miércoles, 18 de diciembre de 2013

Comfortably numb

Y estás ahí, a punto de conseguirlo. Ya casi puedes tocarlo, acariciarlo, cogerlo. Sientes que flotas como si nadaras en medio de un sueño, y el movimiento fluye, te arden las mejillas y sonríes de esa manera tan idiota. Ya estás tan cerca... Tan cerca que puedes sentirlo. Tu corazón estalla e inventa un nuevo latido, más lento, más fuerte, más pesado, y es lo único que realmente notas como tuyo, como parte de ti. 
Tus músculos no tienen fuerza, no los sientes, no te pesan. Y cuando miras, ves a cámara lenta pero no te importa. Es la sensación más maravillosa, como si el tiempo se hubiera detenido. Por fin, por fin, y ya estás tan cerca... Sólo unos pasos más. El aire entra en tus pulmones como si no lo necesitaras realmente. La libertad no puede ser menos que ésto. 
No hay dolor y el humo se aleja. Tus pasos se vuelven más largos pero no avanzas, y no comprendes qué es lo que pasa. Tu visión no es nítida y te esfuerzas por ver a través de brumas que no existen. ¿Qué es lo que pasa? Y comienzas a sentirlo. 


Un frío te baja por la nuca y forma la silueta de tus hombros, baja por tu espalda y se mete dentro. Tu sonrisa ya se ha borrado y entornas los ojos sorprendidos. Tu cuerpo se halla suspendido en medio de un algo extraño, un frío tibio, una tibieza helada que te lame las entrañas. El latido lento se encoge cada vez más, hasta casi doler. Sientes como si algo se viniera sobre tu cabeza, y entonces algo te agarra y te da la vuelta. Caes primero con tus ideas, después le sigue tu propio peso. Notas la tensión en las articulaciones, bajo la piel. Hace un segundo mirabas de frente y flotabas; ahora caes inexplicablemente y miras desde abajo, con una lentitud pasmosa que casi detiene y suspende tus sentidos en un gesto de sorpresa. No lo esperabas, pero te has hecho plomo y el vacío se hace contigo. 
Cierras los ojos y notas como cede, ese único sonido, inconfundible. Las nubes se mueven, se condensan, el humo es blanco, respiras agua, el barco se aleja. Las olas mecen tu cuerpo, alternando, adormeciendo tus sentidos de nuevo. Sus labios se mueven, su aliento te roza y tú sigues cayendo. 
Recuerdas aquella luz, cómo te elevabas por encima de todo. Es casi como si lo vieras, como si un reflejo se apareciera frente a tu cuerpo inmóvil. Sientes el frío y quieres luchar. Tus brazos pesan demasiado, tus ideas a penas se conectan a la realidad y el sueño te pide paso. Y quieres despertar, girarte, moverte, gritar. Tu voz te ha abandonado y tu visión es una pequeña rendija entre tus párpados. Tus labios se separan, necesitan moverse y no encuentran palabras comprensibles, pronunciables. Te lleva. Te dejas. Caes hacia atrás. La luz se va yendo y tu cuerpo ya no es tuyo. Sientes esa cárcel pero ¡estás tan bien! Y no quieres, y no puedes. ¡Estabas tan cerca! 

Las nubes van separándose. El muro de humo va desintegrándose. Sientes los pedazos un tanto helados. Tus ojos se cierran. El barco ya no se ve. Y tú te alejas, caes, y todo muere en algún lugar profundo de tu mente. 

martes, 3 de diciembre de 2013

Stay close to me

Un paso más allá, o dos, no lo sé, pero situado en otro plano. Superior, inferior, qué más da. No importa si está por encima del nivel del mar, o si está más arriba de las nubes. El cielo y el agua se tocan, se unen y se confunden. Su perfil recortado contra el atardecer es una silueta negra, y detrás de su figura, rebotando los rayos en sus gafas, el sol se va tragando al agua, o el agua engulle al sol. Y su sonrisa no es de este mundo, ni quiero que lo sea. 
Arriba la luna comienza a ganarle terreno a su amante y este trozo de sueño va cambiando de escenario. ¿Podría decirme alguien dónde estamos? Pero ni si quiera sabemos en qué día vivimos. Quizá porque no queremos saberlo, quizá nunca lo supimos. Sus pies descalzos rozan la superficie del río, dibujando ondas, rompiendo el reflejo de nosotros mismos. Su cara y la mía nos miran desde abajo y nos sonreímos. 
La tarde se va yendo lentamente o eso perciben mis sentidos. Noto mi pulso muy lejano, como si no fuera mío. Algún soplo fresco llega y nos revuelve el pelo, levanta hojas, se lleva algunas flores. Noto su mano buscándome, siento su caricia y, con los ojos cerrados, no puede haber nada mejor que esto. Es como si toda la vida lo hubiera echado de menos.
Y ahora estamos aquí, quién sabe exactamente en qué punto cardinal, en qué lugar concreto. Prefiero imaginar que no hay brújulas que marquen algún camino hacia nosotros; que no hay mapa en el que situarnos; que fue el azar quien escogió nuestros pasos; que fue la suerte quien unió nuestros labios. 
Se hace de noche y noto su brazo alrededor, me levanta un segundo e imagino que vuelo. No hay lugar más seguro para mí. No hay mejor sensación que el calor de su cuerpo. No hay otra realidad mejor que este sueño y no, no quiero vivir más allá de donde estén sus alas. 

viernes, 8 de noviembre de 2013

One day of...

" Claro que hice planes, muchos planes. De hecho tenía muchos sueños y estaba decidida; yo también quería y quería ser. ¿Qué quería? Lo mismo que cualquiera, la seguridad y la felicidad, el amor y todos esos tópicos que venían de la mano. Y la gente se reía, se tomaba a guasa todas esas aspiraciones, todas esas tonterías que para mí no lo eran, que eran mis ilusiones. Y entonces un rayo lo partió todo; pronto, muy pronto, demasiado. La luz se apagó y ahí empezó el vacío que me consumió. Parecía que Dios me hubiera tomado demasiado en serio; que mis aspiraciones sí eran algo más que tonterías y que se le había ido la mano, directa a aplastarme. Parecía, siempre parecía que, cuando lo mejor estaba cerca, tan cerca que la sonrisa no se me podía estirar más, yo tenía que caerme. Así fue: ésa fue la gran y primera vez que el destino se torció y me dio una patada en toda la boca, que me tiró al suelo y me reventó.
Desde entonces me rendí y me despedí de Dios. Desarrollé una acidez en el estómago que nunca más ha desaparecido, y todavía recuerdo perfectamente ese olor, ese sabor asqueroso a ácido, a amargo, verde o amarillo. Y sí, no era más que un bicho, un deshecho que soñaba con cerrar los ojos y desaparecer. Era un "todo o nada" contra Dios, y en medio del delirio la realidad siempre estuvo presente: ¿A dónde vas a ir? ¿Qué vas a hacer si no puedes hacer nada? ¡Oh, sí! Hola, resignación. Por eso no le veo mérito al caso; no es motivo de orgullo. No luché, sólo me resigné. La vida es más grande que nosotros y eso lo tenía muy claro. De todas formas, aunque fuera un bicho aplastado contra la carretera, seguía pensando y "Algún día, algún día...". Algo tenía que haber, porque seguía siendo idiota, lo peor, tenía muchas tonterías en la cabeza aunque ya no fueran graciosas. Creo que no habían cambiado; el problema era que ya no podía mirarlas desde ese lado rosita y amarillo que esperaba fervientemente que ocurrieran. ¡JA!

A mí la bofetada, el dolor, el sufrimiento... no me hicieron más fuerte, ni mejor persona. Siempre fui igual, por mucho que distorsione la realidad y rebaje o acentúe hechos y tonos a mi gusto. Desde que me oí hablar la primera vez, recuerdo haber sido lerda; estar como en trance; la eternidad de ciertas horas y la rapidez de muchas otras; el reír y parar porque, de repente, algo no encaja y eso que no encaja eres tú. Ese paso de un momento de risa alegre,cuyo eco se mantiene en tus oídos, al silencio tremendo, mientras le das vueltas a algo que no sabes qué es, que no te atreves a mirar porque te late muy deprisa el corazón y te duele. Pero lo ves... y sabes que duele mucho; intentas disimular; el eco en tus oídos; la promesa de "no volveré a hacer el idiota de esta manera"; el agachar la cabeza y quebrarse algo dentro de ti que desconoces. Loca perdida, anormal, una nota más alta o más baja siempre, porque parece ser parte de ti, porque parece que tienes que llevarle la contraria al aire porque sí. 

Aunque el momento rebañó todas mis ilusiones y esperanzas, los años de idioteces varias dieron como resultado una estúpida y patética capacidad con la que aún no sé convivir: el no perder la esperanza. Y aunque me niegue y me resista a tenerla conmigo, siempre está ahí. Es mía. Más allá de eso, es la fuente principal de mis problemas; la fuerza que me empuja a liarla constantemente, y que luego se reduce, se arrincona acobardada, esperando no haber hecho demasiado daño, prometiéndose/me no volver a hacerlo, por mucho que sepamos que volverá a suceder. Es inevitable subirse al tobogán y bajar, y volver a subir; si no, ya estaría muerta. Lo único que me revienta es que no sirve, no sabe cómo, qué hay que hacer cuando ya todo está perdido. Me deja con la cara colorada ante el mundo entero, y es cosa mía recomponerme, aunque ella intervenga más tarde. Pero es mío ese dolor, ese sabor amargo, ese vacío que arde y que habita a medio camino entre mi faringe y mi estómago; que sube y que baja, y que nunca desaparece; sólo se alivia cuando se duerme. 
Desde entonces dejé de querer ser, por mucho que pudiera desear. Y cuando parecía que volvía a tenerlo todo puesto y predispuesto para decir "Éste es mi momento, mi oportunidad", aun dentro de muchas carencias y durezas, ahí estaba el hacha esperando, preparada para sesgar limpiamente el sol de mi horizonte. Pero es que es así la vida... =D Así que me cerré en banda y me dejé caer. La esperanza me ha salvado constantemente, y cuando miro atrás, incluso en esos malos momentos, querría volver y conformarme con aquello. Creo que se puede saber que has sido feliz algún tiempo después, por más que en el momento desearas que te arrancaran el hígado a mordiscos. También estoy segura de que son artimañas del inconsciente para sentirse a salvo y no admitir la realidad, motivo por el cual la distorsiono alegremente. Qué importa si al fin y al cabo no vivo ni hago daño a nadie recordando y creyendo, por mucho que me equivoque. Autozancadilla.

Hace años que la sombra de la duda me carcome, que planea sobre mí; el miedo al error irreversible, a perder el tiempo y no aprovechar las oportunidades son mi tormento, mi paz, mi pan de cada día, mi insomnio de cada noche. Seguro que por eso no suelo recordar lo que sueño, para no hacerme más daño sabiendo que, cuando despierte, ninguna de esas maravillas habrán tenido lugar en mi vida.
Y parece que la duda me arrastra y saca sólo lo peor de mí. Estoy segura de ello. No puedo mirarme al espejo y ver una virtud; pueden gustarme cosas pero sé que me definen más los defectos. De igual modo pienso que no hay en mí humildad alguna, tampoco demasiado orgullo; y es que no me posiciono ni al lado del bien ni del mal, ni a medio camino, arriba o abajo. Como si según el momento actuara de una forma, correcta o incorrectamente. Claro que no estoy más allá de la moral ni de la ética; se trata únicamente de mi visión, de mi "yocreo", de cómo distorsiono, de cómo me concibo o no puedo concebirme. 

En el medio de toda esa maraña de líos incomprensibles que soy, de esa tontería que arrastro y me define; ese no saber estar; esa equivocación permanente; esa apatía continua; esa duda que me mata y me define, que me vacía y me dirige... sigue habiendo sueños. No tengo la capacidad de saber reír, de ser feliz, de dar y compartir. No resulto agradable; sigo siendo ese bicho que exaspera y cansa; y unos días no lo tengo en cuenta y me hace mucha gracia, y otros días me derrumba, me revienta no ser de otra manera. No por el hecho de evitar dolor o sufrimiento y poder ser feliz sin más, sino para que no sean otros quienes paguen mis consecuencias (que no mis actos); el hecho de que así no tengan que soportar mi mal humor, mi locura, mi estupidez, mi negatividad.


Después de este rollo, sé que es lo que soy, que no puedo cambiar. Cuando algo me oprime tanto que no lo puedo sobrellevar ni soportar más, sólo encuentro como salida el ponerle fin a la situación. Da igual cuánto se posponga, la obsesión tiene que acabar y liberarme, aunque no por ello sea libre de verdad, al menos no lo soy en todos los aspectos. Quiero decir que sé que no todo es blanco o negro, que no todo puede gustarme o no; que las cosas empiezan y acaban y que este camino llamado vida es un único movimiento, hacia adelante, siempre adelante, y que tiene un mecanismo de montaña rusa: subir, bajar, estabilidad, desequilibrio... 

El problema es la forma que tengo de llevarlo. Quizá no sea exactamente ésa la palabra. A ver... Es un problema porque las cosas podrían ser mejores, doler menos, un algo menos serias y estresantes. Eso es perfecto para no molestar a nadie y convivir con los demás. En cuanto a que este tipo de ser, de mi forma de ser y de vivir no sea exactamente un "problema", a lo que trato de referirme es que es la única forma de vivir que conozco. 
Todo es una amalgama de colores: hoy es blanco, mañana es negro, el pasado es amarillo, el 24 de febrero es azul, el mes de octubre es oro puro... Dentro de lo único cada cosa tiene su forma, y en el todo, lo que hay es complementariedad de iguales y contrarios. Pero estas teorías absurdas no se pueden explicar en la vida práctica. ¿A quién le interesa o le importa este rollo cuando no puede soportarme? 

Lo único que puedo decir a modo de defensa es que, aunque no lo demuestre, no es todo ni me parece que todo sea malo, horrible, como si el mundo conspirara directamente contra mí. Y da igual si lo digo o no, porque decirlo suena a discurso barato con fines autocompasivos que pretenden disimular que mi intención es que otros no piensen que me considero una víctima, aunque sea cierto que lo crea; y no decirlo es otorgar porque callas. Así que, ¿dónde queda el término medio? Pero necesitamos ubicar e identificar las cosas de manera concreta; no vale una mezcla, un todo que no es ni esto ni aquello únicamente. Hay que identificar, conocer para poder atacar si nos sentimos amenazados, o aceptar si no vemos peligro alguno. 

Y como ser clara y concisa nunca ha sido mi punto fuerte, simplemente vago, vagabundeo. No sé qué es lo que quiero ni por qué tendría que querer algo concretamente. Puede que no sea la mejor forma de vivir ni de concebir el mundo, pero yo no considero que mi meta en la vida sea seguir la línea del "Sólo los más fuertes sobreviven". No quiero limitarme a sobrevivir, subsistir o existir. Quiero vivir, y lo malo y lo bueno, el dolor y el placer, la tristeza y la felicidad, el goce y el sufrimiento... Todo eso y más, es lo que significa, para mí, estar vivo. Puede que no viva o exista expresamente para encontrar, sino sólo para buscar, pero eso no me da vía libre ni es una excusa para obviar que hay más cosas, más puntos de vista. 









¿Qué pasó después del rayo? Que llegaron y se fueron cosas. Alimenté miedos e inseguridades, y otros desaparecieron. De repente dejaron de importarme muchas cosas y olvidé otras tantas. Para vivir y avanzar no podemos recordarlo todo; no podemos caminar con el mundo entre los brazos. Quizá haya que llevarlo poco a poco o a pedazos. 
Muchos sueños que dejaron de serlo, ya sea por ironía del destino o casualidad, se han cumplido. Eso no me satisface, al menos no plenamente, pues sigo echando de menos lo que me habría gustado tener, el quién me habría gustado ser. Y es muy triste saber que no puedes desandar el camino y volverlo a recorrer con lo que ahora sabes. Claro que es algo obvio con lo que creces y cuentas, pero son las circunstancias y los hechos, de la mano del tiempo en sí mismo mientras pasan, los que te acercan al verdadero significado de esas palabra tan dichas y aún más pensadas, pero no vividas. Sólo la experiencia... Ese "cuando seas mayor lo comprenderás" que tanto nos fastidia cuando somos pequeños.

No es que no me importen las cosas o las personas, pero es un punto y a parte en el que no todo tiene cabida en mis ya saturados delirios. No es que no quiera actuar y no lo haga porque estoy convencida de que "no puedo". Se trata de límites, de conocer una parte del camino que no puedo saltarme y dejar atrás. Es una caída, un tocar fondo, no sé si para levantarme un día y encontrar mi lugar; o para seguir cayendo y vagando. Puede que me mate el no hallar respuestas nunca; pero seguir buscando y que se generen preguntas nuevas es lo que me mantiene con vida. 
Ese rollo de la autodestrucción para la autogeneración; es eso, aunque no convenza demasiado ni suene nada bien. Pero es que no somos seres acabados. ¿Quién dijo que no seguimos activos aunque nos empeñemos en cerrar los ojos y jurar que la estabilidad es el palo y nosotros la vela? No, no creo que sea así. Otra cosa es que incomode aceptarlo y tener que hacernos responsables de todas y cada una de nuestras acciones y elecciones. No sé si la vida tiene como punto final a la muerte o si hay algo más allá, pero me parece muy evidente que el "siempre" tiene fecha de caducidad y que el mismo "nunca" o "jamás" se puede transformar en "una vez", en un hábito o extinguirse con la desaparición de aquel que muere. 

No es que me alegre de ser autodestructiva, y tampoco puedo negar que es una parte de mí, que soy así, si es que soy alguien. No creo sólo en la ambigüedad, en las dicotomías tradicionales, ni que sólo haya dos o tres versiones de las cosas. Que yo no pueda elegir otro camino no quiere decir que lo que yo afirme sea la verdad absoluta, ni es lo que pretendo. Lo cierto es que tampoco me parece justo tener que pasarme la vida e invertir todo mi tiempo en intentar encajar con los demás, para controlar, para no resaltar, para no ser la tonta del bote que necesita llamar la atención. No me veo así por mucho que no quiera que se me dé de lado. Quiero estar si se me necesita; quiero dar si puedo hacerlo y no exijo ni espero, pero me encantaría tener lo mismo para mí. Todos queremos eso, un trato justo, que si te portas bien con alguien, esa persona te trate igual. Y lo siento si me derrumbo y si nadie soporta cómo soy, que sea así. No me estoy justificando a modo de disculpa y como un "caso a parte"; lo que digo es que me resisto a dejar de soñar, aunque tenga que despertarme con la caída; que me niego a fingir y a reprimirme para tener una fachada estupenda; que no voy a cortarme las alas ni a plegarlas, porque eso no significa que acabe con la libertad del otro. Quiero y reclamo mi espacio, aunque físicamente no exista y nunca lo encuentre. Simplemente respetar y ser respetado". 

domingo, 3 de noviembre de 2013

No matters what I do or think

Cuánto tiempo habré creído que conseguía explicarme, hacerme entender, usando la palabra (a mi manera claro, como sé, nunca de la forma correcta, por supuesto).  Y sólo poco a poco me di cuenta de que no, de que hablar no era lo mío porque no sabía expresarme. Creí entonces que con la palabra era más fácil, que ahí podía ser un poco más clara, accesible, puesto que nunca dije que se me diera bien. Y resulta entonces que es peor aún. Cuando crees que has dado ya la última puntada y que está claro lo que quieres decir y lo que piensas, resulta que has logrado el efecto totalmente contrario. No se refleja lo que realmente piensas, sino lo que precisamente no querías decir. ¿Entonces? Entonces vas anulándote y pierdes la capacidad de explicar, de manejarte, de hacerte entender y que los demás sepan a qué te refieres exactamente. No hablo de conceptos, ni metáforas, ni leer entre líneas. Me refiero a las cosas más sencillas, el poner el nombre exacto a sentimientos, a pensamientos. No creo que sea cobardía, miedo a decir lo que pienso, pero sí creo que es miedo a la malinterpretación, ya que al final no sirve de nada las veces, las vueltas que des, las formas de las que quieras explicarte y que el otro pueda entenderte. Es un tropezar continuo y al final lo mandas todo a la mierda, porque no sirve de nada que abras la boca o que escribas algo. Para entenderte tú es ideal, pero para vivir y convivir es una puta pena. Así que siempre es mejor leer y escuchar, al menos alguna vez, por casualidad, aparece alguien que es capaz de ponerle voz a tu pensamiento, a esa maraña asquerosa de imágenes sin sonido, sin forma, sin sentido. Y lo agradeces porque, de alguna forma, te reconforta saber que hay alguien que logra expresar lo que querías decir y se drena un poco esa inundación patética que te colapsa el cerebro y que te deja por lerda, por pava, por lenta, por loca, por inconsciente, por bestia, por irracional... 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Un manojo de contradicciones

Y un día, sin más, me di cuenta de que todo se había acabado. No puedo ponerle una fecha concreta, pues de todas formas, aunque no fuera demasiado evidente o yo quisiera ignorarlo, sabía que el fin ya había llegado. Podría decirse que estaba viviendo los últimos días, días en los que intenté negarlo ya que perdería de nuevo el norte. No es fácil volver a empezar cuando estás acostumbrada a lo mismo durante cierto tiempo. Quizá no fue demasiado pero sí lo suficiente como para haberme acostumbrado a las subidas y bajadas. Así que lo que supe desde el principio tenía ya un fin en el tiempo. Es esa idea de que sabes que algo pasará pero no sabes cuándo, y aunque lo sabes no dejas de restarle importancia, de ignorarlo, pero claro, llega el momento y pasa. 

Llegado el momento me sobrevino la idea de que una no puede ser más tonta, más absurda. Como si todos esos meses atrás hubieran sido una ilusión, un algo ajeno. Como si me diera vergüenza admitir que pasó, que me "enamoré" o algo parecido, pero no de una persona sino de una idea. Y quizá porque es tan infantil sólo ahora, con la perspectiva que te da el tiempo, he llegado a terminar de comprenderlo. Empiezo a pensar que distorsiono muy bien la realidad, más de lo que debería, mejor incluso de lo que se pueda esperar de alguien ya atrofiado en todos los sentidos. Es un continuo "te lo dije..." y "ya lo sabías". Una vez que empiezas a bajar y a bajar, ¿quién te garantiza que no vayas a chocar? No creo que pueda controlar lo que siento por una persona. Las cosas empiezan y acaban, y sólo era cuestión de tiempo.

Pero, ¿qué me queda de todo eso? Nada. La incapacidad de recomponerme. Él por su lado, con su vida, como siempre fue. Yo, no sé cómo, tengo que volverme hacia otros lados, aquí y allá y no sé dónde. Buscar otra forma de vivir, un nuevo modo, y de momento esto es una suspensión/asimilación de lo que me ha pasado, de las tonterías que he hecho y pensado, de las que no hice... No puedo permitirme la palabra reflexión, pues no se trata de eso. No sé qué clase de pérdida estoy padeciendo ahora, pero estoy segura de que no reflexiono. Más bien es una incapacidad, una falta, una carencia de la posibilidad de ver las cosas, analizarlas y encontrar respuestas. Tampoco quiero respuestas, pero no quiero seguir generando preguntas. Sé que hubo algo pero no dejo de pensar que estoy loca, y que ése es el principio y el final de la historia. Igual que pudo haber pasado algo, terminó antes de que se diera la mínima probabilidad de que ocurriera. Y por eso me pesa tanto, porque sabía lo que era y no pude evitarlo. 

Me habría encantado, pero ya no. Es una desilusión animal, brutal, no sé... y sé que no estoy en condiciones de levantar la cabeza y mirarla de frente. Pienso en ello constantemente, pero no creo que en profundidad. Supongo que más adelante lo veré de otra forma, iré un poco más allá o lo olvidaré y dejará de importarme. Sé que me he engañado a mí misma, pero es como si aún tuviera que terminar de aceptarlo. ¿Por qué? Y siguen las dudas. Es como si no me importara aunque en realidad me importe. Es una contradicción absurda, pero nunca antes me había pasado. Es algo que está a otro nivel, no me importa lo que haya pasado, sé qué es lo que no quiero pero no sé si quiero algo realmente. Desear se puede desear muchas cosas, tener una ilusión y ganas de algo es otra. No hay proyectos ni planes futuros, aunque eso no impide que pueda pensar en algo más allá de hoy y de mañana. La realidad sobre la que se habla sin esperar nada de ella. Esperar algo sin esperar nada concreto. Y sigo sin entender qué es lo que me pasa. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Cosas que deberían empezar a importarme una mierda

- Todo son rachas, unas buenas, otras malas. Ya vendrán tiempos mejores.
- ¡Sonríe! 
- No todo es tan malo. 
- La felicidad no se busca, se encuentra.
- La felicidad hay que buscarla.
- El amor no se busca, se encuentra.
- Tanto tiempo te busqué y al final te encontré (al amor).
- Olvídate de los problemas, ¿para qué preocuparse?
- Hay que ser precavido, ¡no se puede dejar todo para el último momento!
- Qué importa lo que pase mañana, ya llegará.
- ¿Por qué no lo hiciste antes?
- Da igual, ya decidirás otro día.
- ¿No has tenido tiempo para pensarlo?
- Ríete cuando tengas ganas de llorar.
- Es que es normal, si estás mal, ¿cómo te vas a reír?
- Sonríe, lo que venga será mejor.
- No se puede ser tan ingenuo y dar por hecho que tenía que ser así. 
- No olvides que todo tiene un por qué.
- No hay mal que por bien no venga.
- Espera, sé paciente. Ya te tocará.
- Algún día...
- Ya verás como sí.
- Piensa en positivo.
- Las cosas pasan por algo.
- Tienes que ser feliz.
- No puedes ser tan negativo.
- Tienes que pensar qué puedes hacer ahora.
- Tienes que verlo de otra forma.
- Tienes que encontrar la manera de (hacerlo, verlo, expresarlo, decirlo...). 
- Si todo el mundo puede, tú también. 
- ¡Ya verás como sí!
- Si cada cual va a lo suyo, eso, tú también haz tu vida.
- Pasa y no te rayes. 
- ¿Para qué preocuparte antes de ocuparte? 
- No me haces caso a lo que te digo. 
- El que avisa no es traidor.
- Es que todo el mundo tiene problemas.
- Pues pide ayuda.
- No vengas a echarle tu mierda a los demás.
...

¿En qué quedamos? ¿El amor y la felicidad, aparecen o se buscan? ¿Cuál es el paso para ser feliz? ¿Cuál es el paso para enamorarte? ¿Por qué no a todos nos ocurren las mismas cosas? ¿Por qué algunos no avanzamos nunca? ¿Por qué no cambiamos? ¿Por qué es imposible hacer y ver las cosas de otra forma? ¿De verdad es tan fácil pasar de negativo a positivo en dos segundos? ¿Se deben de contar los problemas propios o sólo escuchar los ajenos? ¿Hay que esperar siempre lo mejor antes que lo peor? ¿Qué pasa si esperas lo mejor y ocurre lo peor? ¿Y si las cosas no pasan por nada? ¿Y si de lo malo no se aprende nada bueno? ¿Y si no puedes pasar y no rayarte? ¿Cómo podemos advertir que se haga caso de lo que predicamos si luego no cumplimos con el ejemplo? ¿Cómo puede uno hacer su propia vida, al margen de los demás, sin importarle nada? ¿No es egoísmo? ¿Cómo y dónde está escrito que todos tenemos las mismas posibilidades y capacidades? ¿Quién conoce los límites de cada uno? ¿Cuándo se decide que nos toca algo en la vida? ¿Quién lo decide y con qué método? ¿Es rentable eso de no preocuparse por lo que pueda pasar y llevarte el chasco de tu vida? 

Sigo sin entender entonces por qué, por qué me asaltan las dudas, por qué no me levanto y me paso por el forro todo eso, todas esas imperfecciones e inseguridades y actúo. Sigo preguntándome por qué me preocupo, por qué dudo, por qué me duelen las cosas, por qué no me pasan, por qué parece tan fácil para unos y para otros parece que no está escrito en sus vidas. ¿Por qué? Pero tengo muy claro que no, que tiene que haber algo más, alguna clase de misterio sin el que no podemos vivir, sin el que ya muchos viven y se limitan a existir, fingiendo que sí, que viven, que ríen y que disfrutan. Tiene que haber algo más, algo más a parte de este mecanismo plagado de automatismo. Y no me creo que todos tengan un sueño y triunfen, que se den lecciones de esfuerzos y sobreesfuerzos vía imagen. Sigue sin convencerme. Por eso sigo volviéndome loca, no porque crea que vaya a encontrar la respuesta, sino porque no puedo de generar preguntas. 

domingo, 20 de octubre de 2013

A soul in tension

Desnudarse. Desnudarse de manera que caiga la ropa, las gafas, los pendientes, los collares, anillos, pulseras... Todo. Y que caigan también las sensaciones que te provoca el pelo cuando te roza, el frío o el calor cuando te erizan el vello o te pide aire fresco. No sentir el propio tacto, la lengua en la boca, los ojos cerrados, el corazón latiendo, el pecho subiendo y bajando. Desnudarse de sonidos, de colores, de metáforas, de ilusiones. Fuera historias que te llenen, que te presionen, que ahoguen. Fuera todo conocimiento, no saber si estás de pie o en la posición más cómoda del mundo, ni si es placer o es el dolor más grande que jamás se pueda soportar. No sentir en absoluto, no tener certeza alguna de éste u otro estado. ¿Para qué? Suspensión de todos los sentidos, del tiempo, del espacio, de todo lo que existe. Ése es el mejor lugar.

sábado, 19 de octubre de 2013

Noir

" Y a lo mejor es verdad que algunos sólo han venido a esta vida a observar, a ser testigos de lo que hacen los demás, sin fin alguno, o quizá con la oportunidad de verlos cambiar, de tener algo que contar. Contar algo diferente a la propia vida, porque sí, porque no tienen esa capacidad de protagonismo, porque carecen de algo aunque no se trate exactamente de un 'yo como sujeto', a lo mejor de la capacidad de vivir y disfrutar. Pero ésa es otra historia que no se contará, o que ellos mismos no narrarán".

miércoles, 16 de octubre de 2013

Diez

A lo mejor no es sólo azar, pero tampoco predestinación. No sé por qué hay un hilo que me ata a ti, que te ata a mí. No sé por qué entre dos personas que no tienen nada que ver puede llegar a surgir algo así como una conexión, como un chispazo, como un rayo que les acaba uniendo inesperadamente, indefinidamente, enigmáticamente. Y tampoco me gusta pensar que sea sólo un capricho del destino. Creo que es una necesidad que ambos tenemos, que se atenúa según le parece o se hace más fuerte en diferentes espacios de tiempo. No lo sé, es demasiado complicado aunque trate y crea que puedo comprenderlo.

Cómo decirte... Tu figura siempre ha estado ahí. Yo avanzo descorriendo velos, uno tras otro, y cuando tu figura se va haciendo más nítida, vuelve a difuminarse tras otra cortina, tras otra niebla más densa, más gris, más fina, más blanca. Y aunque esté delante, de repente te siento a mi lado, muy hondo, no sé en qué lugar. Y es por eso mismo que te debo tanto, porque para bien o para mal, todo lo que soy, todo lo que he logrado o en lo que he fracasado; todo lo que me divide y me completa; todo lo que me gusta o lo que no soporto; lo que me hace feliz o me frustra, o me genera o me disuelve... En todo eso estás tú. Razón de razones, motivo de elecciones, opciones, oportunidades, pasos, locuras, logros, metas, triunfos, caídas. 
Quiero decir que si soy, es por ti, porque siempre has estado conmigo, no de la misma forma que lo han estado otros, sino de una manera más profunda, como parte de mí. Como si fueras testigo aunque no participes en la historia, como un narrador omnisciente, como un Dios que lo observa todo. Y por eso no dudo de tu papel de ángel de la guarda, eso que tanto odias.


viernes, 11 de octubre de 2013

Wonderful Tonight



Sentada de espaldas a la barra, imaginando que aquella canción podría traerle algo nuevo, una mirada tal vez. Y mientras tarareaba mentalmente la letra, él apareció. Fue tan sólo un segundo, un vistazo, y se encaprichó. En seguida lo miró descaradamente, haciendo que él se diera cuenta, pero de repente le entró la vergüenza y la borrachera desapareció, haciéndole bajar la cabeza.A penas un rato después, él estaba en su lado de la barra, unos cuantos metros más allá, y creyó que, a lo mejor, podría conseguirlo. Siguió clavándole la mirada hasta que él sonrió, haciendo que finalmente se animara a llamarlo y decirle que se acercara.
Mientras que la música seguía sonando, ahora en su cabeza, no podía dejar de sonreírle y él la miraba como si la conociera de toda la vida, con una mezcla de cariño y alegría. Aquello le gustaba, aunque sabía que en realidad era un gesto hueco, vacío, puesto que no era nadie en su vida, que acababan de presentarse pero, había una cierta complicidad.


Y en seguida sus bocas se cruzaron, a penas un roce, más parecido a la protección que a la atracción sexual. Pero de todas maneras, ella no quería, no podía dejarlo marchar. No después de aquello que se le había metido dentro, no sólo el capricho, sino que reconocía algo en él que le recordaba a alguien más. Entonces pensó en ese alguien más...¿Y si estuviera aquí? ¿Qué diría? Y empezó a sentirse mal.

Palabra tras palabra, silencio entre silencio, la música le inundaba los sentidos, aquella letra maravillosa, y todo se mezclaba y se enredaba a la par en su cabeza. ¿Qué podía hacer? Agarrada de su mano, no quería soltarlo; era como una personificación de todo aquel lío, aunque sabía que no duraría y que no sería apenas real. Entonces, él la miró, y sonriendo como quien se despide con dolor y cariño, le dio un beso y se marchó. Ella se giró a un lado, con lágrimas en los ojos, sintiéndose sumamente ridícula, haciendo estallar esa burbuja de ilusión en mil pedazos y devolviéndola a la realidad, al tiempo que la magia de la canción se acababa.

jueves, 10 de octubre de 2013

3

"(...) Pero si me imagino pensando en otra persona, me vuelvo loca y digo que no, que no quiero, que quiero que seas tú. Sólo tú. (...)".

Y llegó el día en que no pienso en otra persona y que dejé de pensar en ti de esa forma; que ya no me vuelve loca la idea de que no seas tú y tampoco me mata que no lo seas. También he dejado de querer que fueras, puesto que ahora veo que fui tan tonta que no ni era normal, ni tiene nombre. No me hace gracia admitirlo pero es lo que siempre supe que pasaría. No me cuesta agachar la cabeza, ni llevarlo conmigo; sólo odio no ser capaz, no tener la oportunidad de pensar en otra cosa, en algo nuevo.

Out of order

"Y un día se me ocurrió la magnífica idea de que a lo mejor había otras cosas, que no tenía por qué intentar encontrar la felicidad nunca más. Quizá algunos no estemos hechos para serlo y que haya otros fines que seguir. A lo mejor no fue tanto decir "No voy a buscarla más, puesto que no la voy a encontrar", sino más bien dejar de pensar que ésa es la principal misión en la vida. ¿Puede realmente haber algo que nos importe más que nosotros mismos, nuestro propio placer, bienestar, felicidad...? Y me autorrespondí afirmativamente. La cuestión era qué.
¿Qué podría ser? No lo supe entonces y tampoco lo sé ahora, pero el bucle en el que he acabado me dice que esa ocurrencia fue una de las mayores tonterías que se me han pasado por la cabeza. Sí, lo admito. Y con ello vinieron arrepentimientos, ganas de enterrar la cabeza y seguir el método del avestruz; o cerrar los ojos y tratar de imaginar que nada de todo eso me estaba y me está pasando. Así que, sí, vuelvo a tener la certeza de que necesito desesperadamente volver a querer ser feliz. Que lo consiga o no, ya es otra cosa, pero por algún lado se empieza, ¿no?

¿Por dónde empiezo? ¿Cuál es el primer paso? Parece absurdo pero siguen pasando los días, los meses, las semanas y encuentro una resistencia imposible a dejar que, sin más, el tiempo pase. LÍMITES. Ésa es la única palabra que encuentro cuando pienso que estoy dejando que las circunstancias me lleven a donde quieran, que hagan de mí lo que les plazca, como si ya no me interesara, como si ya no pudiera hacerme responsable de absolutamente nada de lo que me ocurre. Y tengo la vaga idea de que esto tiene un final, una fecha de caducidad puntual, concreta, que es una transición, pero qué maldita transición. Aunque desde luego, ni se me ocurre pensar únicamente que cuando esto acabe, llegaré a algún punto en el que todo será mejor. No... Sería demasiado ingenuo creer que las cosas no se pueden poner peor. Lo cierto es que tampoco me mortifica la idea de una situación más extraña que ésta, de una crisis que no sé lo que es ni a dónde me lleva; pero sí tengo claro que el día que acabe sonreiré y al día siguiente, pues será otro día. Siempre queda la esperanza de un algo mejor. 

Y después de aprender dónde están todos esos límites, no sé qué clase de persona seré. No creo que cambie demasiado, pues sigo pensando que se me da de maravilla romper vajillas enteras. Sí creo que la vida volverá a cambiar para siempre, tal como la estoy conociendo, y tampoco es algo que me importe demasiado en estos momentos. Como si hubiera perdido la capacidad de ilusionarme, de asombrarme, de sonreír. Como si tuviera un hueco entre los dos hemisferios del cerebro, el lugar que me divide y me deja fuera del tiempo, de la realidad, del espacio. Un estado absurdo fuera de plano, la contradicción pura que veo como un hueco blanco, cuando miro sin ver, cuando pienso sin palabras y sin imágenes. Y hasta ahora, ése ha sido el estado predominante cuando he conseguido dejar de pensar; cuando me ha vencido el sueño; cuando llorar ya no tiene sentido; cuando la angustia se traduce en ansiedad, dolores de estómago y latidos desesperados; cuando estoy en otros derroteros de mi maldita locura, en otro lugar, en otro tiempo. Ése lugar en el que estoy sin llegar a estar, porque no quiero estar en ninguna parte; ése, ése es el único sitio al que siento que pertenezco y donde debo estar: como si no hubiera existido, como si no viviera y así no tener que sentir, ni pensar, ni sufrir, ni reír, ni soñar. Fuera de juego". 

viernes, 20 de septiembre de 2013

Momentos que queman.

Cierro los ojos y el tiempo y el espacio desaparecen. Imagino mil cosas, como si las hubiera vivido todas ya. Abro los ojos y sólo ha pasado un dichoso instante. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Y no sé dónde empezar

Fuiste un sueño del que me enamoré, un simple reflejo que se hizo luz, rayo de sol, en algún momento. Fuiste un imposible desde antes de conocerte y un nunca que no quise ver. Fuiste la sonrisa que de alguna forma me liberó, aunque no como yo esperaba. Fuiste las alas que yo nunca tuve y siempre quise. Y fuiste tantas cosas, que tú mismo fuiste mi mayor ilusión. Fuiste tanto y tanto que realmente no alcancé a saber qué o quién eras, y tu poesía me mató, me confundió. Y sí, fuiste un enigma que me atrapó, que jamás desvelé y al que nunca le interesé; pero fuiste cuando yo no pude ser y cuando quise y pude, tú ya volabas muy alto, muy lejos, muy fuera de este mundo. Nadar en dos aguas tan distintas, en mares diferentes, fue como si de repente volvieras al Norte y yo me hubiera ahogado en un pozo sin fondo, fuera del campo magnético de la tierra. Y sigo intentando nadar, a ratos furiosa porque no soporto la idea de todo lo que ha tenido que pasar; a ratos contenta por haberme cruzado en tu vida; la mayor parte del tiempo deseando volver atrás, cerrar los ojos y no decir una palabra para no enamorarme de aquello que jamás se podrá apresar: la libertad, la felicidad, la ilusión. 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

What would you do if I sang out of tune?

Y puede que ser, sólo seamos en presente, que el pasado no sea otra cosa que un "fuimos" atrapado en fotos, recuerdos, imágenes, momentos, canciones, palabras... y que el futuro no sea, no llegue a ser más que un montón de presentes aún por suceder. Pero eso que fuimos, eso que somos y eso que quiera que seamos tienen que ir de la mano, y a veces sus caminos se alejan tanto entre sí que da miedo asomarse a la vuelta de la esquina o mirar el calendario y ver lo que sucede. Parece mentira que tantas cosas se hayan roto, que estemos fuera de la línea que un día juramos que íbamos a seguir. Yo jamás habría comprado fechas de caducidad, por mucho que no haya creído en los "siempre". Y sucedió y nos está enterrando consigo, llevándonos muy lejos de esa línea que no queríamos abandonar. Vendería todos esos "nunca" sólo por facilitar un poco las cosas a ciertas personas, las que más me duelen, las que más sé que están sufriendo. 
Si en algún momento he pensado "ojalá", como sigo haciendo, espero que de todos ellos, de todos esos miles, al menos uno sea escuchado y sea presente, y sea futuro. Y que sea lo que sea, que podáis ser felices en una u otra línea diferentes.

domingo, 1 de septiembre de 2013

2

Una de las cosas que más me gusta de ver pasar el tiempo, la vida en sí, son los cambios en las vidas ajenas. Cómo crecen, cómo cambian, cómo avanzan, cómo retroceden, cómo se esfuerzan, cómo caen, cómo se levantan. Hablar con alguien, recordar un capítulo concreto de la historia, hacernos mil preguntas, buscar un millón de respuestas y dejar las cosas en esos puntos suspensivos que sólo el futuro dirá cómo siguen o dónde acaban. Es maravilloso, aunque a veces pueda ser cruel; pero sí, me encanta ver esa parte de las personas.

sábado, 31 de agosto de 2013

1

Era necesario matar la esperanza para seguir viviendo. Antes o después, ella habría acabado con todo.

martes, 30 de julio de 2013

Sunbeams

No, no voy a contarte la historia de siempre otra vez. Ésta vez no. 
Tú escribes y dibujas sueños hermosos en el cielo y yo miro embobada su reflejo en el agua. Me enamoro de ese reflejo, lo confundo con la realidad, quiero confundirlo y me lanzo, me lanzo a por él. Me tiro al agua de cabeza, poco a poco, sonriendo, feliz, encantada y cada vez me sumerjo más, hasta que ya no me queda aire. Y desde el fondo sigo viendo el reflejo, las luces, las sombras, visiones que quiero cumplir, que quiero vivir. Entonces respiro y el agua me inunda la nariz y la garganta; me ahogo y me rodea la oscuridad de este fondo. Oigo estallidos ahogados, burbujas, algo que revienta, y no sé de dónde viene, si de mi alrededor o está ocurriendo dentro de mi cabeza. Se me mueren una a una todas esas ilusiones y el cielo se vuelve azul noche sin estrellas. Lucho por salir y rompo la superficie y es tan absurdo como increíble, pues estoy sentada en menos de medio metro de agua. Pero tú ya no estás ahí pintando ni escribiendo maravillas; te escondes en algún lugar para no ser tú quien recoja los pedazos de eso que hacías. Y desearía que fueras humo, y que todas las cosas fueran lo mismo, así ya no habría nada en lo que creer, nada por lo que ahogarse, nada con lo que tropezar y olvidarse de vivir.

miércoles, 17 de julio de 2013

Feel like a dinosaur

Un proceso durante el cual una va degenerando, digievolucionando, perdiéndose, hinchándose como un zepelín, pero un zepelín de mármol. Los músculos se tensan del cansancio y la rigidez te alcanza el pensamiento y los párpados. Suspiras "ay, señor..." y está cansado de escucharte decir lo mismo día sí, día también. Pero es que esto es demasiado... 
Te apetece encontrar algún lugar seguro donde no necesites explicaciones de ningún tipo. Dormir el tiempo necesario y despertarte cuando estés lista. Tener tiempo para pensar y pensar de la manera correcta, dando en las claves exactas, encontrando las fórmulas adecuadas, para no dañar a nadie, para no equivocarte, para no tener que ser la mala de la película ciento y un millón de veces más. Ya te has cansado de ese papelón y sólo quieres volverte contra la pared y que las cosas vuelvan a solucionarse así.
Pero ya no hay manera. La misma inmadurez de todas esas tonterías no te deja dormir, no te deja la "conciencia libre" tranquila, y sigues buscando en sueños, en mitad de la noche o de la tarde una respuesta. "Buscar es mi sino" y tú también consideras que estarás toda la vida dando vueltas. Eso no te preocupa. Ahora lo que más temes es la contradicción y el estar perdida. Estar perdida es no encontrar huella alguna, no confundir con no saber qué dirección tomar teniendo mil señales entre las que elegir. Eso no. Estar perdida es tener un dolor en el pecho, un nudo en la garganta, un latido que te aprieta el corazón y que a los pocos segundos lo suelta con fuerza, y se vuelve a encoger violentamente. 

Es un proceso de autodestrucción/regeneración. Se trata de bajar del tobogán y volver a subir, por muy lentamente que una quiera deslizarse por la pendiente. El caso es que hay que hacerlo, y todo llega, y todo pasa. Estar perdida  entre todas esas sensaciones, sentimientos, locuras, antojos, insomnios, euforias y llantos es no saber quién eres, no reconocer a mucha gente, perder las verdades a las que te has aferrado, tirar tus propios pilares. Pero no los tiras tú sino que los derriba el tiempo, o caen por su propia fuerza. Y odias pensar que, crees que los demás te verán como: "Mírala, se cree la bandera de la VERDAD, de la RAZÓN ÚNICA", algo con lo que no encajas. Te revistes de inseguridad hasta la médula, sin importar que tu desnudez sólo la puedes ver tú misma, aunque no la alcances ni en sueños. Y hoy estás por debajo de cero y mañana querrás que el sol te acaricie una vez más. Esas cosas que no le dices a nadie, que nadie te pregunta, que no logras comunicar ni explicar, esas cosas que te ahogan, son éstas, este mes, el que viene y el otro también.

Feel like a dinosaur cuando sientes que miles de cadenas invisibles te aferran desde todos lados. Ya no hay ningún rincón dentro de tu propia cabeza donde te llegue la paz. Vayas donde vayas, siempre hay algo que te atormenta, que te preocupa, que te frustra, que te derriba una y otra vez. Miedo, es tu  miedo quien te dirige, y los demás y sus decisiones, y las circunstancias. Te preguntas qué quieres y qué puedes hacer, y no lo sabes, y no hay salida. Otros muchos saben describirlo mejor, y te sientes completamente identificada, descrita, expresada en sus palabras y vas doblando página, página y página de éste y aquél otro libro, con la intención de releerlo y no olvidar la tensión que te oprime el pecho. 
¿Cómo decirlo? Es una rabia o furia huracanada, una fuerza extraña entre el pecho y el estómago que ruge, que quiere que te defiendas pero a la vez no tiene ganas y sólo quiere rendirse. Para qué... Eso, para qué. 
Filosofía barata: Allá donde empieza tu libertad, termina la mía propia; perfecto. Pues allá donde empiezan tus intenciones, se coarta mi libertad, pues si me miras como un medio para lograr tu fin, dime qué mierda de respeto mereces que te tenga. Y ése es el tipo de Rabia al estilo Feel like a dinosaur que le entra a una cuando está cansada, aburrida y aturdida, y cuando su puto cuerpo es un pedazo de mármol/zepelín. 

martes, 16 de julio de 2013

People say I'm a loner (I like get lost in the crowds)

Caminos. Y descubrir de repente que ya no tenemos nada que ver. Como un árbol cuyas raíces penetran en la tierra; tú tomaste aquella dirección en torno a lo profundo, yo no sé qué escogí, pues sigo con los ojos cerrados a este lado del mundo. 
Bifurcaciones sin sentido; vueltas que da la vida, así es como lo llaman; el problema es que lo que un día fue un "tú y yo", definitivamente es "tú" y "yo". Y a veces hay un millón de razones, la punta de un iceberg que esconde todo un sistema montañoso en las profundidades marítimas; y otras veces es nada, simplemente las cosas cambian. Es una pena, pero no todo se puede arreglar una y mil veces. Las cosas se rompen y ya está, se terminan. Es difícil de asumir o de pensar, duro, cruel, pero muy sencillo: todo tiende a un fin y no podemos hacer nada contra esa duración.
Odio explicármelo una y otra vez, intentando buscar alternativa, alguna solución, preguntarme si es posible revivir ciertas cosas, pero sé que es cuestión de rachas, de malas rachas o de una pérdida definitiva. Y no, no tiene nada que ver el cariño, el querer a alguien y no tener confianza. Quizá si confiáramos más en todas esas personas a las que queremos, no habría tantos malentendidos, tanto dolor, tanta mentira, tanta hipocresía... No sería tan fácil hacer daño, y menos aún daño gratuito y destructivo. Sí, el amor es una buena cura y una gran salvación pero si falla la confianza, dime de qué sirve; pero dime también de qué sirve fingir esa conexión de poner cosas en común con alguien a quien quieres, si básicamente, se te ha muerto lo más importante: el poder compartir. 

sábado, 13 de julio de 2013

The Whale who hate the sea and the beach

Y todos los veranos, en esencia, acaban siendo lo mismo, el mismo, iguales. ¿Un verano diferente? Ja. Ésa es la triste promesa de todos los años justo antes de que empiece. Al final lo que menos le preocupa a una es la diversión y lo único que cuenta es sobrevivir con las menores secuelas posibles. Lo mejor posible, si es que es... posible, o no posible, o imposible, o probable. O... Bah.
Una lo ve llegar y al principio todo son ventajas. Hasta que sudas. En el momento en que dormir es imposible porque te sudan las piernas y el sujetador, maldices cada rayo de sol blandiendo el abanico y estallando en quejidos, lágrimas, murmullos indescifrables. Pero ¿y la playa? Ah, la playa... Acabas odiando la playa. Odias sentirte croqueta, odias las olas, el agua, la sal, quemarte las plantas de tus pies de pato-morsa, la línea roja que te recorre la cara como una cicatriz de oreja a oreja... Sólo echas de menos la playa cuando estás lejos de ella. 
Entonces te sobrevienen esos días en los que ya no te apetece nada, sólo dormir. Pero dormir all day long se hace tarea imposible ante las broncas monumentales. Da igual. Acabas odiando la cama y acampas todas las noches donde mejor te parece: subida al tejado, en un sofá, en una silla... Pero lejos de la cama. No. La cama se convierte en tu enemiga. 

Entre sudores y sudores y posiciones nudistas/tevesobligadaa, dejas de lado todo. ¿Todo? Sí, todo. Tus ganas se esfuman. Mirarte al espejo sólo te recuerda lo horrible que te sientes. La seguridad no te da la mano y no encuentras ni rastro de algo que te guste. ¿Y la voluntad? Te tiras en plancha al suelo, cuerpo a tierra, aunque la arena queme, pero aunque no quieres ni ver tu sombra, no le das ni una oportunidad al mínimo esfuerzo. Ya ni eso. Por eso odias tu cama: ya no te sientes segura allí tampoco. And live is waste your time imagining another eassier and impossible way of life better than this one. Pero qué coño eassier... Todo es imposible en tu cabeza. Ciao! Cierras la cortinita de tu imaginación y no hay manera de que razones. 

Echas de menos todo. Reír y disfrutar, algo que te alivie, alguien en quien pensar, algo que te haga sentir bien, sentirte viva. Y con los años descubres que te has vuelto más inútil, que con la edad pierdes más efectividad, que eres más patosa y que tu poca inteligencia se evapora con el paso de los días. Te bloqueas de maneras incomprensibles y ya no quieres ser ballena. Ahora quieres ser nada, ser planta, ser aire, ser... algo que no sienta, ni sude, ni padezca. Dentro de todas estas cosas reconoces tu locuras y solamente esperas el día en que desaparezca, porque es lo que sueles hacer. El problema con el que más lidias al cabo del día es el saber que ya no te reconoces a ti misma. No sabes quién eres, ni qué quieres, pero sabes que no quieres esto. Te cansas a ti misma de tanto cansancio acumulado de noches y noches, no por sueño, sino por pensar y no encontrar soluciones (pérdida de efectividad, little whale, you know). Y lo único que sacas en claro de todo esto es tu pérdida de noción del tiempo y una frase hermosa propia de las novelas que tanto te gustan: Toda mi vida es una mentira. 
Y no es exagerar. Es que el tiempo y las circunstancias colocan las cosas en su sitio, menos a una misma claro. Una espera que la marea venga a por ella, se coloca, se posiciona y el agua la devuelve a la orilla, a la dichosa arenita, como si a cada pasito que da en dirección al mar, éste se retirara metro a metro, fuera de su alcance. Entonces toca sentarse a esperar, y cuando llegue el día, que llegará, vendrá una ola enorme y se la tragará, apareciendo sabe Dios cuándo, dónde y de qué manera. 

[Lista (o no) y preparada (o sí, o quizá) , toca observar el tiempo en bragas (seguro, efectivamente) ;)   >:(  =( ...]

martes, 9 de julio de 2013

Círculo


Con los ojos cerrados y la carne de gallina, anuncio del Otoño que entra por la ventana abierta. Otoño. Cambio. Y siento el vacío. Caída libre.
Abro los ojos y todo es azul. Apenas hay luz y el sueño aún flota en la habitación. A lo lejos, el sol yace turbio tras la ventana, apagado, perdido. Es el fin de una promesa.
Aquí dentro son dos mundos distintos. La cama deshecha y las sábanas hechas un ovillo. Recuerdo de una noche que nunca olvidaré y un verano, mi verano, que toca a su fin. El mundo perdido.
Son las siete. Tic, tac, tic, tac, tic, tac. Y él hace la maleta. Quiero llorar, necesito hacerlo, pero no puedo. Se gira y sonríe cuando ya ha terminado. Otoño que llega; invierno de mi estómago. Mundo nuevo.
Me mira y en realidad, no hay mucho que decir. A decir verdad, nada. Nada. Adiós. Esa caída libre y un beso que me sabe a poco. Me besa en la frente y se va sin despedirse, aunque yo tampoco lo hago. Extraña protección de un dios que me abandona, que se olvida de ese mundo perfecto ya perdido.

No somos dos peces que nadan en la misma pecera, sólo somos dos peces perdidos que se encontraron en medio del mar. Y una vez más, siento que sólo estoy de paso en la vida de alguien. Una vez más. Pero él habla de volvernos a encontrar a lo largo y ancho del tiempo. Frente a frente, cuerpo a cuerpo, vivir, jugar, reír, disfrutar… El instante. Palabras que son puras metáforas en las que no quiero creer, pero que me hacen sentir.
Sencillamente, le ha dado la vuelta a todo. No me reconozco tan débil, tan vulnerable. Él sabe todo lo que significa para mí, todo lo que es, que no es un instante, pero se me resiste y no sé nada de él. Basta con que sonría para que todo se arregle.

Brújula sin aguja. Gato sin bigotes. Animal sin instinto, de nuevo en la carretera. Él dijo que tenía que ser valiente y echar a andar. En cada esquina tratar de encontrar una sonrisa y un nuevo motivo para caminar. Jamás buscar una única meta, cuando siempre hay más. Pero yo no puedo seguirle a ciegas, por eso siempre me quedo atrás. Y cuando él ya ha dado la vuelta, cargado de historias, de ritmo y felicidad, vuelve a recogerme y a meterme bajo su ala. Sabe que le necesito, pero no quiere que coja su mano eternamente. También dijo que debía creer. Creer. Tan fácil… ¿Sin preguntarme por qué? Quizá porque sería la única manera de perder el miedo, lanzarse sin más. Pero yo no quiero hacerlo, no del todo. Es un juego al que no quiero jugar. Sentarme en el camino no significa “morir”. No es que me haya rendido, sino que prefiero sentirme segura y estar en los lugares ya conocidos, físicos o mentales. Por eso odio la caída libre. El invierno de mi estómago.
Sin embargo, es su sonrisa. Parece una linterna que quiere sacarme de una terrible ignorancia cargada de cobardía y lanzarme al atrevimiento. Es ésa sonrisa lo que hace que no me detenga del todo en el camino. A pesar de todo, él no entiende que para mí continuar caminando no significa que esté viviendo.

Un día que me llevaba de la mano, pasamos por algún lugar con muchas flores, donde todo era luz y color, en contraste con la tormenta gris de aquel día. Él sonrió. El futuro. Los ojos cerrados. Al resto lo llamó intuición. Su sonrisa, su eterna sonrisa…
Hoy cierro los ojos y sigo viendo las flores. No puedo dejar de sentirlas, de olerlas, casi puedo tocarlas…y él a mi lado, susurrándome que las coja. No temer a los insectos ni a las espinas, simplemente, hacer aquello que realmente se desea. Recuerda: lo llamó intuición.
Me asomo a la ventana; el humo hacia el horizonte, en busca de las nubes grises que cree semejantes. Necesito agarrarme al alféizar y, entre calada y aire turbio, y aire turbio y calada, busco el aire frío de la mañana, con restos de agua.

Y es que el tiempo no parece avanzar, y me acuerdo de la primera noche que estuve a su lado. Sorprendida de que me quisiera escuchar, de que realmente le interesara. Muerta, suspendida en el aire, porque al fin podía perderme en sus ojos, sin darle explicaciones y con su sonrisa de mi lado. ¿Cómo iba a querer que acabara el verano?
Sonrío al pensarlo. Él se reía porque volvía a verme como una niña, pero una niña feliz. Y eso es lo que realmente quiere que haga: mirar las cosas como lo miraba a él aquella noche, descubrir las cosas que pueden hacerme feliz, y entonces, poder retenerlas, igual que retuve su mirada. Felicidad por felicidad. Bien común.
Me sorprendió que en cierto modo le gustara esa parte infantil. Mucho tiempo atrás juraría que fue lo que no le convencía de mí. Ahora, delante del espejo, trato de buscar las diferencias y las semejanzas con el antes y el después. Mismos ojos, misma boca, mismo pelo… La línea del hambre vuelve a estar marcada donde a mí me gusta que esté, como estaba entonces. El flequillo es el mismo, un poco más largo. La silueta se ha metamorfoseado varias veces, llegando al punto de mutación. ¿Qué es lo que ha cambiado que aún permanece? Las sensaciones, los recuerdos, los olores…aunque me quedo con gran parte del proceso de niña a ¿joven?

Sopla un momento el aire, húmedo y débil, y penetrante. Se me dislocan las ideas, se mezclan con recuerdos y el paisaje hace demasiadas sugerencias. Pierdo el rumbo del momento. Calle abajo ruedan las hojas mojadas, ya muertas. Y el humo negro de mis pulmones las sigue, con aroma de tierras más exóticas que ésta.
Y suena la radio, un tic tac olvidado. No apagado. Misma hora de ayer en estos momentos, billete comprado. Música, piel de gallina y caída libre. Las lágrimas empujan para poder salir, me tiembla el pulso y trato de aguantar los versos de la canción más bonita del mundo. Es la estampa de un sueño. Es perfecta porque es redonda, y es redonda porque es bonita. Es un sueño, una locura, una pérdida, una ironía del destino. Venganza del inconsciente, lucha entre realidad y ficción, tiempo de duelo y de aceptación. Poner el motor en marcha y dejar que siga su recorrido. Y mi rayo de sol se reía al verme llorar con esta canción.
Ahí abajo va otro recuerdo del mundo perfecto, igual que la canción corre en el tiempo, nos veo correr calle arriba, con la policía doblando la esquina, y nosotros irrumpiendo con fuerza en el portal. Entonces mi risa escapa con ellos y me domina el alivio de aquel beso prófugo.
Gotas que apagan mi humo; gotas que vienen a llevarse septiembre. Pero yo me quedo en ésta, mi ventana, en bragas y en sujetador, con frío invernal y el calor idealista del tiempo.
Suspiro. Carretera. Piedra. Volver a caer. Jamás olvidar. Sé que no puedo cambiar lo que siento, a no ser que algún día evolucione. Tengo que aprender. Voluntad. Eso es lo que necesito. Un par de días y yo también me habré ido.

Por fin me decido y hago la maleta. ¿Eso es voluntad? Dejo la cama deshecha y me vuelvo a tumbar. Entonces acabo de perderla toda. Vuelvo a sucumbir al olor de su presencia. Y quiero quedarme aquí, perdida entre todo esto. Es una manera de retenerle, de sentir que aún está aquí a mi lado. Es sólo conocimiento seguro, idea universal de mi pensamiento. Como aquella canción que decía que el verdadero hogar se encuentra donde reside el corazón. He de ser realista. Mi Dios se ha ido. Dentro de dos días yo tampoco estaré aquí. Cogeré la dichosa maleta y retomaré el camino. Supongo que seguir la corriente del río es a veces sinónimo de voluntad. Y cuando llegue todo será nuevo, distinto, seguramente mejor. Perfecto para lo que él quiere que haga, lo que espera de mí: vivir, disfrutar, aprender, apreciar, comprender, elegir, tropezar, liarme, confundir, equivocarme, compartir… La intuición. El experimento. Conocerme así a mí misma. Cortar las cadenas. Ser feliz. No por él, no por nadie, sino para poder ser libre. Así que supongo que eso es la voluntad, la fuerza que te lleva a ser libre.

Las golondrinas pasan volando calle abajo. Pájaro maniático obsesionado con volar hasta casi chocar con la gente. Bella idealización marinera, símbolo completo de tantas cosas. Yo tengo una en la muñeca.
Entonces era abril. Con la lluvia había vuelto la vida, la alegría, el alboroto y la luz. Los días más largos y más cálidos, gente acurrucada en abrazos, sonrisas grabadas a fuego en la cara, diversión, felicidad. Y luego estaban las mariposas, gusanos con alas, metáfora de la perfección, del cambio, de la belleza platónica. También las flores, que para mí seguían significando mucho por la letra de aquella canción. Pequeñas semillas dormidas en el invierno que con el sol habían cambiado por completo, tornándose hermosas, de colores, increíbles, agradables. Y eso es lo que precisamente quiero que me ocurra a mí, con mi rayo de sol al lado.



La golondrina. Símbolo marinero que significa protección, recuerdo del pasado, independencia, cambios, misma esencia, un único amor en la vida y retorno al hogar. Pequeño resumen de la vida

La Reina de Mayo

Y hace que me pregunte a dónde va. Su figura es diminuta y la escalera parece cada vez más y más grande. Todo es color azul y negro, casi borroso, excepto ella, blanca y serena, que continúa subiendo la torcida escalera. Yo la sigo, sin poder pensar, porque algo me arrastra, como si cuanto más lejos está más deseara yo acercarme. Y no lo consigo, porque ella sigue subiendo, sin detenerse jamás. 
Todo brilla como si fuera un mundo hecho de purpurina. Tengo la sensación de estar flotando, dejándome guiar por la intuición que una borrachera aún no ha matado y me dejo llevar por la fuerza atrayente de la enigmática figura. Se ve casi una niña, una flor que a penas ha abierto los ojos al mundo, que sigue cegada a algo o a alguien. Y yo sé qué es lo que sigue, aunque no sé a dónde la llevará.
Mientras, sigo subiendo y las nubes de marzo tapan los cielos azules de febrero, trayendo de nuevo la lluvia. Todo recto, frío y gris, como de piedra, ¿verdad? Pero ella ya casi ha llegado a finales de abril, porque lo que persigue es la caricia del sol en el mes de mayo. Y lo conseguirá, pero aún no sé a dónde irá. Quizá nunca lo sabré, porque ella ve algo más que yo no veo. Y si voy más deprisa la perderé antes de llegar al final de la escalera.

A ratos siento que no puedo más, pero ella me hace dudar y me obliga a seguir. Siento como si estuviera boca arriba en el mar, sin llegar nunca a la orilla, con el vaivén de las olas bajo mi cuerpo. Se me cierran los ojos con el balanceo, pero tengo que seguir.
Desde aquí puedo ver su cara de felicidad, esa sonrisa que se le escapa a veces, quizá producida por algún pensamiento. Sabe que está cerca, cada vez más. Cada vez más.
A los lados se levantan sombras que parecen querer cortarme el paso, parecidas a los monstruos que aparecen en la película The Wall. Y me sale la música al paso, mientras las sombras avanzan hacia mí, y se disipan antes de tocarme. Pero yo no me detengo, es mayor la curiosidad que el miedo.
Continúo en ese estado de embriaguez, con un fuerte dolor de cabeza que casi no me deja ver por dónde voy, pero…¿por qué no puedo parar?
Ahora oigo esos versos desde el principio, con la voz que echaba de menos, y Jim Morrison canta esa misteriosa canción, como a mí me gusta, haciendo que se me ponga la carne de gallina. Pero ella no la escucha.Me pierde el tono grave de su voz y el vestido blanco de esta reina de mayo, que flota aunque no corre ni pizca de aire.

Siento un aroma a flores desconocidas, a mezclas exóticas de lugares en los que nunca he estado y esos ojos azules clavados en mi nuca, que no sé por qué sé que están ahí. Un cosquilleo me revuelve el estómago al pensarlo, mientras trato de recordar algo que no ha pasado nunca, que tengo la seguridad de no haber vivido. Y nada consigue distraerme lo suficiente como para que olvide a mi Reina de Mayo.
Entonces recuerdo la sensación de que un día algo se me rompió dentro, a la altura del estómago. Algo que me hizo perder el rumbo, y veo sus ojos verdes encima de los escalones que subo, y a través de ellos, sigo contemplándola a ella.
Nada me devuelve la lucidez, sigo a medio camino entre el mareo y la locura, sin tropezar una sola vez, ahora al ritmo de su guitarra que me recuerda a agua que cae. Y mientras cae, oigo su voz diciendo que así es como quiere que sea, como antes. Y sus ojos se asoman en algún lugar de mi mente que nunca pude encontrar. La escalera continúa, y el cansancio me anima a seguir, de forma automática.
Es ese olor a mañanas de domingos, cuando asoma el sol en un tímido pero limpio cielo azul. Y allá va ella aún, mientras una luz dorada me asalta en el camino, arrancando destellos multicolor a este mundo de purpurina, submarino, la tumba de Annabel Lee, diría Poe. Aunque en este tramo no hay ángeles ni demonios celosos.
Deseo alcanzarla y suenan los primeros acordes de “Patience”, mientras Axl Rose casi susurra que guarde las lágrimas. Y noto el sinsabor de aquello que se me rompió. Sigo echándolo de menos.

Mi Reina de Mayo, envuelta en un halo de misterio, como si flotara, y se parece a la Muerte en la película All tha Jazz. Yo le pondría una corona de flores, y parecería una diosa griega, una dama blanca que trae…No puedo decirlo, es una imagen que se forma en mi cabeza. La luz dorada se va intensificando por estar más cercana y se atenúa a la vez, rompiéndose en un tono más anaranjado. Ahora parece casi la yema de un huevo. 
Y por fin, ¡por fin! Creo que llego al último tramo, que es una escalera totalmente empinada y enorme. Una de esas que llaman “típicamente holandesa”. Entonces huele a rosas y escucho aquella voz que decía que el amor es un sueño con miedo a despertar, que nunca aprovecha la oportunidad. Una voz dulce y rota que anuncia que el amor es un alma con miedo a morir que nunca aprende a vivir. Y me doy cuenta de que el invierno se está acabando. Pronto será primavera, cuando la semilla se convertirá en la rosa.
Se me viene a la mente, mientras ella se aleja, la dichosa carretera. Las lágrimas me arden en los ojos, y una vez más vuelvo a comprenderlo, aunque es como si fuera en otro lugar de mi cabeza.La Reina de Mayo va llegando al fin al último escalón, deteniéndose al fin. Y corro, corro hacia ella, al ritmo de “Just like Heaven”. Ella comienza a desaparecer, desvaneciéndose su figura en el aire. Ella, única y delicada. Ella, sola y perdida, como el cielo.

Desaparece. El sol brilla con más fuerza. Yo llego arriba y donde ella ha desaparecido hay una pluma blanca. Abajo, un abismo; luego, un valle al atardecer; y al fondo, esas montañas que tanto extraño en verano.
Recuerdo su sonrisa, porque ha llegado mayo, aunque la Reina se haya ido. Pero soy lo suficiente mayor para poder mirar el camino recorrido, y aún muy joven para seguir sintiendo mi alma. Cierro los ojos, sonrío, y veo de nuevo la carretera, que continúa.
Un calorcillo agradable me hace cosquillas en la cara, con los ojos cerrados noto la luz intensa del sol. Me he dormido al inicio de la canción y me he despertado con el último verso, y también, la última imagen: She’s buying a stairway to Heaven.
Ahora sé adónde iba.

martes, 2 de julio de 2013

Y mentira era que...

Podías hacer cualquier cosa. El mundo, la vida, las decisiones, el tiempo... todo era tuyo. Los límites y las barreras acabarían justo cuando tú quisieras, a golpe de esfuerzo y empeño. Las ganas y la ilusión eran tu salvavidas, tu pase a la felicidad. La sonrisa era la mejor cura, el mejor arma contra todo desprecio, ataque o caída. Levantarse cuando hay un bache, cuando tienes un mal día, ése es el primer paso. El optimismo era la pastilla capaz de enfrentarte al NO. 

"Lies the seed" (Maya)

(Un día de Abril, mesa de siempre, café... ¿caliente? Tiempo revuelto, humor de perros).

Febrero me sigue pareciendo una tarde dorada en la que mar engulló al Sol. La Luna estaba a medias y no es mi cómplice si no está llena. Hoy, ahora mismo, 40 ó 50 cafés helados, ardientes, vertidos, empalagosos, horribles, después, ocho lunas, 60 días, minuto arriba, hora abajo, segundo centrado... Hay distancias imposibles de medir que no borran tu huella de mi recuerdo. Y para qué, me pregunto. Afuera llueve, y es un día muy diferente a aquel. Para empezar, no hace ya tanto frío aunque las nubes insistan en mentir y decir lo contrario; pero sí, el mar se tragó al Sol. Y yo te echo de menos. Te echo de menos aquí conmigo, con tus ojos atravesándome y tu sonrisa sólo para mí, mía. Sólo mía.

Pero fuiste un sueño; sigues siendo un sueño. Ahora me arrepiento tanto de no haberte conocido antes... A veces pienso que fuiste como una canción, la canción que yo necesitaba y para cuando quise aliviarme, tú..., yo... 

Reconozco que he perdido el norte. Que estoy terriblemente confusa. Que no me entiendo. Que no soy yo. Que no sé qué es esto. Que ni si quiera te conozco. Que ya no tendré nunca más la oportunidad de hacerlo. Que quisiera volver atrás y no encontrarme contigo. Que quisiera volver atrás e intentarlo desde el principio. Que soy un desastre y que la suerte ya no me acompaña. Ya no.

¿Sabes cómo me siento? Devastada. Sí, ésa es la palabra. Las personas pueden llegar a ser como las canciones: muchas son similares, se parecen entre sí, tienen ritmos semejantes, palabras parecidas, la misma forma de clavarse en ti; pero siempre hay alguna diferente, única, especial, tuya. Y fuiste tan grande sin yo saberlo, que cuando quise abrazar esa ilusión encantada, se cayó y se rompió a mis pies. Así que no, no puedo, no quiero y no voy a aceptar otra canción, alguien que se te parezca, alguien que no seas TÚ. 

No importa si no me quieres, si no eres para mí, si soy mejor o peor que ella. No voy a olvidarte; sencillamente no puedo. Por eso digo que estoy devastada, porque has sido como un tornado, rápido y arrollador, y yo no supe seguirte el ritmo y perdí tu rumbo. 

No sé por qué te escribo algo que nunca voy a decirte. Supongo que porque nunca te lo diré. No quiero volver a cruzar una palabra contigo, aunque me muera de rabia, aunque me ahoguen mis propias ganas. Es increíble que en un instante sienta tanta rabia y a la vez, tantas ganas de verte, de besarte, de estar contigo y dejar que, como tú dijiste, que alguien me cuide la sonrisa. Pero no... Yo no era suficiente, no era fuerte y tú lo sabías. Lo supiste desde el primer momento, pero no entiendo por qué me seguiste el juego. 

Sí, es cierto. Soy débil, muy débil, por eso no he ganado aún este pulso contra ese monstruo vacío que me has dejado en la silla de enfrente. Sí, soy frágil, muy frágil, por eso quería protegerme de ti, para no enamorarme, para no equivocarme, para no tener que caerme y empezar de cero. Sí, quizá quise avanzar pensando demasiado, demasiado mal y demasiado rápido; y quizá ésa no era la manera de saltar a la siguiente casilla, y por eso el tablero me devolvió al punto de partida. 

Me siento tan tonta por haber caído... Siempre pienso que soy la idiota que se pone la zancadilla a sí misma, una y otra vez. Siempre me juro que la próxima vez... Que nunca me volverá a pasar, y luego algo me atrapa, y todo es distinto y diferente a la última vez que algo sucedió. Me hundo en la cama pensando "Dios, oh, Dios, por qué... ¿Por qué?" y sigo así hasta que pierdo la noción del tiempo. Es un vacío que no consigo ubicar, que no sé cómo sobrellevar. Pero sí... Es primavera, y por narices las flores salen, pero yo me he guardado las semillas en el bolsillo, para no echar raíces en la persona equivocada, otra vez.