jueves, 7 de junio de 2012

Ñañañaña...

El horizonte es sólo una línea invisible que separa el agua del cielo. El color de la tarde rompe la monotonía azul que viene cayendo, al tiempo que imagina su figura, marchándose a pasos lentos. El agua se traga el reflejo de la luna que se asoma, tímida, a su espejo, y le revela las dudas que nunca fueron más que sabios y olvidados consejos. El aire le mece el pelo, mechón de reflejos dorados, camomila en el aire. Pero ya no vendrá en busca de su aroma, a enredarse en ellos. No más caricias melocotón-mejilla. Roce de labios rojo-fuego y mordida. Adiós locura nocturna, hay sonrisas que se apagan y besos que saben a poco.
Poco a poco mira hacia abajo. Las piedras del suelo se han vuelto plateadas. Miles de caminos inventados que no llevan a ninguna parte. Selvas enteras por descubrir. Las lágrimas se escapan por donde pueden, buscando un hueco donde caer. Su mano cubre la rosa, que muda, solloza en silencio lo que una promesa nunca dicha pudo romper.

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