lunes, 16 de enero de 2012

La lucce della notte

Un suspiro helado en una noche de Enero, reducida a un copo de nieve. Y mirando el cielo oscuro pude adivinarla, cayendo desde tal altura, llegando de nuevo al suelo segundos más tarde. Por mucho que lo intentara jamás habría podido evitar la gravedad.
Hacía meses que no nos encontrábamos, mucho tiempo, y no me he parado desde entonces ni una sola vez a pensar en ella. No lo he hecho profundamente. ¿Por qué? Porque se necesita tiempo para comprobar que los caminos sean correctos, si la elección ha sido errónea o no es más que una confusión pasajera.


No tengo mucho que decir sobre ella, pero no es poco lo que me hace sentir. Me hizo seguirla por un largo momento que apenas se me antojaba un segundo, y pensaba que no podría llegar a alcanzarla, pero lo conseguí. Al final pude ver cómo se iba, tranquila, aunque me temblara todo el cuerpo.
Y en realidad, todo eso no fue más que una triste metáfora, una simple equivocación, un camino distinto a mis intenciones. 


Mayo fue una bifurcación más de lo andado, un nuevo proceso en el que perderse. Y así lo hizo: me cegó, me convenció, la seguí, se marchó, me perdí. Así. Y fue en Septiembre cuando creí que aún la tenía conmigo, a mi lado, pensando que me acompañaba en cualquier momento, a cualquier lugar. Pero Octubre se la llevó, dejando que se cayeran todas las flores como hojas marchitas y Noviembre la retuvo sin dejar que el viento se la llevara. Y al final Diciembre consiguió hacerse con ella, rescatarla, mecerla entre sus fríos brazos, arrancándole imágenes pasadas que cayeron esa noche en forma de hielo.


Y, ¿cuál es la verdad de tanto misterio? Que nunca alcanzó la cumbre, que no es reina de Mayo, sino de Enero. Que es fría y tímida aunque su pequeña sonrisa te turbe el pensamiento, que su mirada tierna y cálida sólo disfraza miedos, y su halo místico te envuelve porque es tan deslumbrante como inaccesible al tacto. En realidad sólo finge ser un sol pero es suficiente para reflejarse como esperanza.


Ella no es un desengaño del futuro que se encare con el pasado, no es una triste metáfora que pretenda enseñarme que tengo mucho que aprender, tampoco es simplemente una luz que haya pretendido ser mi guía. Ella es mucho y más de lo que todo lo demás pueda significar, es un instante, una mano amiga, como un astro intermitente, un lucero que se apaga y se enciende. Por eso la llamo Reina de Mayo, porque ahora se extingue y dentro de unos meses volverá a florecer, con otra forma distinta, pero la misma en esencia.

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