Hay veces que cerrar los ojos es tan, tan peligroso...Y que
al abrirlos encuentres cosas tan dispares que ni imaginabas que pudieran pasar.
O tal vez, simplemente, por casualidad, o no tan casualmente, suceden porque
todo lo que conoces está revestido de mil maneras diferentes. Sí, debe de ser
eso.
Quise correr para encontrar un sitio en primera fila, y hube
de conformarme con quedarme en el medio. No podía escuchar bien la función, así
que no tardé en quedarme dormida de puro aburrimiento, no por falta de
entretenimiento sino por no poder entenderlo. En fin...Debí pensar en algún momento, antes
de que el sopor me llevara a doblar el cuello y encadenarme los ojos.
Y cuando desperté en mitad de un torbellino, pude ir
apreciando los cambios lentamente.
El hermoso teatro, se había tornado rojo oscuro. El
escenario, vacío al principio, aparecía repleto de personajes con grandes
máscaras blancas de ojos negros, sin boca; de colores; con plumas y mil
diversas formas que sólo caben en la imaginación. Todos allí, callados, mirando
hacia el público. Entonces me percaté de mi soledad frente al escenario.
Mientras mi mente rumiaba los recuerdos precedentes al
momento standby, el escenario comenzó a vibrar, y de detrás de las cortinas de
terciopelo granate surgieron dos enormes ruedas de madera, color marrón oscuro,
similares a las del engranaje de un reloj.
Ambas se juntaron en el escenario y comenzaron a rodar. Las
figuras enmascaradas se posicionaron formando dos círculos que corrían en
direcciones contrarias uno dentro del otro, cambiando después varias veces de
sentido. Y yo seguía anonadada, sin moverme, sin saber qué decir. Entonces
pararon y todos corrieron a formar un único círculo de cara al escenario, con
una mano tras la espalda. Seguidamente, mirándome, si es que podían ver, todos
mostraron una rueda similar a las otras dos mayores. Todos se giraron hacia el
que tenían a su derecha o izquierda, sujetando las ruedas, para que encajaran perfectamente,
y de repente, todos desaparecieron.
Las ruedas comenzaron a girar en el aire a la par que las
otras dos lo hacían, y una risa oscura y estridente de fondo. Comencé a
marearme, y miles de máscaras que reían sin boca aparecieron flotando, estrellándose
contra mí. Yo no podía gritar, no podía levantarme, tampoco servía de nada que
me tapara los oídos. Entonces apareció una máscara muchísimo más grande,
procedente del centro del círculo de engranajes, blanca nacarada, brillante,
sin boca y con dos ojos enormes imitando rendijas; se alargaba en las sienes
formando un extraño pico, de donde emergían plumas o pelos de color blanco,
similares a los pelos de una loca o a los de Albert Einstain.
Parecía querer tragarme y abrí la boca cuanto pude, sin emitir
sonido alguno, mientras ésta me traspasaba.
Cuando desperté, continuaba sentada en la mitad de la grada,
en la total oscuridad y en silencio. La gente miraba embelesada la función, con
caras de alegría, de nostalgia, de enfado, de frialdad...Y a mi alrededor, un
gran hueco de sillas vacías.
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