viernes, 6 de julio de 2012

Where is the sense in that?

Miro, miro a través de un cristal. Ninguna cara me da la suficiente seguridad como para reconocerla. El tiempo corre demasiado deprisa, yo sigo en el mismo sitio. Un día y otro, y otro más, hasta que la linea que los separa es tan difusa que ya no sabes ni dónde estás. Entonces, ¿qué? 
Me agobio. Lo odio. Odio tanto formato perfecto, paquete completo, actitud correcta, lo "normal". No me entra en la cabeza que un anuncio sea realidad. Si recuerdo los veranos no son precisamente por ser de playas, piscinas, noches interminables al lado de una hoguera en el mar o por un amor de verano. Si recuerdo un verano es por las peleas, los disgustos, los sofocones, las borracheras, las noches de insomnio y cuando todo eso se aborrece a sí mismo, llegan los momentos inolvidables de verdad. Las risas, las bromas, las lágrimas de alegría, los gestos que te dicen "Ojalá fuera así siempre", las ganas de repetir esos momentos. 

Pero sigo mirando por si acaso reconozco algún símbolo, por si acaso veo una señal, pero hasta ahora... "Si no lo buscas, no lo encontrarás nunca", "Eso no se busca, llega solo". Al final siempre acabo mareada en medio de ambas frases con el estúpido consuelo de "Bueno, no es el momento", y así pasan los años. 
Me gusta la simplicidad, la complicidad de una sonrisa, el encuentro de una mirada y la rojez de uno de esos chispazos. No todos lo momentos son de esos tropiezos tontos que te hacen sonreír como si fueras tonta, no todos los "guapa" y "bonita" significan eso. A mí me hacen llorar. No quiero creérmelo ni voy a hacerlo.

Lo cierto es que la realidad es tal como uno mismo la ve, aunque haya no sé qué normas que nos dicen que H y B son por encima de todas las cosas, lo normal. Quién pondría el primer ejemplo, quién diría primeramente que las cosas son así o de aquella manera. Y no nos damos cuenta de cómo nos condenamos unos a otros tan tontamente... A la hora de ponernos sentimentales todos sabemos del bien y del mal, y he llegado a la conclusión de que no existen. 
Esquemas perceptivos creo que se llaman, para no perdernos en el tiempo, para que no nos trague la inmensidad mundana, la ignorancia de nuestro gran cerebro. Pero si por un segundo dejáramos de ser, de creer, de interpretar, de valorar, de sentir, de opinar... ¿para qué querríamos vivir? 
Y cuando nos roben todos esos gestos, todos esos verbos, quiero que me expliquen cuál será el sentido de la vida, la nueva moda, la nueva filosofía, la nueva creencia que satisfaga los nuevos instintos del hombre eternamente insaciable.
Prefiero la cara del misterio, al menos él no me pide explicaciones ni yo necesito pedírselas.

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