miércoles, 16 de diciembre de 2015

But what good, what good could ever do

Siempre hay y siempre habrá una historia imposible, la persona capaz de romperte en dos, de hacerte llorar por más tiempo que pase. Por más irracional que sea tirar el mundo por la borda y pelear por algo que sabes que está ahogado antes de lanzarte a salvarlo. 

Da igual que un día te decidieras a quemarlo todo por tu bien, por su bien, por quien ya había decidido por ti. Muchas noches, muchas veces, sigues y seguirás echando de menos su maldita presencia, aunque sea en la más lejana de las distancias. Saber que sólo fuiste un muro, una piedra que se hundió para siempre en el agua y que nadie se empeñó, ni tan si quiera, en echar un vistazo desde la superficie. 

Te da rabia tener en la sangre esos arranques estúpidos por una persona que no movería un dedo por ti. Te da rabia y hasta vergüenza, saber y llevarlo a fuego en la cabeza, que nunca fuiste suficiente, que nunca serías suficiente, que no has cambiado ni un ápice de tu ser. Ni si quiera por intentarlo, por intentar "pensar" o "creer" que podría ser. Una vez que renuncias a todas las clases de tonterías, de fantasías infantiles, no hay vuelta atrás. 

Pero, ¿qué se hace con la parte de ti que se desborda, aquella que estaba dormida, creyendo que lo había superado? El anhelo, ni si quiera el "echar de menos", el tener algo que nunca tuviste y que tanto deseaste tener. 

Hola, mírame. Soy la misma gilipollas, no sé cuánto tiempo después, emocionada, llorando como una niñata otra vez. 
¿Por qué? Por todo y por nada. Por no haberte tenido, supongo. Por no tenerte de ninguna manera. Por saber que querer no es poder, aunque quise con toda mi alma que fuera. Y me decepcionó tantísimo que tú mismo no me bajaras a la tierra, que no supe ni qué hacer. Ojalá lo hubieras hecho porque lo necesité de verdad, no sabes cuánto. 

Y ojalá hubieras sido tú quien entonces me hubiera traído de vuelta a la realidad. Habría pasado y ya. O al menos hubiera apreciado ese gesto tuyo de ser capaz de dirigirte a mí. Pero, realmente, qué más da, ¿no? 

Tú tienes, o pareces tener, esa facilidad para cambiar la dirección de tus puentes y enlazarlos con otros caminos, cuales sean, que se acerquen y se alejen. Yo, en cambio, no. Sigo la misma línea, marrón y polvorienta, encontrando y dejando en ella, pero sólo tiene una dirección, un sentido. A veces más tortuosa, a veces más estable, y nunca es buena idea volver atrás. Nunca. 

¿Me arrepiento? No. No me dejaste elección. Nunca contaste realmente con que yo pudiera decir algo. Era más fácil no hablar. Nunca hemos sido capaces de hablar. Tú ibas por la rama A cuando yo aún estaba en las raíces. Cuando yo llegaba, tú ya habías recorrido el abecedario tres veces. 

Ésa quizá sea mi mayor losa, no haberme podido entender contigo. Y pesa más lo incomprensible, lo imbécil que me sigue pareciendo esta historia, y más aún, lo convencida que puedo llegar a estar, a día de hoy, de que no me equivocaba contigo, de que si hubiera tenido la mínima de las oportunidades, la habría aprovechado, habría sido una de las mejores cosas que me habrían pasado jamás. 
No puedo pensar lo contrario, ni si quiera ahora. Y me hierve la sangre de pensar por qué, una y otra vez, me empeño en dar con las maneras de que todo salga mal, de que todo sea imposible. 

No te sorprendería que después de X, siga estando totalmente perdida, igual o peor de la cabeza, pero sí te sorprendería que dijera que tranquila. Quizá por eso veo que fuera necesario. Pero eso no me calma, no me convence del todo. ¿Por qué, para una cosa, tengo que renunciar a todo lo demás? ¿Por qué no me pasa, por qué no puede pasarme? 

Es y sigue siendo mi maldita frustración: Sigo viendo la luna desde el suelo, en el suelo, siempre reflejada, nunca a su altura. 

(Y esto puede pasar como otro simple arranque de locura, como tantos otros, pero que delatan todo lo que día a día soy incapaz de decir. No hay más: la simple, pura y maldita verdad. ¿Qué es? Un mal rato, una necesidad de vomitar lo que no consigo aliviar llorando, que me asalta en el instante, sí. Tranquilo, mañana será otro día. Dentro de seis horas empieza otra mañana, otro día del calendario y te recordaré, sí, pero no tan ansiosamente como ahora, claro. Es decir, no escucharé a la misma vocecita que me revienta ahora la cabeza, sino que estaré esperando que simplemente no me vuelva a pasar). 

martes, 8 de diciembre de 2015

(U) Have never seen (H) naked (Trece)

Estaba bien para empezar, para salir corriendo sin pensar. Éramos, y somos, especialistas en tirar nuestras vidas por la borda, y a eso íbamos una vez más. 
Nunca era suficiente para arriesgar otra vez, para volver a tentar a la suerte. ¿Quién dice que hay algo que perder? 

Perder no es deshacerte de pesos inútiles a lo largo del camino. 
Perder no es eliminar piedras de tu propio cuerpo. 
Perder no es sentir que puedes correr libre, en cualquier dirección. 
Perder no es, o al menos no era, sentir que era posible hacer algo que habíamos elegido. 

Y ahí estaba el camino elegido, uno a cada lado. Nos miramos y sonreímos. Siempre opuestos, siempre diferentes. 
¿Contradictorios? 
Sabíamos que en algún punto, en algún alto, habríamos de encontrarnos. 
No era realmente saberlo, era simplemente creer en ello. Y creíamos.

Creíamos que perdernos servía para algo. No tener un plan, no tener nada claro, no tener que tomar decisiones... 
Los días empezaban cuando caía el sol, cuando sólo había estrellas o luna. Todo lo demás eran horas inexistentes. 
Bailábamos a otro ritmo. Leíamos otras líneas. Escuchábamos sólo aquello que tuviera algo que aportar. Ya nos habíamos equivocado lo suficiente como para contar sólo con nuestra opinión, o en todo caso, con aquella que necesitáramos oír. 

El caos como ley. El orden como miedo. 
¿Era esa otra la vida que queríamos vivir? ¿Era la dirección de las agujas aquella que buscábamos para guiarnos? 
Definitivamente no. 

Hay un lugar dentro de cada uno, un lugar donde todo es fantasía o lógica pura. Y más allá hay una chispa, una cosa que no siempre se enciende y se mantiene viva. 
Es un motor, una máquina que nunca está apagada realmente. Sólo duerme si sabemos cómo desconectarla. Y nunca aprendimos el camino hacia su botón. Nunca lo hemos encontrado. Por eso corremos hacia el abismo, y a veces, al borde o durante la caída, aparece una mano, una rama, un saliente, que nos detiene, que nos frena, que nos salva. 

Una vez a salvo, una vez lejos de ese arrítmico sentido de la existencia, nos paramos a pensar. A pensar que queremos descansar y dormir mucho. Cuando agotamos esa noche, las demás vuelven a ser como eran: lúcidas, desafiantes, divertidas, extrañamente perfectas. 

martes, 1 de diciembre de 2015

An endless aching need (Doce)

Nunca pensé realmente que algún día pudiera llegar a contar contigo. Y tu mano siempre estuvo ahí, tendida para mí en las horas bajas. A tu manera, por supuesto. 

Tenía la sensación de que jamás me escuchabas, de que jamás te importaban mis problemas. Eras capaz de marcharte del Lulla y dejarme llorando en la mesa en medio de mi dramática existencia. Y yo jurando que eso no te lo perdonaría jamás. Luego me sentía estúpida por contarte mis historietas y volvía a llorar con más rabia. 

De repente se me iba la luna a otra parte del cielo y volvías a aparecer. Yo tan feliz de verte regresar, seguramente arrepentido, por haberme dejado tan sola. Y ni hacías el más leve gesto o la mínima referencia a todo lo que te había contado. Pero en cambio, escuchabas todos mis planes idiotas, todas las absurdeces que podía soltar por esta (mi) boca. Ése era el puente donde se trazaba el camino hacia la ilusión. 

Nadie entendía de qué podíamos hablar para conocernos, para ser amigos, para llevarnos de esa manera. Los demás sólo veían una niña y un muchacho demasiado mayor a su lado, en una silla. Yo me sentía adulta a tu lado, tú decías ser el mismo crío infantil de siempre. ¿Cómo es que jamás he visto que fueras un niño pequeño? Y estoy segura de no serlo en el mismo sentido en el que tú te autodefines. 

Decías que algún día lo entendería y te reías. Vuelta al silencio que nunca he sabido cómo manejar. Ése en el que estás aquí, allí y más allá de la esfera terrestre. 

Lo que vi de ti era lo que nadie más alcanzaba a ver. Lo que un día descubrí es que no hacías oídos sordos a mis idioteces, a mis tonterías. No. Simplemente no alimentabas, no tratabas de explicarme: querías enseñarme a que yo lo viese desde otra perspectiva. Y llegó el día en que pude entenderlo. Entonces pude empezar a verme un poco a través de tus ojos, pero sin llegar a tener esa visión completa. 

¿Te acuerdas de aquella noche en la acera del Lulla? Hacía tiempo que no te veía, ni sabía de ti. De repente te acercaste a mi hermosa borrachera, sin reprocharme nada, sino divertido. Te hizo gracia y esperabas encontrarme perdiendo los papeles.  Y en realidad no, porque era plenamente consciente de lo que ocurría y había empezado a renunciar aquella noche a muchas cosas. Ésa fue la primera vez que hablamos como adultos, sin construir castillitos en el  aire, como siempre nos había gustado. 

¿Por qué entonces? ¿Por qué, si no? 
La primera traba para entendernos es que no hay un por qué, una razón. Simplemente una casualidad que hemos aceptado como una "bendición", que pudo no haber sucedido, pero que por suerte tuvo lugar. Y la segunda barrera es que no buscamos lo que otras personas nos aportan, no queremos nada en sí de nosotros mismos, sino estar juntos, como por azar, como por fuerza mayor. Sucedió y aquí estamos: tú subido al tejado, mirando las estrellas otra vez; yo escribiéndote tonterías que dejaré en algún punto de la casa para que la leas y te rías con recuerdos bobos de hace años. Mi miedo a rodar por el tejado aún es fuerte, pero tu lado gatuno no lo entiende. 

Quería decirte, sin más, que hoy he estado pensando sobre esto, qué habría sido de mí y de ti si no nos hubiéramos conocido, si no... etc., etc., y no tengo imaginación para rellenar ese hueco vacío llamado "futuro". Es como si inmediatamente pensara que no podría haber sucedido de otra manera, como si tuviera en mi poder la certeza de que el destino estaba escrito. Precisamente lo que tú más odias: pensar que todo está ya predispuesto y que nos roban el margen de libertad, de elección, de maniobra vital. 

¿Por qué nosotros, dos bolitas de la inmensidad del universo, se conocieron y congeniaron? ¿Por qué fue posible? ¿Por qué puedo tenerte cuando podría, muy bien, no haber mantenido ni una sola conversación contigo?

Pero esas dudas no me atacan cuando me acuerdo de tu sonrisa y esa mirada extraña que no consigo descifrar. Supongo que la lectura clara es que "no podía ser de otra manera", aunque no creas en la predestinación. Yo sí creo. Y me atrevo osadamente a decir una sola palabra: N  E  C  E  S   I  D  A  D. 
La misma palabra que describe el sentimiento que me apresa cuando imagino que un día ya no estarás en mi vida; cuando pienso que un día tengamos que separarnos para hacer nuestras vidas de otra manera distinta. Y quizá tú no tengas ese miedo tan manifiesto, pero yo siento terror al pensarlo. 

¿No volver a vivir estos días? Ni loca. No podría vivir fuera de esta burbuja si no estás tú. 

jueves, 26 de noviembre de 2015

Oh, let me throw my love

Poco a poco vas perdiendo la fuerza, el control. Entonces no notas el peso montaña arriba, sino que desciendes. Y quieres agarrarte a cualquier cosa que te impida caer, que te detenga, pero ya es demasiado tarde. 

Hace mucho que no siento eso. Y siempre que acaba, me pregunto cuándo y con quién volverá a suceder. Me pone de los nervios no saber, no tener ni idea de en quién me fijaré la próxima vez, cómo será, cómo saldré de nuevo de otro agujero. 

Son agujeros, sí, porque son trincheras donde me empeño en hacer que crezca algo, allí donde jamás llegará la luz del sol. Sin luz no pueden crecer. Con sal acabando muriéndose. Y es una batalla en la que la arena cae para tapar esa tumba que quiso ser cuna.. 

No culpo a nadie. No espero nada realmente. Es sólo que en ciertos momentos, a veces más a menudo de lo que me gustaría, echo en falta lo que para otros es tan fácil tener. Y si es tan fácil tener, ¿cómo es que siempre me sale mal la historia? 
Siempre doy en el clavo equivocado. Todo es demasiado para mí. Demasiado grande, demasiado difícil, demasiado imposible. 

Y en verdad me encanta ilusionarme, fantasear con que algún día pudiera ser. Y me meto debajo de las sábanas a soñar que algún día tendré un sol; segura de que jamás, nunca jamás, podré darle a alguien lo que yo necesito; porque sé que no puedo ni podré darlo, porque no lo tengo. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Globo

Y juraría que en lugar de flotar, cada día busco irme más al fondo. En vez de tener instinto de supervivencia, necesito tirarme al vacío cada dos por tres. Tampoco creo que mi pregunta de "¿Por qué yo, por qué a mí?" sea un victimismo, teniendo en cuenta que puedo reconocer que es como un impulso natural mío. 

¿Qué es lo que constantemente echo de menos? ¿Qué es lo que no dejo de pensar que quiero? ¿Qué es lo que me gustaría que sucediera? ¿Qué es...? Blablablabla. 

Convivo con estas preguntas a diario, y lo que más me gustaría es dejar de escucharlas en mi cabeza. Lo único que de verdad necesito, a lo que más aspiro es sentir paz. Sentir que no tengo nada más que hacer, que no tengo esperar, no pensar si he hecho lo suficiente, si he esperado lo suficiente. Si merezco o dejo de merecer. No tener prisa, no tener tiempo. No aspirar ni optar, no tener que elegir. En cierto modo: ser automática. 

Por regla general me quedo corta para todo. Por regla general, me excedo en todo lo que no debo excederme. Y no sé ser de otra forma, y no estoy segura de querer ser de otra forma. Como si ya supiera que los defectos de fábrica no tienen vuelta de hoja, aunque la gente intente convencerme torpemente de que no, de que venga, que sí, que ya veré. 

Lo único que acabo buscando a diario es algo que me entretenga. Algo que me impida pensar. Algo que me haga reír. Es como cuando salgo a la calle y me dan esas estúpidas ganas de no volver a casa. La necesidad de seguir, seguir fuera, no hacer lo de siempre. Y otros días lo que quiero es prolongar indefinidamente el mismo estado. 

De entre todas las cosas que me frustran, me frustra estar así en el presente, no haberlo solucionado ya (otra cosa, que no es ésto de lo que estaba hablando). Y lo segundo que no puedo dejar de pensar es: Cuando lo tenía todo, no era suficiente. Seguía ahogándome, incapaz de ver. ¿Por qué? Seguía igual de vacía, igual de perdida y nunca, nunca nada era suficiente. No quiero seguir sintiendo eso, ni como estoy ahora, ni como podría ser en un futuro. 

jueves, 12 de noviembre de 2015

So "Give me novocaine"

Tirar la piedra y abrirle la cabeza sin importarme a quién. Decidir al aire. Cagarla. Sudármela brutalmente, como decía. Y no, no lo he podido evitar. No he podido evitar hacer lo que me diese la real y bendita gana, porque se me ha adormecido tantísimo mi única media neurona en este tiempo, que es que me da igual. 

Nunca he querido que pasara el tiempo, por miedo, por más miedo. Y aunque siga teniendo miedo, ahora quiero que pase, y que pase lo que tenga que pasar (dentro de unos límites, claro, que ya soy grandecita para que se me vaya la neura del todo). 
Pero dejando que se me vaya un poco la neura, lanzarme al vacío en medio del momento y decir: "Hostia, piensa, piensa, ¿cómo la vas a hacer?" y las palabras "N I   P U T A  I D E A" grabadas a fuego detrás de mi retina. Sólo pensé "Dentro de un rato estaré en casa, durmiendo". Sí, durmiendo. 

Y en realidad estaba dormida, completamente empanadísima, haciendo el gilipollas, nerviosa, pasándolo mal, pero en ese trance extraño que me entra a veces como si yo fuera otra persona. No sé qué trastorno de la personalidad será. Se me iba la cabeza a otra parte. Recordar me era imposible. Como esa voz de fondo que te llama por las mañanas cuando eres pequeña para que te levantes, y no haces ni caso. 

Claro que me siento culpable por ser tan soberanamente gilipollas, pero otra parte de mí reniega tanto, tantísimo de este inmenso rollo inacabable, que necesito salirme por el derrotero que sea. Censura interior, sí. Si fuera otra cosa... 

Pero no voy a hacerme la loca, la artista guay, el movimiento talentoso que está despertándose ahora mismo en todas partes en plan "yo también sé hacer algo", y soltar la típica frase de "Improvisar". ¿Cómo se improvisa la vida? Atotototo. En fin, lo único que se me ocurre es que me paso las circunstancias por el arco del triunfo. No tengo por qué estar a merced, contra las cuerdas, de algo que me pudre y me lleva años pudriendo. 

viernes, 30 de octubre de 2015

Pastillas para despertar lo que no se puede soñar

Me brota la censura de las entrañas. Me brota desde hace tanto tiempo que se muere por explotar en un solo segundo. Sólo necesitaría uno. Pero es tan difícil que no se lo puedo conceder. 
Ya es difícil que pase el tiempo y que no me importe lo que ahora me importa. Volverme loca no es un juego más, no es tirar la piedra y admitir orgullosa que tú la has lanzado. Y sigue estando esa extraña sensación de que queda todo por llegar y nada por vivir en realidad. 

Una parte, sólo una parte. Y esa parte, la que era todo, el salvajismo en su estado más puro. Cuánta necesidad, cuántas ganas de hacer algo y que no me importe absolutamente nada. No pensar. Decidir al aire. Saltar las casillas sin mirar. Y sí, coger la piedra y tirarla de nuevo, sin tener en cuenta a quién le puede abrir la cabeza. Si se la abre a quien se la merece, me doy por satisfecha, además. 

Y entre mi locura sometida y mi nuevo estado de tranquilidad, echo de menos la parte lobuna capaz de hundir los puños, pegar tortazos a quien hiciera falta, y ser la perra mala que debería ser. Por gusto, por poder, por diversión, por ganas de devolver la mierda que me ha tocado llevar y tragar, a cuenta de un asco de persona que a punto estuvo de convencerme de que sólo yo lo era. 

Deseo llevarme el barco conmigo, al fin, al fondo. Y subir y dejarlo hundido, anclado para siempre ahí abajo. Y no dejo de temblar y suspirar porque llegue ese día, ese bendito día en el que pueda arrancarme bragas y sujetador y saltar feliz al agua, y volver a perderme, ahogarme, resucitar, salir a la superficie y volver a entrar en la libertad. 

domingo, 27 de septiembre de 2015

A wonderful thing

La tentación de pensar y creer que era para mí (no la persona, sino lo escrito), más bien una necesidad. Simplemente era una ilusión, un "¿Te imaginas...?" que nunca llega a suceder. Y hoy te puedo contar, un poco orgullosa y todo (acto que extrañamente me permito por los altibajos de la vida), que sigues siendo maravilloso, sobre todo cuando escribes. 

Y en ese pedazo de "¿Te imaginas que...?", me estaba sucediendo algo precioso, una sonrisa que me gustaría conocer. Pero era de día y no tocaba soñar. Acabo de volver a despertarme y la habitación sigue estando a oscuras, aunque todavía no he cerrado los ojos. 
Fácil esto de los contrarios, ¿eh? Historias por las que nadie pregunta, ni preguntará. Esas cosas que desaparecen de tu mente y un día vuelven a brotar, dejándote confusa y locamente fuera de tiempo y espacio. 

Para mí es muy sencillo: Me encantaba de tal manera, que al poco tiempo me olvidé de que existía. (Y aún vive, claro xD).

jueves, 11 de junio de 2015

Rott

No sé dónde está el dichoso valor del que me habla la gente, si cada día que pasa yo me siento más inútilmente perdida, enjaulada y agobiada por las situaciones. Me gustaría saber si realmente he hecho algo, si me merezco esta grandísima cruz que tengo clavada, que cada día se me hunde más y más. Pero sé que es absurdo preguntarse cosas así, porque la vida ni es justa ni es injusta, simplemente carece de valores morales o éticos. Solamente es que estoy cansada. 

Estoy cansada de que todos me quieran medir con su maldita vara. Que sus medidas sean las mismas para todo el universo, y que cuando se dan cuenta de que no es así, se echen a un lado como si fueras un animal enfermo, que al fin y al cabo lo eres, sabiendo que necesitas "un trato especial" porque no puedes aspirar a nada más, supuestamente "PORQUE NO QUIERES". 

Y luego está esa gente que se siente poderosa, que se crece en las situaciones y se siente con la autoridad moral suficiente como para ningunearte, por haberla cagado una puñetera vez inconscientemente. Podrías haber matado a alguien, podrías haber robado, haberle prendido fuego a algo, haber envenenado su comida, haber contado su vida, haber puesto a esa persona a caer de un burro... Pero sólo quería romper el hielo y romper el hielo fue prender una hoguera. Y tú no eres nadie para decir, pero a ti sí te pueden decir, te pueden hacer sentir como una mierda, como una criatura miserable a la que le gustaría desaparecer y no tener que sentir la quemazón, la rabia, la locura, la puñetera confusión.

Porque, ¿cuándo? ¿En qué momento? Y no tengo un punto de referencia, pero las cosas venían de antes y yo hecha imbécil pensando "guay", poniendo las manos en el fuego. JAJAJA. Pero yo soy peor persona, porque intento que los demás me solucionen la vida, como si no tuvieran problemas. Yo soy peor porque soy una niñata de 23 años, como muy bien dices. Yo soy peor porque molesto 55años de 24h que tiene un día. Encima miento. No hago las cosas de las que se me acusa, pero miento. ¿Y por qué miento? Porque los hechos son lo que cuentan, y no cuenta lo que yo pueda decir. No puedo defenderme porque es patético: no tengo nada que decir. Sólo puedo reconocer mis fallos y los que no son mis fallos. 
Entonces me sale la bestia burra y me niego. ¿Por qué tiene alguien que ponerme contra las cuerdas? ¿No te importo pero te sientes libre de hacerme sentir a mí como si fuera una grandísima hija de perra? ¿Soy la puta peor persona del universo? ¿Soy el jodido monstruo que me han hecho sentir? No. No, no creo que lo sea. Simplemente quiero deshacerme de lo que me envenena, de esta sensación de estar contra el mundo. No sé estar mal con todo lo mala malísima y puta que soy. Fíjate. 

Pero esto es autocompasión. Siempre es autocompasión. Autocompasión es sentirte impotente, cuando son las 4 de la mañana y no sabes qué hacer con tu vida, no tienes con quién hablar porque todos están durmiendo y el resto del día están haciendo sus vidas. Autocompasión es esa desmedida, queja inútil sin sentido, frente al resto del mundo que se muere de hambre o no tiene un céntimo para drogarse o pagar la luz. Eso es lo que importa. Entonces me siento triplemente mierda, porque encima no tengo problemas "serios". Sólo soy una cría, ¿qué voy a pensar? Egoístamente, claro está. 

Y me gustaría ser inconsciente a tope. Un día, dos. Que me importase una mierda lo que piensen. Hacer sentir igual de mal a la gente que me ha reventado en dos segundos, porque esto no es consecuencia de mis actos únicamente, no. Es más. 
Y también me gustaría que la gente se sintiera superada, frustrada, cansada y perdida como me siento yo. Desear romper con algo que te tiene sumamente atada y que no puedes, porque no es lo correcto, no es lo inteligente. Un precio que no merece la pena. Un precio que te está costando años a cambio de absolutamente nada. Bueno, sí, un papel de 300€ que serán el resumen de 5 años/6000 ó 7000€. Pero eso las niñas de biberón no lo piensan, sólo piensan las niñas grandes, para las que el mar sigue siendo un charco que se puede saltar, y la vida ese camino en el que puedes hacer cualquier maravilla con sólo proponértelo. Pero sí, la vida es una mierda, ¿cómo te vas a engañar?

Y yo no pienso ni que la vida sea una mierda, ni que el mundo merezca explotar, ni que la gente deba sufrirme, ni que yo deba ser así, ni que... Porque es muy fácil ver sólo la parte mala, pero nadie escucha hasta el final qué es lo que quiero decir. Y lo que quiero decir es que no estoy hecha para cargar con tanta negatividad encima. No. No lo soporto. No soporto llevarme mal con nadie, no soporto pensar que he hecho daño a alguien, que me he equivocado, que la he cagado y que por mi culpa va a pasar algo. Me preocupo por tonterías y por cosas serias, y mi mayor miedo es equivcarme y tener remordimientos. No sé luchar contra eso. Y ahora mismo me muero, me muero por salir de este agujero, lejos, empezando de cero. Acabar ya y prenderle fuego a esta etapa de mierda, a estos seis meses de mierda. Porque no recuerdo haber estado más hundida, más perdida, más sola que en estos momentos. 

¿Y por qué lo escribo? Porque no puedo hacer otra cosa con las manos. Sólo escribir. Y es o llorar y tragarme la rabia, o llorar, escribir y tragarme la rabia. Al menos me calma y se me pasa un poco la impaciencia, y las ganas de echar a correr. De que llegue el verano y me pueda escapar y no volver. No volver, a pesar de que en el fondo, si hubiera podido hacerlo mejor, me habría gustado vivir aquí y que esto fuera de otra forma. Todo. Otra historia. En verdad nunca pierdo la esperanza de un algo mejor, ése es mi mayor problema: creer que es posible un último intento. 

viernes, 17 de abril de 2015

El mismo camino, los mismos sentidos.

"... Cuando un día la infancia quede atrás y los recuerdos no sean más que un momento del pasado, os daréis cuenta...".

Pero ya me había dado cuenta mucho tiempo antes de que ese profesor dijera esas palabras. Siempre lo supe, por eso quería salir de allí cuanto antes. Porque hacía mucho tiempo que aquel lugar ya no era mi casa. Necesitaba escaparme para sentirme cómoda. Necesitaba deshacerme de su presencia, de su constante entrometimiento, su preocupación.
Podría decir que fueron maravillosos, pero mentiría. Nunca entendí la incoherencia de los valores que predicaban y enseñaban, pero que no practicaban delante de nosotros, no con todos nosotros. Y es ese amor-odio, ese anhelo y ese rechazo lo que me pone a llorar como una cría, como lo que era cuando salí de allí y lo que sigo siendo ahora. 

No pasaría ni una hora entre esas palabras y el momento en el que volví a casa. Estábamos sentadas atrás del todo, en los últimos bancos de aquel viejo teatro. Por un momento quise volver atrás y empezar de cero, integrarme y ser parte de ellos, refugiarme y llevarme con ellos como nunca había hecho, salvo en ciertas ocasiones. Era lo que tenía la masa, que junta me resultaba insoportable, pero por separado, a la gran mayoría he terminado pensando que merecía la pena conocerlos. Y es curioso, porque al estar apartadas a un lado, los observábamos como lo que éramos: no parte de ellos. Al empezar el discurso, esta frase que se me ha quedado grabada, ése fue el único momento en el que tuve la duda, las ganas de ser parte de ellos.

Precisamente en aquel teatro pequeño estaban muchos de los momentos más bonitos que viví allí. Entre aquellos muros de hormigón pintado de blanco, aquellos azulejos desparejados y ese jardín que me daba miedo cuando volvía sola por las noches de fiesta. Y no se puede estar más cerca de un sitio y no sentirte más alejada. Me ahogaba, me hundía, pero eso no significaba que hubiera dejado de quererlo. En muchos momentos fue el único sitio en el que me sentí bien, contenta, feliz. Pero de eso hacía mucho tiempo. 

Y simplemente, media hora después volvía a saber por qué no era posible, por qué no podía quedarme con los demás. Realmente no había nada, no tenía nada que ver con aquella gente. No éramos afines, éramos extraños, aunque hubiéramos estado toda la vida juntos. Nos hacíamos insoportables, incomprensibles, pero supongo que había cierta curiosidad, cierto reconocimiento, o eso me ha ido demostrando el paso de los años y el encontrármelos de vez en cuando. 
No podía ser porque no había nada que celebrar, nada que decir. Lo que perdí ya no era mío hacía muchos años, si es que alguna vez lo fue. Cerrar esa puerta, ir mirando la luna durante 50 metros y el campanario me lo recordaron: era invisible mayormente, hasta que hacía algo que trastocaba su normalidad, decía algo que no tenía que ver con ellos y todo se descuadraba. Alguien así no se echa de menos, siempre se echa de más. Por eso me sentí libre, y cuando yo fui libre meses después, ellos estuvieron en una jaula. Los muros de hormigón y el campanario aún les pesaban demasiado a muchos. 

Yo sigo echando de menos el teatro, las primeras mañanas de primavera-verano, los días de repesca, los ratos aislados en que alguno, aleatoriamente y alejado de la masa, te dejaba conocerlo, se acercaba y te hacía pensar: "Joder". Aunque a quien más echo de menos no tiene nada que ver con esos muros, él siempre estuvo fuera hasta que me fui. Esa persona definitiva que te encuentra y te transforma, el hilo más fuerte que ni el tiempo, ni la distancia, y tampoco la gente, consiguen romper: la confianza, la conexión mágica que no he vuelto a tener con nadie más, que casi 15 años después, seguimos teniendo. 

lunes, 13 de abril de 2015

Telling Stories

Me hace gracia aquello de "la realidad supera a la ficción", ¿quién iba a decirlo? Claro que sí. Ojalá la vida fuera ficción en tantísimos aspectos, millones de veces. Qué fácil es eso de abrir la puerta y desaparecer, en un libro, en una película, en una serie. Sencillo y rápido. 
Es gracioso. Divertido. Te puede dar pena, te puedes alegrar de que tal personaje se vaya. Y te quedas ahí. Es ficción, nada más, tú la habrías elaborado de otra manera. 

Y luego hay quien te aconseja, esperando que sigas su guía maestra y espera sentado a que le tomes la palabra al pie de la letra. Normalmente este tipo de gente pecan de ingenuos, son aquellos que te sueltan ese "la realidad supera a la ficción". ¿Por qué? Porque no calculan, no miden las consecuencias que conlleva abrir una puerta y desaparecer, no son conscientes de la dificultad, o la omiten sin más, porque NO ES SU PROBLEMA. 

La ficción siempre será mejor. Cualquier excusa, salida, respuesta, etc., vale como solución, para cerrar página y no tener que enfrentarse a nada, no dar explicaciones, no rendir cuentas a nadie. Es sólo cosa del guionista, del escritor, del director/lo que sea. Pero en la vida real cagarla tiene un alto precio. 
¡Quién fuera ficción y pegar el portazo de su vida! 

domingo, 22 de marzo de 2015

()

Desde luego, cada día estoy más convencida de que hay gente que hace fuerza por hacerte sentir mal, que sobras hasta en el mapa. Ya me gustaría poder decir: "Esta boca es mía" y marcharme, muy lejos, muy lejos. No tener que depender de nadie, no tener que volver a estar aquí, ni tener que estudiar esta grandísima mierda. 
No sé qué le pasa a la gente que no pilla las indirectas. La gente que se le llena la boca diciendo que no, que tienes que comprender, que no puedes hablar. Ya. Para dar lecciones todos somos muy acordes, para putear ya ni te cuento. 
A veces me gustaría saber en qué momento me dieron doble o triple dosis diaria de gilipollez cuando era feto o después. Simplemente para cogerme y darme dos hostias al grito de "¡ESPABILA!", y ser de verdad la perra mala egoísta y egocéntrica que debería de ser. 

sábado, 21 de marzo de 2015

Fire is the devil's only friend

Para qué explicarlo si se va a malinterpretar, a entender lo que sea a favor de lo que uno piensa. Es lo bueno y lo malo del lenguaje, que se puede manipular a conveniencia. Qué pena que la objetividad misma o las caras de las personas no sean pantallas donde todos puedan ver lo que pasa. Porque me gustaría, y mucho. 
¿Ésa es la única razón? 
Na. Más allá de mi única media neurona está la realidad, y sabe que no podrá comprenderla nunca. Lo único que alcanza a comprender es que si entre X personas, soy multitud, lo lógico es que me sienta como una puta mierda. Hecho del que nadie se percata. Hecho del que no puedo decir nada, porque obviamente, cada uno hace lo que quiere con su vida y yo no soy nadie para obligar, impedir, entrometerme, etc.. Lo único que me parece importante subrayar es ese hecho mismo: que a nadie le importó que me sintiera como una puta mierda, o que me pudiera sentir así. ¿Por qué? 
Aaah... Ésa es la cuestión. Mi teoría es que hay espacios en los que una persona no cabe, como es mi caso (entre otros muchos, éste es sólo uno de ellos). Independientemente de eso, se te pueden dar a entender las cosas, lo pillas y no pasa nada, no entras y fuera. Otra cosa es que te restrieguen en las narices las cosas, que sea descarado, y que la cosa vaya subiendo de tono, hasta el punto de que hasta estar presente o pasar de largo te sea incómodo. 
Pero no, queda más bonita la malinterpretación. Quien se enfada tiene la tarea de desenfadarse, además. Es delito darte cuenta de que en muchos aspectos importas poco, muy poco, poquíiiiiiiiiiisimo. Sólo eres una niñata de 23 años, como muy bien dicen. Lástima que a esta edad a mí me hayan estado importando estas cosas, cuando parece ser que lo correcto es que no debía preocuparme. 

jueves, 19 de marzo de 2015

The wrong side, the same shit (from me to myself).

Lo que pasa es que la gente se junta, se pega, se vuelven bola de plastilina, de muchos colores, pero bola uniforme, y yo me quedo fuera. Fuera de no saber, de no entender, para luego ver cosas. Y ves que nada es lo mismo, sin saber muy por qué, porque obviamente, siempre se acaba haciendo al contrario de lo que se dice. 
Y cuando te quedas fuera, cuando te das cuenta que las conversaciones son entre dos o más, pero no van contigo; cuando te percatas de que hay un algo donde nunca llegaste a entrar; que nunca nada fue lo que parecía; cuando te ves al fondo del cajón, mirando la luz y la risa, creyéndote que tu rato de felicidad duraría algo más, todo se viene abajo y comprendes. Comprendes que no mereces confianza, que no te la dieron nunca. Comprendes que lo que no has hecho tú, otro sí lo han hecho contigo. Que es cierto que coges el brazo muchas veces, pero es más fácil darle la vuelta a la moneda y mostrar sólo la parte mala. Pero, ay, ay, si a ti te molestan las cosas... Si te enfadas, si no hablas, si no miras, si haces por no escuchar, por no tratar de meterte en una conversación, cuando nadie te da vela en ese entierro, en esa risa, en esa comprensión, en esa amistad, en ese trato, en esa confianza... Si comprendes que sobras, que estás de más, que siempre estuviste de más. Encima te haces la víctima, no te puedes ofender, porque tú siempre serás peor, inferior, la mota del ojo que siempre molesta, la mierda contra la que no hace falta ni decir dos palabras, no merece la pena. 
Cuando te das cuenta de que sólo has sido un cero a la izquierda, ¿qué se puede esperar que hagas? 
Que agaches las orejas y pidas perdón lo antes posible, para volver al fondo del cajón, como buena cría que eres, que entiendas que ése es tu sitio y que nadie tiene que respirar contigo si no quiere. Ya en algún otro momento, si es posible, si se acuerda alguien, ok, entonces quizá. Y mientras, te sientas a esperar que se te pase la tontería, por mucha llantina que te dé (rabietas de niña infantil), por mucho que te duela (victimismo de niña infantil), por más que no lo soportes (niña infantil que se cree en la situación límite), por más que. 
Hay que ahogarse en el agujero, jugar al escondite, no hablar, no decir, no interrumpir, mientras se juega a los secretitos. 

sábado, 14 de marzo de 2015

Siempre

Pierdes la cuenta de lo que has hecho mal. Pierdes la cuenta de tantas cosas que con seguridad te lo mereces. Y te vuelves loca con manía persecutoria, ves todo lo que no es, piensas todo lo que no es, y te equivocas, claro que sí. Pero hay una parte de ti que te dice que no, que no es del todo cierto, ni una cosa ni la otra. Que no está mal aceptar las cosas, pedir perdón cuando hay que hacerlo, que el rencor no sabes ni lo que es por eso de que no juntas dos ideas.
Un día te das cuenta de que esa vocecita que nunca escuchas a un volumen alto, ésa que es la última que se pasea por tu cabeza cuando estás dejándote dormir, vuelve a tener razón. Todas las ideas estúpidas se juntan en un puzzle y, ¡anda! La verdad no era tan mentira como tú creías. Y vomitas, vomitas todo lo que hay en ti de la forma que sea. 
No sabes cómo arreglar las cosas pero tampoco crees que se puedan arreglar. ¿Para qué? El mejor desprecio es no tener aprecio, la indiferencia y la falta de confianza. Tú te crees todo lo que te cuentan, no desconfías de nadie de tu entorno. Adviertes lo sumamente difícil que eres, que un día serás una decepción, avisas y avisas, pero no te creen, no te toman en serio. Sólo eres una exagerada y una mentirosa. Hasta que pasa, lo ven, se decepcionan y que te den por culo. 
Ésa es la frase: QUE TE DEN POR CULO. Y a partir de ahí, simplemente empieza a darte igual todo, porque siguen importándote más las personas, los sentimientos, que dejar todo ahora mismo, y el ángulo desde el que los demás ven las cosas es todo lo contrario al tuyo. 
Lo único que sabes que quieres con certeza es dejar de sentirte así, que te duele, que te importa, que te molesta. Pero no tienes nada que decir, no quieres nada, sólo dormir, desaparecer y no tener que volver a pasar por lo que ya advertiste muuuuuucho tiempo atrás. 

Que eres una puta cría, una puta niñata que no sabe qué hacer con su vida. Los demás se dan cuenta un día, una vez, tú todos los días, 24 horas seguidas. Y eso es incomprensible, cómo no, a estas alturas... ¡Que te andes con estas tonterías! Porque no tienes voluntad, porque eres pesimista, porque tienes que cambiar, porque todo el mundo lo puede hacer, porque si quieres lo haces, porque porque porque... ¡BUUUUUUUM! 
Y ése es el abismo del que siempre hablo: yo tengo que. No me escuches si no quieres, no me sigas el rollo y olvídate. Pero no me busques ni en lo bueno ni en lo malo, y eso implica indiferencia. Otra cosa es tener vergüenza, que no todo el mundo la tiene y dejar de hacer daño adrede. 
Igual soy una puta cría, una cobarde, una no sé qué, una no sé cuánto. Vale, lo admito, perfecto. Y lo mismo no soy la única cosa podrida del universo. 

martes, 10 de marzo de 2015

It's simply the best

Si pienso en la palabra incontenible, veo un mar oscuro, azul y gris, chocando incansablemente contra un acantilado desde el que me asomo. Podría derrumbarlo, sólo necesita impulsarse con más fuerza: atrás, adelante y sería suyo. 
Algo parecido es lo que hago con los límites. Luego me queda esa sensación de no saber quién he sido hasta ahora, hasta el momento en el que vuelvo a replanteármelo, después de haberla cagado sobradamente. 
No sé si es el hecho de haber perdido el control y haberme dejado llevar por la locura, la incertidumbre por querer y no saber cuál es la imagen que realmente proyecto, o si es de nuevo mi negativa a querer buscar excusas que me eximan de la culpa. O todo a la vez. 

Nada importa. Eso no importa. Esto tampoco. La cosa podrida que soy a todas horas, bajo sol o sombra; la nube que no se va; las tormentas que me persiguen y me empujan a querer dormir eternamente, etc., esas cosas sólo las oigo yo, obviamente, dentro de mi cabeza. Y cuando salen, el mundo puede contemplar horrorizado la misma oscuridad. Es hora de volver a cerrar el chiringuito. 

La coherencia, el compromiso, la bondad, la predisposición, los detalles, la inteligencia, la voluntad... Son cosas de las que he carecido toda mi vida, y me sorprende, y se sorprenden, de conocerme al cabo del tiempo y darse cuenta de que no han estado ahí, que nunca lo estuvieron. No me importa reconocerlo, que se me responsabilice de mis defectos, pero, ¿qué se supone que tengo que hacer si, de repente, de la noche a la mañana, todo cambia y no sé por dónde sale el sol y dónde suenan las campanas? Agacho la cabeza, ¿y qué? ¿Qué viene después? 

Una sabe cuándo sobra. Cuándo todo se da la vuelta y no sabe en qué suelo está caminando. Y juro que si grité y lloré como loca, como no, loca realmente, era porque temía que pasara. No sé cómo, en qué momento exacto, de qué manera, pero las pesadillas se hacen realidad. Por eso lo único que espero de una persona es su respuesta, el toque de la confianza que me diga: ¡Eh, para!, pero no me sirve cuando es demasiado tarde. Siempre lo diré, incluso en números pares, en un uno y uno que son dos: sobro, me quedo fuera, haciendo de pico, mirando para otro lado, notando el abismo, lo poco que es verdad y lo mucho que parecía que podría ser, funcionar. 

No me justifico. Cuando te pasan las cosas es porque realmente debe de haber una razón, cuando se repiten. Lo único que necesito es que me digan qué, cómo, intentar remediarlo y no verme tan jodidamente sola. Dejar de sentir que lo mejor que puedo hacer es desaparecer y no volver a sentir el nudo y la quemazón en la garganta, cómo la realidad me supera y me sigo quedando atrás. No sé si lo es, pero diría que es estar enterrada en vida. Hace mucho. Mucho mucho. 

¿Cambiaría? Realmente, pienso que para qué. Qué me puede ofrecer el tiempo ya, cuando tengo más cadenas alrededor que candados vacíos y llaves en las manos.

Es mejor sobrar que faltar, ¿verdad? Sobre todo cuando te toca, te necesitan, tienes que... Ése es el único momento en el que todos se dan cuenta de que hay un hueco de aire de más. El único instante en el que se acuerdan de recordarte que. Para la risa, ¿para la risa? Jajajajaja. 
Hay contratos donde eso no figura, y cuando eso no importa, el valor es de mierda, igual a cero, por debajo de. 

miércoles, 4 de marzo de 2015

And turn this up on the radio

No tengo letras para describirte perfecta, divertida, risueña, libre. No puedo escribirte con esas letras. No puedo hacerte ni deshacerte en este instante, humo que acude a mi memoria cuando ya creí olvidarte. Aunque es más fácil de lo que podrías imaginarte, a pesar de que yo crucé la orilla sin mirar atrás. 
No puedo ni sé dedicarte ese tiempo que necesitarías, que no te mereces. No, para hacer que te pierdas; no, para no borrarte y tampoco poder reconstruirte. No tengo las palabras con las que podría decirte, formarte, volver a contemplarte. 

Te gustaban esos detalles tontos que no supe tener. Solías imaginarte toda clase de bobadas y, sinceramente, para qué escribirte una frase en un muro cuando podría construirte un mundo en cada verso. Todos para ti. Sólo tuyos. Y no sé si realmente llegué a hacerlo. Seguramente no fueron para ti. Probablemente contigo ni si quiera necesitaba las palabras. Era otro lenguaje. Eras otro idioma. 

No querías conformarte, lo sé. No querías pedir más, lo sé. Y eso eres tú, el núcleo de la contradicción que nace y se autodestruye, que renace y vuelve a inmolarse. Eras esa flor de la historia interminable: te impulsabas tú misma, te movías sola, por más que juraras que desconocías el sistema. Yo sé que no. 
Eras ese torbellino de preguntas sin respuestas, de raíces que crecían directamente en ramas y se expandían infinitamente, enrevesándose cada vez más. Eras la fuente de tu propio descuido, de tu pérdida y búsqueda al mismo tiempo. Pedías constantemente un mapa, un manual para entenderte, cuando realmente no lo necesitabas. Los ciegos saben leer, de otra manera, y tú no lo quisiste creer. 

Me gustaba pensarte, construirte a mi manera, y temía acercarme demasiado y averiguar lo contrario. Quizá no tuviera el valor para hacértelo entender. Puede que esperase demasiado de ti. Tenías ese océano incontenible de locura que me enamoraba, esa capacidad para deshacerte en un segundo. Podía leer fácilmente cómo, qué, cuándo, en qué magnitud, pero mi instinto estaba muy por encima de tu claridad. Hasta que de repente te volvías tremendamente compleja y no podía abrir las puertas porque ahogabas todo aquello que no eras capaz de decir. 

De acuerdo, yo también lo hice. Elegí lo que debía contarte. Te conté cosas sin importancia, algún que otro recuerdo. No sabes cuántas historias, reales o imaginadas, soñadas o pensadas, pude darte a conocer. Decías que no importaba la procedencia si la historia te hacía sentir algo que pudieras recordar y quisieras repetir. Solamente no lo mencioné. Tu confianza ciega, tu facilidad para creer, esa inocencia encantadora y desesperante a la vez. Eso me detenía cada vez. 

Decías que yo era libre, que tenía miedo al compromiso, que era un inmaduro, que actuaba por impulso y no sé cuántas cosas más. ¿Supiste alguna vez cómo te veía yo? ¿Te dije alguna vez cómo eras para mí?
Yo también vi todas esas cosas en ti. Por eso me gustaste tanto al principio. Por eso volví. Tal vez por eso también me fui. Eres fácil de impresionar y en algún momento dejarías de sentirte astro en órbita. Nunca quise eso de ti, y sé que no podías negarlo, que no podías evitarlo, pero tenías razón: estábamos en órbitas diferentes. 

Me habría gustado que te vieras con mis ojos, que comprendieras que no fue lástima ni ganas de huir. Si te hubieras visto alguna vez así, mientras dormías, mientras te perdías en tus lagunas extrañas, mirando las nubes cuando caminabas, o el sol esconderse en aquel callejón. Me enamoré de la niña que leía en aquel rincón un invierno. Me volvió loco aquella primera sonrisa de verdad. Me gustaba tu facilidad, tu torpeza, tus choques y tus desenfrenos, la candidez con la que te tomabas las cosas, la hipérbole natural de tu ser. Tu forma de ser, tu lentitud, tu aletargamiento de lirón perezoso. Tu boca, el hueco de tu locura, la manera de transmitirme lo que todo significaba para ti. 

No fue suficiente. No eras lo que yo necesitaba. Tú lo sabías, yo también. Y te diste la oportunidad, te convenciste por un corto tiempo de que tal vez las cosas saldrían como tanto tiempo habías soñado. Y caíste desnuda, deshojada, en una realidad en la que dormiste, viviste, fuiste conmigo, y que ya no sería así nunca más. 
Te deshice. Te destruí. No niego mi responsabilidad, mi error cometido. Yo también me pierdo y me confundo, y tú me confundías, mucho. Bien y mal. Sabías qué opción era la mejor, la más difícil de tomar, pero, ¿qué podíamos hacer? 

Hablábamos de otra forma. Simulábamos entendernos. Jugábamos con reglas parecidas que al principio se complementaban. Después, tú ya no te adentraste más. Eché de menos algo, algo que no sabía si algún día vería en ti, algo que no sabía exactamente qué era, qué podía ser. Ahí decidí soltarte la mano. Tu sonrisa colgando. Tus nervios rompiendo platos, tu barbilla temblando. Tu refugio que ya no lo era.  Tu sueño tonto, tu primer amor platónico, como decías. 

Ciertamente no puedo borrarte, ni volver a dibujarte. No me gustan las caricaturas. No puedo convertirte de nuevo en carne, pero no sé cómo disipar el humo. Es una debilidad que me trastoca, que no entiendo. Hace que me desconcentre, que deje de pensar en el mundo de los adultos pero no me deja ser niño otra vez. Puede que realmente sí alcanzaras a verme, a conocerme entre todas aquellas historias inconexas. Puede que sí entendieras lo que las cosas significan para mí, mi manera de entender, de ser, de ver y vivir. Somos dos polos opuestos que sí se tocan en algunos extremos, a un nivel muy básico. Y eso no cambia lo que sentía, lo que todavía siento. 

No puedo escribirte todas las cosas que nunca te dije, que no fui capaz de confesarte. Tú querías descorrer el velo, decías, y no sé cómo decirte que tampoco existe ese misterio del que tanto hablabas, del que estabas plenamente convencida. Luché por destruir mi pedestal, luché contra tu propio convencimiento y perdí. 
Sé que no me buscas entre la gente, sólo en tu cabeza. Sé que no preguntas, que ya no crees que merezca la pena. Sé que te alegras, que supones que es todo perfecto, que está todo bien. Y yo sé que aún te afecta, que avanzas, que retrocedes, que te hundes y vuelves a levantarte. Aún piensas que el sistema sigue siendo desconocido y no sabes que el mapa está trazado en las palmas de tus manos, en tus cicatrices, en toda tu piel, en tu memoria caótica. 

Caótica y contradictoria, pequeña y frágil, terca y cabezota, decidida a no dejarte convencer. Ésa era otra guerra que yo no podía seguir batallando. Y lo triste de esta historia es que es un final sin final. Es un punto y a parte que continúa suspendido, pero no es el fin del libro. Porque sigues apareciendo, vienes con ésta o aquella canción; con el invierno y un sorbo de café; con las flores amarillas de abril; con las madrugadas azules de un verano a medias; con las hojas caídas y las ramas desnudas de octubre o noviembre. Eres el huracán que nadie ve pasar, al que se acostumbran e ignoran, que deja huella, a veces vacío, a veces devastación, y uno no sabe si anhelarlo o echarlo de más. 

En realidad no pude elegir. En realidad, no pudo ser. Si ni si quiera sabíamos hablar, ¿qué nos hubiéramos dicho con el paso del tiempo? Por otro lado, sigues siendo una canción que alguna vez, de tanto en tanto, necesito escuchar. 

viernes, 27 de febrero de 2015

Oh,man! Wonder if he'll ever know he's in the best selling show

¿Por qué tendría que decir algo que no pienso? Y si lo pienso, ¿por qué tendría que decirlo? ¿Para exponerme a la crítica de la frialdad, la vanidad y la superficialidad? ¿Por qué tendría que mentir sobre algo que no quiero fingir? ¿Por qué disimular, hacer como que no soy así, sólo para que los demás no me digan "Cómo eres..."? 
Sí a mí no me sorprende, no me apena, no me destruye más, no me socava ya más noches. Ésta es mi realidad, donde sólo importa mi opinión y la de nadie más. Soy yo quien convive con mi conciencia 24h al día. Sé cómo soy, que puedo superar los límites de lo impredeciblemente absurdo, no al punto de coger un cuchillo y matar a alguien, ni hacer ese tipo de locuras, pero sí rayando la demencia de lo incontenible. Si me vuelvo maremágnum en un instante, no puedo sujetarme; y si se me derrama el cerebro tipo masa caliente y lloro, necesito cerrar los ojos y olvidarme de vivir. ¿A alguien le importa? Seamos sinceros: NO. 

No me sirven los papeles ni los papelones de cara al público. A veces no me importa lo más mínimo lo que piensen, para qué discutir. Cada uno verá y entenderá de mí lo que quiera, lo que pueda, y el 99% de las veces no casará con lo que yo quiera decir, lo que yo haya intentado expresar. Y cuando me importa y me desbordo, ¿qué? No hay nadie con quien pueda pasar el momento, simplemente se da la diferencia de opiniones, de estados ocupados. Así que, ¿por qué tendría que "venderme" y contentar a la gente con el mismo tipo de frases estúpidas (para mí) que ellos vierten sobre sí mismos? No me sale. No tengo necesidad de quedar bien. 

Tengo una vena, o quizá varias, que en muchas situaciones amenaza con estallarme si no le hago caso. Y hacerle caso es dejar paso a la incontinencia emocional. Me late furiosa y desesperada, me duele tantísimo que siempre creo que en ese momento me voy a desmayar. Y no puedo respirar, pero bueno, menos mal que siempre llevo pañuelos encima. Esas tormentas estúpidas, esa parte que nadie soporta de mí, ése no sé qué contra el que según todos tengo que hacer algo, soy yo misma. Lo que me parece absurdo es pedir, decir, molestarte en considerar una parte de mí junto a la que no sabes estar, que no soportas, y tener las santas narices de decirme que tengo que cambiar. No creo que merezca la pena. Me niego. Es mi problema, me como mi problema. ¿Tu problema? Cómetelo tú. 

Las autoridades morales están muertas hace siglos, porque nunca fueron reales. ¿Quién puede, en calidad de familiar o amigo, tener la desfachatez de venir a pedirte o a decirte algo, cuando lo más común es encontrarte con su ausencia o su espalda? Pues muchos. Así que sí, quien quiera diagnosticarme con problemas de autoestima, de autodestructiva, blablabla, que se ahorre el comentario. No lo niego, sé que no soy la única, pero no quiero escuchar a NADIE hablando de cosas que ALIMENTAN, para luego tener que cumplir yo con el papelón de absorbemocos. Para la risa nadie me llama, para la conversación nadie me tiene en cuenta. Entonces quiero que me dejen en paz con mi tontería y mi autodestrucción, como siempre, pero para siempre. 

lunes, 16 de febrero de 2015

That kind of love that was/is killing me

Aprender. Aprender es identificar: círculo/aro, cuadrado/caja. La Gestalt, figura sobre fondo. Fondo que tiene mil formas, mil colores y muchos más. Pero siempre hay algo que reconocemos, que hemos aprendido a no dejar pasar. Centramos nuestra atención y en cualquier otro momento, ¡BUM! En medio de una multitud, la figura sobre el fondo. 

Ahora ya no sé cuánto tiempo hace que no te veo. Y Febrero huye a pasos agigantados. Ahora vuelvo a contar los días, los días en los que todo empezó de nuevo. Bonita película. Lástima no haber pensado cuál podría ser el final. Pero a todos nos toca tomar decisiones que no nos gustan, que nos pesan y nos destrozan, ya que a veces no hay otra opción. 

Decidí ignorarlo. Si para ti no significó nada, ¿qué sentido tendría que sí lo hiciera para mí? El cansancio, supongo, las ganas de renunciar definitivamente a lo que nos pudre. Algún instinto primitivo de supervivencia, no lo sé. Y así de repente, como un fogonazo, como un rayo que cae, procedente de no sé qué tormenta, en algún lugar de mi cabeza se destruyen todas esas conexiones. Se interrumpen, chillan, gritan, cacarean, vienen y me dicen: ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? Yo trato de responder, que sí fue real, que pasó, y efectivamente, el pasado cierto también puede ser enterrado. Eso tenemos que hacer. Y lo hacemos. 

En esos momentos me vuelve la fuerza, la irracionalidad, las ganas de volver atrás y se me vuelven a caer los mocos  y las lágrimas con fuerza. (Síiii...). Lo que ocurre es que el mundo funciona de otra manera, y la vida también. Me toca recoger esas piezas, esos retales absurdos y volverlos a meter en la caja cerrada, y procurar que no se vuelva a abrir. Normalmente es fácil. A veces, no lo puedo evitar. 

Creo que he desarrollado otras formas de echarte de meno. La constante ignorancia, el total desconocimiento, me pesan, me persiguen, pero me invento excusas, pienso que estarás como siempre, aquí o allá, haciendo ésto y lo otro. Soy optimista: pienso que te va estupendamente. Lo único que extraño es alguna pista, algún signo que me diga de ti. Más alimento para mi fantasía. Es el enganche, la necesidad, la dependencia de tus palabras, una adicción que me creaste por beberte a diario. Embobarme contigo era demasiado bonito, no sé si útil, pero es mi fantasía quien más te echa de menos. 

Nunca se sabe cuándo vas a conocer a una persona tan mortalmente maravillosa, diferente, única... y que tal como vino, un día tenía que desaparecer. No me basta con recordarte, con fingir que no has existido. Hay días que se abre la grieta de nuevo, y el abismo me traga en medio de esos dos estados, y en tierra de nadie, se mezcla tanto lo vivido como lo desconocido. 

En algún momento, en algún otro lugar, o quizá a otra persona ahora mismo, le estará sucediendo algo parecido. Conocerá a esa persona, y sólo espero que la suerte una sus caminos. En caso de que no, que continúen sin detenerse, que se encuentren si han de encontrarse, pero que no caigan en el error de intentarlo solos, individualmente. Simplemente porque el peso es demasiado grande, el vacío enorme y se queda una sensación de no saber muy bien quién eres ahora, saber que ya no eres ese entonces. El pasado reciente no vale, y el pasado lejano es demasiado impreciso. 

La historia como proceso: un punto y a parte, un nuevo capítulo, no es empezar otra vida distinta ni tampoco ser una nueva persona.

lunes, 2 de febrero de 2015

Mudos

Y si el silencio sigue siendo respuesta, es porque ni le importa, ni se ha dado cuenta.
No hay nada más que añadir. 

Y así, a fin de arrancar esas esquinitas de papel que suelen traer las agendas, para ver pasar los días. Ésas eran mis horas muertas cuando daba historia. Ahora necesito ocupar mi cabeza con otras cosas. Historias aún anteriores, tan anteriores que ni si quiera existieron, y que forman un conjunto de retales extraños en mi memoria, como si realmente pudiera reconocerlas, o recordarlas, como si realmente pudiera anhelar algo que jamás viví. 

Pero no es eso, tampoco es eso. Siempre es otra cosa. Un velo más, un más allá, un día, otra cortina. Vuelve a ser de noche, vuelvo a tener sueño, vuelvo a querer fantasear y no puedo. Es demasiado tarde para volver a empezar. 

El tiempo nunca es suficiente. Sólo las lágrimas secas dibujando curvas blancas en mi cara me dicen que realmente estuve durmiendo. ¿Y sabes qué? Ni si quiera sé soñar. Ni si quiera recuerdo, ni sé qué pasa cuando cierro los ojos. Sólo sé que a menudo es lo que más me gustaría poder hacer. Dormir y ver que pasa el tiempo, que se pierde, que se va, que se sigue alejando. 

Pronto la niebla se lo tragará de nuevo, ese viejo barquito pequeño. El agua helada nos dice la hora. Las brumas blancas de otra mañana que empieza, de otro día que no ve el sol que empuja detrás de las nubes, otro día camino de morir, que lucha por encontrar un hueco entre ese maremagnum gris.

Y estas son las clases de tonterías que me habría gustado decirte, de otra forma, de otro color, en otro lugar, o éste habría estado bien, quizá. Las cosas que prometí no desenterrar. Es más fácil de lo que pensaba. Supongo que aprendí que había que dejar que el pajarito volara. El mío no voló, sólo se ha difuminado hasta hacerse invisible. Qué más da, un fin es un fin. No importa cómo. No en este tipo de historias que sólo pueden acabar mal. 

Ésta debía de ser la mejor manera de todas, ¿no crees? 
Sólo espero que realmente seas feliz, como siempre. 

viernes, 30 de enero de 2015

Sorry, I don't listen to what you're saying. Anyways, I don't care a fuck

Qué cansancio querer explicarte y que no tengas razón porque la gente dice que no y punto. Esa inseguridad entre lo que sientes, que cierra más la soga en torno a tu cuello, lo que percibes, lo que ha pasado... Verdaderamente, es agobiante, agonizante. Es un querer salir de una misma y decir: "¡Por Dios, quiero ver la realidad y comprenderlo, ser y saber de manera objetiva!". 
Pero nada. Arre, burra, arre... Sigue cerrando los ojos y pasando por el aro. Total, es obvio, tus piedras, tu camino, tu mierda, tu boca, tu garganta. Agarra la cuchara y traga. ¿A quién le importa? A nadie. A nadie hasta que lo vive. Ojalá todos lo vivieran más a menudo. 
Que mi equivocación, si es así, no resta razón a nadie, pero simplemente es intentar ponerse en el lugar de alguien, simplemente eso. 
No puedo callarme y sin más, hacer oídos sordos y volverme ciega. No cuando además, eso me supone un doble o triple desgaste mental y emocional. Yo no sé dejar mi mochila ahí tirada como la inmensa mayoría hace o parece hacer. No puedo dominar todo lo que me ocurre ni lo que me afecta. No soy dueña de las circunstancias, pero a todos los que sólo me ven como la niña tonta que se tira de cabeza a lo fácil y patalea porque no quiere, los invitaría a pasarse en esos momentos por mi cabeza y que lo vivieran, a que fuesen yo en esos momentos de ingravidez, de locura, de incertidumbre e inseguridad. El verte tan sumamente confusa y perdida que no sabes qué decisiones tomar, ni si quiera para lo más simple. Porque coges miedo, todo es miedo, miedo al miedo. 
No es tan fácil como decir "no tienes voluntad", "no lo haces porque no quieres", "si dices que no puedes, no lo haces". Querer no es poder, no lo es siempre. Una persona sola no puede hacer muchas cosas, no puede imponer sus leyes, por supuesto. Contra eso nadie protesta ni tiene nada que decir. Pero una persona que no quiere que su mierda afecte a otros, que se ahoga, que se autodestruye porque directamente le afectan las consecuencias y las circunstancias de decisiones ajenas, en temas serios, no de niñatadas, esa persona "no quiere", por eso "no puede". JA. 

Querría ser millonaria. Querría ser 20cm más alta. Querría tener conmigo de por vida a la gente que más quiero y que no me imagino no tener al lado un día. Querría que muchas cosas fueran pasa siempre. Querría poder deshacerme de cómo soy y ser de otra manera. Pero hay muchas cosas que se nos escapan de las manos, y unos lo miran sin importancia, otros lo ignoran y aprenden a vivir de ese modo. En cambio yo no. No puedo dejar de lado, desconsiderar que no tengo la fuerza y el poder para imponer lo que yo quiero, para hacer lo que yo quiero, porque en el medio de todas y cada una de mis decisiones, no sólo estoy yo. Que a esa gente le importe estar en el medio o no, es otra cosa. Pero al sufrir el atropello, luego hay bocas que buscan explicaciones. Bocas que te señalan como responsable. Bocas que te dicen que eres débil, que no tienes voluntad, que en seguida te vienes abajo. Que soluciones tus problemas porque verte mal les afecta. Entonces, ¿qué? ¿Me callo y ya? ¿No quieres escucharme? No me escuches. Pero no tengo por qué compartir sólo lo bueno y lo divertido con alguien que me ignora en el momento que necesito ayuda. Y si se trata de viceversa, tengo que estar... Aaaah. Primero soy idiota, egoísta, infantil, mala persona. Luego simplemente podría ser egoísta y mala persona, peor persona aún por no estar atenta a otros ombligos. 

Me consume este egoísmo envasado que todos aconsejan. Me consume y me agobia, me hace agonizar, pensar que en la teoría todo es tan bonito y en la práctica tengas que quedarte en tu parcelita de conciencia, pero si se trata de otra persona, tengas que ir a reír y llorar a la parcelita ajena, porque la persona te necesita. Entonces a mí no me puede importar una mierda lo que te pase, tengo que estar. A ti sí puede importarte una mierda lo que me pase, porque te sientes mal, porque te afecta verme mal, porque te pone mal que no te haga caso y pase por tu arco del triunfo. A lo mejor es que se mezclan las cosas. A lo mejor en mi caso sólo necesito que me escuches, no que me cierres la puerta en las narices. A lo mejor sólo necesito que me respondas a la pregunta que te hago, que te involucres hasta un "yo haría", pero no te estoy pidiendo un "lo que tienes que hacer es...". Una cosa es aconsejar y recomendar, y otra es que yo coja tu mano y te pida que te arrastres conmigo al fondo del agujero. En medio hay un abismo. Pero esto son teorías de loca-infantil-sinvoluntad-débil-amargada-nosécuántos. No son cosas para la gente seria. 

martes, 27 de enero de 2015

Fire and fry

- Para mí es como..., es como para ti, tu debilidad. 
- Sí, ya, lo sé. Pero ya no. 

Y es una cosa de ésas que se me escapa la sonrisa irónica cuando lo pienso. ¡Bieeen! Eso era algo que siempre pensé que jamás pasaría, pero pasó. Tenía que pasar.

"¿Me arrepentiré? Seguro".

Y tampoco. 

Básicamente soy de lecturas estúpidas, canciones tristes y dramones concentrados. No albergo nada en el cerebro, he aprendido a vivir en modo-burbuja. Lo intento. Sé que no debo. Lo intento. Pero debo de asustar a la misma realidad o algo así. 

Lo mío es estar sumergida en un momento, en un tiempo y espacio concretos y cuando me voy emocionada a contárselo a alguien, se tiene que evaporar toda esa alegría. ¿Por qué? No sé. Algún mecanismo de agotamiento antiagotamiento mental. Nunca es demasiado importante. 
El ensimismamiento brutal se produce cuando me sobrecoge la jaula mental. Pero de ese tema siempre hablo, por no decir que es el único y gran monotema monoexclusivo de mi "yo" (peor aún, mi "YOIDAD" o bacterias filosófico-alemanas). 

Y de repente todo vuelve a ser absolutamente plano. Todo pasa rápido y mi cabeza se acostumbra a querer que pase más rápido aún, pero sigue anclada en un punto dos o tres meses atrás. Soy malísima midiendo distancias. Consecuencia de ser miope y lerda. Bueno, miope es decir poco. Soy prácticamente ciega, igual que prácticamente sorda. 

Se trata, simplemente, del valor de las cosas. Cómo cambian, cómo dejamos unas atrás y otras se nos escapan. Cómo al conseguirlas, de repente pierden su valía, su significado. Me gustaría saber por qué cuanto más se tiene, más se quiere. Por qué nunca es suficiente. Y en ese sentido creo que está la verdadera libertad oculta, en aprender a dejar de "necesitar" absurdamente, tanto cosas como personas. Teoría barata, pero práctica nula. 

Me atormenta bastante el efecto rebote de las cosas, el saber que siempre estoy esperando algo y nunca sé muy bien qué. Sé que no estoy esperando nada, puesto que sigo sin creer que exista el futuro. Sólo va sucediendo, cada vez más negro, más peligroso y más aburrido, por lo que veo. Ése es el rebote de las cosas: las quieres, no las consigues, dejas de quererlas; o las quieres, las consigues y dejas de quererlas. 
¿Qué cara se supone que debes poner cuando, después de tanto tiempo, de haber perdido tanto esfuerzo deseando, de haber invertido tanto, de haberte involucrado hasta el fin y no haber logrado nada en su momento, de repente se arma el puzzle solito, como por arte de magia, y obtienes aquello que querías? 
La única conclusión que he sacado es que pasan, llegan, las "vivo" y no tengo espacio alguno en mi cabeza para considerarlas. No, lo he intentado, y llevo tres años así, pero no. En esta ciudad, por ejemplo, no hay nada que me atrape, que me cautive, que haga que quiera quedarme. No como para tirar de mí. Para mí nada de todo esto tiene un valor incondicional, sinceramente. 

Las personas. Sí, las personas que he conocido, sí. Pero forman parte de un algo incompleto. Esa parte incompleta me encantaría tenerla hasta que me muera, que formen parte de mi vida, claro que sí. Aunque puestos a elegir... Éste no es mi sitio, nunca lo ha sido y nunca lo será. Mi sitio no está con ellos. Sólo para compartir "x" momentos. El resto del tiempo... El resto del tiempo me toca estar en la nube. La nube que es mi jaula. La jaula que es mi cabeza. Mi cabeza que es mi locura. Mi locura que es mi autodestrucción. Mi autodestrucción que es lo que me mantiene viva. Viva que es lo que no me siento nunca. Nunca es la palabra para todo lo que no me sucede. Suceder es la palabra que describe de manera negativa todo lo que se relaciona conmigo. Conmigo es con todo lo que debería contar pero ni si quiera me tengo confianza. Confianza es lo que no termino de perder. Perder es lo que debería, la maldita esperanza. Ese círculo de fuego asqueroso, interminable.

Ahora sé por qué lo relaciono todo, todo con su voz y esa serie. Qué pena que las ficciones nunca sean verdad.