lunes, 30 de junio de 2014

La mala hostia, la mala suerte.

Para mí no era un juego. Nunca lo ha sido, aunque no sepa qué es. Nunca he cerrado la puerta, ni pienso darle la espalda. Que hunda la cabeza, que hunda los puños, no significa que me rinda. Sólo que me duele y me desgarra y que nunca he sido fuerte para ignorar las heridas. 
Un día escuché que la fortaleza ha de nacer de alguna parte, que ese origen era la fragilidad. Me parecieron ciertas las palabras pero una pobre excusa aplicada a la práctica. La realidad es otra, siempre ha sido otra cosa y no puedo superarla a base de citas inspiradoras, tan sumamente manipuladas y utilizadas. 
Importa muy poco cómo, cuándo, dónde, por qué, si... A nadie le importa si la carne no es propia. Puede que alguna vez, algunas veces, pero sí, con quien más tiempo vas a pasar en esta vida es contigo mismo, aunque encuentres a esa otra dichosa "mitad". 
Ojalá existiera la magia. Ojalá uno pudiera decidir qué siente y cuándo deja de hacerlo. Y como vemos, también la libertad y el sueño son limitados y fronterizos.

miércoles, 25 de junio de 2014

Misterios del insomnio

"...pero yo me he guardado las semillas en el bolsillo, para no echar raíces en la persona equivocada, otra vez".

Cuando tomamos firmemente una decisión, no pensamos necesariamente en las consecuencias que ésta tendrá, ni si la vida nos sorprenderá de nuevo con un giro inesperado, grata o insatisfactoriamente. Pero suponiendo que fuese lo que uno más desea, después de mucho tiempo, sin haber perdido del todo la esperanza, una vez que ocurre aquello que tanto ansiaba, ¿se está realmente preparado para ello? ¿Ocurren las cosas como uno había esperado? ¿Sabemos enfrentarnos realmente a lo que nos depara el destino? Seguramente no, que es cuestión de saber estar y dominar los nervios, y unos lo hacen mejor, otros peor o ni si quiera saben por dónde empezar. Eso mismo le pasó a Maya.

Hacía mucho más de un año que no se cruzaba con Lorenzo. Sabía de él de oídas, de rumores, de algún amigo en común que la recordaba y aún la saludaba. Pero había aprendido a no buscarlo. Algunas veces intuía que estarían a la vez en el mismo lugar, y jamás se encontraban. Quizá fueran sus ganas, sus ilusiones, a pesar de que ya a penas tenían la fuerza del principio. Y seguía habiendo algo que se resistía a abandonarla: sentado frente a ella, con aquella sonrisa pícara, la mirada fija y clavada y ese aire salvaje que sólo él poseía. Eso era todo lo que recordaba de él cuando cerraba los ojos. El tiempo había ido desgastando el recuerdo y si se cruzaba con alguna fotografía suya, por casualidad (un tanto buscada, por supuesto), le costaba un poco identificar a aquel muchacho como la persona que solía sentarse frente a ella en otros tiempos. 
Seguía pensando que había perdido mucho, por no decir más. Y aunque lo intentase, seguía habiendo algo que la ataba a él. Otros "amores" habían llegado, pero cada vez eran más fugaces y ninguno, ni uno solo de ellos, logró equipararse a Lorenzo. Era absurdo porque ni si quiera tuvo tiempo de vivir algo con él, ya que eligió a la Gata con cara de luna y le dijo que se buscase a otro (sí, que le cuidasen la sonrisa, porque él era un inmaduro, un incapaz). 

Una noche de principios de verano, de éstas un tanto revueltas, cuando de repente te sorprende una tormenta épica en medio de un bochorno insoportable, Maya estaba sentada en el suelo, leyendo y releyendo, tachando, seleccionando, borrando, deshaciéndose. Abochornada, sumida en un mundo a parte, gritó desesperada ante el estallido de la tormenta del siglo. Enfadada, cerró la ventana y más tarde, tratando de dormir, fue incapaz. Así que, volvía a estar sola, con la luz azul entrando por la ventana a la hora de siempre, sin sentirse verdaderamente cansada o pesada, aburrida de darle vueltas a las cosas. 
Un par de horas más tarde salía de casa en dirección un tanto desconocida. Le había dado por dar tumbos. Había días que se deshacía de sus manías e itinerarios, por simple curiosidad, por impulso clitórico, o la vaga idea de encontrarse con algo o alguien. Al final siempre volvía a casa desesperanzada. ¿Por qué en una ciudad que realmente no era tan grande, nunca se encontraban? Y se pasó de largo la puerta de su cafetería. 

Llevaba un tiempo planteándose si pedir trabajo o ser parte del mobiliario. Lo suyo iba por épocas: unas no había Dios capaz de despegarla de la silla, y otras era imposible verla por allí. Ahora estaba experimentando una nueva variedad: la intermitencia. Entró, pidió su café ardiendo y se sentó. Se quedó medio traspuesta dando vueltas con la cucharilla, perdida en aquellos últimos días sin un sentido lógico, especial, una regla que seguir, un destino al que mirar. Se sentía extraña, confundida, cansada de todo lo mismo y le faltaba algo, ese algo auténtico y verdadero que hace que no todos los días sean iguales. 
Y en ese momento de ensimismamiento, la campanilla de la puerta sonó, con aquel ruido que tanto la desesperaba. Los sonidos agudos o estridentes la irritaban especialmente cuando había dormido poco o nada. Pero se quedó mirando la puerta como si hubiera visto un fantasma. ¿Podría ser...?

No supo qué hacer, no podía huir, porque aunque la mesa fuese la última de todas, se veía perfectamente desde la puerta. La fuerza de sus músculos la abandonó y sintió que perdía el equilibrio aun estando sentada. No sabía cómo comportarse, así que hundió la frente entre sus manos, como si allí estuviera la solución. Por un momento pudo verlo: sus aires de estar por encima de todo, las gafas de sol que tan bien le quedaban, esa sonrisa que siempre parecía querer decir algo más... 
Apoyado en la barra, no se había dado cuenta de que Maya estaba sentada en el mismo lugar de siempre. Sin quitarse las gafas, hizo un breve recorrido con la mirada hasta que tropezó con ella. No era la primera vez que la buscaba pero no tenía por costumbre acercarse, por no hacerle daño, por dejar las cosas como estaban. Alguna que otra vez la había visto, un momento fugaz, entre la multitud, o sentada sola en aquella misma cafetería. Y a lo mejor las intuiciones de Maya no estaban tan lejos de la realidad, cuando en mitad de una plaza se daba la vuelta, creyendo que de un momento a otro se iban a encontrar. Pero no tenía sentido, sólo eran cosas suyas. 

Lorenzo solía decir que era él quién escogía sus pasos, quien construía su camino. Las creencias sobrenaturales no eran lo suyo. Era más bien pragmático, necesitaba concretarse y ceñirse a los hechos según vinieran. No esperaba grandes cosas, no dejaba escapar oportunidades. Retrasaba las elecciones hasta el último segundo, aunque de alguna manera siempre sabía cuándo dar el paso, cómo conseguir el efecto que quería, y puede que en realidad siempre estuviera maquinando. Tampoco podía negar esa otra parte suya, aquella que sabía que con Maya podría haber nacido, ésa que por las mañanas lo hacía despertarse sin ganas de salir de la cama, sin ganas de comerse el mundo, porque no era necesario estando con la persona a la que quería. 
Echaba de menos aquellos días. Le gustaba intentar las cosas, poco a poco, viendo cómo se transformaban éstas a su gusto, un poco simplemente por jugar y ver qué pasaba, y sin admitirlo, porque le gustaría ver que las cosas iban más lejos y le daban por fin alcance. Con Maya había sido lento, quizá más fácil de lo que él esperaba, pero le encantaba la parte más dulce, más sencilla de confundirla, de atraerla, y que ella se perdiera en su complejidad, porque no encajaban. No tenían nada que ver, no hablaban a un mismo nivel, y quizá por eso lo intentaba, quería probar. Y entonces, ¿por qué se echó atrás? 

Creyó. Se dio cuenta de que no podía ser un simple juego. Su Gata con cara de luna era más afín a él. Conectaban más, tenían esa complicidad que surge fácilmente, sí podían entenderse sin mediar palabra. Con Maya necesitaba construir todo desde un principio, quizá renunciar a algunas cosas a las que no estaba dispuesto. Tampoco preguntó y antes de aventurarse, prefirió elegir el camino que ya había transitado. No por ello perdía el interés, y aunque pensó que Maya desaparecería con el tiempo, de alguna manera era un algo latente. Despacio, muy suavemente, de vez en cuando, sin esperarlo o conscientemente, asociaba algo a su nombre, el lunar de su labio, sus pestañas, sus gestos de desconcierto o su estallido inesperado en risas. La diferencia era que Maya no sabía utilizar su encanto, que había que explicarle las cosas. Gata no, y las demás tampoco. 

Con su descaro particular cogió su desayuno y avanzó hacia la mesa. Cuando Maya sintió el posarse de los platos, levantó lentamente la cabeza. Lo miró sin decir nada, mientras se sentaba sonriendo, pero de una manera como nunca le había visto hacerlo. ¿Asomaba la culpabilidad en aquella expresión? ¿O era un simple truco para volver a empezar? No estaba preparada, no. Siempre supo que nunca lo estaría, pero de algún modo ya no era lo mismo. Había pasado mucho tiempo entre él y su recuerdo, y sabía que era cuestión de tiempo que lo superara. Otra cosa era cómo iba a hacerlo, cuál sería el medio y de qué manera acabaría la cosa. 
Ni corto ni perezoso se deshizo del silencio con un simple "Hola, cuánto tiempo" y esperó. Maya en versión estatua, viviendo en una dimensión paralela y viendo un montón de chiribitas a través del ojo izquierdo. No, definitivamente aquel día escapaba a su control. Respondió un tanto seca, pero más que eso, fue tristeza un tanto resentida. Ahora quería ver cómo se las arreglaba, qué quería, si simplemente era algo casual o si los días traerían más sorpresas. 

Tuvo miedo a que se la ganara. Tuvo miedo a reír de nuevo fácilmente con él y que le volvieran las ganas irremediables, incontenibles. Había cambiado, parecía que había sentado un poco más la cabeza, pero eso quizá sólo los separaba aún más. Ella también era un poco menos niña, bastante menos cerrada y dispersa en ciertos aspectos, un puzzle revuelto difícil de armar. Lorenzo notó que tenía a alguien muy distinto frente a él, que de alguna manera se había solidificado una parte de Maya, mientras que la otra no oponía resistencias. Parecía más accesible, más fácil de tratar, y si quería llegar lejos, esta vez iba a costarle de verdad. Pero no parecía importarle tener que perder algo, tener que renunciar. Y no había por qué mencionar que la Gata ya no estaba. 

El resto de la mañana se hizo un segundo que se unió repentinamente con la tarde. 

lunes, 23 de junio de 2014

Ese calor que me das

Vale, de acuerdo. Es muy fácil decirlo, pero llevarlo a la práctica es infinitamente imposible. A todas horas eres tú, un estar contigo pero sin ti. Pura locura, si lo prefieres. Pero no puedo evitarlo. Y cuando pienso QUIÉN será la dichosa hembra gatuna que se contonea a tu lado o en la distancia, o LAS, me llevan los demonios y me entra un ataque de rabia absurdo. Sí... Como si tuviéramos algo que ver, exacto. Nada más lejos de la realidad. Lo mismo, mismísimo, ¿verdad? Afú. 

viernes, 20 de junio de 2014

Rinochoncho

Hay días que no sabes muy bien cómo empiezan, si es que han acabado antes de empezar. Y en esos días suelen coincidir varias cosas, y fundamentalmente tienes la sensación de que no tienes nada bajo control. Igual que cuando te da por reflexionar (si se le puede llamar así) y entras en bucle, haciendo malabarismos, porque hace un momento tu cabeza estaba en otra parte y quieres volver allí, a la suspensión.
Entonces pasa. Ves un rinoceronte por la calle, un rinoceronte bajito, pero inmenso. Es extraño, ¿verdad? Pero más extraño aún es ver un rinoceronte bajito y rechoncho, de media tonelada como mínimo, tropezar y comerse el suelo en dos segundos. 
Se acaba la suspensión y piensas: ¿Qué cojones ha pasado? 
No sabes cómo. El rinoceronte rechonchibajo sintió que se le enredaban las piernas mientras hacía malabares con sus manitas minúsculas y la música. Un segundo después estaba boca abajo con los codos hincados en el cemento, amando profundamente la acera. En el mismo instante en que aterrizaba, sintió-escuchó-(semuriódelasco) un crujido muy familiar de huesos, desde el cuello hasta la mitad de la espalda (rac-rac-rac). Se dio la vuelta y se quedó sentado pensando: "Esto no está pasando". Se puso en pie de un salto (!) y recogió con sus rechonchimanos las cosas del suelo. Echó a andar aún temblando, sin saber si reír o llorar. Media hora después optó por lo segundo. 

Es muy gracioso, sí, hasta que cruje. Habrá sido un espectáculo desde la otra acera, pero no, no era otra persona, sino tú. No era otra espalda, sino la tuya. No era otra tonelada y media, sino tu grasa corporal. Y te odias por tener ovarios, estar hinchada, no haber dormido (se te había olvidado que llevas 24 horas sin dormir...) y el día bonito se tuerce, se te escapa y quieres llorar, sin saber muy por qué. En realidad es un dolor que no es dolor, es inseguridad. Ese miedo a hacer el ridículo a veces se transforma y se hace realidad. ¿Y sabes por qué lloras? Porque hay días en que lo más tonto te hace explotar, un día te da por reír, con esa estupidez nerviosa que se calma a guantazos; o te da por llorar, con esa pavera que sólo se calma a guantazos. Eso se llama caer de golpe y porrazo en la realidad, o mejor dicho: la ironía de la vida que te pone en tu sitio cuando estás en las nubes. Y adivina... 


¡EMPIEZA EL VERANO! 

miércoles, 18 de junio de 2014

One day up near Salinas

Sé que estaba buscando algo y ahora ya no sé el qué. No puedo recordarlo. Supongo que eras tú, porque hay un vacío en el que encaja perfectamente tu figura. Y sin embargo, sé que tengo que seguir. ¿Buscando? Quizá. ¿El qué? Entonces tampoco lo sabré. 

martes, 17 de junio de 2014

...

Un día, sólo un día, me gustaría meterme en la cama y fundirme con la nada o desaparecer. No sentir nada, no ser nada, no ser nadie, no tener conciencia. O estar en algún lugar donde todo sea como un sueño, una conciencia mínima. No pensar, no sentir, no ver, no escuchar... No me daría miedo, me encantaría. Eso, o ser otra persona. Y no, no creo que llegue nunca a superar la inseguridad, este odio que no sé de dónde me viene ni por qué soy así. 

Can't get you off of my mind

¿Sabes esa seguridad que te coge por sorpresa aunque realmente siempre hayas sabido que estaba ahí? ¿Esa negativa a otra cosa? ¿Ese rechazo a la libertad que te hace elegir el camino más solitario porque el que realmente deseas no puede ser? Pues yo te sigo eligiendo a ti, aunque tuviera las mejores oportunidades del mundo. Mi seguridad es que no rechazo la locura, ni lo imposible. Simplemente no puedo y no quiero. 

"Life is just a lonely highway
and I'm here on the open road.
I'm old enough to see behind me
and young enough to feel my soul".

sábado, 14 de junio de 2014

I'd have thought that with time thoughts of you would leave my head

Volver a la línea donde todo empezó y nada ocurrió. Allí donde se cruzan el desconocimiento y el adiós, donde empieza a existir ese NUNCA que cierra las puertas para siempre. Me quedo entonces en el punto donde estaba antes, la frontera entre no saber quién eres y hacer como que no existes. Intentarlo de nuevo y que esta vez, sí, definitivamente pases a ser el fin de esa página. Si no merece la pena, si no la ha merecido ya, es absurdo seguir. No se trata de no querer, simplemente no puedo. Nunca pude y ya no será posible.

 Bye-bye, baby, bye-bye (Janis Joplin)

miércoles, 11 de junio de 2014

Like you always seem to do.

Y cuando hay días en los que necesitas amor y no hay nadie para dártelo, remueves el pasado y corres a refugiarte en sus brazos, deseoso de que te reciban. No importa el daño, cuánto tiempo haya pasado, sólo que ése era un hogar, que era más que cariño. Sabes que en cierto modo nunca se irá, que no se rendirá y tú tampoco se lo permites. No te atreves a dejar que el pájaro levante el vuelo. Cuando empieza a hacerlo, lo apresas de nuevo.
¿Y qué miedo puedes tener? ¿Qué puedes perder? Hay días en los que ni si quiera recuerdas que existe. Noches en las que otras ocupan ese lugar por el que ella daría la vida misma, sólo por estar un segundo contigo. En esos momentos deja de ser ella, alguien en tu vida. Es sólo una figura más, un recuerdo, algo que no necesitas. 
Hay días en los que la miras y no la soportas. Nada en ella te gusta, ni te llama, ni la quieres. Pero otros días la necesitas, porque era la única que te miraba de esa otra forma, la que necesitaba ir más allá de tus risas. Era ella quien realmente te prestaba todo lo que tuviera si te hacía falta. ¿La diferencia? Ella es seguridad, para ti, para cuando tú quieres. El resto del tiempo, ella sola, cuando no existe, mantiene la esperanza, pensando que volverás algún día. Desea que llegue mientras se la comen sus propias inseguridades, sus nervios, sus tristezas. Sabe que no la quieres pero quiere creer que lo haces, pero a tu manera. Y se conforma con eso, solamente con darte todo lo que tú no aprecias en ella. Se llama egoísta a sí misma por ceder, por dejarte entrar de nuevo en su vida. No piensa que ella sea ese pobre pájaro, o que no te deje echar el vuelo. Piensa que está condenada a repetir la historia, incapaz de inventar una mejor porque no la merece.
Pero dime una sola cosa, ¿mereces tú la seguridad cuando necesitas amor y ella te lo da? ¿Cuando ella te necesita y tú compartes tu tiempo con otras? ¿Cuando pasan los días y ella sólo piensa en ti, pero tú no sabes ni que existe? ¿Realmente puedes darle algo más que no le hayas dado aún? 

("¿No sabes, cariño, que nadie te va a querer nunca como yo trato de hacerlo? ¿Quién se llevará todo tu dolor, cariño, tu angustia también? Y si me necesitas, sabes que siempre estaré cerca si alguna vez me quieres. Vamos, llora, cariño, llora, como siempre dices que haces. Y cuando caminabas por el mundo, dijiste que intentarías encontrar el final de la carretera. Quizá más tarde te des cuenta de que la carretera acabará en Detroit; puede que acabe en Kathmandú. Puedes recorrer el mundo intentando encontrar algo que hacer con tu vida, cuando sólo tienes que hacer una cosa bien. Sólo tienes que hacer una cosa bien en este mundo. Tienes a una mujer esperándote allí. Todo lo que tienes que hacer es ser un buen hombre, una sola vez para una única mujer y ése será el final del camino").




lunes, 9 de junio de 2014

Ganas de Guerra

Delirar es ir pulsando el botón, pasando de una esfera a otra en sentido ascendente, cada vez más profundo, doliendo más, latiendo más deprisa. La presión de los músculos, la sonrisa drogada, las ganas de todo y que a cada segundo que pasa, me gustes más. 

(...Como hacía tiempo que no me pasaba...)

viernes, 6 de junio de 2014

Y te sigo esperando, sueño y locura.

Si supieras lo fácil que lo haces, lo fácil que parece todo cuando eres tú y no otra persona. Que se te escape la sonrisa sin más, que te entre esa alegría tonta que te hace querer salir corriendo y saltar, reír, revolcarte por la hierba... Si se pudiera tocar el cielo, sería casi como esto. Casi... 
Ojalá supieras lo fácil que es, pero también lo cuesta arriba que se me hace todo cuando no eres tú, cuando no es por ti. Pero como dije, no quiero deberes, ni favores, ni deudas. No quiero compromisos tontos, sólo momentos de verdad y eso es algo que tú, por mucho que intentes, nunca llegarías a "darme" realmente. 

miércoles, 4 de junio de 2014

A la mierda puta o puta mierda

Tengo por regla general no creerme las tonterías que me dice un tío. Con los años he ido aprendiendo a no hacerlo. El problema es que me voy rindiendo poco a poco, mientras lo voy mirando de otra forma. Las oportunidades vuelan o las casualidades llegan y te pillan de sorpresa, cuando ya no quieres, cuando ya no deberías y retrocedes. Al final sólo te queda morderte los labios, odiar lo que sientes porque ya no puedes hacer nada. Una vez que estás abajo sólo puedes mandarlo todo a la mierda. 
No quiero ser un puto perro faldero, no quiero deudas con nadie, deber nada ni que nadie sienta que me debe algo, ni favores ni agradecimientos. Si así es, que se guarden las historias para ellos y pasen la página donde algún puto algo se asocie conmigo. Borrarme de cualquier sitio, como si no existiera. Lo único que quiero son las cosas claras, si necesitas pegarme el NO en la frente, hazlo. 
Odio dar vueltas, hacer el ridículo e intentarlo. Luego me dicen que por qué no hago, por qué no digo... Por esto, porque me cansa ser una cría todo el tiempo, no poder avanzar y realmente no necesito esto. No merece la pena intentar nada, simplemente que cuando se acabe, que alguien me diga "Basta", que no me deje en suspensión, porque no puedo controlar ni saber, ni imaginarme lo que pasa por la cabeza de nadie. Absolutamente de nadie.

martes, 3 de junio de 2014

Let me get what I want

¿Por qué tiro por lo bajo? Porque las alegrías me duran hasta que otra piedra se me cruza en el camino. Entonces no es que quiera más, que deje de apreciarlo, sino que noto un vacío, un "ya fue, ya pasó y se acabó". Es lo bonito de vivir cosas buenas, me encanta esa sensación agridulce, pero a veces pesa demasiado. En días como hoy realmente echo de menos que esas cosas pasen a menudo, y me siento culpable por no saber vivir y disfrutar un poco más, por no saber apreciar las cosas. Me reconcome la rabia de atreverme a pedir más, a querer más, como si no fuera suficiente. Pero no, no me basta con soñar de vez en cuando. Nunca tengo la conciencia tranquila, no por lo que he hecho, sino por lo que podría haber hecho, lo que podría haber sido. Pero siempre es el miedo, el miedo siempre vence, el miedo a tirarlo todo por la borda. Aunque no tenga nada que ganar, siempre pierdo algo de mí misma. 

(En esos momentos, siempre esta canción, esa película).

Clayhill - Please please please let me get what i want

domingo, 1 de junio de 2014

A Jirafa Boy, Nene ÑAM ÑAM, Sonrisa perfecta

Odio esos días en los que estás enfadado y sé, por cómo respiras, por el vacío de tu mirada perdida, que es por algo que se te escapa. Cuando tienes que agachar la cabeza sin más, cuando te come la frustración de no poder decir que "No" y negarte sin más. Ése hacerse mayor que ya no te deja, esas obligaciones que te atan y te pudren. El no poder rebelarte. Por eso luego desapareces sin más, para evadirte y recomponerte siendo quien eres realmente, haciendo lo que realmente te gusta, liberándote.
Odio entonces no poder cruzar la línea y abrazarte sin más. No poder ser el alivio que salte esas distancias abismales y te desate. Robarte simplemente una sonrisa y demostrarte que no, que no pasa nada. Pero para qué engañarnos, y sin embargo, simplemente no puedo verte así. Ojalá supieras en esos momentos que lo que más deseo es poder cambiarme por ti, hacerte sentir mejor, darte un manojo de soluciones, qué sé yo...
Esos días me vuelvo perro fiel y espero a que te tranquilices, que todo vuelva a su cauce, poder decirte algo inteligente. Y no lo ves, no lo puedes apreciar, no puedo decirte nada.
¿Cómo puedo? ¿Cómo podría? 
Tan sólo escribiéndote creo que te puedo llegar. Ojalá tenga razón. Ojalá algún día vea de cerca ese verde-marrón bendito que me tiene enamorada, que odio que se pierda y deje de brillar. 
(Ánimo, Jirafita, si eres un amor y lo sabes, y aún eres más fuerte que eso, mucho más. Tú puedes).  

Dolores de estómago, domingos ruidosos.

Me parece muy curioso cómo habla la gente del futuro. Pienso cómo se imaginarán dentro de sus cabezas lo que serán sus vidas. Es como cuando tienes la certeza de que éste resolverá aquel problema, aquella otra aprobará el examen y logrará cualquier cosa que se proponga, esos otros dos estarán juntos de por vida... Casi tienes la verdad en la mano aunque luego la vida te sorprenda. Pero la mayor parte del tiempo ni te inmutas, si no te moja y ni si quiera te salpica, ¿qué te importa? 
No te importa hasta que ves que todo el mundo hace su vida. No te importa hasta que empieza el círculo vicioso de las noches en velas, los días cortos en los que sólo quieres dormir. El futuro te atormenta. La duda te persigue. Ni si quiera tienes un sueño, un algo a lo que aferrarte, un decir "yo puedo hacer algo... ¿qué puedo hacer?" y se te ocurre una respuesta, con tiempo, sin él, en seguida. Lo peor es cuando no llega nunca y hagas lo que hagas, nada cambia, nunca pasa nada por mucho que quieras.
El futuro sigue siendo un camino gris plata, una nube oscura, una puerta de hierro macizo. Y te da miedo, mucho miedo. Futuro no es ese decir "iré a tal sitio, haré tal cosa", eso son planes estúpidos con los llenar ese tiempo que se llama vida. Futuro es ese hueco al que miras y que te devuelve una visión del abismo, de la nada, un vacío sin continuación ni retorno. Un agujero en el tiempo que te impide tomar un rumbo, año tras año, mes a mes, semana a semana, día tras día. Todas las horas, minutos y segundos se ocupan en un "¿Qué voy a hacer?" sin respuesta, sin visión, sin esperanza puta que se ofrezca a salvarte. En qué maldita esclavitud se convierte la vida cuando no tiene sentido, ¿verdad? Pero ni si quiera ése es el tema de esta cuestión, no para alguien que decidió olvidarse de esa tontería, alguien que no quería rellenar su vida y encadenarla y condenarla a una única razón.