lunes, 19 de noviembre de 2012

Teenage Wasteland a 19 de Noviembre.

"...Sólo un sueño, sólo un sueño..."

Y abrí los ojos en un día muy lejano a éste, en otra época muy diferente. Un inmenso cielo azul cubría nuestras cabezas y el día era cálido y suave. Tendida en la hierba vi cómo dormía, cómo sus ojos verdes seguían ocultos tras sus párpados, rozando quién sabe qué piel, besando sabe Dios qué labios... Y sonreí al pensarlo, porque él nunca me prometió nada, nada salvo el momento, lo único que yo le pedí. El momento, el instante que me hacía feliz.
A lo lejos podía ver a la gente ir y venir, como si estuvieran en un mundo a parte. O quizá éramos nosotros quienes respirábamos un aire distinto en una burbuja fuera de aquella realidad. La música lejana me llegaba suave y placentera, haciendo que algo distinto latiera en mi pecho. ¿Y por qué cambiaría todo esto? Por nada del mundo.
Entonces fue llegando esa canción a mis oídos, la misma que nos trajo a ese lugar. Al tiempo que se me llenaban los ojos de lágrimas, una mirada verde se asomó por primera vez al día, sonriendo.

- ¿Qué pasa, pequeña? - susurró.

Y yo lloraba como una tonta, como si fuera lo más maravilloso del mundo, que probablemente lo era. Él se levantó y vino hasta mí, se sentó detrás, abrazándome.

- "Y sabes que el tiempo es oro escurridizo, un puzzle del que no vela pena perder una sola pieza. Cada día cuenta, cada segundo podría ser el definitivo. El amor en esa esquina mañana, la paz el 29 de julio del año que viene, tu último tren un 20 de diciembre. ¿Y qué podemos hacer, qué podemos hacer? Nada de cruzar los brazos, de quedarse de pie. Hay que echar a correr, correr y correr. Recoge cada segundo, cada latido de tu vida merece la pena sentirlo. Y yo quiero sentirlo.
Quiero rodearte la cintura, colgarme de tu cuello, perderme en tu cuerpo cada noche, cada amanecer. Voy a robarte los mejores gemidos, voy a recordar el sabor de cada beso. Rózame con tus largas pestañas, hazme cosquillas hasta por la mañana. Prometo dártelo todo, prometo ser tu felicidad hasta que tú quieras.
Vamos pequeña, déjame volar contigo. No conozco otro camino a la luna y no quiero recorrerlo si no es contigo. Quiero que te conviertas en mi aire, que cada día seas mi desayuno y mi última cena. Que las noches sean eternas a tu lado, mientras abres las alas en este sueño de verano". 

Y mientras me susurraba al oído, me abrazaba fuertemente, igual que cada noche, sólo para que me durmiera. La guitarra rasgaba el aire y hacía que me subiera un calambre por el vientre. Sus manos se perdían en mi cintura al ritmo de la música y nos balanceábamos al mismo tiempo. 

- Si pudiera retener este momento para siempre...
- ... para siempre es tuyo.

Sus besos inundaron mis sentidos, despidiéndose de nuestra canción, a dónde quiera que el viento se llevase las últimas notas. 

Sólo un sueño, eso es lo que fue. Hoy me despierto en esta cama helada, echando de menos mis 17 años de entonces, el verano de la libertad y sus ojos verde salvaje. Me encanta sentir el ardor febril de aquellos días en la cara, la euforia rebelde que se nos escapaba, como si la juventud tuviera las horas contadas, como si hoy fuera ayer, como si este Noviembre, 19 de Noviembre, fuera aquel Julio, 19 de Julio, de un año que también acabó en 9.
Un sueño que será mío, un recuerdo cuyas alas sólo a nosotros pertenecen. Y la felicidad salvaje del mejor verano de mi vida, el eterno retorno de aquellos instantes... Eso no podrá arrebatármelo ningún invierno, por muy duro, frío y cruel que sea. 


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