domingo, 15 de julio de 2012

Goodbye, mister Love!


Y es que renuncio, no porque no crea en ti, sino porque creo demasiado. Así que ya no puedo seguir pensando que algún día vaya a ocurrir, que alguna vez pueda ser, que de verdad pudiera llegar a pasar. Porque estoy harta de esperar, de creerlo, de pensarlo, de tener que buscar... De no saber qué hacer. Estoy hasta las cejas del universo de que no me pase a mí, de que nunca dure demasiado, de que todo sea tan poco que no me dé ni tiempo a cerrar los ojos e imaginármelo.
Quizá tengo demasiado idealizada la realidad, lo que hace que mi fe se refuerce aún más, pero a día de hoy me caigo y tan sólo puedo decir que no puedo más. ¿Para qué? No quiero seguir recorriendo ese camino para encontrar "nuncaseráposible" y "noesparati". No quiero deseárselo a otras, pero estoy tan aburrida...

Me encanta ver esas parejas que surgen de la nada, que tienen un comienzo tan difícil y que al final consiguen estar juntos; esas historias que lo tienen imposible pero que vencen cualquier obstáculos. Esos reencuentros después de los años, esos que se dan cuentan de que se tenían el uno al otro desde siempre, justamente al lado. Claro que no todas las historias me parecen bonitas. También me gustan esas historias tan bonitas que acaban rompiéndose. Qué pena... Y hay una historia que jamás, jamás olvidaré. La necesidad que siguen sintiendo el uno por el otro, a pesar de que tienen otras parejas y son felices.

Y no quiero descubrir que al cabo de los años ya no se está enamorado. No quiero saber que llega un día en que todo se pierde, esa magia del principio, ese gesto que hace que pierdas la razón. Sí, vale, las cosas se enfrían, la confianza llega al roce, la convivencia desgasta, la pasión va desapareciendo... pero hay algo más. Un proyecto en común, un camino conjunto que seguir, una vida y todo eso, y ya estoy hablando de cosas grandes, como hijos, como casa, como hipotecas... Qué se yo. No. No quiero pensar que algo tan bonito como ver a tus abuelos celebrar 50 años de casados es en realidad una parodia. Que pasados tantos años junto a una persona ya no quede nada, aunque tengas hijos y ese cariño de todos los años pasados. No. No me convence, no quiero comprobarlo, saberlo. Y seguramente estoy negando la realidad pero nunca podría soportarlo.

Me he cansado de buscar entre todas las caras unos ojos que me miraran directamente. Sabes que en cada esquina he esperado cruzarme o tropezarme, mirarlo y decir: ¿Tú? Pero no, la culpa es mía porque eso sólo pasa en las películas. Casualidades tontísimas para que la historia tenga un argumento. Y el flechazo... Sí, claro que creo en él, una especie de conexión casi mística, una reacción puramente química, todo producto de un cruce de miradas... o no, claro.
Y es que... ¿tengo que buscarte o tengo que encontrarte? Nunca me ha quedado claro. Si no tengo que hacer ni lo uno ni lo otro, ¿espero? ¿Aparecerás? Pero entre las dudas hay un espacio que se llama vida, rutina diaria, lugar en el que estas cavilaciones tan tontas no tienen cabida. Pero necesito esos momentos de poesía en los que me imagino un encuentro casual, tipo novelero, momento videoclip, con su música y banda sonora original (B.S.O.) propia.

Y, sinceramente, por mucho que digan que todos tenemos una media naranja o alma gemela, términos que odio, no creo que lo haya para mí. Estoy harta de ver cómo gente que se deja con parejas de años encuentren a alguien a los pocos meses. Esa gente que nunca sale, a la que nunca han mirado, gente que piensas que nunca encontrará a alguien (por X razones), etc., etc., porque todo esto es muy relativo, bueno, pues que ellos finalmente formen binomio y yo me quede con la cara de tonta, metida en casa un fin de semana pensando: Estoy más sola que la una. 
Ese apoyo moral que tantas veces hace falta y que nunca está cuando lo necesito. Esos momentos que te gustaría compartir con alguien y no tienes con quién, esos pensamientos estúpidos y no tan bobos que te asaltan y necesitas contar, esos rebotes, enfados que nadie puede calmar salvo el tiempo y unas cuantas horas llorando. Todas esas cosas que se hacen en pareja, todo lo que una se imagina, blablablabla... Acabo pensando: "Bueno, no es tu momento. Ya llegará...". ¿Sabes cómo se llama eso? Consuelo de tontos. Tonta doble, triple, cuádruple... y así infinitamente porque no sé cuántas veces lo he dicho/pensado/creído...

Por eso quiero decirte adiós, que espero olvidarme de ti, porque he llegado a la conclusión de que nunca podría enamorarme realmente, que al final siempre me fallaría algo, que estaría eternamente incompleta. ¿Por qué? Porque te he idealizado, porque en realidad estoy enamorada de ti, de algo inmaterial, de una idea... (ooh! Esto me recuerda a que estudio filosofía... ¬¬) y bueno, eso me lleva a pensar que nunca, nunca podría ocurrirme nada como lo dicho anteriormente. Y tengo mis buenas razones para pensarlo y para deducir que es verdad, porque no hay nada que me diga lo contrario, personalmente, porque ajeno a mí, por supuesto que ocurre.

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