martes, 30 de julio de 2013

Sunbeams

No, no voy a contarte la historia de siempre otra vez. Ésta vez no. 
Tú escribes y dibujas sueños hermosos en el cielo y yo miro embobada su reflejo en el agua. Me enamoro de ese reflejo, lo confundo con la realidad, quiero confundirlo y me lanzo, me lanzo a por él. Me tiro al agua de cabeza, poco a poco, sonriendo, feliz, encantada y cada vez me sumerjo más, hasta que ya no me queda aire. Y desde el fondo sigo viendo el reflejo, las luces, las sombras, visiones que quiero cumplir, que quiero vivir. Entonces respiro y el agua me inunda la nariz y la garganta; me ahogo y me rodea la oscuridad de este fondo. Oigo estallidos ahogados, burbujas, algo que revienta, y no sé de dónde viene, si de mi alrededor o está ocurriendo dentro de mi cabeza. Se me mueren una a una todas esas ilusiones y el cielo se vuelve azul noche sin estrellas. Lucho por salir y rompo la superficie y es tan absurdo como increíble, pues estoy sentada en menos de medio metro de agua. Pero tú ya no estás ahí pintando ni escribiendo maravillas; te escondes en algún lugar para no ser tú quien recoja los pedazos de eso que hacías. Y desearía que fueras humo, y que todas las cosas fueran lo mismo, así ya no habría nada en lo que creer, nada por lo que ahogarse, nada con lo que tropezar y olvidarse de vivir.

miércoles, 17 de julio de 2013

Feel like a dinosaur

Un proceso durante el cual una va degenerando, digievolucionando, perdiéndose, hinchándose como un zepelín, pero un zepelín de mármol. Los músculos se tensan del cansancio y la rigidez te alcanza el pensamiento y los párpados. Suspiras "ay, señor..." y está cansado de escucharte decir lo mismo día sí, día también. Pero es que esto es demasiado... 
Te apetece encontrar algún lugar seguro donde no necesites explicaciones de ningún tipo. Dormir el tiempo necesario y despertarte cuando estés lista. Tener tiempo para pensar y pensar de la manera correcta, dando en las claves exactas, encontrando las fórmulas adecuadas, para no dañar a nadie, para no equivocarte, para no tener que ser la mala de la película ciento y un millón de veces más. Ya te has cansado de ese papelón y sólo quieres volverte contra la pared y que las cosas vuelvan a solucionarse así.
Pero ya no hay manera. La misma inmadurez de todas esas tonterías no te deja dormir, no te deja la "conciencia libre" tranquila, y sigues buscando en sueños, en mitad de la noche o de la tarde una respuesta. "Buscar es mi sino" y tú también consideras que estarás toda la vida dando vueltas. Eso no te preocupa. Ahora lo que más temes es la contradicción y el estar perdida. Estar perdida es no encontrar huella alguna, no confundir con no saber qué dirección tomar teniendo mil señales entre las que elegir. Eso no. Estar perdida es tener un dolor en el pecho, un nudo en la garganta, un latido que te aprieta el corazón y que a los pocos segundos lo suelta con fuerza, y se vuelve a encoger violentamente. 

Es un proceso de autodestrucción/regeneración. Se trata de bajar del tobogán y volver a subir, por muy lentamente que una quiera deslizarse por la pendiente. El caso es que hay que hacerlo, y todo llega, y todo pasa. Estar perdida  entre todas esas sensaciones, sentimientos, locuras, antojos, insomnios, euforias y llantos es no saber quién eres, no reconocer a mucha gente, perder las verdades a las que te has aferrado, tirar tus propios pilares. Pero no los tiras tú sino que los derriba el tiempo, o caen por su propia fuerza. Y odias pensar que, crees que los demás te verán como: "Mírala, se cree la bandera de la VERDAD, de la RAZÓN ÚNICA", algo con lo que no encajas. Te revistes de inseguridad hasta la médula, sin importar que tu desnudez sólo la puedes ver tú misma, aunque no la alcances ni en sueños. Y hoy estás por debajo de cero y mañana querrás que el sol te acaricie una vez más. Esas cosas que no le dices a nadie, que nadie te pregunta, que no logras comunicar ni explicar, esas cosas que te ahogan, son éstas, este mes, el que viene y el otro también.

Feel like a dinosaur cuando sientes que miles de cadenas invisibles te aferran desde todos lados. Ya no hay ningún rincón dentro de tu propia cabeza donde te llegue la paz. Vayas donde vayas, siempre hay algo que te atormenta, que te preocupa, que te frustra, que te derriba una y otra vez. Miedo, es tu  miedo quien te dirige, y los demás y sus decisiones, y las circunstancias. Te preguntas qué quieres y qué puedes hacer, y no lo sabes, y no hay salida. Otros muchos saben describirlo mejor, y te sientes completamente identificada, descrita, expresada en sus palabras y vas doblando página, página y página de éste y aquél otro libro, con la intención de releerlo y no olvidar la tensión que te oprime el pecho. 
¿Cómo decirlo? Es una rabia o furia huracanada, una fuerza extraña entre el pecho y el estómago que ruge, que quiere que te defiendas pero a la vez no tiene ganas y sólo quiere rendirse. Para qué... Eso, para qué. 
Filosofía barata: Allá donde empieza tu libertad, termina la mía propia; perfecto. Pues allá donde empiezan tus intenciones, se coarta mi libertad, pues si me miras como un medio para lograr tu fin, dime qué mierda de respeto mereces que te tenga. Y ése es el tipo de Rabia al estilo Feel like a dinosaur que le entra a una cuando está cansada, aburrida y aturdida, y cuando su puto cuerpo es un pedazo de mármol/zepelín. 

martes, 16 de julio de 2013

People say I'm a loner (I like get lost in the crowds)

Caminos. Y descubrir de repente que ya no tenemos nada que ver. Como un árbol cuyas raíces penetran en la tierra; tú tomaste aquella dirección en torno a lo profundo, yo no sé qué escogí, pues sigo con los ojos cerrados a este lado del mundo. 
Bifurcaciones sin sentido; vueltas que da la vida, así es como lo llaman; el problema es que lo que un día fue un "tú y yo", definitivamente es "tú" y "yo". Y a veces hay un millón de razones, la punta de un iceberg que esconde todo un sistema montañoso en las profundidades marítimas; y otras veces es nada, simplemente las cosas cambian. Es una pena, pero no todo se puede arreglar una y mil veces. Las cosas se rompen y ya está, se terminan. Es difícil de asumir o de pensar, duro, cruel, pero muy sencillo: todo tiende a un fin y no podemos hacer nada contra esa duración.
Odio explicármelo una y otra vez, intentando buscar alternativa, alguna solución, preguntarme si es posible revivir ciertas cosas, pero sé que es cuestión de rachas, de malas rachas o de una pérdida definitiva. Y no, no tiene nada que ver el cariño, el querer a alguien y no tener confianza. Quizá si confiáramos más en todas esas personas a las que queremos, no habría tantos malentendidos, tanto dolor, tanta mentira, tanta hipocresía... No sería tan fácil hacer daño, y menos aún daño gratuito y destructivo. Sí, el amor es una buena cura y una gran salvación pero si falla la confianza, dime de qué sirve; pero dime también de qué sirve fingir esa conexión de poner cosas en común con alguien a quien quieres, si básicamente, se te ha muerto lo más importante: el poder compartir. 

sábado, 13 de julio de 2013

The Whale who hate the sea and the beach

Y todos los veranos, en esencia, acaban siendo lo mismo, el mismo, iguales. ¿Un verano diferente? Ja. Ésa es la triste promesa de todos los años justo antes de que empiece. Al final lo que menos le preocupa a una es la diversión y lo único que cuenta es sobrevivir con las menores secuelas posibles. Lo mejor posible, si es que es... posible, o no posible, o imposible, o probable. O... Bah.
Una lo ve llegar y al principio todo son ventajas. Hasta que sudas. En el momento en que dormir es imposible porque te sudan las piernas y el sujetador, maldices cada rayo de sol blandiendo el abanico y estallando en quejidos, lágrimas, murmullos indescifrables. Pero ¿y la playa? Ah, la playa... Acabas odiando la playa. Odias sentirte croqueta, odias las olas, el agua, la sal, quemarte las plantas de tus pies de pato-morsa, la línea roja que te recorre la cara como una cicatriz de oreja a oreja... Sólo echas de menos la playa cuando estás lejos de ella. 
Entonces te sobrevienen esos días en los que ya no te apetece nada, sólo dormir. Pero dormir all day long se hace tarea imposible ante las broncas monumentales. Da igual. Acabas odiando la cama y acampas todas las noches donde mejor te parece: subida al tejado, en un sofá, en una silla... Pero lejos de la cama. No. La cama se convierte en tu enemiga. 

Entre sudores y sudores y posiciones nudistas/tevesobligadaa, dejas de lado todo. ¿Todo? Sí, todo. Tus ganas se esfuman. Mirarte al espejo sólo te recuerda lo horrible que te sientes. La seguridad no te da la mano y no encuentras ni rastro de algo que te guste. ¿Y la voluntad? Te tiras en plancha al suelo, cuerpo a tierra, aunque la arena queme, pero aunque no quieres ni ver tu sombra, no le das ni una oportunidad al mínimo esfuerzo. Ya ni eso. Por eso odias tu cama: ya no te sientes segura allí tampoco. And live is waste your time imagining another eassier and impossible way of life better than this one. Pero qué coño eassier... Todo es imposible en tu cabeza. Ciao! Cierras la cortinita de tu imaginación y no hay manera de que razones. 

Echas de menos todo. Reír y disfrutar, algo que te alivie, alguien en quien pensar, algo que te haga sentir bien, sentirte viva. Y con los años descubres que te has vuelto más inútil, que con la edad pierdes más efectividad, que eres más patosa y que tu poca inteligencia se evapora con el paso de los días. Te bloqueas de maneras incomprensibles y ya no quieres ser ballena. Ahora quieres ser nada, ser planta, ser aire, ser... algo que no sienta, ni sude, ni padezca. Dentro de todas estas cosas reconoces tu locuras y solamente esperas el día en que desaparezca, porque es lo que sueles hacer. El problema con el que más lidias al cabo del día es el saber que ya no te reconoces a ti misma. No sabes quién eres, ni qué quieres, pero sabes que no quieres esto. Te cansas a ti misma de tanto cansancio acumulado de noches y noches, no por sueño, sino por pensar y no encontrar soluciones (pérdida de efectividad, little whale, you know). Y lo único que sacas en claro de todo esto es tu pérdida de noción del tiempo y una frase hermosa propia de las novelas que tanto te gustan: Toda mi vida es una mentira. 
Y no es exagerar. Es que el tiempo y las circunstancias colocan las cosas en su sitio, menos a una misma claro. Una espera que la marea venga a por ella, se coloca, se posiciona y el agua la devuelve a la orilla, a la dichosa arenita, como si a cada pasito que da en dirección al mar, éste se retirara metro a metro, fuera de su alcance. Entonces toca sentarse a esperar, y cuando llegue el día, que llegará, vendrá una ola enorme y se la tragará, apareciendo sabe Dios cuándo, dónde y de qué manera. 

[Lista (o no) y preparada (o sí, o quizá) , toca observar el tiempo en bragas (seguro, efectivamente) ;)   >:(  =( ...]

martes, 9 de julio de 2013

Círculo


Con los ojos cerrados y la carne de gallina, anuncio del Otoño que entra por la ventana abierta. Otoño. Cambio. Y siento el vacío. Caída libre.
Abro los ojos y todo es azul. Apenas hay luz y el sueño aún flota en la habitación. A lo lejos, el sol yace turbio tras la ventana, apagado, perdido. Es el fin de una promesa.
Aquí dentro son dos mundos distintos. La cama deshecha y las sábanas hechas un ovillo. Recuerdo de una noche que nunca olvidaré y un verano, mi verano, que toca a su fin. El mundo perdido.
Son las siete. Tic, tac, tic, tac, tic, tac. Y él hace la maleta. Quiero llorar, necesito hacerlo, pero no puedo. Se gira y sonríe cuando ya ha terminado. Otoño que llega; invierno de mi estómago. Mundo nuevo.
Me mira y en realidad, no hay mucho que decir. A decir verdad, nada. Nada. Adiós. Esa caída libre y un beso que me sabe a poco. Me besa en la frente y se va sin despedirse, aunque yo tampoco lo hago. Extraña protección de un dios que me abandona, que se olvida de ese mundo perfecto ya perdido.

No somos dos peces que nadan en la misma pecera, sólo somos dos peces perdidos que se encontraron en medio del mar. Y una vez más, siento que sólo estoy de paso en la vida de alguien. Una vez más. Pero él habla de volvernos a encontrar a lo largo y ancho del tiempo. Frente a frente, cuerpo a cuerpo, vivir, jugar, reír, disfrutar… El instante. Palabras que son puras metáforas en las que no quiero creer, pero que me hacen sentir.
Sencillamente, le ha dado la vuelta a todo. No me reconozco tan débil, tan vulnerable. Él sabe todo lo que significa para mí, todo lo que es, que no es un instante, pero se me resiste y no sé nada de él. Basta con que sonría para que todo se arregle.

Brújula sin aguja. Gato sin bigotes. Animal sin instinto, de nuevo en la carretera. Él dijo que tenía que ser valiente y echar a andar. En cada esquina tratar de encontrar una sonrisa y un nuevo motivo para caminar. Jamás buscar una única meta, cuando siempre hay más. Pero yo no puedo seguirle a ciegas, por eso siempre me quedo atrás. Y cuando él ya ha dado la vuelta, cargado de historias, de ritmo y felicidad, vuelve a recogerme y a meterme bajo su ala. Sabe que le necesito, pero no quiere que coja su mano eternamente. También dijo que debía creer. Creer. Tan fácil… ¿Sin preguntarme por qué? Quizá porque sería la única manera de perder el miedo, lanzarse sin más. Pero yo no quiero hacerlo, no del todo. Es un juego al que no quiero jugar. Sentarme en el camino no significa “morir”. No es que me haya rendido, sino que prefiero sentirme segura y estar en los lugares ya conocidos, físicos o mentales. Por eso odio la caída libre. El invierno de mi estómago.
Sin embargo, es su sonrisa. Parece una linterna que quiere sacarme de una terrible ignorancia cargada de cobardía y lanzarme al atrevimiento. Es ésa sonrisa lo que hace que no me detenga del todo en el camino. A pesar de todo, él no entiende que para mí continuar caminando no significa que esté viviendo.

Un día que me llevaba de la mano, pasamos por algún lugar con muchas flores, donde todo era luz y color, en contraste con la tormenta gris de aquel día. Él sonrió. El futuro. Los ojos cerrados. Al resto lo llamó intuición. Su sonrisa, su eterna sonrisa…
Hoy cierro los ojos y sigo viendo las flores. No puedo dejar de sentirlas, de olerlas, casi puedo tocarlas…y él a mi lado, susurrándome que las coja. No temer a los insectos ni a las espinas, simplemente, hacer aquello que realmente se desea. Recuerda: lo llamó intuición.
Me asomo a la ventana; el humo hacia el horizonte, en busca de las nubes grises que cree semejantes. Necesito agarrarme al alféizar y, entre calada y aire turbio, y aire turbio y calada, busco el aire frío de la mañana, con restos de agua.

Y es que el tiempo no parece avanzar, y me acuerdo de la primera noche que estuve a su lado. Sorprendida de que me quisiera escuchar, de que realmente le interesara. Muerta, suspendida en el aire, porque al fin podía perderme en sus ojos, sin darle explicaciones y con su sonrisa de mi lado. ¿Cómo iba a querer que acabara el verano?
Sonrío al pensarlo. Él se reía porque volvía a verme como una niña, pero una niña feliz. Y eso es lo que realmente quiere que haga: mirar las cosas como lo miraba a él aquella noche, descubrir las cosas que pueden hacerme feliz, y entonces, poder retenerlas, igual que retuve su mirada. Felicidad por felicidad. Bien común.
Me sorprendió que en cierto modo le gustara esa parte infantil. Mucho tiempo atrás juraría que fue lo que no le convencía de mí. Ahora, delante del espejo, trato de buscar las diferencias y las semejanzas con el antes y el después. Mismos ojos, misma boca, mismo pelo… La línea del hambre vuelve a estar marcada donde a mí me gusta que esté, como estaba entonces. El flequillo es el mismo, un poco más largo. La silueta se ha metamorfoseado varias veces, llegando al punto de mutación. ¿Qué es lo que ha cambiado que aún permanece? Las sensaciones, los recuerdos, los olores…aunque me quedo con gran parte del proceso de niña a ¿joven?

Sopla un momento el aire, húmedo y débil, y penetrante. Se me dislocan las ideas, se mezclan con recuerdos y el paisaje hace demasiadas sugerencias. Pierdo el rumbo del momento. Calle abajo ruedan las hojas mojadas, ya muertas. Y el humo negro de mis pulmones las sigue, con aroma de tierras más exóticas que ésta.
Y suena la radio, un tic tac olvidado. No apagado. Misma hora de ayer en estos momentos, billete comprado. Música, piel de gallina y caída libre. Las lágrimas empujan para poder salir, me tiembla el pulso y trato de aguantar los versos de la canción más bonita del mundo. Es la estampa de un sueño. Es perfecta porque es redonda, y es redonda porque es bonita. Es un sueño, una locura, una pérdida, una ironía del destino. Venganza del inconsciente, lucha entre realidad y ficción, tiempo de duelo y de aceptación. Poner el motor en marcha y dejar que siga su recorrido. Y mi rayo de sol se reía al verme llorar con esta canción.
Ahí abajo va otro recuerdo del mundo perfecto, igual que la canción corre en el tiempo, nos veo correr calle arriba, con la policía doblando la esquina, y nosotros irrumpiendo con fuerza en el portal. Entonces mi risa escapa con ellos y me domina el alivio de aquel beso prófugo.
Gotas que apagan mi humo; gotas que vienen a llevarse septiembre. Pero yo me quedo en ésta, mi ventana, en bragas y en sujetador, con frío invernal y el calor idealista del tiempo.
Suspiro. Carretera. Piedra. Volver a caer. Jamás olvidar. Sé que no puedo cambiar lo que siento, a no ser que algún día evolucione. Tengo que aprender. Voluntad. Eso es lo que necesito. Un par de días y yo también me habré ido.

Por fin me decido y hago la maleta. ¿Eso es voluntad? Dejo la cama deshecha y me vuelvo a tumbar. Entonces acabo de perderla toda. Vuelvo a sucumbir al olor de su presencia. Y quiero quedarme aquí, perdida entre todo esto. Es una manera de retenerle, de sentir que aún está aquí a mi lado. Es sólo conocimiento seguro, idea universal de mi pensamiento. Como aquella canción que decía que el verdadero hogar se encuentra donde reside el corazón. He de ser realista. Mi Dios se ha ido. Dentro de dos días yo tampoco estaré aquí. Cogeré la dichosa maleta y retomaré el camino. Supongo que seguir la corriente del río es a veces sinónimo de voluntad. Y cuando llegue todo será nuevo, distinto, seguramente mejor. Perfecto para lo que él quiere que haga, lo que espera de mí: vivir, disfrutar, aprender, apreciar, comprender, elegir, tropezar, liarme, confundir, equivocarme, compartir… La intuición. El experimento. Conocerme así a mí misma. Cortar las cadenas. Ser feliz. No por él, no por nadie, sino para poder ser libre. Así que supongo que eso es la voluntad, la fuerza que te lleva a ser libre.

Las golondrinas pasan volando calle abajo. Pájaro maniático obsesionado con volar hasta casi chocar con la gente. Bella idealización marinera, símbolo completo de tantas cosas. Yo tengo una en la muñeca.
Entonces era abril. Con la lluvia había vuelto la vida, la alegría, el alboroto y la luz. Los días más largos y más cálidos, gente acurrucada en abrazos, sonrisas grabadas a fuego en la cara, diversión, felicidad. Y luego estaban las mariposas, gusanos con alas, metáfora de la perfección, del cambio, de la belleza platónica. También las flores, que para mí seguían significando mucho por la letra de aquella canción. Pequeñas semillas dormidas en el invierno que con el sol habían cambiado por completo, tornándose hermosas, de colores, increíbles, agradables. Y eso es lo que precisamente quiero que me ocurra a mí, con mi rayo de sol al lado.



La golondrina. Símbolo marinero que significa protección, recuerdo del pasado, independencia, cambios, misma esencia, un único amor en la vida y retorno al hogar. Pequeño resumen de la vida

La Reina de Mayo

Y hace que me pregunte a dónde va. Su figura es diminuta y la escalera parece cada vez más y más grande. Todo es color azul y negro, casi borroso, excepto ella, blanca y serena, que continúa subiendo la torcida escalera. Yo la sigo, sin poder pensar, porque algo me arrastra, como si cuanto más lejos está más deseara yo acercarme. Y no lo consigo, porque ella sigue subiendo, sin detenerse jamás. 
Todo brilla como si fuera un mundo hecho de purpurina. Tengo la sensación de estar flotando, dejándome guiar por la intuición que una borrachera aún no ha matado y me dejo llevar por la fuerza atrayente de la enigmática figura. Se ve casi una niña, una flor que a penas ha abierto los ojos al mundo, que sigue cegada a algo o a alguien. Y yo sé qué es lo que sigue, aunque no sé a dónde la llevará.
Mientras, sigo subiendo y las nubes de marzo tapan los cielos azules de febrero, trayendo de nuevo la lluvia. Todo recto, frío y gris, como de piedra, ¿verdad? Pero ella ya casi ha llegado a finales de abril, porque lo que persigue es la caricia del sol en el mes de mayo. Y lo conseguirá, pero aún no sé a dónde irá. Quizá nunca lo sabré, porque ella ve algo más que yo no veo. Y si voy más deprisa la perderé antes de llegar al final de la escalera.

A ratos siento que no puedo más, pero ella me hace dudar y me obliga a seguir. Siento como si estuviera boca arriba en el mar, sin llegar nunca a la orilla, con el vaivén de las olas bajo mi cuerpo. Se me cierran los ojos con el balanceo, pero tengo que seguir.
Desde aquí puedo ver su cara de felicidad, esa sonrisa que se le escapa a veces, quizá producida por algún pensamiento. Sabe que está cerca, cada vez más. Cada vez más.
A los lados se levantan sombras que parecen querer cortarme el paso, parecidas a los monstruos que aparecen en la película The Wall. Y me sale la música al paso, mientras las sombras avanzan hacia mí, y se disipan antes de tocarme. Pero yo no me detengo, es mayor la curiosidad que el miedo.
Continúo en ese estado de embriaguez, con un fuerte dolor de cabeza que casi no me deja ver por dónde voy, pero…¿por qué no puedo parar?
Ahora oigo esos versos desde el principio, con la voz que echaba de menos, y Jim Morrison canta esa misteriosa canción, como a mí me gusta, haciendo que se me ponga la carne de gallina. Pero ella no la escucha.Me pierde el tono grave de su voz y el vestido blanco de esta reina de mayo, que flota aunque no corre ni pizca de aire.

Siento un aroma a flores desconocidas, a mezclas exóticas de lugares en los que nunca he estado y esos ojos azules clavados en mi nuca, que no sé por qué sé que están ahí. Un cosquilleo me revuelve el estómago al pensarlo, mientras trato de recordar algo que no ha pasado nunca, que tengo la seguridad de no haber vivido. Y nada consigue distraerme lo suficiente como para que olvide a mi Reina de Mayo.
Entonces recuerdo la sensación de que un día algo se me rompió dentro, a la altura del estómago. Algo que me hizo perder el rumbo, y veo sus ojos verdes encima de los escalones que subo, y a través de ellos, sigo contemplándola a ella.
Nada me devuelve la lucidez, sigo a medio camino entre el mareo y la locura, sin tropezar una sola vez, ahora al ritmo de su guitarra que me recuerda a agua que cae. Y mientras cae, oigo su voz diciendo que así es como quiere que sea, como antes. Y sus ojos se asoman en algún lugar de mi mente que nunca pude encontrar. La escalera continúa, y el cansancio me anima a seguir, de forma automática.
Es ese olor a mañanas de domingos, cuando asoma el sol en un tímido pero limpio cielo azul. Y allá va ella aún, mientras una luz dorada me asalta en el camino, arrancando destellos multicolor a este mundo de purpurina, submarino, la tumba de Annabel Lee, diría Poe. Aunque en este tramo no hay ángeles ni demonios celosos.
Deseo alcanzarla y suenan los primeros acordes de “Patience”, mientras Axl Rose casi susurra que guarde las lágrimas. Y noto el sinsabor de aquello que se me rompió. Sigo echándolo de menos.

Mi Reina de Mayo, envuelta en un halo de misterio, como si flotara, y se parece a la Muerte en la película All tha Jazz. Yo le pondría una corona de flores, y parecería una diosa griega, una dama blanca que trae…No puedo decirlo, es una imagen que se forma en mi cabeza. La luz dorada se va intensificando por estar más cercana y se atenúa a la vez, rompiéndose en un tono más anaranjado. Ahora parece casi la yema de un huevo. 
Y por fin, ¡por fin! Creo que llego al último tramo, que es una escalera totalmente empinada y enorme. Una de esas que llaman “típicamente holandesa”. Entonces huele a rosas y escucho aquella voz que decía que el amor es un sueño con miedo a despertar, que nunca aprovecha la oportunidad. Una voz dulce y rota que anuncia que el amor es un alma con miedo a morir que nunca aprende a vivir. Y me doy cuenta de que el invierno se está acabando. Pronto será primavera, cuando la semilla se convertirá en la rosa.
Se me viene a la mente, mientras ella se aleja, la dichosa carretera. Las lágrimas me arden en los ojos, y una vez más vuelvo a comprenderlo, aunque es como si fuera en otro lugar de mi cabeza.La Reina de Mayo va llegando al fin al último escalón, deteniéndose al fin. Y corro, corro hacia ella, al ritmo de “Just like Heaven”. Ella comienza a desaparecer, desvaneciéndose su figura en el aire. Ella, única y delicada. Ella, sola y perdida, como el cielo.

Desaparece. El sol brilla con más fuerza. Yo llego arriba y donde ella ha desaparecido hay una pluma blanca. Abajo, un abismo; luego, un valle al atardecer; y al fondo, esas montañas que tanto extraño en verano.
Recuerdo su sonrisa, porque ha llegado mayo, aunque la Reina se haya ido. Pero soy lo suficiente mayor para poder mirar el camino recorrido, y aún muy joven para seguir sintiendo mi alma. Cierro los ojos, sonrío, y veo de nuevo la carretera, que continúa.
Un calorcillo agradable me hace cosquillas en la cara, con los ojos cerrados noto la luz intensa del sol. Me he dormido al inicio de la canción y me he despertado con el último verso, y también, la última imagen: She’s buying a stairway to Heaven.
Ahora sé adónde iba.

martes, 2 de julio de 2013

Y mentira era que...

Podías hacer cualquier cosa. El mundo, la vida, las decisiones, el tiempo... todo era tuyo. Los límites y las barreras acabarían justo cuando tú quisieras, a golpe de esfuerzo y empeño. Las ganas y la ilusión eran tu salvavidas, tu pase a la felicidad. La sonrisa era la mejor cura, el mejor arma contra todo desprecio, ataque o caída. Levantarse cuando hay un bache, cuando tienes un mal día, ése es el primer paso. El optimismo era la pastilla capaz de enfrentarte al NO. 

"Lies the seed" (Maya)

(Un día de Abril, mesa de siempre, café... ¿caliente? Tiempo revuelto, humor de perros).

Febrero me sigue pareciendo una tarde dorada en la que mar engulló al Sol. La Luna estaba a medias y no es mi cómplice si no está llena. Hoy, ahora mismo, 40 ó 50 cafés helados, ardientes, vertidos, empalagosos, horribles, después, ocho lunas, 60 días, minuto arriba, hora abajo, segundo centrado... Hay distancias imposibles de medir que no borran tu huella de mi recuerdo. Y para qué, me pregunto. Afuera llueve, y es un día muy diferente a aquel. Para empezar, no hace ya tanto frío aunque las nubes insistan en mentir y decir lo contrario; pero sí, el mar se tragó al Sol. Y yo te echo de menos. Te echo de menos aquí conmigo, con tus ojos atravesándome y tu sonrisa sólo para mí, mía. Sólo mía.

Pero fuiste un sueño; sigues siendo un sueño. Ahora me arrepiento tanto de no haberte conocido antes... A veces pienso que fuiste como una canción, la canción que yo necesitaba y para cuando quise aliviarme, tú..., yo... 

Reconozco que he perdido el norte. Que estoy terriblemente confusa. Que no me entiendo. Que no soy yo. Que no sé qué es esto. Que ni si quiera te conozco. Que ya no tendré nunca más la oportunidad de hacerlo. Que quisiera volver atrás y no encontrarme contigo. Que quisiera volver atrás e intentarlo desde el principio. Que soy un desastre y que la suerte ya no me acompaña. Ya no.

¿Sabes cómo me siento? Devastada. Sí, ésa es la palabra. Las personas pueden llegar a ser como las canciones: muchas son similares, se parecen entre sí, tienen ritmos semejantes, palabras parecidas, la misma forma de clavarse en ti; pero siempre hay alguna diferente, única, especial, tuya. Y fuiste tan grande sin yo saberlo, que cuando quise abrazar esa ilusión encantada, se cayó y se rompió a mis pies. Así que no, no puedo, no quiero y no voy a aceptar otra canción, alguien que se te parezca, alguien que no seas TÚ. 

No importa si no me quieres, si no eres para mí, si soy mejor o peor que ella. No voy a olvidarte; sencillamente no puedo. Por eso digo que estoy devastada, porque has sido como un tornado, rápido y arrollador, y yo no supe seguirte el ritmo y perdí tu rumbo. 

No sé por qué te escribo algo que nunca voy a decirte. Supongo que porque nunca te lo diré. No quiero volver a cruzar una palabra contigo, aunque me muera de rabia, aunque me ahoguen mis propias ganas. Es increíble que en un instante sienta tanta rabia y a la vez, tantas ganas de verte, de besarte, de estar contigo y dejar que, como tú dijiste, que alguien me cuide la sonrisa. Pero no... Yo no era suficiente, no era fuerte y tú lo sabías. Lo supiste desde el primer momento, pero no entiendo por qué me seguiste el juego. 

Sí, es cierto. Soy débil, muy débil, por eso no he ganado aún este pulso contra ese monstruo vacío que me has dejado en la silla de enfrente. Sí, soy frágil, muy frágil, por eso quería protegerme de ti, para no enamorarme, para no equivocarme, para no tener que caerme y empezar de cero. Sí, quizá quise avanzar pensando demasiado, demasiado mal y demasiado rápido; y quizá ésa no era la manera de saltar a la siguiente casilla, y por eso el tablero me devolvió al punto de partida. 

Me siento tan tonta por haber caído... Siempre pienso que soy la idiota que se pone la zancadilla a sí misma, una y otra vez. Siempre me juro que la próxima vez... Que nunca me volverá a pasar, y luego algo me atrapa, y todo es distinto y diferente a la última vez que algo sucedió. Me hundo en la cama pensando "Dios, oh, Dios, por qué... ¿Por qué?" y sigo así hasta que pierdo la noción del tiempo. Es un vacío que no consigo ubicar, que no sé cómo sobrellevar. Pero sí... Es primavera, y por narices las flores salen, pero yo me he guardado las semillas en el bolsillo, para no echar raíces en la persona equivocada, otra vez.