domingo, 26 de enero de 2014

El monito

Hace uno o dos años vi un documental sobre chimpancés rescatados por una organización, que eran trasladados a un centro donde se les cuidaría de por vida. Eran demasiado mayores, estaban enfermos o simplemente habían sido criados en cautividad y otra vida no les era posible. Algunos aún habían podido vivir en libertad hasta que los furtivos les dieron caza. Se volvían agresivos si estaban solos, y continuamente demandaban atención de sus cuidadores, pero nunca era suficiente para un animal arrancado de su propia naturaleza. Uno de ellos, el más viejo (no recuerdo cuántos años tenía), había nacido en la selva y cuando se le trasladó a un nuevo centro, donde había árboles y podía escalar dentro de una jaula de mallas metálicas, a pesar de su pobre salud, pudo escalar hasta el más alto y allí se sentó, mirando el horizonte. Los cuidadores se sorprendieron muchísimo por la hazaña del viejo mono, que ya no quiso o no pudo volver a bajar del árbol. Murió pero antes de morir, puede que fuera feliz. Puede que después de toda su desgraciada existencia, en aquel breve intervalo de tiempo, el pobre animalito recordara su infancia, sus primeros años en familia y en un ambiente diferente al que conoció. Le arrancaron la libertad y lo encarcelaron de por vida, y cuando al final de ésta le liberaron del maltrato y la opresión, a penas pudo disfrutar de una libertad añorada que no era más que un triste sucedáneo de lo que un día tuvo. Y quién sabe, ¿fue suficiente? Quizá para él fuera suficiente y por eso murió al poco tiempo, porque ya nada lo ataba a este mundo, porque la ansiedad ya no le tenía encadenado a la crueldad. O quizá fue simple cansancio físico lo que acabó con él. Pero quizá fue feliz, después de todo. 

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