miércoles, 12 de febrero de 2014

Un buen día

Un buen día es ése en el que te levantas con toda tu fe. Ya se ha ido la tormenta, ya no tienes nada en lo que pensar, puedes dejar pasar una semana más sin preocupaciones, te levantas con tu pie derecho y dices "¡Hoy será un buen día!". Pequeña tradición o manía matutina desde hace años. Y sí, todo va bien. Pero el agua está tan calentita y da tanta pereza salir de la ducha... Y se está tan cómodamente en pijama, sin tener que pensar en qué tienes que ponerte porque no te apetece vestirte. Pero ¡ajá! No subiste la persiana y ahora que ves la luz asomarse, te das cuenta de que tu error vuelve a ser el de siempre: no mirar el maldito reloj. 
La prisa nunca es buena compañera, sólo sirve para destruirte y arruinarte un poco más rápidamente. No hay opción. Dos veces pierdes, una vez... Bah, tampoco ganas nada. Y cuando abres la puerta es como entrar en otra dimensión. Tus pasos de elefante, tu cuerpo de hipopótamo y tus resoplidos de rinoceronte llenando el espacio. Eres el huracán, el desastre, entrando por esa puerta. Sientes las miradas en la nuca, como si tuvieras mil pares de ojos encima. Venga, un poco de espectáculo no está nada mal. Morir de sedación informativa no puede estar tan mal... Pero antes tienes que mostrar tu torpeza, tu estilo T-Rex, tu cara de asco universal, tus esperanzas yéndose por la puerta de atrás... Welcome to the cage! Y ahora intenta respirar. Hoy no tiemblas, pero el aire no pasa más allá del nudo de tu garganta dichosa. 
En tu cabeza se van mezclando la locura y el cansancio. Hacía rato que no se encontraban. Y vuelves a temer... Las ganas de huir y de desaparecer. ¿Tan difícil es fundirse con la nada? ¿Hay que jugar a este juego otra vez? Sabes que el mundo no va a dejar de ser mundo, pero no quieres sostenerlo. No hay defensas, no hay barreras estables que soporten tus ideas malditas. Te abrasan los ojos y sólo quieres girar la cabeza y ver un rayito amarillo asomándose entre esa masa gris imposible. El viento aúlla y te mueres por sentir el frío y largarte, desaparecer. Si pudiera contigo... Día de perros. Es una pena que no puedas arrancarte los labios, a lo mejor así dejabas de mordértelos. Es una pena que no tengas un botón automático, a lo mejor así podías dejar de pensar. Es una pena que tengas una mente tan estrecha, a lo mejor así el círculo dejaba de ser tu figura favorita y podías romper esa monotonía asfixiante. Y piensas que ya vendrán días mejores, deseando que la suerte no te escuche, que la vida no te oiga, que la ironía no lea en tu cara lo poco que confías en tus propias palabras. Pero sí, "la pesadilla aún no ha terminado". 

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