lunes, 23 de enero de 2012

Hay un hueco entre mis sábanas cada vez que te levantas, que se va quedando frío mientras te vistes y te vas. Entonces, si consigo mover algún músculo, me acerco a la ventana y ya no estás.
A veces me gustaría gritar algo, aunque sólo fuera tu nombre, para ver si consigo retenerte cinco minutos más.
Y es en ese hueco que dejas vacío donde comienzan los anhelos de cada día, las inseguridades que me acompañan en todo momento, cuando comprendo que rara vez nuestros pensamientos se cruzan, porque es extraño que no me esquives aunque ni si quiera diga nada.
Pero por mucho que sepa que no puedo forzar la correspondencia y que no todas las notas bailan en la misma línea del pentagrama, es difícil dejar marchar a alguien que te llena con una sola palabra, aunque no tengas fuerzas para luchar contra viento y marea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario