miércoles, 10 de febrero de 2016

Rain messed up my window

No tengo prisa, ni ganas de barrer el tiempo. Tampoco tengo ganas de quedarme aquí, atrás, al final del todo, aunque el punto de vista sea más amplio, pero también se aleja mucho del objetivo. No puedo planear ni prever a corto o largo plazo. Me agobia. Pero me agobia aún más pensar en qué redes puedo dejarme caer si no lo pienso y lo decido ya. Otra jaula. Una jaula dentro de otra jaula, y los barrotes son cada vez más peligrosos. 

Y por alguna extraña razón tiendo a hacer como que no pasa nada. Supongo que ahora sí tengo algo que perder y estoy dispuesta a protegerlo a toda costa. Hay ratos en los que creo que puedo, y ratos en los que creo que no, pero de repente dejo de pensarlo, de apremiarme, de sentarme a hacerlo y centrarme. No puedo centrarme. No puedo dejar de dar vueltas inútiles en círculo para acercarme al fin. 

¿Qué maldito fin? Ése que llevo ansiando años. Y si sale mal... La simple posibilidad de que todo salga mal, otra vez, otro año, me ahoga. Es como una maldita capa de mierda, de piel vieja que no consigo quitarme. 
Oigo ruido. Mucho ruido. Y hablan de cosas que no sé, de las que debería saber, por las que debería haberme interesado, pero es demasiado tarde y tampoco estoy por la labor. ¿Dedicarme de por vida a esto? Dios mío. Me sobra información dentro de este cerebro mortalmente podrido. ¿Cómo podría dedicarme a impartir ideas de otros? Demasiado para mí. Y para más inri, es lo que se espera que haga. 

Por Dios, yo sólo quiero encontrar algo para lo que servir. Algo con lo que pueda mezclarme, estar contenta y tranquila. Saber conformarme. La simple idea de hacerme esclava de algo que realmente me gusta, me asusta mucho. Hay muy pocas cosas de las que puedo disfrutar y venderme para acabar odiándolas... ¿Qué me quedaría después? 
Cero. 

Cero es lo que me queda de imaginación. Cero es lo que me queda de puta ilusión alguna. Cero es lo que me impulsa a seguir buscando, a seguir creyendo, a seguir confiando en unas palabras más ciertas de lo que jamás han sido otras para mí. Y sigo teniendo algo clavado que no me deja avanzar y salir de este hoyo asqueroso. Cero me tiene encadenada a su maldita nada. Y mientras siga encadenada a esa nada, no podré coger la puñetera pala y cavar unos buenos cimientos para empezar a construirlos, poco a poco. 

¿Lo que mejor se me da y para lo que no soy una inútil en absoluto? Hablar, hablar y requetehablar, para no decir nada coherente y dejar a todos con la sensación, incluida yo misma, de que tener la boca cerrada era mejor que abrirla. Pero sigo buscando el botón de apagado en mi cerebro para cortar el continuo diluvio de verborrea mental. 

Decían, no sé si ya será real, que iban a inventar un medicamento/droga que pudiera anular las malas experiencias de la memoria humana, aunque el individuo podría seguir recordándolas sin esa fobia, ese dolor, ese malestar, que le inflige el recuerdo. Me ofrecería encantada para el puesto. Aunque a veces tengo la sensación de no haber sido yo quien ha vivido la inmensa mayoría de las situaciones, pero me da tantísima rabia caer en la realidad y comprender que no, que no era un mal sueño... Y entonces me estrello. 
Hay errores que no deben cometerse, no añaden experiencia, no se aprende de ellos. Sólo hacen que te arrepientas, día y noche, que luches contra ellos siempre, sobre todo, cuando aparecen después de una larga temporada en la que creías haberlos dejado atrás. 

Equivocarse será de humanos, rectificar de sabios, pero es una puta mierda de enseñanza sin arreglo en múltiples ocasiones. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario