Ojalá.
Ojalá tú me encontraras.
Aquí, allí, más allá de los límites de este absurdo lugar.
Pero cómo ibas a buscarme, cómo ibas a aparecer alguna vez.
Ni tú, ni nadie, jamás.
Aunque lo aúlle, lo esté suplicando a gritos, nadie se dará cuenta nunca.
No importa si lo necesito, nadie va a darse cuenta ni a pensarlo.
¿Cuál es la razón?
Me imagino que es muy difícil mirar dentro de la pecera donde vivo.
Me imagino que nadie se atreve ni si quiera a mirar, para qué.
Y cuando lo hacen, todo está demasiado oscuro. Todo es demasiado oscuro.
¿Para qué quedarse?
Realmente no es que me las arregle yo sola, que tenga una fortaleza o esa clase de cosas.
Sin más, hoy es hoy, mañana será otro día, y un poco más de tiempo entre ojalá y ojalá.
Pero poco a poco voy llegando al límite, al borde, y no sé cuánto se ampliará ese otro límite.
Mientras sigo esperando algo, algo que no puedo hacer que pase, que no pude hacer que pasara, y algo que tampoco pasará.
No hablo de ti, ni de mí, ni de nadie en concreto. Hablo de las cosas que nunca fueron y que ya no encajan ni sé cómo encajarían. Ni si quiera sé por qué escribir, como un fantasma, a otro fantasma, en medio de otro delirio nocturno de los de siempre.
Al leer esta entrada, he sentido que me describías a mí.
ResponderEliminarIgual las razones son distintas, o son las mismas, quién sabe.
Pero lo cierto es que últimamente, vivo mi día a día así, con esos pensamientos, con ese malestar que ya ha dejado de molestar, con esa calma vacía.
Un saludo.