viernes, 8 de noviembre de 2013

One day of...

" Claro que hice planes, muchos planes. De hecho tenía muchos sueños y estaba decidida; yo también quería y quería ser. ¿Qué quería? Lo mismo que cualquiera, la seguridad y la felicidad, el amor y todos esos tópicos que venían de la mano. Y la gente se reía, se tomaba a guasa todas esas aspiraciones, todas esas tonterías que para mí no lo eran, que eran mis ilusiones. Y entonces un rayo lo partió todo; pronto, muy pronto, demasiado. La luz se apagó y ahí empezó el vacío que me consumió. Parecía que Dios me hubiera tomado demasiado en serio; que mis aspiraciones sí eran algo más que tonterías y que se le había ido la mano, directa a aplastarme. Parecía, siempre parecía que, cuando lo mejor estaba cerca, tan cerca que la sonrisa no se me podía estirar más, yo tenía que caerme. Así fue: ésa fue la gran y primera vez que el destino se torció y me dio una patada en toda la boca, que me tiró al suelo y me reventó.
Desde entonces me rendí y me despedí de Dios. Desarrollé una acidez en el estómago que nunca más ha desaparecido, y todavía recuerdo perfectamente ese olor, ese sabor asqueroso a ácido, a amargo, verde o amarillo. Y sí, no era más que un bicho, un deshecho que soñaba con cerrar los ojos y desaparecer. Era un "todo o nada" contra Dios, y en medio del delirio la realidad siempre estuvo presente: ¿A dónde vas a ir? ¿Qué vas a hacer si no puedes hacer nada? ¡Oh, sí! Hola, resignación. Por eso no le veo mérito al caso; no es motivo de orgullo. No luché, sólo me resigné. La vida es más grande que nosotros y eso lo tenía muy claro. De todas formas, aunque fuera un bicho aplastado contra la carretera, seguía pensando y "Algún día, algún día...". Algo tenía que haber, porque seguía siendo idiota, lo peor, tenía muchas tonterías en la cabeza aunque ya no fueran graciosas. Creo que no habían cambiado; el problema era que ya no podía mirarlas desde ese lado rosita y amarillo que esperaba fervientemente que ocurrieran. ¡JA!

A mí la bofetada, el dolor, el sufrimiento... no me hicieron más fuerte, ni mejor persona. Siempre fui igual, por mucho que distorsione la realidad y rebaje o acentúe hechos y tonos a mi gusto. Desde que me oí hablar la primera vez, recuerdo haber sido lerda; estar como en trance; la eternidad de ciertas horas y la rapidez de muchas otras; el reír y parar porque, de repente, algo no encaja y eso que no encaja eres tú. Ese paso de un momento de risa alegre,cuyo eco se mantiene en tus oídos, al silencio tremendo, mientras le das vueltas a algo que no sabes qué es, que no te atreves a mirar porque te late muy deprisa el corazón y te duele. Pero lo ves... y sabes que duele mucho; intentas disimular; el eco en tus oídos; la promesa de "no volveré a hacer el idiota de esta manera"; el agachar la cabeza y quebrarse algo dentro de ti que desconoces. Loca perdida, anormal, una nota más alta o más baja siempre, porque parece ser parte de ti, porque parece que tienes que llevarle la contraria al aire porque sí. 

Aunque el momento rebañó todas mis ilusiones y esperanzas, los años de idioteces varias dieron como resultado una estúpida y patética capacidad con la que aún no sé convivir: el no perder la esperanza. Y aunque me niegue y me resista a tenerla conmigo, siempre está ahí. Es mía. Más allá de eso, es la fuente principal de mis problemas; la fuerza que me empuja a liarla constantemente, y que luego se reduce, se arrincona acobardada, esperando no haber hecho demasiado daño, prometiéndose/me no volver a hacerlo, por mucho que sepamos que volverá a suceder. Es inevitable subirse al tobogán y bajar, y volver a subir; si no, ya estaría muerta. Lo único que me revienta es que no sirve, no sabe cómo, qué hay que hacer cuando ya todo está perdido. Me deja con la cara colorada ante el mundo entero, y es cosa mía recomponerme, aunque ella intervenga más tarde. Pero es mío ese dolor, ese sabor amargo, ese vacío que arde y que habita a medio camino entre mi faringe y mi estómago; que sube y que baja, y que nunca desaparece; sólo se alivia cuando se duerme. 
Desde entonces dejé de querer ser, por mucho que pudiera desear. Y cuando parecía que volvía a tenerlo todo puesto y predispuesto para decir "Éste es mi momento, mi oportunidad", aun dentro de muchas carencias y durezas, ahí estaba el hacha esperando, preparada para sesgar limpiamente el sol de mi horizonte. Pero es que es así la vida... =D Así que me cerré en banda y me dejé caer. La esperanza me ha salvado constantemente, y cuando miro atrás, incluso en esos malos momentos, querría volver y conformarme con aquello. Creo que se puede saber que has sido feliz algún tiempo después, por más que en el momento desearas que te arrancaran el hígado a mordiscos. También estoy segura de que son artimañas del inconsciente para sentirse a salvo y no admitir la realidad, motivo por el cual la distorsiono alegremente. Qué importa si al fin y al cabo no vivo ni hago daño a nadie recordando y creyendo, por mucho que me equivoque. Autozancadilla.

Hace años que la sombra de la duda me carcome, que planea sobre mí; el miedo al error irreversible, a perder el tiempo y no aprovechar las oportunidades son mi tormento, mi paz, mi pan de cada día, mi insomnio de cada noche. Seguro que por eso no suelo recordar lo que sueño, para no hacerme más daño sabiendo que, cuando despierte, ninguna de esas maravillas habrán tenido lugar en mi vida.
Y parece que la duda me arrastra y saca sólo lo peor de mí. Estoy segura de ello. No puedo mirarme al espejo y ver una virtud; pueden gustarme cosas pero sé que me definen más los defectos. De igual modo pienso que no hay en mí humildad alguna, tampoco demasiado orgullo; y es que no me posiciono ni al lado del bien ni del mal, ni a medio camino, arriba o abajo. Como si según el momento actuara de una forma, correcta o incorrectamente. Claro que no estoy más allá de la moral ni de la ética; se trata únicamente de mi visión, de mi "yocreo", de cómo distorsiono, de cómo me concibo o no puedo concebirme. 

En el medio de toda esa maraña de líos incomprensibles que soy, de esa tontería que arrastro y me define; ese no saber estar; esa equivocación permanente; esa apatía continua; esa duda que me mata y me define, que me vacía y me dirige... sigue habiendo sueños. No tengo la capacidad de saber reír, de ser feliz, de dar y compartir. No resulto agradable; sigo siendo ese bicho que exaspera y cansa; y unos días no lo tengo en cuenta y me hace mucha gracia, y otros días me derrumba, me revienta no ser de otra manera. No por el hecho de evitar dolor o sufrimiento y poder ser feliz sin más, sino para que no sean otros quienes paguen mis consecuencias (que no mis actos); el hecho de que así no tengan que soportar mi mal humor, mi locura, mi estupidez, mi negatividad.


Después de este rollo, sé que es lo que soy, que no puedo cambiar. Cuando algo me oprime tanto que no lo puedo sobrellevar ni soportar más, sólo encuentro como salida el ponerle fin a la situación. Da igual cuánto se posponga, la obsesión tiene que acabar y liberarme, aunque no por ello sea libre de verdad, al menos no lo soy en todos los aspectos. Quiero decir que sé que no todo es blanco o negro, que no todo puede gustarme o no; que las cosas empiezan y acaban y que este camino llamado vida es un único movimiento, hacia adelante, siempre adelante, y que tiene un mecanismo de montaña rusa: subir, bajar, estabilidad, desequilibrio... 

El problema es la forma que tengo de llevarlo. Quizá no sea exactamente ésa la palabra. A ver... Es un problema porque las cosas podrían ser mejores, doler menos, un algo menos serias y estresantes. Eso es perfecto para no molestar a nadie y convivir con los demás. En cuanto a que este tipo de ser, de mi forma de ser y de vivir no sea exactamente un "problema", a lo que trato de referirme es que es la única forma de vivir que conozco. 
Todo es una amalgama de colores: hoy es blanco, mañana es negro, el pasado es amarillo, el 24 de febrero es azul, el mes de octubre es oro puro... Dentro de lo único cada cosa tiene su forma, y en el todo, lo que hay es complementariedad de iguales y contrarios. Pero estas teorías absurdas no se pueden explicar en la vida práctica. ¿A quién le interesa o le importa este rollo cuando no puede soportarme? 

Lo único que puedo decir a modo de defensa es que, aunque no lo demuestre, no es todo ni me parece que todo sea malo, horrible, como si el mundo conspirara directamente contra mí. Y da igual si lo digo o no, porque decirlo suena a discurso barato con fines autocompasivos que pretenden disimular que mi intención es que otros no piensen que me considero una víctima, aunque sea cierto que lo crea; y no decirlo es otorgar porque callas. Así que, ¿dónde queda el término medio? Pero necesitamos ubicar e identificar las cosas de manera concreta; no vale una mezcla, un todo que no es ni esto ni aquello únicamente. Hay que identificar, conocer para poder atacar si nos sentimos amenazados, o aceptar si no vemos peligro alguno. 

Y como ser clara y concisa nunca ha sido mi punto fuerte, simplemente vago, vagabundeo. No sé qué es lo que quiero ni por qué tendría que querer algo concretamente. Puede que no sea la mejor forma de vivir ni de concebir el mundo, pero yo no considero que mi meta en la vida sea seguir la línea del "Sólo los más fuertes sobreviven". No quiero limitarme a sobrevivir, subsistir o existir. Quiero vivir, y lo malo y lo bueno, el dolor y el placer, la tristeza y la felicidad, el goce y el sufrimiento... Todo eso y más, es lo que significa, para mí, estar vivo. Puede que no viva o exista expresamente para encontrar, sino sólo para buscar, pero eso no me da vía libre ni es una excusa para obviar que hay más cosas, más puntos de vista. 









¿Qué pasó después del rayo? Que llegaron y se fueron cosas. Alimenté miedos e inseguridades, y otros desaparecieron. De repente dejaron de importarme muchas cosas y olvidé otras tantas. Para vivir y avanzar no podemos recordarlo todo; no podemos caminar con el mundo entre los brazos. Quizá haya que llevarlo poco a poco o a pedazos. 
Muchos sueños que dejaron de serlo, ya sea por ironía del destino o casualidad, se han cumplido. Eso no me satisface, al menos no plenamente, pues sigo echando de menos lo que me habría gustado tener, el quién me habría gustado ser. Y es muy triste saber que no puedes desandar el camino y volverlo a recorrer con lo que ahora sabes. Claro que es algo obvio con lo que creces y cuentas, pero son las circunstancias y los hechos, de la mano del tiempo en sí mismo mientras pasan, los que te acercan al verdadero significado de esas palabra tan dichas y aún más pensadas, pero no vividas. Sólo la experiencia... Ese "cuando seas mayor lo comprenderás" que tanto nos fastidia cuando somos pequeños.

No es que no me importen las cosas o las personas, pero es un punto y a parte en el que no todo tiene cabida en mis ya saturados delirios. No es que no quiera actuar y no lo haga porque estoy convencida de que "no puedo". Se trata de límites, de conocer una parte del camino que no puedo saltarme y dejar atrás. Es una caída, un tocar fondo, no sé si para levantarme un día y encontrar mi lugar; o para seguir cayendo y vagando. Puede que me mate el no hallar respuestas nunca; pero seguir buscando y que se generen preguntas nuevas es lo que me mantiene con vida. 
Ese rollo de la autodestrucción para la autogeneración; es eso, aunque no convenza demasiado ni suene nada bien. Pero es que no somos seres acabados. ¿Quién dijo que no seguimos activos aunque nos empeñemos en cerrar los ojos y jurar que la estabilidad es el palo y nosotros la vela? No, no creo que sea así. Otra cosa es que incomode aceptarlo y tener que hacernos responsables de todas y cada una de nuestras acciones y elecciones. No sé si la vida tiene como punto final a la muerte o si hay algo más allá, pero me parece muy evidente que el "siempre" tiene fecha de caducidad y que el mismo "nunca" o "jamás" se puede transformar en "una vez", en un hábito o extinguirse con la desaparición de aquel que muere. 

No es que me alegre de ser autodestructiva, y tampoco puedo negar que es una parte de mí, que soy así, si es que soy alguien. No creo sólo en la ambigüedad, en las dicotomías tradicionales, ni que sólo haya dos o tres versiones de las cosas. Que yo no pueda elegir otro camino no quiere decir que lo que yo afirme sea la verdad absoluta, ni es lo que pretendo. Lo cierto es que tampoco me parece justo tener que pasarme la vida e invertir todo mi tiempo en intentar encajar con los demás, para controlar, para no resaltar, para no ser la tonta del bote que necesita llamar la atención. No me veo así por mucho que no quiera que se me dé de lado. Quiero estar si se me necesita; quiero dar si puedo hacerlo y no exijo ni espero, pero me encantaría tener lo mismo para mí. Todos queremos eso, un trato justo, que si te portas bien con alguien, esa persona te trate igual. Y lo siento si me derrumbo y si nadie soporta cómo soy, que sea así. No me estoy justificando a modo de disculpa y como un "caso a parte"; lo que digo es que me resisto a dejar de soñar, aunque tenga que despertarme con la caída; que me niego a fingir y a reprimirme para tener una fachada estupenda; que no voy a cortarme las alas ni a plegarlas, porque eso no significa que acabe con la libertad del otro. Quiero y reclamo mi espacio, aunque físicamente no exista y nunca lo encuentre. Simplemente respetar y ser respetado". 

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