martes, 19 de enero de 2016

MOANday

Rozando el cuarto de siglo, sigo preguntándome qué es lo que he aprendido y siento que no sé nada en absoluto. Que no importa cuánto tiempo pase, porque en el fondo, seguiré siendo el mismo puzzle incompleto, o la misma pieza que no termina de encajar. Pero eso son historias que hoy no me ahogan, que ya me ahogaron la semana pasada (hace 24h, exactamente). 

Pero pensando, pensando y repensando, lo que siempre trato de no hacer, cosa que se me da bien no hacer para según qué cosas... Se me ocurrió esa maldita frase de "Todo pasa por una razón", e inmediatamente pensé que no creo en ella, y que más bien pienso "cuántas razones hubo por las que no debieron pasar tantas cosas". Y eso ya no era sólo un problema de mi incapacidad para llevar el timón, sino de toda la mierda que se me metió en medio. Al final, más que pedir consejo, más que seguir consejos, debí haber hecho las cosas como mejor me pareció. El único problema es cuando cambio de opinión. La incapacidad de tener una visión completa a tiempo. 

Luego están las cosas y su explicación. Parece que todo la tiene, aunque no siempre podamos alcanzar a conocerla, cuanto más a comprenderla. Y a veces simplemente, nos aferramos a nuestras verdades, reales o irreales, bonitas o de mierda, y nos negamos a ver más allá. Cuánta gente confundida hay por el mundo, pensando que llevan sobre sus hombros, en sus brazos, entre sus manos o en sus pasos, el peso de la verdad, de la razón, del saber absoluto, y tratan de convencerte, de convencer a otros también de que están viendo correctamente, que su filtro es el único válido de este universo. 

Me da mucho asco. Me da mucho asco no haber sido como debería haber sido. Por qué me achiqué, por qué me dejé pisotear, por qué simplemente no mandé todo a la mierda y he dejado que tantas cosas me hayan pasado por encima. Puedo, incluso, perdonar antes a los demás que a mí misma. Una mancha, que por más que frote, siempre estará ahí, marcada, mirándome fijamente. Y tengo tantas, que ni vertiéndome ácido podría hacerlas desaparecer. Al final, los causantes, no son ni si quiera responsables de sus actos. Sólo yo. Sólo yo porque lo consentí. 

Cuando pensaba (y pienso) en las palabras "hacer frente a la realidad", me imaginaba (e imagino) que tenía (y tengo) un puño americano enorme, plateado, en la mano izquierda y en el momento que lo lanzaba (y lo lanzo) al aire, se hacía (y se hace) real ese "hacer frente". Estúpido que sea con la mano izquierda, porque soy diestra, y no puede si no, más que simbolizar todas y cada una de mis torpezas. 

También me da mucho asco no tener otro tipo de suerte. Esa suerte que ansío, por la que me desesperaría, por la que me vendería al demonio. El tipo de cosas que no terminan de suceder, que me muero porque sucedan, y que no quiero esperar tonta e ilusamente a que sucedan. Es como mirar los días en un calendario en blanco, sabiendo que no va a llegar nunca el momento en el que pase. 
¿Por qué? Pues porque yo también tengo ganas de hacer literatura de mierda, de sentirme especial, de creerme algún cuento por primera vez y vivir en él. Tanto azúcar imaginado me ha vuelto diabética en la realidad y me ha enfermado con un "imposible". Ni si quiera diría "enfermado", sino curado. Porque si fuera cierto, ya tendría que haber sucedido y NUNCA, nunca ha sucedido. 

Entonces vuelvo al principio de todo lo que pienso. El final, el principio, siempre son lo mismo: una única cosa con doble explicación, con doble cara. Tengo dos respuestas a ese "Por qué no ha sucedido" y ambas se unen en la misma. La misma es la causa y efecto, ensayo y error, pregunta y respuesta a la vez: Yo. 

Y acabo pensando "¿por qué y para qué busco?". Para nada. Ni si quiera sé que busco. Sólo buscando me alejo de lo que no quiero ser, de aquello en lo que no quiero convertirme, pero también de aquello que me gustaría ser. Y sigo buscando porque creo que algún día encontraré una respuesta, una respuesta que sé que jamás encontraré, pero no puedo dejar de buscar. Ésa es mi única razón para existir, para seguir, para avanzar, para aprender, para olvidar, para caer, para levantarme y volver a perderme. Porque perderme es lo que realmente sé hacer bien, y perderme para encontrarme no es otra cosa que seguir buscando, sin llegar nunca a saber dónde estoy, quién soy, ni cómo soy. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario