lunes, 10 de febrero de 2014

Nuvole Bianche

Este cuento no empieza con torres y rescates, con bellezas o sueños. Empieza con un "si yo tuviera..." y ojalá tuviera esos ojos, esos labios, ese pelo, ese cuerpo, esa vida, esos sueños, ese futuro, ese amor, y todo termina justo donde empieza: "Ojalá".
La suerte se acabó y ya no hay pompitas que reventar, ni ojos extraños en los que aventurar el futuro. No hay un camino hecho o deshecho sobre el que echar a andar o por el que correr. No hay un pasado al que huir porque nunca existió. El tiempo corre más deprisa y ya no se puede atrapar entre las letras de un libro. Ya da igual si lloras una madrugada y a la mañana siguiente te levantas con los párpados hinchados. A nadie le importa. Ni si quiera a ti te importa. 
Ninguna ola te arrastrará mar adentro y tampoco te dejará varada en la orilla, buscando la entrada a un mundo secreto y misterioso. Y miras al cielo y buscas un rayo de sol que signifique algo, pero ya no eres capaz de darle sentido. Contigo se ha ido, contigo se ha muerto, todo lo que tuviste, que nunca fue tuyo y que creíste que siempre estaría ahí. 
Hay dos movimientos contrarios a tu alrededor, y no vas con ninguno, ni en ninguno de ellos vas tú. Uno pasa ante ti y sigue adelante; el otro va hacia atrás, pero ya no puede regresarte a ningún lugar. Tu imaginación murió un día de éstos que ya no recuerdas, y nunca encontrarás un sucedáneo satisfactorio que pueda sustituirla, al menos durante un tiempo. Ya no hay fin y sin fin, no hay alivio que cure anhelos, que rebaje iras e impotencias de entrañas abiertas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario