidamente mi propia tumba. 
Entonces me odiaba igualmente, no me sentía superior ni poderosa, simplemente no me entraba en la cabeza que no podía pesar menos de 50kg y ya está. Sabía que no podría ser nunca como muchas de mis amigas, porque no soy tan idiota como para creer que puedo tener una constitución que no me forma. Creo que eso nadie lo ha entendido jamás. 
Soy fan de las piernas de muslos fuertes y firmes, pero no de una persona de mi tamaño y mi peso actuales. Eso es una aberración. Mi cuerpo es una aberración, una cárcel con la que llevo odiándome desde que tengo recuerdos plenos. Soy fan de las mujeres con curvas, pero no todas las curvas me gustan. 
Odio que me vendan que una mujer de verdad es una Scarlet Johansson, o una Beyoncé, o una Shakira. Y que luego te pongan una modelo de 1'80 que pesa 90kg y te digan "modelo de tallas grandes". Si tengo que identificarme con alguien, no puedo. A la modelo delgada la voy a admirar porque se le notan los huesos, cosa que me encanta. A la modelo "de tallas grandes" la voy a admirar porque es preciosa, se le notan las clavículas, los pómulos, etc., y su "gordura" (que para  mí no lo es) no se le nota igual que a mí, con 30cm menos. 

Solía pensar que ese tipo de mujeres reales, como lo llaman en los medios, eran el tipo de mujeres, jóvenes o niñas que están a medio camino entre un palo y un poco "rellenitas". Pero sin llegar a encajarlas en ese molde, es decir, con un pecho normal o una talla algo mayor, con vientre plano o semi plano, culo, caderas, muslos "jamones"... no sé explicarme. Y un día mi tía me dijo algo que me abrió los ojos, hablando de tallas: "porque en las tiendas venden lo que es más común". Y fue como caer en otra realidad. Resultó que las gordas eran las menos y veía muchachas delgaditas por todas partes. Desde entonces no he dejado de pensar así. Cómo no, yo tenía que estar en el grupo minoritario, en el que abulta por lo malo, que destaca por lo que no quiere destacar. 

Vale, ¿y por qué no adelgazo? Porque no tengo motivación alguna. Nada me motiva, nada me satisface, nada me llena. Y eso se traduce en un problema físico: ninguna comida me produce saciedad salvo aquella que no debería comer. Intento comer fruta y aguantarme el hambre. Seguir comiendo fruta y acabar con más hambre. ¿Por qué? No lo sé, siempre ha sido así. Así que no quiero pensar lo que será hacer una dieta. Pero sé lo que es marearse del hambre, las náuseas de horas y horas sin comer, el mal humor, el saber que te flaquean las piernas y que no es suficiente, que no te puedas sentir orgullosa de haber llegado a pesar 49kg porque sigues odiándote. Hoy lloro porque entonces nadie me dijo: Ya, así está bien. Y otras cosas que ahora sé y que no me sirven de nada. 
Sé lo que es ir a un gimnasio cinco días a la semana y no ver resultado alguno. Llorar en una bicicleta porque el tiempo no pasa, llorar en una cinta porque el tiempo parece que se ha estancado en el mismo minuto. Y después de estar reventada, sentirme igual de mierda que mientras me como una pizza. Porque lo gracioso es que tampoco soy adicta a los dulces, es más, no siempre me apetecen. Para mí comer no es llenarme con lo primero que me pongan delante. Siempre me apetecen hidratos de carbono cuando tengo mucha hambre y nada me llena igual. Pero bueno, éste es el problema de siempre, uno de ésos que espero solucionar algún día.

Lo que no soporto es que una niña remona, sin complejos, con una talla 34-36, preciosa, proporcionada, etc., venga a decirme que una Marilyn Monroe, una Sofía Loren, y ese tipo de mujeres de la década dorada de Hollywood eran mujeres de verdad, que vivan las curvas porque son más bonitas, blablá. ¿Quién se enamora hoy en día de alguien más relleno que esas mujeres o de hombres un poco fofos, o gordos, o como los quieran llamar? ¿A quién van a mirar unos niños de 20 años antes, a mí o a una que pese 20kg menos y mida más que yo? Lo que no soporto es que intenten comerme el tarro diciéndome que tengo que sentirme a gusto conmigo misma, porque la sociedad tal, la sociedad cual... No, perdona, no. ¿Quiénes son los demás para decirme que yo no tengo por qué alcanzar una 36 si quiero, que tengo que conformarme con el cuerpo que tengo? Me refiero a que es mi decisión, que yo no le digo a nadie que pese 60kg, "oye, adelgaza un poco" o "engorda, que te hace falta". Pues igual me parece con el hecho de que me digan "tienes que quererte tal como eres". Claro que no. Igual que tengo libertad para hacerlo, puedo negarme a ello. 

El tema está en que he crecido con esa conciencia de "GORDA". Con 10 años pesaba 45kg. Cuando nos pesaban en el colegio, me moría de la vergüenza de que alguien se enterara de lo que pesaba. Y si lo decía, lo decía en voz baja y sabiendo que hacía el ridículo. Era evidente que estaba más gorda que las demás, pero no me parecía necesario decir cuánto pesaba. Así que cuando alguna de las más parecidas físicamente a mí me decía "yo peso 40", para mí era como un alivio tremendo, me acercaba más a una de esas niñas normales y corrientes, porque era "casi como" ellas. Además, lo contábamos en secreto, entonces era como que me integraba un poquito y eso me alegraba. 
Ese verano de los 10 lo pasé haciendo "ejercicio" después de las comidas y en tres meses perdí sólo 3kg. Lo recuerdo como uno de los peores veranos por lo sola, lo mal y lo gorda que me sentía, y estaba deseando que volviera a empezar el colegio. Echaba de menos esos días, jojojo... Pero tenía aquel hermoso bulto en el lado izquierdo de mi cuello y para cuando supe lo que era, acababa de pasar una de las mejores semanas de mi vida hasta entonces: había conseguido pesar 40kg después estar ingresada no sé cuántos días, iba a empezar 5º de primaria, estaba en la clase en la que siempre había querido estar, tenía el pelo todo lo largo que quería, volvería a ver a mi querido de entonces... blablá. Fantasías de niña, ¿no? Digamos que sentí que todo iba a ir bien a partir de entonces y ¡sí, toma, ME LO CREÍ!. 
A la semana estaba en Madrid, en una planta de oncología infantil, sabiendo que me iba a pasar lo que a aquellos niños (que curiosamente seguían siendo ellos y yo), que eran efectos secundarios, blablá. Y supongo que lo peor para mi padre fue que me diera cuenta de que mentirme o callarse no les iba a servir de nada, porque ya me imaginaba que iba a acabar como una maldita bola de billar. En mi cabeza sólo había una cosa: lo que fuera, pero mi pelo NO. Pero como nunca pasa lo que realmente quiero que pase, y de lo malo me ocurre lo que menos quiero, pues me tuve que rapar. Y lloré muchas noches, suplicándole a Dios que me creciera en seguida. Me importaba una mierda lo que tuviera, sólo me importaba el pelo y no engordar. Pero engordé y me he quedado señalada para siempre, además de tener consecuencias a día de hoy que realmente sigo planteándome si merecieron la pena. 
Entonces pensaba que no quería seguir viviendo, pero tenía 10 años y pensaba: pero idiota, ¿qué vas a hacer, a dónde vas a ir? Sólo puedes seguir. Ñañañaña y en contra de mi voluntad seguí. Eso sí, aprendí que no me gustaba dar pena, que quería que me hicieran caso pero no de aquella manera. Odio la conmiseración, que la gente salga de debajo de las piedras para tranquilizar su conciencia en el peor momento. Así que me volví más asquerosita de lo que ya era. Me enfadé con Dios, dejé de creer, pero luego volvimos a ser amigos xD 

En esa semana maravillosa fui feliz y después de eso, en un mes pesaba más que nunca y estaba calva: lo peor que me podía pasar. Tardé 6 años en volver a adelgazar y ser lo que ahora me gustaría ser. El método no fue el adecuado, pero fue el más rápido aunque me dolió mucho. En aquellos años me gustaron muchos niños, claro, pero sólo dos se me clavaron de verdad, quiero decir para aquella edad. Yo lo llamaría obsesión. 
Cuando aún pesaba 56 o así, tuve problemas con uno de ellos, y pasamos de ser amigos a que me odiara. Yo me lo busqué, sí, pero es curioso cómo reaccionamos, cómo nos pueden transformar las inseguridades, ésas que nadie ve y que parece que no tenemos. Discutimos por msn y me dijo una serie de cosas que sonaban "eres una foca rellena de grasa, una vaca gorda que parece que va a reventar...". No sé qué palabras exactas, pero lo de foca y rellena de grasa sí sé que me lo dijo, en mayúsculas, eso también lo recuerdo xD la letra negra. Yo iba respondiendo cosas como que sí, que tenía razón, que era verdad... y supongo que creyó que le estaba vacilando, con lo cual se enfadaba cada vez más y me insultaba más. No lloré en ese momento, entonces sólo lloraba en mi cama, el único lugar seguro que he conocido hasta hace relativamente poco. Que conste que al día siguiente el muchacho me pidió perdón, me dijo que no había querido decir esas cosas, que no las pensaba de verdad. Yo le dije que no importaba, que daba igual, que blablá, pero que eran verdad. Pero bueno, me dio por imposible y yo me di por imposible, sabiendo que tenía razón él, que pensábamos igual de mi propio cuerpo.

Unos meses después de eso, tenía 15 años, y esto es algo que creo que no saben muchas personas, seguía más o menos con el mismo peso, mismo tipo. Sé que ese día, por cómo me sentía, estaba a punto de que me viniera la regla. Recuerdo que estábamos en la piscina y no sé por qué, más en aquellos momentos que pudo haberme visto la dueña, cogí el móvil de una de mis amigas. Leí los mensajes que tenía de alguien que yo no me esperaba. Había sido el último muchacho con el que me había "liado", alguien con quien yo jamás creí que pudiera liarme. Es más, le tenía en un pedestal porque había aparecido en un momento horrible, pensé que me había "salvado" en una noche de mierda, y eso, que era mi amigo y me gustaba mucho. Tonteaban. Eso me dolió, claro. No leí o no estaban los mensajes de salida de ella, pero él se refería a mí como "la gorda" y "la tonta" y se reía de mí, como dando a entender que se había aburrido y por eso se había liado conmigo, porque no tenía otra cosa que hacer, que había sido yo la que insistió, que yo era la pesada. No voy a negar que insistiera, que fuera pesada, porque estoy más por la labor de pensar que lo atosigué que por el hecho de llevarle la contraria. Sólo me dolió ese "la gorda/tonta", ese estar aburrido y que como por pena, como si se hubiera apiadado de mí, que estuvo conmigo. Desde entonces intenté ser de otra manera, no mirarlo, no acercarme. Supe que no era suficiente, que tenía que pesar menos, mucho menos. 

Más adelante, ese mismo verano, creía que me había enamorado, aunque fue otra obsesión, que me duró hasta los 19 y que hasta este año no me he quitado de encima. Es decir, la persona que yo creía conocer era un algo irreconocible. Todo lo que jamás pensé, lo es. Ah, y en todos los tíos éstos lo que siempre ha estado por delante ha sido la mentira, el sentirme engañada. Quiero decir, conmigo eran de una forma, yo me lo tragaba y la realidad era la que era, claro. Así que cuando un tío o alguien me dice "guapa" no puedo creérmelo. Culpa mía, va. O alguna vez me han dicho "Me gustas, pero no sé por qué, tienes algo raro". Y es como que... Ah, vale...
Con 16 me enamoré de un rayo de sol. Siempre digo que me enamoro porque me gustan pequeñas cosas, virtudes y defectos, no son tíos guapísimos ni mucho menos, pero sí son personas que te encantaría tener a tu lado, todo lo que yo no soy. Y ahí ¡síii! Pesaba 50kg pero.... Tenía 16 años. Era una cría, una niña con cara de niña, un entretenimiento en el sentido de mascota. Él tenía casi mi edad de ahora y sabía lo que yo quería y tal y cual. Lo único malo de aquellos días fue darme cuenta de que tenían razón: que era una persona muy débil que se daba por vencida a la mínima. Ojalá no lo hubiera sabido porque creo que desde entonces no he sabido hacer otra cosa más que volverme más inútil, creyéndome cada vez peor persona. 
En fin, con 17 y 18 supe que yo no era ni mucho menos lo que un tío podía buscar. Había engordado otra vez y el que me gustaba a mí era, otra vez, todo lo inverso. No podía ser esa ecuación de todo y nada. Si supiera que otra vez me muero de la vergüenza cuando nos cruzamos y que no soy capaz de decirle hola porque me siento insegura, se reiría de mí. No es que me guste, es simplemente que no me siento a su altura cuando pasa por mi lado o está sentado a dos metros de mí. 
Y ya, definitivamente, con 19 años me vi reducida, reducidísima cuando un muchacho me dijo "eres preciosa". Pensé "no me digas eso, no puedo aguantarlo". Y cuando otro me dijo que era guapa con 20 años, en uno de los momentos más vergonzosos y de los que más me arrepiento de estos 22 años, al rato me eché a llorar. ¿Por qué? Porque no quiero saberlo, no quiero creérmelo, no quiero que me lo digan. ¿De qué me sirve saber que no puedo sentirlo de verdad porque esa persona no me quiere, que nunca podrá quererme? 
No me quito ese momento de la cabeza por mucho tiempo que pase. Si me lo encontrar por la calle sé que me escondería, que no querría que me viera hecha un monstruo. No, porque sé que todas, todas sus musas, amores, flores, rollos, inspiraciones, amores de verano, de noche, de día... son todo lo que yo nunca seré,  ni física ni psicológicamente.

Tengo dos malditas debilidades con los tíos: 1) son rayos de sol y 2) tienen los ojos verdes o marrones-verdosos. Todos, no sé por qué, pero todos. No voy a decir que sean un mismo patrón exacto pero sé que si se conocieran entre ellos serían grandes amigos. Algunos lo son. Gustos parecidos, tipos de vida similares, ideas, etc. Pero sólo uno se me lleva la palma, el que más infantil y más cría me puede ver, el que más ha tenido que sufrirme, el que más me "obsesiona" porque no creo que pueda llamarse de otra forma, el que más me gusta y me ha gustado. El único que, para su desgracia, sigue siendo importante para mí. Y siento realmente haberle ocasionado molestias en algún momento, porque es imposible aguantarme, más cuando no se me conoce. 
Y es simplemente eso, la conciencia de haber estado GORDA desde siempre, la insatisfacción constante, tanto de mente como de estómago, la constante sensación de estar sola y perdida, de no saber cómo tratar a las personas, de no encajar ni si quiera entre mis amigas de siempre o en mi propia casa. Pero me gustaría que un buen día esa vocecita que dice "yo también quiero ser como los demás, ser normal", se callara, que se viera satisfecha. Me gustaría un buen día no tener que pensar así, no quejarme más, no creer, no sentir, no pensar de modo inconformista, incompleto. Me gustaría que en el momento que lo necesito, hubiera alguien a quien pudiera decirle todo esto, que me diera la mano y pudiera saber que no tengo que temer al futuro, que yo también puedo "tener y hacer una vida" y sobre todo, con quién. Porque eso es lo que más me hace falta, alguien con quien compartirlo, no alguien mío. Alguien con quien construir, no alguien a quien aferrarme y no dejar respirar. Y me encantaría que las cosas volvieran a ser como hace seis años, eso es lo que más me gustaría, volver atrás y detener el tiempo, o volver atrás y cambiar todo el futuro que hoy es ya pasado.
Por eso no me gusta estar atada, atada a estar sola es darte mil vueltas y no encontrar una persona con la que poder hablar, una persona que te reconforte. Todos están ocupados en sus vidas, no quiero decir que tengan que estar pendientes de mí, o que no es lo que no deban hacer. Pero me gustaría ver a personas que están desaparecidas todo el tiempo, me gustaría saber que no tengo que estar en el fondo para que me den un abrazo o me ofrezcan la mano, o que les cuesta mil sacrificios sacar un par de horas para acabar hablando de chorradas. Si va a ser así, entonces prefiero estar sola. porque a disgusto nada merece la pena. En cambio, luego me olvido cuando estoy con esas personas, me olvido de todo y esos minutos no los cambiaría por nada, pero cuando llego a casa yo sigo estando sola, más sola de lo que en x momentos alcanzo a imaginar, más hundida de lo que hasta hace muy poco pensaba. Pero en este verano de mierda he abierto los ojos: estoy peor que nunca y he llegado al momento en que me importa una mierda que pase el tiempo como que no pase. Cuando no tienes cabida en ninguna parte ni eres parte de nada, durante un tiempo sigues queriendo salir de ese pozo, pero puede que llegue un día, que en este caso ha llegado, y te des cuenta de que sólo haces agrandar el pozo, cavando cada vez más. 
Así que nada, dejo de cavar y que sea lo que Dios quiera. Tanto si es para bien como si es para mal, que venga lo que tenga que venir y que sigan pasando los días, pero que pasen lo más rápidamente posible.