domingo, 26 de enero de 2014

El monito

Hace uno o dos años vi un documental sobre chimpancés rescatados por una organización, que eran trasladados a un centro donde se les cuidaría de por vida. Eran demasiado mayores, estaban enfermos o simplemente habían sido criados en cautividad y otra vida no les era posible. Algunos aún habían podido vivir en libertad hasta que los furtivos les dieron caza. Se volvían agresivos si estaban solos, y continuamente demandaban atención de sus cuidadores, pero nunca era suficiente para un animal arrancado de su propia naturaleza. Uno de ellos, el más viejo (no recuerdo cuántos años tenía), había nacido en la selva y cuando se le trasladó a un nuevo centro, donde había árboles y podía escalar dentro de una jaula de mallas metálicas, a pesar de su pobre salud, pudo escalar hasta el más alto y allí se sentó, mirando el horizonte. Los cuidadores se sorprendieron muchísimo por la hazaña del viejo mono, que ya no quiso o no pudo volver a bajar del árbol. Murió pero antes de morir, puede que fuera feliz. Puede que después de toda su desgraciada existencia, en aquel breve intervalo de tiempo, el pobre animalito recordara su infancia, sus primeros años en familia y en un ambiente diferente al que conoció. Le arrancaron la libertad y lo encarcelaron de por vida, y cuando al final de ésta le liberaron del maltrato y la opresión, a penas pudo disfrutar de una libertad añorada que no era más que un triste sucedáneo de lo que un día tuvo. Y quién sabe, ¿fue suficiente? Quizá para él fuera suficiente y por eso murió al poco tiempo, porque ya nada lo ataba a este mundo, porque la ansiedad ya no le tenía encadenado a la crueldad. O quizá fue simple cansancio físico lo que acabó con él. Pero quizá fue feliz, después de todo. 

jueves, 23 de enero de 2014

Wish you were here

Tenías la mirada fría y la sonrisa derretida. Se te caían las palabras de las comisuras de los labios sin que dijeras nada. Y la luna te nublaba aquellos días, te robaba la luz de los ojos, congelándote hasta los nervios. Pero siempre supiste poner un pie delante del otro y hacer equilibrio, seguir avanzando. Nunca diste tu brazo a torcer, nunca cogiste una mano que se te ofreciera. Y aún me pregunto por qué, si la caída estaba tan cerca... Pero tú siempre levantabas el vuelo a centímetros del suelo y mi incomprensión me hacía pensar: ¿Qué hemos encontrado? Los mismos viejos miedos. Ah... Pero eso no es nuevo, ¿verdad? Robarte el tiempo a base de versos nada propios, eso nunca te gustó. 
Y te ibas con el día porque la noche se hacía tu cómplice. Cuántas tonterías que no te importaban una mierda y ni si quiera sé por qué aguantabas, por qué te reías. ¿Sólo por hacerme sentir mejor? Jajaja... Tal vez. Y son esos pequeños gestos los que no se olvidan, los que a pesar de todo, siguen clavándose de diferentes maneras aunque el tiempo crea que ha conseguido barrerlos. 
Pero no, tú sabes muy bien que a veces nos escondemos detrás de las cortinas. El sol se colaba como podía por entre sus dibujos y la lluvia se iba. Entonces todo era como un sueño aunque sabía que era real. No sé si era confusión o a lo mejor tuve una pesadilla, pero creí que ibas a quedarte. Y durante esa fracción de segundo, aún fui capaz de ver tu sonrisa congelada.