jueves, 26 de noviembre de 2015

Oh, let me throw my love

Poco a poco vas perdiendo la fuerza, el control. Entonces no notas el peso montaña arriba, sino que desciendes. Y quieres agarrarte a cualquier cosa que te impida caer, que te detenga, pero ya es demasiado tarde. 

Hace mucho que no siento eso. Y siempre que acaba, me pregunto cuándo y con quién volverá a suceder. Me pone de los nervios no saber, no tener ni idea de en quién me fijaré la próxima vez, cómo será, cómo saldré de nuevo de otro agujero. 

Son agujeros, sí, porque son trincheras donde me empeño en hacer que crezca algo, allí donde jamás llegará la luz del sol. Sin luz no pueden crecer. Con sal acabando muriéndose. Y es una batalla en la que la arena cae para tapar esa tumba que quiso ser cuna.. 

No culpo a nadie. No espero nada realmente. Es sólo que en ciertos momentos, a veces más a menudo de lo que me gustaría, echo en falta lo que para otros es tan fácil tener. Y si es tan fácil tener, ¿cómo es que siempre me sale mal la historia? 
Siempre doy en el clavo equivocado. Todo es demasiado para mí. Demasiado grande, demasiado difícil, demasiado imposible. 

Y en verdad me encanta ilusionarme, fantasear con que algún día pudiera ser. Y me meto debajo de las sábanas a soñar que algún día tendré un sol; segura de que jamás, nunca jamás, podré darle a alguien lo que yo necesito; porque sé que no puedo ni podré darlo, porque no lo tengo. 

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