martes, 3 de diciembre de 2013

Stay close to me

Un paso más allá, o dos, no lo sé, pero situado en otro plano. Superior, inferior, qué más da. No importa si está por encima del nivel del mar, o si está más arriba de las nubes. El cielo y el agua se tocan, se unen y se confunden. Su perfil recortado contra el atardecer es una silueta negra, y detrás de su figura, rebotando los rayos en sus gafas, el sol se va tragando al agua, o el agua engulle al sol. Y su sonrisa no es de este mundo, ni quiero que lo sea. 
Arriba la luna comienza a ganarle terreno a su amante y este trozo de sueño va cambiando de escenario. ¿Podría decirme alguien dónde estamos? Pero ni si quiera sabemos en qué día vivimos. Quizá porque no queremos saberlo, quizá nunca lo supimos. Sus pies descalzos rozan la superficie del río, dibujando ondas, rompiendo el reflejo de nosotros mismos. Su cara y la mía nos miran desde abajo y nos sonreímos. 
La tarde se va yendo lentamente o eso perciben mis sentidos. Noto mi pulso muy lejano, como si no fuera mío. Algún soplo fresco llega y nos revuelve el pelo, levanta hojas, se lleva algunas flores. Noto su mano buscándome, siento su caricia y, con los ojos cerrados, no puede haber nada mejor que esto. Es como si toda la vida lo hubiera echado de menos.
Y ahora estamos aquí, quién sabe exactamente en qué punto cardinal, en qué lugar concreto. Prefiero imaginar que no hay brújulas que marquen algún camino hacia nosotros; que no hay mapa en el que situarnos; que fue el azar quien escogió nuestros pasos; que fue la suerte quien unió nuestros labios. 
Se hace de noche y noto su brazo alrededor, me levanta un segundo e imagino que vuelo. No hay lugar más seguro para mí. No hay mejor sensación que el calor de su cuerpo. No hay otra realidad mejor que este sueño y no, no quiero vivir más allá de donde estén sus alas. 

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