jueves, 23 de octubre de 2014

Freedom is just another word for nothing left to lose

Simple ansia por conocer, por saber un poco más, descubrir la cara oculta que hay detrás. Pero como en los sueños, cuanto más nítidamente quiere uno ver, más borrosa es la visión. Imposible distinguir y acertar. Poco importa cuál es el enigma si ni quiera sé si estoy en lo cierto. Qué más da cerca que lejos. Hay una diferencia de dimensiones, no de miradas. 

Me gustaría ser como ese rayo de sol que entra por la ventana nada más amanecer, en las primeras semanas de primavera o verano. Me gustaría ser la lluvia cálida de un mayo algo tormentoso. O ese trozo de cielo anaranjado de una tarde de otoño entre los tejados. Echo de menos el tiempo de aquella ciudad piedra, dorada y verde. Echo de menos dejar caer algo y que no sólo sea desnudez. Saber que más allá de la cúpula hay algo. 

Simple ansia por saber, queriendo que sea de tu boca, que nazca de tu voluntad y tus ganas. La locura tonta, feroz y salvaje de una niña que se muerde los labios, agitada respiración: tu cuello y el universo en suspensión. Un deseo más. 
Simple atracción que sujeta tan fuerte todos los nervios de mi cuerpo. La tensión de los músculos expectantes. La rapidez con la que me laten las sienes y las muñecas, viniéndoseme abajo un no sé qué, que me desequilibra y me hacer querer más. 

La bola, la pequeña bola de cristal transparente es enorme entre mis manos. Y mirar a través de ella, deformando el mundo como mirando desde dentro de una pecera. ¿Qué había más allá? El mar no era suficiente. Pero perdí el control y se cayó, estallando en mil pedazos. 

El caleidoscopio, una brújula muy estúpida para dar dos pasos, tremendamente preciosa y única. Con él aprendí que no hay dos visiones iguales, que igual que se nos muestra algo, uno también tiene que aprender a cambiar la forma en la que mira. Y en esos distintos puntos de vista: tú eras un trocito de papel rojo brillante, yo uno azul; de distintas formas ambos, reflejos completamente diferentes en el fondo. Esa disparidad que puede contenerse en un objeto tan simple, lo tomé como analogía de la realidad. 

Cerré la tapa del caleidoscopio y junté los trocitos de la bola de cristal. No había nada en ellos que fuera más que pura ilusión, y en esos mundos inexistentes, puede que alguna otra noche te encuentre en ese campo verde bajo el sol, de esa ciudad dorada-piedra, y sentir otra vez esa tranquilidad de otro beso en la frente.

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