lunes, 29 de diciembre de 2014

Pequeña Perra Rabiosa

Se nublan los cielos y la luna muere en tus ojos. Se vuelven locura y tu sonrisa es un simple "no me conoces". Durante mucho tiempo fue así: no te conocía, pero ciertamente, así llegué a ti. Como los niños pequeños cuando fingen desaparecer tras sus manos, tratando de hacerte creer que ya no están, así era tu juego. Quizá no te viera de frente, ni tampoco aquello que escondías, pero de espaldas uno también deja huellas, como tú las dejaste. 

Tu sueño habría sido poder caminar hacia atrás y eliminar cada uno de tus pasos. La luna moría en tus ojos y se fugaba por otro lado. Ella también se escondía; no era fácil encontrarla, aunque es muy difícil ocultarse cuando uno brilla más de lo que se imagina. 

Sólo necesitabas que alguien empujara, que insistiera para robarte esa sonrisa maliciosa e hiciera algo con tu locura. Sólo necesitabas que alguien te escuchara y empezar así a poner orden y coherencia a tanto enigma. Así tu luz no sería tan potente ni tan molesta para, por fin descubrir, que tus ojos no eran tan amenazadores, ni tú tan sobrecogedoramente extraña. Sabías ocultarte muy bien, simplemente para no hacer daño, para no hacerte daño. 

Pero cuando uno lleva mucho tiempo en la sombra; cuando la carga interna es tan pesada, un día se produce el colapso y la energía empuja por salir, por brotar de tus venas y expandirse por el mundo. Entonces no se canaliza y destruye, derriba, confunde, se pierde, se aleja y rebota contra todo lo que hay a su paso. Se haría necesario un muro de contención inmenso, una fuerza superior capaz de reducirla y reprimirla, para devolverla de nuevo a su hoyo, adormecida, lista para volver otro día. Y, sin embargo, ésa no sería la respuesta. 

Era cuestión de tiempo. Algún día tú también te dejarías ver, tú también caerías de rodillas ante la vida y ya no serías inmune, ni serías su excepción. 
Tú también lo sabías y eras toda una experta es esquivarlo. Sabías cómo dejar a un lado cada cosa, hacerlas a su tiempo, sin dar nunca ventaja, ganando la carrera antes de empezarla. ¿Te servía de algo? 
El día que la ola rompía un pedazo de acantilado y éste se perdía en el océano, no había nadie para verlo caer. La gente sólo espera y se queda mientras se muestra la cara buena, y tu sonrisa vacía era una mueca que a todos satisfacía. Nadie pensaba realmente, nadie ahondó nunca en esas brumas que son tus pensamientos. 
¿De quién era la culpa? ¿Tuya? ¿Ajena? Eso tampoco te importaba, hasta que lo tuviste en cuenta. 

Un día cualquiera nos rompen los esquemas. Un día cualquiera, sin más, ocurre algo que nos hace expulsar toda la rabia acumulada, toda la incomprensión, todo el dolor. Vomitamos esa parte de nuestra existencia, aunque podríamos vivir sin tener que acumular y vaciarnos indefinidamente.
A veces es una cuestión muy simple: no saber manejar las propias emociones, y con ellas, los sentimientos. Se lidia una batalla entre la razón, la sinrazón, la irracionalidad... Nos confundimos, nos perdemos y aprendemos a dejar de reconocernos, negándonos a buscarnos, incluso a intentarlo. Ahí la cuerda se rompe y el pozo nos atrapa. Eso es lo que ocurre cuando tus ojos se tragan a la luna: la retienen dentro, dentro de ti, pero perdida en alguna parte, y no logras encontrarla aunque esté sobre tu cabeza. 

Retrocedes mecánicamente cada noche, y por la mañana estás lista para volver a empezar. Finges que el sueño te libera, y es otra prisión por la que vagas, dando tumbos en busca de la luz perdida. Quizá un único rayo de luna calme tu ansiedad lobuna, pero tu instinto insiste, agazapado, latente, esperando que relajes los hombros para intentar escapar de nuevo. 

Lo único que necesita ese aullido salvaje es que alguien lo escuche. Lo único que necesitan esas dos orejas estáticas es que alguien las divise y procure acercarse. Hay que aprender a leer, hay que releer y asegurarse de interpretar, nunca hacer lo contrario por descuido, por falta de ganas y atención. Hay que ser receptivos y estar dispuestos a descubrir, a sorprenderse de verdad. Al fin y al cabo, ¿qué podemos ocultar? 
El monstruo que todos somos, que habita en cada uno de nosotros, ése que se alimenta y vive gracias a nuestro dolor, de nuestras decepciones y del sufrimiento que nos puede inundar.... Ese monstruo no es siempre un monstruo, tampoco es eternamente un ángel: hay un ser intermedio, un ser que debería portar el equilibrio y luchar por mantenerlo. Todos podemos ser las tres cosas unas veces, y otras menos, pero no siempre, y para siempre, somos sólo uno de ellos. 

El miedo que asomó por fin a tus ojos, cuando caíste al suelo y te hiciste humana, es el miedo que todos sentimos, la voz que a todos nos ha atormentado alguna vez. 
Solamente necesitabas cerrar la puerta, dejar que las cosas se normalizaran un poco y así nunca se rompería el círculo. Ahora tienes que abrir también las ventanas y tratar de dejar que se vea. Desnudarse no es fácil, dejar que todos te vean no garantiza nada, sobre todo si nadie hace un esfuerzo por mirar más allá de esa desnudez. Todo ello requiere valor, un valor que el miedo, el auténtico y más simple miedo, frena con una pequeña duda. Esa pequeña duda puede desencadenar mil infiernos, haciendo de ese miedo el peor enemigo. 

No eras ingenua porque sabías lo que te sucedía. No eras de hierro porque realmente te afectaba. Jugar a esconderse, a guardar secretos como los críos, eso ya no eran ficciones, inocentes historietas. Y a pesar de todo, de no saber decir las cosas de otra manera, te dejaste descubrir. Porque tu luz ciega unos instantes y después ya todos evitan mirarte; permanecen eclipsados, seducidos bajo ese encanto. Tras la bruma no hay tanto misterio, sólo una chiquilla asustada que se hace mayor y carece de los medios para avanzar sin autodestruirse. 

Decías entonces que ésa era tu única forma de continuar , la única guía que no te dejaba ir más lejos y enredarte más. No importa, amor, no importa. El tiempo pasa y nos permita olvidar ciertos matices; para que no recordemos con intensidad, aprendemos a obviar y a separar los días, las sensaciones: aprendemos a medir la importancia de las cosas. Unas veces aprendemos demasiado pronto, otras a tiempo y alguna que otra, demasiado tarde. Hay quien nunca aprende, aunque sepa que su vida depende de ello. 

Sólo necesitabas un momento, un abrazo y un beso protector para liberarte. Ninguna cadena más pesada ataría esa rabia perruna, porque no hay un perro detrás de esa sonrisa irónica y enigmática, sino un lobo alejado, solitario, perdido en un mar de tormentos y aullidos, en un océano insondable que no lo mata, pero que tampoco le permite vivir. Solamente eso: no puede vivir. 

La Pausa

Debía ser cierto que las cosas pasan por alguna razón, y no importa cuánto tiempo tardemos en darnos cuenta de que sucedieron y de que había un motivo para ellos. 

Hubo una vez un espacio entre el cielo y la tierra, entre el sueño y la realidad, el espacio y el tiempo: la Pausa. 
La Pausa comenzaba entre los extremos de un puente, dos cuerpos que se tendían uno sobre el otro intentando sostenerse. La Pausa comenzó en el momento en que el inicio del puente se dio las manos con el final. Lo que quedaba en medio... Eso nadie volvió para recogerlo. Eso quedó expuesto, abandonado, en peligro de ser olvidado. 

La Pausa se inició para poder comprender. No había necesidad física o exterior de dar razones. Nadie querría nunca escuchar, salvo quien deja de dormir porque no recuerda cómo se desconecta la mente antes de rendirse al sueño. 

Una mañana fría de noviembre. La playa helada, congelada en un segundo en su retina. El mar peligroso, el agua grisácea, revuelta, plomiza, casi metal fundido. Cerró los ojos y escapó. 
Algún tiempo atrás aprendió, aprendió a escuchar el silencio bajo el agua, a olvidar que en la superficie nunca sería tan libre. Eso era la magia: un oasis de felicidad que se rompía al traspasar la delgada línea que limita entre la superficie y la necesidad de respirar. 

Una lágrima tras otra fueron cayendo de sus ojos cerrados sobre su ya muy mutilado abrigo gris claro. 
Nunca fue necesario explicarle, nunca tuvo que decir. 
Se adivinaba en sus gestos torpes y su embobamiento profundo, su sonrisa vergonzosa y su mirada clavada al suelo. Los errores, las confusiones constantes, las bobadas coloradas tendiendo al infinito horizonte. 
Nunca hubo que jurar que le temblaban las manos y la voz de la emoción aunque tratara de ocultarlo. 

Claro que lo sabía. Era un halago más. 

Todas las mañanas, muy temprano, hundía todo su cuerpo en aquella dimensión mágica. Nadaba un poco, intentaba desconectar de su propio cuerpo, imaginando que ni si quiera volar debía de parecerse un poco a aquello. 
Allí estaba sola, sola con su pensamiento. 

No había confianza, ni tampoco cercanía. Sólo cruzaban palabras tontas, sonrisas y miradas cómplices; la una confundida, la otra demasiado segura de que lo que sentía. 

El Sol llegaba allí al fondo, dibujando luces y sombras en un extraño espejo, para que luego fingiera ser capaz de atraparlas, posicionándose sobre ellas. 

Quién no querría que el tiempo se derritiera y que la Suerte, de su parte, engranara todos los mecanismos de la felicidad. Pero un sueño es sólo un sueño, y es menos aún, cuando uno descubre que no será posible, que no fue nada más. 

Fue una de esas pausas extrañas; el espacio recorrido entre dos puntos extremos. 
Ni el Sol ni la Suerte le sonrieron y aunque juraría que podría afirmar... ¿De qué serviría? ¿A quién se lo iba a contar?

La Pausa permite considerar las cosas; te deja reflexionar. Y a pesar de que uno ahogue el amor en el fondo de un cielo mágico, perdiendo de ese modo la paz, aún se puede huir una mañana fría de Noviembre, en la que el firme y rígido puente es sólo un trance más de la vida, que ha de pasar y que quieres olvidar. 

sábado, 27 de diciembre de 2014

x

Lo único que acierto a entender y decir de esto es que es una mierda pura. ¿Que merece la pena? A mí no, desde luego. Y por si no fuera suficiente, si no tuviera demasiado ya con aburrirme soberanamente, morirme del asco por no verle sentido alguno, encima aumentan los problemas. Ya no es un "no quiero jugar, estoy cansada". Directamente es un "¿para qué?". Sobre todo cuando eres una maldita peonza que es demasiado esto, demasiado lo otro, que nunca encaja en sus preciosos moldes. Mierda para mí, mierda para todos. Mierda todo. 
Supongo que es verdad y que a los 17 años hay quien lo descubre "todo". Y lo que me queda por descubrir... Sinceramente, si tuviera la oportunidad, tendría una razón para hacerlo. Pero dado que no la tengo, y que no pienso contradecirme para hacer feliz a alguien con quien no tengo por qué conformarme por ser una mierda, porque puedo estar sola y pudrirme sola, tampoco considero que me pierda algo. Que eche de menos algo. Algo más que todo lo que me falta día a día, algo más de lo que ya puedo anhelar o de lo que ya he anhelado. 
Sinceramente, lo único que me queda por experimentar es que me revienten las sienes del dolor. El día que eso pase, con un poco de suerte, espero que no me quede mucho más tiempo sentada en la oscuridad mirando a los demás VIVIR. 

jueves, 25 de diciembre de 2014

Re-Place

Dar lecciones de moralidad es más fácil que ponerse a pensar. No supone tanto esfuerzo. Uno sabe lo que moralmente está aceptado y lo que no. La teoría siempre es más sencilla cuando la dices de carrerilla, sobre todo si es para amonestar a alguien. Especialmente cuando se trata de quedar por encima. Y cuando intentas tender la mano y no dejar a alguien con la palabra en la boca, la cosa sale al revés. Depende de quién seas, claro. Cómo no. 

¿Para qué pensarlo? ¿Para qué tenerlo en cuenta? ¿Para qué decirlo? ¿Quién lo va a saber? ¿Quién lo va a escuchar? ¿Quién lo va a leer? Tu puta cabeza. Tu puta locura. Vuelve a ser lo mismo: pensar en la luna, cerrar los ojos y darte la vuelta. Con un poco de suerte, quizá, estés escuchando la música de siempre, la única que vale la pena. A veces no sirve de nada que las cosas cambien. Como las piedras, que resisten el paso del tiempo, aunque se desgasten. La locura no mata, sólo consume. Y a eso estamos. Aquí estamos. Quitando -amos. Diciendo -oy. 

martes, 16 de diciembre de 2014

Él, maravilloso y único ser.

Me gusta cuando la gente egocentrísima de la muerte estalla, dejándote en ridículo, humillándote, porque ciertamente tiene que llamarte la atención por determinado comportamiento. Me gusta ver cómo pierde los papeles, como grita en plan dinosaurio. Me gusta ver cómo me va sorprendiendo cada segundo que chilla, más y más, cómo se me apelotonan los pensamientos unos tras otros, mientras me late el corazón hasta casi reventar. No sé si me alegro de haberme callado. No sé si me mordí la lengua porque no era el momento. Quizá porque ya no tengo 19 años. Pero me ha rematado ver su transformación: la persona que se dedica a la ética, a adoctrinar a los demás, a enseñar a pensar... Cómo estalla, te dice todo, te echa en cara los favores que hizo de todo corazón por ti, porque siempre ayuda a los demás, porque es justo, blablabla... y más blablablá. Pero suelta que le vas llorando, a lo cual añade, que también todos los demás. Y sigue hablando sin nombre, pero tú sabes exactamente a qué se refiere. Entonces piensas "¿Cómo puede ser tan cerdo?". Y en ese momento que levantas las cejas de la impresión, casi se te escapan las puñeteras lágrimas, pero no. Que disfrute del espectáculo. Que se te sequen las lentillas mirando la pared, tiesa como una vela, mientras te sigue gritando y diciéndote que te vayas. Y después de humillarte, de hacerte reconocer tu ignorancia delante de más de 20 personas, te/le pide perdón a todos, que no quería ponerse así pero... Sigue ironizando sobre el tema. Sigue tal cual. Y vuelve a la carga. Nos hace un favor, nos enseña a pensar. Él, precisamente él. Ja. 

Él, que se molesta porque la gente abre la puerta dos minutos después de que haya empezado a hablar. Él, que no te deja exponer. Él, que te obliga a comprar sus libros llenos de erratas que nunca más podrás utilizar. Dinero a fondo perdido. Él, que no soporta un ruido en el pasillo y sale en busca de los causantes. Él, que le riñe exageradamente a una persona por pasar las hojas de una libreta. Él, que no se sabe ni sus horarios, que chilla porque no sabe utilizar el ordenador. Él, que te deja el powerpoint para que lo admires pero no para leerlo. Él, que entre grito y grito y movimientos histéricos no molesta a nadie, no incomoda a nadie. Él, el ser ético y moral perfecto, el modelo perfecto a seguir. 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Qué bonito es tener a alguien al lado

Déjalo. Cuando necesitas a alguien porque no soportas cómo te vas hundiendo, alguien que te sostenga un poco, no hay nadie. El mundo está demasiado ocupado. Todo el mundo tiene algo que hacer. Todo el mundo tiene una vida que seguir, una persona a la que se debe, una afición, un quehacer que no puede dejar de lado para darte un dedo, ni si quiera echarte la mano. Y fíjate, si la cosa es al revés, el mundo puede mandarte un diluvio universal. Basta que te mueras de dolor, de cansancio, de depresión... y quieras un día, dos o lo que te dé la gana, que pase el tiempo, para sentirte mejor. Entonces cualquiera de los que no estaban hoy, a todos aquellos a los que estorbabas, todos aquellos que no te incluyeron en sus planes, en sus conversaciones, en su rato libre, etc., volverán para reclamarte, para pedirte, para decirte que y bajo qué condiciones. ¿En serio? Sí, en serio. 

No te deprimas, siempre puedes contar contigo aunque necesites a alguien. No te vengas abajo, aunque la mierda te ahogue. No te sientas sola, si siempre lo estás. No hace falta que grites, ya lo haces a diario. No te derrumbes, si vives hecha ruinas. No llores, porque nunca sonríes. No estorbas, porque nunca estás. No es nada, es sólo que no hay tiempo. No hay tiempo porque todos tienen algo que hacer y tú no. Tú no te preocupes, ya encontrarás algo, algún día, cuando los planetas se alineen. No te rayes, aunque te dijera que tú siempre estuviste ahí pero que sabía que nunca sucedió al revés, tienes que estar, porque tienes que esperar que esa persona no se quede sola, que estés pendiente de estar disponible para cuando tenga un problema. 

No pasa nada. No te lo mereces. Es tontería. No esperes nada. Sé egoísta, pero si eres egoísta igualmente no le gusta a nadie. Tranquila. Ya sabes que la gente que más daño hace es la gente que realmente importa, no los desconocidos. ¿Para qué te vas a plantear el problema de otra manera? Importan más los nuevos y malos conocidos que los amigos-pared de años y años. La confianza da asco, pero da asco para según qué cosas. Cuando tú necesites algo, no se te ocurra pensarlo, ni lo sueñes: si no hay nadie, es porque no tiene que haber nadie. No lo necesitas. No te lo mereces. 

jueves, 11 de diciembre de 2014

I turned to look but it was gone

Pasé años ignorando su canción a propósito. Pasé años esquivando ese nombre, salvo alguna que otra vez que sí la escuché. Y me enamoró, claro, aunque volvía a olvidar su nombre. Pero debe ser verdad que hay una canción para cada momento y entonces no era ella, no era su turno. 
Nunca sabrá lo que me hace su voz, la magia de su guitarra, el poder de sus versos. Nunca verá las imágenes tipo sueño que me inundan, cómo me veo hundiéndome en un mar, sumergiendo la cabeza y dejándome llevar a esa sensación de tranquilidad. Cómo me calma, cómo me desata los nudos de la histeria, cómo poco a poco ha hecho que la necesite. Cómo busco el fondo donde descansar y quedarme.
La magia realmente existe cuando hay canciones como éstas, cuando existen o han existido grupos como éste. Me sirve de claraboya, de chaleco salvavidas. Es mi necesidad, mi sueño, las palabras que yo nunca podría decir. Viene de la nada, pero esa nada es en verdad un todo, una parte más de mí que vino de la mano de alguien realmente importante. Y no se ha marchado, la música nunca nos deja a no ser que nosotros la abandonemos.
Quizá el día que pierda definitivamente el oído no pueda disfrutarla, no pueda volver a emocionarme con ella. Puede que algún día otra canción le robe su lugar, el que ahora ocupa como necesidad, como calmante, como felicidad. Pero sé que es demasiado especial, que no la elegí hasta pasado el tiempo y por ello se merece mucho más espacio en mi desastrosa memoria. 
Quizá algún día, si vuelvo a estar en el delirio profundo de la fiebre, pueda experimentar otra vez esa sensación que me trae esta canción, pero no provocada por ella. Esa cercanía al fin, algo así como cuando Janis decía: good was good enough, se está tan bien... Y algo que te hace sentir tan bien no puede ser malo. Pero si lo es, no me importa que me destruya. No ella. No a estas alturas. 

martes, 2 de diciembre de 2014

You know that I'm not good

Para empezar a hablar, hablo muchas veces de banalidades diarias y tontas. Hablo del tiempo, del frío o del calor según sea la estación. Y la lluvia, su ausencia o su presencia siempre es importante, real o metafóricamente. A ninguno nos gusta tener los pies mojados, supongo, y si podemos, evitamos el charco. Pero a veces tenemos esas ganas irremediables de meter el pie de lleno y saltar, sin importar a quién salpiquemos y lo perdidos que nos pongamos. Ése era el tipo de cosas que te gustaba hacer, según decías, de pequeño. Un charco era un mar desconocido, con islas desiertas a las que cualquier pirata querría llegar. Pero una vez trazada en el mapa, ¿qué más ofrecía la isla ya descubierta? 

Trataba de imaginarte con aquellos rizos salvajes y esa mirada tan enigmática con unos 8 o 10 años. No fui capaz. Intentaba darte una expresión más relajada, diferente, como aquella mañana en lo alto del reloj. Juraría que el horizonte te tenía atrapado, que las olas te hablaban en un idioma que ya anteriormente conocías. Nuevamente no supe qué pasaba, qué pensabas. Entonces era un tú, un yo, un nosotros. Ese instante sólo eras tú. Tú. TÚ. 
Habría olvidado aquellas vistas o aquellas noches sólo por saber qué se te pasaba en aquel momento por la cabeza. Qué tenía aquel faro a lo lejos, aquel muro de piedra para ti. Aunque no es difícil adivinar: un animal deja rastros por donde quiera que pasa, lo único que yo tardo más en percatarme de sus huellas. 

Volvía a ser el puzzle complejo difícil de armar. Volvía a ser el día y la noche. Mi estupidez contra tu forma de ser. Mi estupidez contra ti mismo. Mi estupidez contra mi propia estupidez. ¿Sabes qué? Volví a perder. Me juré que no, que las tonterías se pasan a cierta edad, y me creí ya mayor. Lo suficiente como para saber lo que hacía, que ya no se cometen errores por segunda vez cuando aprendes que el dolor no merece la pena. Me subestimo a menudo. Nunca deja de sorprenderme mi agudez mental, mi maravillosa inteligencia. 

Teníamos todo el tiempo del mundo. Teníamos el mundo entre las manos. Nuestras manos se enlazaban. Si se enlazaban, ¿qué podía fallar? No fallaba nada si no había una promesa. No prometimos porque lo consideramos innecesario. Era innecesario porque los dos queríamos. Queríamos porque nos gustábamos. Nos gustábamos porque... Porque un día me devolviste la risa. Sin la risa no se puede vivir. Yo no sé vivir porque no sé reír, reír de verdad, como una niña. 

En aquellas noches que me contabas, siempre te imaginaba pequeño, mirando el cielo inmenso con una media sonrisa, media pero de pura satisfacción. Y le ponía formas, colores, aromas, sonidos, movimiento, grosor... a todas las palabras que salían de tu boca, que yo no veía, que procuraba recoger, que intentaba apresar. ¿Qué podía tener más valor para mí, a parte de tu presencia? Tus palabras, tus historias. Las pocas veces que hablabas de ti, las pocas veces que parecía que ese velo se iba a correr. Y es cierto: tenías que explicármelo todo. 
Automáticamente me censuraba. Me arrinconaba a mí misma en una esquina pequeñita, una caja, un hueco azul oscuro perdido en un fondo negro. Agachaba la cabeza, me encogía y me ponía a llorar. Nunca llegaría a ti, nunca llegaría a conocerte pero... ¡me hacías reír tanto, me hacías sentir tan bien, me dabas tanto...! Todo lo que no creía que pudiera llegar a sentir, para bien, para mal. E intenté convencerme. Si tú aún no te habías ido, era porque de algún modo podíamos. 

Me vuelve a pasar. Que te escribo sin saber de ti. Que te pienso sin darme cuenta, por más que intento reprimirme, que me riño en cuanto soy consciente. Me puede el pulso, la mano con la que no sé hacer grandes cosas, con la que sólo sé trazar, pintar rayitas y palitos que acaban sacando la locura bestial de mi cabeza. Las dos ideas acordes que me quedaban se funden y me anulan. Las otras me abandonaron esa misma noche. No. Claro que sé que no volverán. Se fueron contigo.  Son producto de la confianza, de la sensación de que todo va viento en popa. 
Y así, como un barquito velero, me veía feliz y sonriente manejando mi timoncito. Estaba empezando a izar las velas. Dejaría que las cosas siguieran así, que llegáramos a donde tú quisieras. Los últimos días había ido aprendiendo un poquito. Empezaba a comprender-te. 
No soy buena para escuchar las medias voces, sólo los gritos y los estruendos. Yo miraba de frente, no veía las nubecitas transformándose en un nubarrón plomizo. Plomizo. Plomo. Ésa fue mi sensación. En cuanto me miraste y se me quitó la sonrisa de beata inocente, me di cuenta. Esos momentos son los únicos en los que he aprendido a leerte perfectamente. Es la única sintonía que tengo contigo: las malas noticias. 

Hace exactamente tres meses. Soy una enferma. Te juro que me reniego, que me enfado de verdad cuando me descubro pensando de nuevo, y sigo sabiendo cuántos días hace que no te veo. Bueno, en realidad, eso tampoco es cierto. La verdad es que te he seguido viendo. Pasas de largo cruzando una acera. Miras al lado contrario si cruzo la calle por delante de tu coche. Giras sobre ti mismo si estoy al otro lado de la barra. Miras por la ventana o los cristales de la puerta antes de entrar. Tu gesto mudo y serio. Saber que me atraviesas si por casualidad estoy debajo de tus ojos. Me tiembla la barbilla nada más mirarte. Me tiembla todo el cuerpo en cuanto pienso que te he visto a cien metros. Si solamente pienso que eres tú. 
Cuántas veces huyo para llorar sola y me meto el puño en la boca para ahogar el sonido. Cuántas veces espero a que te vayas, posterior bronca de un jefe que dice que no atiendo, que vaya pensando lo que quiero hacer, si es necesidad o simple capricho, pero que está claro que no es mi prioridad. Y supongo que le puede ver mal a su amigo, que hay quienes no saben que no tienen por qué escoger. Pero si le duele, si te duele, abandono para siempre. 

Llegué a esta cafetería de casualidad. Mucho antes de verte. Mucho antes de que cambiase de dueños. Siempre me imaginé que algún día fuera mía. Esos primeros amores sin sentido, ya sabes. Un capricho bonito, ese algo que uno siempre habría querido tener, aunque fuera en la imaginación. Y en aquel rincón se me consumió la imaginación hace mucho tiempo, pero no se me pudrió la fantasía. Ésa no se muere, sigue existiendo, aunque yo no sepa vivirla. 
Hace como dos horas que se me ha helado el café. Este año hace muchísimo más frío. Es un noviembre triste como hacía mucho que no recordaba. Tengo esa sensación molesta en los huesos, el nervio en el pecho. Éste es mi último vistazo por la ventana, igual que aquel día en lo alto del reloj. Ahora sé por qué no me llevaste al muro, por qué no me acompañaste al faro. Sus fotos son mucho más bonitas. Ella en sí es mucho mejor. No es un simple puzzle descolocado que eres incapaz de encajar con tus piezas. 

Cosas de la vida, la suerte, el destino, la casualidad... A mí me tocó venir desparejada, contradictoria, confusa y ella vino perfecta, perfecta para ti. No es cuestión ya de echarte el pulso, de sentir rabia, miedo, lástima, dolor, de intentar. Sé que no viste nada. Sé que te volviste a equivocar. Sólo me duele no ser, no poder ser, no tener en mis manos la solución, pero no me saldría fingir. 

Yo sólo quería inventar. Creía que podía inventar contigo, intentarlo al menos, pero ya hemos visto que no. Que es imposible porque no sé ni cómo mantener una conversación contigo, hablada, escrita, ni si quiera imaginaria. No hablo tu idioma aunque tú comprendas el mío. Es mi problema, mi mente estrecha, mi locura y mi oscuridad, las mismas que te alejan.

sábado, 29 de noviembre de 2014

Cause everything's so wrong and I don't belong living in your precious memories

Hay quien toma decisiones que te implican sin realmente tenerte en cuenta. No llega a ser un "decido por ti" porque tampoco es ésa la situación. Pero te afecta, te incluye por alguna parte, te empuja a un lado, o te somete a algo que quizá no quieras. Sin más, no es algo que tú puedas escoger. De poder hacerlo, no lo habrías hecho. Pero quién sabe. Quizá era lo mejor que podía pasarte, y mientras, descubres el modo en que debes tomártelo, la mejor forma de entenderlo. Era lo más cómodo, lo más fácil. Así no hay que decir nada, no hay que justificarse, no hay que encontrar, explicar el motivo, explicaciones que tampoco habría por qué dar. Sí, muy contradictorio pero es muy sencillo: si no quieres vender algo que sabes que alguien desea, no llames a esa puerta. Tampoco es rencor ni nada parecido, recriminatorio. Es que me ahogo si lo pienso, me destruye por un lado, pero estaba claro. No sé, supongo que es sólo la sensación de ridículo, de haber sido tan absurdamente cría cuando no debería haberlo sido, la prueba de que no había cambiado en absoluto. La sensación de no valer una mierda, de tener un vacío, un algo que nunca podrás dar, que nunca sería suficiente... Sigo siendo nula para admitir que lo imposible es imposible, por más que quiera darme cabezazos contra la pared y olvidarme de esa idea. Cosas del estar loca. Consecuencias de haber empezado a leer lo que no debía con la edad equivocada. 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

No es "para..." porque es para Nadie.

Es una foto en blanco y negro de dos personas mirándose a los ojos. Una le dice a la otra que ese día, estando tan cerca, admirando su belleza, sus ojos... fue el día que descubrió, que vio claramente el reflejo de quien siempre había querido ser, su yo real, en la profundidad de aquella mirada. Entonces supo que cada vez que están lejos, parte de su persona se queda en el fondo de aquellos ojos. 
No son exactamente las palabras, pero más o menos traducidas, es lo que dicen. El reconocerse en ojos ajenos, el verse por fin feliz, no en el sentido de que alguien tenga que completarte para poder ser mejor persona. Sencillamente maravilloso, perfecto, sincero. Demasiado bonito pero es real. 
Sigo pensando que tal vez, algún día, pero me puede la seguridad de que nunca será posible. Cuando ha podido ser, yo no estaba dispuesta, porque sabía que más adelante me echaría atrás, porque no era justo para él, porque para qué hacer daño gratuitamente si no estás segura de lo que sientes. Cuando más he querido, simplemente, nunca se han alineado los planetas para que la casualidad fuera posible. Y cuando parecía que era, al final resultaba ser todo lo contrario. Mentiras y malos rollos, excusas y ensayos y errores, un "creía que sí, pero no". Entonces a él no le importaba si a mí eso me hacía daño, no en un sentido más serio. Se me acabaría pasando, claro. Lo mejor era hacerlo rápido y cuanto antes, dejar el muerto atrás, el problema para mí. En parte lo entiendo, pero en parte me duele y no puedo asumir una de las dos posturas sin más. Sólo sé que las dos son posibles, y será contradicción, pero es lo que pasaba, lo que tenía que pasar, lo que me pasará en algún otro momento si Dios quiere. 
Es eso, que a todos nos gustaría tener a alguien con quien compartir mil cosas, aunque fueran las más tontas. Alguien con quien poder contar de verdad, con quien sobren las palabras, aunque no sea una relación completamente seria. A todos nos gusta que nos traten, que nos quieran, que no nos dejen de lado. Aunque necesite mi espacio, aunque sea terriblemente difícil e insoportable... Pero ojalá me pasara un día lo que a esa pareja de la foto. No se pueden imaginar cuánto les envidio, en el buen sentido, y cuánto les deseo que sea por mucho tiempo, si es posible, para siempre.

viernes, 21 de noviembre de 2014

XI

¿Por qué no odiarse? ¿Por qué tener que conformarse con lo que uno es y tener que alegrarse? ¿Por qué creerse aquello de "quererte para que los demás te puedan querer"? ¿Por qué no eliminar, recortar, hacer desaparecer, hundir... todo aquello que no te gusta de ti? No es lo mismo, claro que no. Si alguien dice que el físico no importa, miente. Cuántas veces he escuchado lo de ser guap@, y lo de "sí, pero está buen@". Eso me hace pensar que incluso siendo un espantapájaros, si tu cuerpo es maravilloso, con eso basta. Obvio. ¿Quién no querría un cuerpo perfecto, quitarle, añadirle, montar y desmontar? Ojalá fuera tan fácil. Ojalá no fuera importante, pero lo es. Demasiado. Lo que más. Sobre todo en la juventud.

jueves, 20 de noviembre de 2014

IX-X

Paso de la euforia al salvajismo, del salvajismo a la tristeza, de la tristeza al salvajismo, y al final es lo único que queda. Una simpleza llana, absurda, límite, para la que no hay muros de contención. Querría ser racional pero no puedo. No me sale. No puedo estar capacitada para tomar decisiones si un estado así me embarga constantemente. No puedo renunciar. No puedo aceptar. No puedo avanzar. No puedo liquidar más el tiempo. No puedo dejarlo estar. Simplemente, cae la noche y no quiero dormir, pero quiero dormir para no pensarte, para no saberme más sola a estas alturas. Porque de noche no se puede hablar con nadie. De noche no se molesta a la humanidad, por eso estoy fuera de ese juego, porque hace mucho tiempo que solamente soy  un pedazo de carne. Prácticamente desde que me concibieron. 
Si tuviera vajillas físicas que romper, serían una cadena infinita de catástrofes hechas añicos. Añicos que luego intentaría pegar y recomponer, mientras sigo rompiendo más y más. Pero esos pedacitos no se reducen jamás lo suficiente, nunca son polvo. Y si no son polvo, no desaparecen nunca. Si no desaparecen, me ahogan. Y me están ahogando. Y ya no quiero. Ya no quiero dormir para no darme cuenta de que todo es un pequeño lapsus de tiempo. Porque el día es la ficción. Porque la noche es mi realidad. La noche es mía. La noche soy yo. La noche es oscura y fría. La noche es solitaria, vagabunda, siempre perdida. No tiene sol que la alumbre, sólo sombras que llegan desde lejos para hacerla peligrosa, silenciosa, perturbadora. Y el silencio y la soledad son esos huecos vacíos de sus calles a los que tanto temo. El miedo a quedarme ciega y sorda del todo, pero nunca muda. Nunca puedo perder la voz. Nunca se interrumpe este hilo maldito que se llama pensamiento. Eso jamás deja de apresarme, de torturarme, de dejarme claro que es él quien manda, que yo sólo aporto los ojos que lloran, la impotencia muscular, las ganas de desaparecer bajo la tierra o esfumándome en la nada. Y el día sólo es ficción, porque la noche no camufla las locuras, sólo las potencia, las construye, las transfigura, las corrige, las llena, las hace verdaderas. Durante el día es posible llevar un traje. De noche, el traje se te hunde en la piel, y se queda contigo para siempre, esperando simplemente a que te mueras. Hay muchas formas de morir, pero ella usa la peor: matar en vida es más eficaz. Luego cada uno, toma ya la salida que cree conveniente. Y yo no puedo salir. No puedo dejar de pensar. 

martes, 18 de noviembre de 2014

VIII/2

Y para variar, no vas a decirme nada, porque obviamente no tendrás nada que añadir, ¿no? Ja.

VIII

No sé si tiene gracia o no, pero es increíble lo mucho muchísimo que se puede venir una abajo, hasta el punto de no tener libido alguna ni ganas de nada, así como de ponerse mala por un disgusto. Y sí, cuanto más nerviosa y más insomnio, más gorda. Ese punto en el que vestirse es como para echarte en la cama y ponerte a llorar; salir de casa y estar deseando meterte en la cama para no verte, no encontrarte con el espejo, para no ver a ninguna otra por la calle con su tipín maravilloso incluso con 23 capas de ropa encima. Quién volviera a tener 16 y no dejar que nadie me consumiese así. O tener voluntad y no este eterno cansancio, poner algo de mi parte para cambiar realmente. El próximo paso. Ojalá alguien me empujara para seguir andando.

Mundo inerte

Me gustaba imaginar que me hallaba ante las puertas del paraíso, que cada vez que las cruzaba no iba a un refugio, sino a mi verdadera casa. Pero eso fue hace mucho y el lugar, poco a poco, se fue convirtiendo en las ruinas de un mundo perfecto. Ruinas fueron el tiempo detenido, el silencio absoluto, el brillo apagado de sus paredes y suelos azules, y aún así, parecía que todavía quedaba algo. Quizá una chispa de vida escondida en algún lugar. Siempre pensé que la Reina de Mayo volvería en algún momento, o quizá El Cuervo, o la suerte. Tal vez la luna. 
Un día simplemente era una especie de judía encogida sobre mis miembros, para después volver a convertirme en el Lobo Negro, el símbolo de la locura, la oscuridad, que prefería esquivar aquellos miedos y encontrar la manera de no enfrentarse a ellos. El futuro no era un sueño, sólo una pesadilla propia de un niño pequeño. El futuro no tenía nombre, ni consistencia real en algún sueño o deseo. Tampoco formaba parte de mis ganas llegar tan lejos. Eso era lo que realmente me paralizaba, descubrir que más adelante no había nada. 

Pero para qué contar los caminos andados y volver a deshacerlos en pasos inexistentes. Huellas invisibles de un recorrido que yo no elegí, una tortura a la que siempre fui contraria pero que, tal como marca la ley de las circunstancias, simplemente no pude evitar. De ese modo dejé de entrar en ese Mundo Azul, el lugar que se erigía como la promesa de un algo mejor, de un futuro que, siempre y cuando no fuera perfecto en realidad, para mí sí lo era porque era lo único que tenía. Era lo único que realmente podía decir que yo había construido, no propiamente con mi imaginación, pero sí cosiendo durante años lo que toda la gente que conocía me iba aportando. Por eso era mío, porque sólo yo sabía en qué lugar, en qué rincón se escondía cada significado, así como la relevancia de aquel. 
Llevo mucho tiempo intentando darle de nuevo algo de vida, tratando de recuperar la luz de entonces y es hora de que me dé por vencida. Si me rindo, lo hundiré finalmente debajo del mar, del océano insondable que es el mundo, la vida en sí misma. Lo eliminaré hasta que no sea más que recuerdo, y ni si quiera éste podrá servirme ni reconfortarme nunca jamás. No se trata de ninguna aberración ni tan sólo fantasía. No se trata de un castillo en el aire; de un amanecer, de primavera o verano, con su luz azul en torno a las 7 de la mañana; o de un tonto delirio febril. En parte sí lo es, pero si tuviera que definirlo así, sólo estaría describiendo una cara de la moneda, la parte iluminada, quedando en la retaguardia esa cara de la luna que nunca llegamos a ver. 

Es cierto que está construido sobre la imaginación, que se alimenta de la propia vida, de la ilusión. También está hecho de locuras y deseos, de cuentos, de decepciones, de mareos, de promesas incumplidas, rotas, vacías, olvidadas... De daños, de alegrías, de lágrimas y de risas. Me sirvieron tanto ogros como hadas, como caminos de piedra de un noviembre dorado, y soles de mayo que yacen encendidos artificialmente. Tiene pequeños detalles de amigos y horribles gestos de personas que creí importantes. Esconde en sí mismo todas las noches que la música hubo de salvarme, así como todos los días en los que dormir o rendirse no me estaba permitido. En alguna parte estarán mis alas, así como todas las cartas escritas a Nadie, a Alguien y a mí misma. Allí están todas las voces cuyas canciones y versos escriben esas paredes, por no decir los libros que hacen de pilares de este mundo ya vacío. Con él hundo para siempre mi último cartucho, la decisión definitiva de desaparecer y darlo ya por perdido. Sinceramente lo he intentado, era lo que más quería. En su momento creí que cierto rayo de sol le devolvería la vida, y en realidad ha sido sólo rayo. 
Así que únicamente deseo que se hunda, que se pierda y se me olvide. No merece la pena seguir esperando. No merece la pena creer que hay ciertos vacíos capaces de llenarse alguna vez. El verdadero valor de este mundo es que era una promesa, por eso yo no suelo comprometerme ni prometo nada, porque sé lo imposible que es verse dentro de un papel que no queremos tener. No cumplo nunca las expectativas de los demás, por eso no me atrevo a tenerlas sobre nadie. Solamente digo que, si sabes que no vas a poder hacerte cargo de algo, que a veces es mejor no pronunciar las palabras que terminen por sellarlo. 

Imagino que desde algún lugar estás mirando, que desde alguna parte estás leyendo, esperando que llegue el día en que se me pase cualquier ataque de locura. Y simplemente te digo que esto es para siempre, pero que una se deshace de las cosas que dejan de serle útiles, por más que quiera arrastralas consigo. Supongo que en algún momento empecé a cambiar, aunque casi no lo note, y por eso ya no tengo esa capacidad para fantasear, para creer que las cosas todavía pueden ser. Y no tiene sentido perderse intentando resucitar aquello en lo que la realidad ya no te permite creer. Sé que es sólo autoprotección para que no me ilusione, pero necesito detonar este rincón maravilloso. ¿Sabes por qué? Porque de ahí nació mi delirio. 

VII-VIII (o cómo caer)

Lo suyo sería cerrar los ojos y dormirse pero se hace imposible y el reloj no perdona. Cuando casi casi consigo quedarme dormida, al momento me desvelo. No sé qué es, pero algo me obliga a seguir despierta, a tener los ojos abiertos mientras me desespero sin ser capaz de llorar. Al final acabo en pie con un dolor de cabeza que me taladra hasta la moral, haciéndome olvidar que no estoy sola en el mundo y que debería haber aprendido a dejar de ser un animal. Poco a poco me voy irritando más y vuelve el dolor que me hace tropezar. Por fin el bendito café asqueroso que tanto odio, pero sin el que he aprendido a no pasar una mañana. Mucho menos, una de éstas. De regalo para mi paciencia, otro. 
Al final me obligo a olvidarme del cansancio y decido hacer algo por la vida. Acabo perdiéndome y pensando lo ridícula que puedo llegar a ser, por más que me haga gracia. Intento no imaginarte pasando por allí, rondando por alguno de esos balcones. Te reirías, obvio que sí. Y el resto de la tarde se va por esa ventana; una conversación y una figura en penumbra terminan por consumirla. 
Lo malo de creer que un día no ha sido tan malo es cuando caes en la cuenta de que te has equivocado. Cuando acabas de nuevo envolviéndote en la taquicardia de la inseguridad, se te bajan del todo las defensas y acabas medio delirando y en tensión. Sí, otra vez. Y, ¿por qué? Las debilidades pesan más de lo que la razón quiere. Aquí siempre gana el subconsciente. ¿Algo que objetar? 
Sólo agradezco que sea de noche, que por unas horas pueda enterrarme sin soñar, casi sin respirar. Y mañana será otro día, y pasado será otro más. En serio, no pensaba que pudiera serme tan difícil, ni sé a ciencia cierta qué es lo que llevo peor. Cambiar no ha cambiado mucho mi situación, sólo la manera de sentirme. Sólo que suele ser todo. Todo que suele hundirme. Y querría que hicieras todo lo contrario, porque mi estúpida guía brújula me obliga al todo o a nada, pero sigo abogando por el término medio. Sigue dándome miedo lo que tantas veces he intentado esquivar. Y casi lo consigo, pero hay días en los que no me sale. Hoy no me ha salido.

lunes, 17 de noviembre de 2014

VI

¿Merece la pena? ¿Es necesario? Soy nula para empezar de cero, para aprender a andar de nuevo. Intento no tirarlo todo por la borda pero es mi especialidad. De poco o nada me sirve creer que he aprendido algo. Es muy simple: ¿qué tengo? ¿Qué me queda? ¿A dónde voy? ¿Qué hago con mi vida? 
No me satisface pensar en acabar esta carrera de mierda a la que no le veo utilidad alguna para mí. No me llena, no me gusta, saca lo peor de mi existencia. Y no es su culpa, obvio. Es mía porque no sirvo para ésta ni para ninguna otra. Y me niego a vivir en el microcosmos maldito, un lugar donde nunca he encajado y donde ya definitivamente no encajaría nunca. Prefiero consumirme de otra forma antes que verme cercada con días en cadena para el resto de mi vida en esa nube oscura. No querría volver a estar como si tuviera 15 ó 17 años, sin hacer nada, sin ver otra cosa. Porque sí, todo el mundo cambia, pero no me trago ese egoísmo de "yo y mi pareja" y "no tengo tiempo para nadie más". ¿En serio? 
Paso de ser de esa generación que cuando tenga 30 años ya habrá hecho TODO lo que se supone que debería estar empezando a esa edad. NO quiero llegar a los 40 habiendo tenido ya un crío, que esté yéndose de casa y pensar: vale, ahora ¿qué hago con el resto de mi existencia? No sirvo para eso, ni para estudiar, ni para limpiar, ni aguanto a los críos. 
¿En qué cajón maldito se supone que voy a meterme? ¿Qué grado de locura habré alcanzado para entonces? Y Dios no quiera que esté diagnosticada de algún putosíndrome extraño, drogada de pastillas y toda la puta mierda que no aplacarán la locura. O peor, acabar en un psiquiátrico, sin poder decidir qué hacer. No sé qué cárcel es peor, pero todas me parecen eso, una cárcel. 
Por eso me machaca tanto querer saber qué tengo que hacer, no poder elegir, no poder decidir, no tener capacidad alguna para servir para algo. No me creo que sea cosa de años y de práctica, de ganas, de cambios de actitud, de blablablá. Que no, que no me convence que la felicidad se la construya uno mismo y la guarde en un tarro de cristal. Que es imposible que me levante y piense: Hoy va a ser un buen día, y que lo siga siendo mientras te ves yéndote cada vez más a la mierda, más abajo, más putas bofetadas, más traspiés de mierda, más saber que lo tuyo es nada, que no tienes nada, que es cero quien te entiende, que es cero quien te soporta... No hay cojones de tragarse la frase "Cambia tu actitud, sé positiva". No me sale. Es imposible que lo podrido deje de estarlo. La carne muerta, muerta está. 

domingo, 16 de noviembre de 2014

V

No sé por qué, qué jodida paranoia. Suele pasar que la gente que me es más afín, que más quiero, que me aporta un no sé qué diferente, que mejor me entiende o qué sé yo, la mayoría tienen conexión con los gatos y los ojos verdes, semiverdes o en esa línea de marrón y verde. Será mi dichosa obsesión por haber querido salir a mi abuela y no parecernos ni en el blanco de los ojos. Pero sí. Padres, amigas, amigos, los tíos que me han gustado-me gustan... O.o 
Y toda esa gente es de ideas claras, fijas, demasiado independientes, fuertes... Cada uno lo ha pasado mal a su manera, a cada cual la vida los ha puesto contra la espada y la pared y han salido solos. Igual tengo un imán que me empuja a ellos, a buscarlos, a quererlos. Lo extraño es que sigan quedándose cerca, eso es lo que no termino de explicarme.

IV-V

"Yo no creo en las casualidades, no creo que las cosas pasen porque sí".

Es el tipo de frase que me gustaría creerme muchas veces, que las cosas no pasan porque sí, que en alguna parte está todo escrito. Por otro lado, aunque personalmente sí pienso que algunas cosas me pasan por X razones, porque parece que está todo planeado para que no deje de equivocarme y siga cagándola, también pienso que es tristísimo pensar que la vida está medida, escrita, limitada en alguna parte. 
Tiendo a pensar que el destino no existe en parte, pero que en parte sí. Que la vida no tiene conciencia, que se dan ciertas situaciones, coincidencias, accidentes, y ocurren situaciones en las que la suerte nos sorprende, o desgracias que nos destrozan la vida. Creo que es triste martirizarse, pero que no lo podemos evitar. Nos sucede algo y nuestro cerebro necesita saber el por qué, situarse, descubrir qué falló, qué pasó para que tal cosa sucediera. Unos lo interpretamos como señales de algo, otros no le dan mayor importancia. 
Sinceramente, no lo tomé ni lo tomo como señal de nada. Siempre supe lo que iba a pasar, que era nada. Eso lo tuve claro desde el primer momento. Igual que sabía que también esto tendría que llegar algún día, también desde el primer momento. ¿Problema? No lo sé. Supongo que es cuestión de acostumbrarse. Que un día irá sucediendo a otro y bueno, no tengo problema: consumir el tiempo y hacer que no valga para nada, tirarlo, desaprovecharlo, arruinarlo, ésa es mi especialidad. Es más, tengo ganas. Ganas de saber qué pasa más adelante. Esa mierda de pregunta que ronda las RRSS, sobre si tu vida fuera un libro, si querrías saber el final o no, si mirarías la última página. Yo la miraría. Sabría el final y no sé si cambiaría mucho mi visión, si mi esperanza maldita y odiosa dejaría de retar al destino, de sentarse a esperar un milagro en el último momento.
Lo bueno es que la Bestia sigue dormida, que no llora, que no se hiere, que no consigue hacerse daño. No es tan fácil borrarte del todo, no es tan fácil aparcar todo otra vez, volver a empezar. Pero eh, ¡quién sabe! Será muy ingenuo por mi parte, pero quizá algún día consiga olvidarme y arrancarme ese trozo de carne inservible, como tantos otros =D 
Que sí, que no es fácil recomponerse, ni lidiar con los delirios y la locura. Podría decir mil cosas y ninguna sería cierta. Cuando llegue cierto momento, X día sin fecha, me daré cuenta de que bueno, fue una tontería, una de esas tantas que me creí, nada especial. Sólo una absurdez más. Sentiré vergüenza, como no siento ahora, sino aún mayor, y querré meterme bajo tierra, más que ahora, pero bueno, habré sabido mejor discernir entre la realidad y la REALIDAD. Lo de loca es para toda la vida. Lo de buscar es para toda la vida. Lo de cagarla es para toda la vida. Y yo seguiré esperando, tontamente, que algún día se me pase la diarrea mental, la tontería, la locura absurda, las ganas de algo mejor, de algo de verdad. Porque en cierto modo, ni me importa cuánto tiempo pase, ni si me arrepiento en un futuro. No quiero pero no es opción pensar otra cosa. Chi, arrivederci sueño bonito. 

viernes, 14 de noviembre de 2014

III

Norte de mierda, nunca te encuentro. Norte de mierda, ¿en serio es necesario elegirte? Entonces elijo la necesidad de seguir viviendo sin guía ni tiempo. Nada de perderse para volver a encontrarse. Si no hay dirección, ni interés por ir a ninguna parte en concreto, dejando que pase lo que tenga que pasar, esquivando lo que se pueda esquivar, prefiero hacerlo así. 
Contar piedras en vez de contar días. Contar nubes en vez de contar segundos. Bajar la persiana, cerrar los ojos y acurrucarse en este hueco donde nunca estarás. ¿Tan difícil es? No. Estoy calentita. Tengo la risa conmigo. Cero perspectivas. Mil trabajos. Ganas de ellos ninguna. Las uñas mordidas. Las manos secas. Y estoy convencida de que esto es lo mejor. Pero como dice mi PAPA: no se puede tener todo, aunque otros lo tengan y yo lo quiera. De elegir, elijo lo de siempre, sólo que igual que ahora me falta la alfombra, me falta algo más. ¿En su lugar? Un ñañañaña o trotrotrotró. Mañana será otro día. Pasado otro más. Y así indefinidamente, que no infinitamente para mí.

jueves, 13 de noviembre de 2014

II

Siempre he pensado que lo de llegar tarde al final forma parte de la naturaleza de uno mismo. Al menos ése es mi caso. Siempre llego tarde, demasiado tarde, y no sé si para cuando llego merece la pena. Pero oye, igual la risa que me ha dado después de hacerlo, compensa el haber llorado tanto, el haberme encerrado con esa necesidad exclusiva. Sinceramente, pensaba que no me podía estar pasando, que necesitaba volver a meterme en la cama, hundirme para sentirme mejor. Quizá fuera necesario para cuadrarme un poco. Hoy he pensado que realmente estaba mal, muy mal. Y no sé, supongo que dos días sin dormir más que seis horas en total ponen de los nervios a cualquiera. 
Quizá no merezca la pena. Nunca veré eso de cerca. Resulta que puede pasar el tiempo y que los nudos indestructibles un día se aflojan. Se aflojan y veo una brecha. Puede que esa brecha me deje ver cierta luz, cierta realidad. Y quién sabe, a lo mejor esa realidad vuelve a reducirte a un segundo, te me baja del pedestal. 
¿Sinceramente? Llegar tarde y reírme. Llegar tarde y decir que empiezo para cortar definitivamente la raíz de la locura. Si una vez funcionó, no hace mucho tiempo con otra persona, ¿por qué contigo no? =) 
Lo que me hace gracia ha sido descubrir que el ídolo tiene ídolos, ídolos que están por encima de él. Eso te reduce un poco en la realidad y es lo que necesito que pase, desidealizarte. Por algún lado hay que empezar. 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

I

Definitivamente: que pase el tiempo. Ahora mismo es lo que menos me preocupa. Igual un minuto más que uno de menos. No pierdo ni gano nada. Un día más es un día más y viceversa. Me da mucha pereza echarle un pulso que sé que voy a perder. Y me da pereza también llorar. No es orgullo. No es amor propio. No es vergüenza. No es asimilación de la locura. Volverá a darme otro ataque de éstos. No será el primero, ni el último, pero ojalá no vuelva a pasarme. Querría decir que ahora soy yo quien realmente decide. Ya veremos.

And the wings nigth die (A pillow of winds, Pink Floyd)

Un mundo nuevo amanece ante sus ojos sorprendidos y la luz va llenando huecos que quedaron vacíos. El silencio habla, ella está muda. Y el aire entra y le revuelve el pelo. Aquí está el arte de la magia: donde había algo ya no queda nada. Las miserias agujerean estómagos. Desde el balcón, el horizonte es mucho más amplio, más profundo. También el cielo tiene límites y la clave está en no llegar demasiado lejos y descubrirlo. 
Otro 19 de Octubre que llega, que se va depositando con el frío pesado de la niebla. Horas después el sol estará iluminando por completo este rincón. Los primeros pasos de la mañana, las calles mojadas y frías, los ruidos y el semáforo. Mira por dónde, no hay café. Tragedia para el rato en que quería hacer literatura fingida. Es un día muy bonito, sí, pero es hora de irse a la cama. 
Animal viejo, costumbres que nunca mueren. El amor a una piedra dura demasiado. La herida que supura, que se cree úlcera. Ay, de ella... La coserá con hilo de acero si hace falta. O la pegará con superglue. O mejor aún: se arrancará el trozo de carne absurdo de un mordisco, y algún día cicatrizará y ya no le dará más importancia. 
Un mundo nuevo amanece ante sus ojos sorprendidos, pero la sombra de la duda planea sobre ellos. Es obvio y necesario olvidar. No hay más que decir. Tira ladrillos pesados en su propio camino. Le gusta caerse. Es así. El único problema es la pereza. Empezar de nuevo, contar de nuevo, sentir de nuevo... Nada. No hay más misterio aunque los ojos quieran mirar de nuevo: lo aprendido late, olvidado, pero persiste, y su estupidez ahora mismo le dice que si se cierran las puertas, se cierran definitivamente. Es mejor.
Ella obedece. El silencio es mejor. Dormir es lo mejor. Hacer como si nada es lo mejor. No hay procesión por dentro, no hay nada que superar, que llorar, que gritar. El mundo es nuevo e infinito, por ahí se diluirá la fantasía. Qué mejor verdugo que la preciosa y aplastante realidad =) 

lunes, 10 de noviembre de 2014

Birds don't need to eat rotten fruits

Aquel día me devolviste al principio y me creía más fuerte, que desilusionada ya para los restos no ibas a tener ningún efecto en mí. Eso ya lo sabes. Pensaba que eras tú quien se había equivocado aquel día, pero sólo con los meses he visto que yo te di pie a ello, por no pensar antes de responderte, simplemente por el miedo a que no me contestases más esa noche. Te dije que sabías que nunca íbamos a coincidir, pero no me refería a un marco espacio-temporal, ojalá. Quería decirte que nunca íbamos a llegar a un punto común, a una visión parecida, porque es eso, que nunca te he entendido y ni si quiera sé cómo hablar contigo. He tardado meses en pillarlo, así que fíjate lo lenta que puedo llegar a ser. Sólo era eso. No quería decir que nos encontráramos, que vinieras, nada de eso. Ni se me habría pasado por la cabeza jamás pedírtelo ni que tú quisieras. Imagínate cómo me pude quedar aquella noche. Pero nada, a día de hoy sé que pasó, que me lo dijiste, pero no significa nada simplemente porque es imposible. Lo último que necesitarías en tu vida es una puta loca como yo. Y siempre querré saber qué visión tienes, cómo crees que soy, qué te transmito, pero no tengo el valor de preguntártelo. No sé si soportaría lo que me dijeras, bueno o malo. Estoy segura de que no. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

The morning rain clouds up my window and I can't see at all, but it's not so bad, it's not so bad (Thank you)

Que se acaba y poco más hay que decir. Que hay que cerrar, dejarlo aquí, dentro de poco. Y no es dolor, ni pena, ni miedo. Creo que es la primera vez que entiendo realmente que avanzar no significa olvidar. Así que, a pesar de todo, aunque tú dijeras que no, yo digo que gracias. 
Se me abren mil posibilidades, todas igualmente tontas, pero sólo en la cabeza. Y ya no tengo la candidez suficiente como para llevarlas a cabo, ni realmente las ganas necesarias. Digamos que es el atardecer que tanto había querido, tantas noches soñando con los ojos abiertos. Un verano que acaba, cayendo el sol y un reflejo en el agua, bonita etiqueta para un "The best day of my life". Pero nunca ha sido real y no estoy segura de que pueda serlo. 
El río sigue siendo interminable, los niños se hacen mayores, los sueños se van, todo cambia, porque es inevitable, pero hay algo que permanece, algo que late, quizá la bestia que se despierta. Quizá ahora ya no sea una bestia. 

Ya no valdrá aquello de Born to be wild como antes. Ni el Freedom is just another word for nothing left to lose, but good was good enough for me. Perderán su sentido los When the night has been too lonely and the road has been too long, porque la vida seguirá siendo a lonely highway y yo todavía estoy in the opened road. Sí, ya soy old enough to see behind me, y todavía soy joven para sentir mi alma. 
Seguirá habiendo aquello del miedo a la ruptura y dl nunca aprender a bailar; seguiré pensando que una parte de mí es ese dream afraid of waking que nunca aprovecha su oportunidad. Y muy probablemente siga teniendo ese soul que nunca aprende a vivir. Volveré, sin duda, al I wonder if I'll ever see you again, aunque jamás he estado convencida de que we could win. Volveré a jurar que I'll never make the same mistake again, pero my fault is that I'm still young y que I can't relax. Me gusta matar lo de Take it easy. 

Pero sí, yo ahora también pienso que es la hora, y aunque haya un wild world ahí fuera, sabré que it's hard to get by just upon a smile. Y no sé el qué, pero cuando trato de avanzar, algo me controla, se aferra a mí, a mi forma de vivir. Aunque de alguna manera siempre he listen to the wind, to the wind of my soul y sólo Dios sabe dónde acabaré. Por eso le pido siempre que no me abandone, que es duro vivir completamente en soledad, y si soy justa, sí le permito decir de mí que nunca es suficiente, que nunca he estado satisfecha. Claro que también tengo días en los que digo que lo necesito, que me gustaría tener algo así, porque me encantaría hacer lo que todo el mundo y poder decir que es cierto, que hay un fuego dentro de todos nosotros, que yo también lo sentí antes de morir. 

Tontamente sé que Time keeps moving on y que los amigos se van, pero yo me quiero creer que no me muevo y que realmente lucho por un sueño, que intento dar lo mejor, cuando en realidad hoy sólo es otro día. Debería intentar vivir para hoy, y no me sale, y sigo malgastando los minutos, sin saber nunca por qué. Sabes que no hay nada que no haría si me dejaras saber, pero la magia se pierde cuando la luna cae en el agua. Cuando la luna cae en el agua, ya no hay dolor, y está bien cerrar los ojos: no hace falta seguir caminando, no cuando tu casa siempre ha sido el camino. Creía que siempre I've been searching for you y en el momento que esa ensoñación se hiciera realidad your leaving would break my heart. 

No hace falta que diga mucho más allá: mis palabras caen por su propio peso y la realidad es que el mundo sigue girando, que yo sigo intentando aprender a volar sin alas, que la caída es dolorosa pero... there's no sensation to compare to this! Es una atracción fatal que me atrapa y a pesar de que caiga, sigo empeñada en intentarlo. Un día más, una vez más, locura de tongue tied and twisted porque sólo soy un earth bound misfit.





Robando versos: 
Janis Joplin : The rose, Kozmic blues, Work me Lord, Little girl blue, Me and Bobby McGee.
Steppenwolf : Born to be wild.
Cat Stevens : Wild world, Can't keep in, The wind, Father and son.
Lenny Kravitz : Again, Can't get you off of my mind. 
Pink Floyd : Comfortably numb, Learning to fly.
Dido: Thank you, Don't leave home.

jueves, 30 de octubre de 2014

I beg to dream and differ from the hollow lies

Lo intento. Lo intento y no me sale. No me apetece realmente, no querría que acabara. Suerte que el mundo no es como todos queremos. Suerte que no me sonríe a pesar de haberte conocido. Todas las mañanas (sólo de lunes a jueves) leo las mismas dos preguntas: ¿Por qué y para qué? O realmente sólo es una, aunque yo tiendo a separarlas. Por qué, supongo que sin más, que las cosas suceden y ya está. Para qué, para nada, porque lo mío es volverme loca y enamorarme de lo difícil, de lo platónico, de aquello que sé que nunca alcanzaré. 
Puedo intentar disfrazarte y decir que sí, que eres súper especial, súper maravilloso y tralalá. Pero eso ya lo sabes y eso ya lo sé. Nunca tengo nada nuevo que decirte. Nunca podría aportarte un algo. Ella es mejor, más guapa, más delgada, más alta, más intelectual, más alegre (eso no es muy difícil), más clara, más como tú. Quién va a querer un cromo de otra colección que no encaja. Quién va a escoger cuando ni si quiera se trata de eso. 

Intento tragármelo. Intento pensar que un día, igual que apareciste, igual que hasta entonces viví sin saber de tu existencia, podré volver a hacerlo. Y cuando eso pase, me quedará todo esto, palabras estúpidas, que ya no significarán nada. Pero siempre serás una debilidad, una de ésas que con los años se atenúa, pero que siempre está lista para volver a encenderse. Miro atrás y me pregunto, pero sé que tenía las manos atadas, que la vida te sorprende y siempre hay que estar preparados. Pero yo  nunca lo estoy y siempre necesito más tiempo que el resto, mucho más, para entenderlo todo, para saber las cosas y entonces siempre es demasiado tarde para actuar. 

Un día me dijiste que no se lo merecían. Y yo te dije que sí. Por alguna razón sigo pensando que sí. Cuando lo normal sería que hubiese pasado página hace mucho. Por qué. No sé. No creo que haya ningún misterio, que es lo que yo siempre me quiero creer. Quiero entender que en cada rincón hay una historia y no es así. Quiero pretender, levantarme un día y que todo encajase como tanto tiempo atrás estuve esperando. Y no, por suerte el mundo nunca es como uno quiere. Por desgracia para la locura, para mi locura, la fantasía se destruye a sí misma. ¿Está bien? ¿Está mal? Eso es lo que no importa. Si una se destruye, y se autodestruye otra vez, es sólo problema suyo. Mío. Todo mío.

Estoy cansada de decir que quiero un todo, nunca un poco. Y querer, poder y tener son términos que no sirven para explicar lo que realmente me gustaría decirte. Digo que los encuentros son momentos, pequeñas eternidades, ir de la mano, pero no andar uno en los pies del otro, al menos no siempre. Pero me encantas, sobre todo, porque eres inalcanzable, imposible, porque eres todo eso que, todo aquello que... y principalmente eso es lo que más me importa: Tú, tu libertad y tu camino. Importa una mierda lo que yo piense y diga, mi conciencia dicta otros derroteros que no me puedo cargar, y simplemente me obliga a seguir, trotrotro... 
La curiosidad mató al gato y entre alucinación y alucinación, el 85% de las veces resulta que no estoy tan equivocada en X cosas. Y esas X cosas suelen ser las que más me duelen. Una hipersensibilidad estúpida, de niña que se cree las utopías, las fantasías bobas. Me sigo creyendo que al final del cuento, Aurora se despierta y sigue siendo idéntica al instante en que cayó dormida. Pero no es así, sólo es un absurdo recuerdo, pero ella sigue dormida, ni si quiera se entera de lo que le pasa. Duerme ajena al mundo, o quizá esté despierta en otra dimensión, y no puede romper el círculo. Pero es eso, reinos hay muchos, modelos bohemias aún más, y sería como meter a un peluche de cerdo en un molde de Barbies: no encajaría. NUNCA.

jueves, 23 de octubre de 2014

Freedom is just another word for nothing left to lose

Simple ansia por conocer, por saber un poco más, descubrir la cara oculta que hay detrás. Pero como en los sueños, cuanto más nítidamente quiere uno ver, más borrosa es la visión. Imposible distinguir y acertar. Poco importa cuál es el enigma si ni quiera sé si estoy en lo cierto. Qué más da cerca que lejos. Hay una diferencia de dimensiones, no de miradas. 

Me gustaría ser como ese rayo de sol que entra por la ventana nada más amanecer, en las primeras semanas de primavera o verano. Me gustaría ser la lluvia cálida de un mayo algo tormentoso. O ese trozo de cielo anaranjado de una tarde de otoño entre los tejados. Echo de menos el tiempo de aquella ciudad piedra, dorada y verde. Echo de menos dejar caer algo y que no sólo sea desnudez. Saber que más allá de la cúpula hay algo. 

Simple ansia por saber, queriendo que sea de tu boca, que nazca de tu voluntad y tus ganas. La locura tonta, feroz y salvaje de una niña que se muerde los labios, agitada respiración: tu cuello y el universo en suspensión. Un deseo más. 
Simple atracción que sujeta tan fuerte todos los nervios de mi cuerpo. La tensión de los músculos expectantes. La rapidez con la que me laten las sienes y las muñecas, viniéndoseme abajo un no sé qué, que me desequilibra y me hacer querer más. 

La bola, la pequeña bola de cristal transparente es enorme entre mis manos. Y mirar a través de ella, deformando el mundo como mirando desde dentro de una pecera. ¿Qué había más allá? El mar no era suficiente. Pero perdí el control y se cayó, estallando en mil pedazos. 

El caleidoscopio, una brújula muy estúpida para dar dos pasos, tremendamente preciosa y única. Con él aprendí que no hay dos visiones iguales, que igual que se nos muestra algo, uno también tiene que aprender a cambiar la forma en la que mira. Y en esos distintos puntos de vista: tú eras un trocito de papel rojo brillante, yo uno azul; de distintas formas ambos, reflejos completamente diferentes en el fondo. Esa disparidad que puede contenerse en un objeto tan simple, lo tomé como analogía de la realidad. 

Cerré la tapa del caleidoscopio y junté los trocitos de la bola de cristal. No había nada en ellos que fuera más que pura ilusión, y en esos mundos inexistentes, puede que alguna otra noche te encuentre en ese campo verde bajo el sol, de esa ciudad dorada-piedra, y sentir otra vez esa tranquilidad de otro beso en la frente.

miércoles, 22 de octubre de 2014

EΠI- ΦAINEIN

Preferiría no acordarme pero hay cosas que son francamente inolvidables. Preferiría borrar el cielo de mi memoria, ese azul limpio de día, mar insondable de noche. Preferiría poder escoger qué van a registrar mis ojos como dato fenoménico, decidir si merece la pena apresarlo o no. Y con el tiempo ciertas cosas te van dejando de importar, y otras se hunden, se hunden en la arena como los barcos en el fondo del  mar. 


Un día escuché que no era fácil crear ficciones, que hay quienes tienen un don para sacar todo de la nada, contar mil batallas e inventar un mundo que nadie más logrará recrear. Envidié a todos esos aventureros brillantes, capaces de llegar hasta los confines de la tierra; ese tipo de gente que atrae lo imposible, que logra vivir y experimentar lo que otros no pueden ni tan si quiera soñar. Entonces también supe que a veces no hace falta ir muy lejos, que la imaginación y la fantasía lo pueden todo. Sólo se necesita una mente, y esa mente podrá elaborar de mil formas distintas, con todo tipo de medios, obras únicas y originales, ninguna de ellas repetidas dos veces. 

Y me lo creí. 


Hoy me pregunto si realmente creamos algo. Claro que no lo pienso. Las palabras están en nosotros, las inspiraciones no son una idea dada por un Dios o Diosa o ser extraño que se entretiene en ese tipo de asuntos. De dónde salen las historias de los grandes artistas que un día brillaron por primera vez y cuya estela aún permanece. Después de unos pocos, lo demás es copia. Ya lo decía Nietzsche al principio de su "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral": alguien podría inventar fábulas semejantes y no con ello podría ilustrar el verdadero estado del intelecto humano en la  naturaleza. ¿Qué nos queda entonces por inventar? ¿Un mundo? Un mundo propio, quizá. 



En ese mundo propio, no uno que yo me inventé, si no uno en el que crecí, donde junté todo aquello que iba llegando a mí y me enamoraba, allí el cielo era así: limpio de día, insondable mar de noche. Estaba enamorada, claro que sí. Cómo no estarlo cuando el paraíso te mira cara a cara. Pero eso no era una ficción, eso era la vida real. Tus ojos nunca fueron un escondite para mí, sino un refugio en el que pude encontrar algo más que amor, seguridad y eso que llaman amistad. 



Incluso las cosas inventadas pueden dejar de existir, ¿no es así? Y aunque sólo tuviera que cerrar los ojos y rebajar la respiración hasta la tranquilidad, ya no funciona volver a esa fábula. Ya no puedo hacerlo como entonces y sé que un día, poco a poco, olvidaré el tono exacto de azul, las distintas tonalidades de esas motas pequeñas que flotaban en él. Un día ya no recordaré exactamente cómo, cuándo, dónde... y simplemente será un color desteñido en mi memoria. Una sombra, ni si quiera recuerdo, allí abajo, hundiéndose en la arena del fondo del mar. 



La ficción no puede ser literatura de cualquier tipo. La fantasía no puede ser cualquier unión de palabras. No toda historia contada, soñada o perdida puede decir que haya tenido vida. Odio la literatura barata, fingir que entendemos, que sabemos, que llegamos y realmente tenemos el contador a cero. Desde ese día la literatura se acabó. Yo tengo que ponerle fin a este libro y cerrarlo. Tengo que pensar si quiero abrir aquél que me habla de verdes musgo y marrones jirafa. Y sigo fingiendo que esto es una epifanía, que puedo devolverle algo a lo que ya fue, cuando simplemente se acabó y ya no hay más. No quiero hacer literatura, no quiero intentarlo. Sólo quiero pensarte aquí y no escribirte allí, sólo quiero soñar que esto sea un mal sueño, y me resisto a caer pero todavía te echo demasiado de menos. 

lunes, 13 de octubre de 2014

La Calle

Hace un par de otoños, o un poco más, rondando estas fechas, estaba hecha un manojo de nervios, soñando una gran idea que me consumía las horas por completo. Estaba en cualquier lugar y escribía, y tachaba, y volvía a escribir, y así, en vez de tener 19 años era como volver a tener 12 ó 13. Cuántas veces lo pensé, cuántas veces me dije que era una puta cría por seguir actuando así. No me equivocaba. No sé si es que realmente no veía, no quería entender... Persisten las ganas de pegarme dos tortazos, te lo juro.
Al otoño siguiente seguía igualmente enganchada, quizá un algo menos, o queriendo creer que eso fuera cierto. Sí, con 20 ya sabía lo inmensamente lerda que fui, pero la sensación de ridículo bajo tus ojos era aún superior. Entonces me di cuenta de cosas que el año anterior no capté. Fíjate lo lenta que soy. 
Pero hizo falta que llegara a los 21 para rememorar que, con 20, me dijiste una cosa en la que entonces no reparé. No supe interpretarla, bien porque no podía ir, o simplemente porque sabía que no serviría de nada. El empanamiento mental de aquella noche de aquel día tan bonito me pudo al final. El momento en el que me rendí fue cuando me arranqué la pegatina de la frente. No sé por qué, pero es de las pocas imágenes claras que tengo, a parte de tu cara de susto, de molestia. 
Teniendo aún 21 me atreví a escribir esto, hace justo un año: 

"(...) Pero si me imagino pensando en otra persona, me vuelvo loca y digo que no, que no quiero, que quiero que seas tú. Sólo tú. (...)
Y llegó el día en que no pienso en otra persona y que dejé de pensar en ti de esa forma; que ya no me vuelve loca la idea de que no seas tú y tampoco me mata que no lo seas. También he dejado de querer que fueras, puesto que ahora veo que fui tan tonta que no era ni normal, ni tiene nombre. No me hace gracia admitirlo, pero es lo que siempre supe que pasaría. No me cuesta agachar la cabeza, ni llevarlo conmigo; sólo odio no ser capaz, no tener la oportunidad de pensar en otra cosa, en algo nuevo". 

Como se puede observar era una de las grandes mentiras con las que el destino me castiga. ¡Di blanco para que pase negro! ¡Di negro para que pase blanco! Pero oye, que también hay mil colores más y todos me servirán de contradicción para un destino/futuro en el que yo salga perdiendo. Y sí, adivinaste, con 22 todo se fue a la mierda. Un día de esos cualquiera que me desperté en medio de la confusión que me hace llorar, y luego pasó otro pequeño milagro que no puedo ignorar, pero que es como si no hubiera pasado. 
¿Cómo lo explico? Hay cosas en las que pones toda la fe del mundo, que te mueres porque pasen, y cuando finalmente no suceden, la ilusión y las ganas es que no sé si se desinflan, si desaparecen... Esperar para nada. La frustración de llegar siempre tarde. El pensar que cuando me has tendido la mano, creyendo yo a modo de oportunidad mínima (no para lo que yo querría, obvio), ni si quiera he podido aprovecharla. Porque las circunstancias son otras, porque en algún sitio está escrito que tengo que perder.

Y en este otoño, con 22, me sigo dando cuenta de lo estúpida que fui, de lo torpe que soy contigo y de que esto no tiene sentido. Que querer no siempre es poder. Que poder llega un día cuando ya no es que no quieras, es que te has bloqueado. Y llevo bloqueada mucho tiempo, sin saber qué es lo que quiero. Mi parte tonta se tiraría de cabeza contra un muro pensando que es un arcoiris transparente. Mi parte "racional" (véase mi única media neurona) me dice: ¿para qué? Pero es la parte irracional la que me inunda, se ríe y se contradice, y llora y decide que la locura es la única respuesta. Pero hay días en los que sigo pensando que por un momento, un sólo momento, tuve encendido ese botoncito que decía: Sí. Y habiendo sido todo en esos momentos, hoy estoy segura de que por más que signifiquen, ya no significan lo mismo. 

Pero también estoy convencida, desde este atasco multidimensional, metaperrosófico, de esta crisis de los 22-23, de esta laguna mental de contacto irreal con la realidad, de que si tuviera tiempo, si tuviera la oportunidad... Te lo he dicho un millón de veces, de otras formas, claro, jamás directamente. No sé si es eso realmente lo que necesito contigo, un cara a cara, un "dime las cosas claras de una vez" y que me digas, sin pensarlo más: "olvídame". No sé si necesito que me humilles para que me convenzas, aunque creo que no serías capaz ni lo pensarías. 
No sé si te ha pasado, si sabes lo frustrante que es querer hablar con alguien y no saber qué decirle, por dónde empezar, las vueltas que se le pueden llegar a dar a dos simples palabras o a tres frases tontas. Lo que es que te tiemble el pulso de la emoción, lo que es tiritar de pies a cabeza o el escalofrío de ver, de creer ver. Lo maravilloso que es ese primer momento en que sucede, lo triste que es decepcionarse. Como cuando un niño pequeño tiene todos los impulsos en la lengua para decir algo y no le sale. Como cuando ve que su momento se va y no se atreve a decir: "Espera". Sientes el impulso, las ganas, el... y lo reprimes todo. El miedo, siempre el miedo me ganará todas las batallas.

Ahora es diferente porque estoy tranquila y todo es un poco mejor. Es diferente porque necesitaba esto, pero nunca manejo dos cosas buenas a la vez. Mi padre dice que no se puede tener todo, pero es algo que no tuvo que enseñarme, es algo que desde muy pequeña sé, desde el momento en que me di cuenta que yo no era como. Que sí, que las comparaciones son estúpidas y odiosas y las generalizaciones una idea absurda y de mente estrecha, pero no lo puedo evitar. Yo no soy ese tipo de persona que encaja contigo, que es como tú, yo no tengo nada que pudiera ofrecerte, ni para bien ni para mal. Es como estar mirándote a través de un cristal y que no me oigas, que no sepas, no poder llegar hasta ti y hacerme entender. Me ahoga no saber explicarme. Me ahoga todo lo que no entiendo. A veces no tiene mucho que ver contigo y es sólo una parte más de ese cúmulo de cosas que me hunde. Las dudas eternas que me estancan y no me dejan avanzar, ésas que me atacan a cualquier hora, sobre todo cuando estoy sola, a punto de dormirme y me despiertan con un "¿Y si...?".