sábado, 29 de marzo de 2014

Locura

Es perderte entre recuerdos, olvidar por un momento quién eres y sumergirte en una historia, dejando de lado el presente. Es perder la noción del tiempo, no saber qué día es hoy, cuándo fue ayer o si hace años o semanas de ese día o aquel otro. Es olvidar que ha transcurrido un abismo entre tu ahora y tu memoria. 
Es perder el rumbo de las horas, de los días, de la tierra, de tus propios pasos. No importa dónde está el norte, ni hacia dónde mira el sur. Las noches y los días dejan de ser importantes, o se convierten en símbolos de torturas o esperanzas, de guerras ganadas y batallas perdidas, de sueños hechos pedazos o realidad. Al final no importa, el caso es no tener espacio o tiempo donde situarse, porque el pensamiento se desaloja sin ayuda de nadie. 
Es vagar sin remedio, por este mar, por aquella acera, por la cima de aquella montaña tan lejana en el tiempo y tan cercana en tu recuerdo. Es un hundirte en el agua de aquel lago, flotar en una piscina olímpica un día cercano al otoño, bucear en las profundidades de la desnudez, ser libre dentro de los límites. 
Es olvidar que no tienes alas y creer que sabes volar. Es querer y no poder, enrollarte y no avanzar. Es ponerte la zancadilla una y mil veces, tropezar y rodar, caer y levantarse para volver a caer y empezar. Soñar libertad y pudrirte en la cárcel de tu propio pensamiento. 
Es borrar tus huellas para volverlas a dibujarla, creyendo en la firmeza de pasos que no volverías a dar o que ansías repetir. Y es soñar que puedes querer, que puedes amar, que puedes romper con todo y ser, simplemente ser, todo aquello que el hilo no te deja desatar. Ser libre y poder seguir siéndolo, lejos, más lejos, de lo que nunca te podrías imaginar. 

miércoles, 19 de marzo de 2014

All I can do, I've done but memories don't go.

Cuando era pequeña solía despertarme en torno a las cinco de la mañana, y recuerdo ver la luz encendida por debajo de la puerta, escuchar unos pasos y ya no ser capaz de volver a dormir. Siempre me enfadaba porque sabía que tardaría en quedarme dormida y me ponía a pensar, a recordar. Entonces los días eran mucho más largos y los años..., los años eran eternos y parecían mucho más numerosos de lo que ahora son. Y siempre me ha intrigado esa perspectiva del tiempo, cómo va cambiando según crecemos. Hace dos días podrían ser perfectamente cinco años atrás; hace 15 años, dos semanas eran una eternidad. 
Otra intriga parecida es que, cuando llega una estación, trae consigo una serie de sensaciones que ya creía perdidas y olvidadas, las cuales juro no volver a dejar en un cajón perdido de la memoria. Cada año fallo, cada año vuelvo a experimentarlas y no es sólo como volver atrás en el tiempo, sino que tengo que volver a aprender cómo son, cómo se sienten las cosas. Y yo que un día me juré que no olvidaría nada, que tendría una memoria prodigiosa y no perdería detalle, siempre juzgando cómo podía la gente no recordar momentos que yo entendía inolvidables. Pero sí, es imposible vivir sin olvidar ciertas cosas. 

Contigo todo era como tirar una moneda al aire. Nunca sabías qué cara iba a salir. Lo mismo te encontraba vagando una mañana temprano, siempre ajeno a la rutina, llegando a casa a dormir, o sentado en cualquier banco, madrugador y de buen humor, esperando quién sabe a qué. Azar puro, improvisación momentánea. 
Tu orden y mi desorden, tu desorden y mi desorden. No, nunca habríamos terminado de encajar. Éramos dos mundos girando en direcciones contrarias y aunque nos atraíamos, siempre saltaba la chispa y nos expandíamos hacía extremos contrarios. Durante un tiempo estuvo bien, y luego ya no fue nada fácil mantener el equilibrio. 

Estos días en los que la luz es más clara y profunda, que igual sopla un poco el aire que canta un pájaro en lo alto de una ventana, sigo echándote de menos. No sé medir las distancias, pues como ya he dicho, hace mucho que la memoria empezó a fallarme, y hoy era ayer, y ayer era la semana pasada, y así hasta mi nacimiento y anterioridad. Sigue faltándome un aire, esa magia divertida que sólo tú haces, y entonces me vengo abajo, y te busco en lugares erróneos aunque sepa dónde encontrarte. 

Quería no equivocarme pero sabía que acabaría arrepintiéndome de una u otra opción. Siempre fui libre para elegir pero, una vez más, se me olvidó que las circunstancias son más importantes que mis planes. Yo no habría dicho "adiós", ni si quiera "hasta pronto". Siempre estaría al otro lado de la cuerda, esperando y esperando que no te alejaras, y rodar hacia ti, que tú rodaras hasta mí. Y no, no era un simple juego, era mucho más que todo lo que yo pensaba. Mucho más.

Ahora vuelvo a despertarme sobre las 5 de la mañana, sólo que ya no consigo dormirme de nuevo. Vuelvo a pensar en todo lo pasado y sonrío, pero me sigue haciendo daño. Sigo buscando una respuesta a una pregunta que no sé ni si quiera cómo plantear. Sigo creyendo que tengo la solución en algún rincón maldito de mi desastrosa memoria, y por otra parte, intuyo que simplemente pasó porque tenía que pasar. Y si pudiera deshacer el camino, no habría escogido una cosa u otra. Quizá no te hubiera conocido. Quizá nunca hubiera cerrado los ojos para no encontrarme contigo al abrirlos. 

miércoles, 12 de marzo de 2014

La visión

Suele pasar (más de una vez al mes) que cuando la luna es una sonrisa blanca en el cielo, mis niveles de locura se disparan más que en el resto de días y semanas. Tan pronto me hallo llorando sin consuelo, con los tobillos como  patas de elefante, resoplando más que nunca con ese alma de rinoceronte, como riendo eufórica ante la procesión de chorradas sinfín que pasan por mi estrecha mente de paleta de pueblo. Y digo estrecha porque llega un momento en el que la sucesión de pensamientos es tal, que forman una masa o mole de colores, de sonidos, de olores, de palabras sin sentido... Son imágenes sin palabra. ¿Y cómo es que tienen sentido? Pues aún no me lo explico. 
Dentro de esa procesión de círculo vicioso siempre bailan las mismas ideas. Al final son cosas a las que debería pasar revista, revista que nunca paso. Sí, claro, miras las cosas desde lejos pero, a ver quién es el listo que se toma, como hacen en las películas y las series, un tiempo para alejarse de todo y poner en orden sus asuntos. ¿Eso es posible? ¿De verdad alguien se encuentra a sí mismo cuando dice que lo ha hecho? Y cuando me lo pregunto, no puedo estar más segura de que precisamente ese manojo imposible de cosas soy yo misma. Así que estoy conmigo misma las 24 horas de cada día. Probablemente no necesito buscarme, el problema es que estoy demasiado conmigo misma y eso me pasa factura, demasiada. 

Pero bueno, a lo que iba. Hoy es uno de esos tantos días en los que nada sale al derecho y se juntan las mismas cosas que ya van creando tradición: no duermes lo suficiente, el mundo se alía en tu contra, se te junta todo lo que deberías haber hecho, te pasa una cosa buena y cuarenta malas, lloras por todo y por nada, no das pie con bola, pasas de sentirte como una mierda a sentirte más perdida y torpe que nada... Etc., etc., etc.,... Pero lo peor llega cuando se escucha de nuevo esa voz que dice: "¿Qué esperabas?" A la cual siempre contestas con el mismo batiburrillo de imágenes-circulo vicioso. Qué esperabas... 
Pues esperabas que por una vez se hubiera acabado la mala suerte. Pero no. La fiebre tremenda te sorprende y se anticipa a todos tus planes, destruyendo posibilidades, llevando casi a la ruina tu única ilusión, dejándote la carne desnuda ante lo que más temes. Una noche de risas, de pelo suelto y tantos "no me voy a arrepentir mañana" se lleva por delante todos tus propósitos. Siempre juras que no te llevará la duda, siempre juras y prometes que no te volverás a dejar ir y siempre acabas de cara al suelo. De nuevo piensas aquello de "Joder, si me dijo..." y supiste que no era cierto. En el fondo te importa y no te importa. No te importa porque sabes que estás en un momento bajo, que pronto pasará; te importa porque no has sido capaz de deshacerte de algo que ya no quieres ser, que nunca has querido ser. 

No es que esperes el cielo, es que esperas algo y no sabes qué, pero algo mejor que esto, por supuesto. Tienes miedo al estancamiento en el que has caído, al no saber cómo salir, el miedo a que la locura sea tu única forma de conducir y la pena, el único sentimiento verdadero que despiertas. ¿Eso quieres ser? Claro que no. Pero tu ineptitud no te permite adoptar otra posición, porque estar en otro punto de vista sería como fingir y falsear tan a la ligera las cosas cuando más te duelen... Eso no es posible. Prefieres la desnudez de la carne entonces. Así que vuelves a tirar la baraja al aire y las cartas ya estarán repartidas antes de que la abras si quiera. Quizá sea la propia energía quien las dispone así, una a una, listas y perfectas para tropezar una y otra vez con ellas. Claro que no se puede cambiar de un día para otro, claro que no te pasa nada, es sólo que estás estancada y no hay palanca de la que tirar hacia adelante o hacia atrás.

martes, 11 de marzo de 2014

I wonder if I'll ever

En algún lugar suena una música y el cuerpo me pide buscarla, seguirla, fundirme con ella y escaparme de todo lo que me rodea. Y la locura crece más y más cuando giro y no la encuentro, porque no sé por dónde empezar. Sin embargo, sé que está ahí, en algún lugar, y que si pierdo demasiado tiempo, acabaré arrasando con lo que haya a mi paso. Romperé la cadena y saldré de la fila. Dejaré de jugar al dichoso juego, simplemente porque no quiero, porque no me apetece, porque no me satisface. Y no quiero seguir llorando por estar incompleta, ni quiero volver a buscar una pieza que quizá encaje conmigo. Yo sólo quiero irme, irme, no me importa dónde, sólo a donde quiera que esa música me lleve y pueda escucharla. Quizá eso tampoco me satisfaga, puede que no lo disfrute realmente, pero quiero ser libre.