martes, 25 de febrero de 2014

Pequeña mariposa

La miro y me miro y me siento más idiota si cabe. Es preciosa, es perfecta, es sencilla, es risa pura, es alegría, es bonita, es inteligente... Lo tiene todo. Lo seguirá teniendo todo, todo, todo. Puede que algún día se le cruce una sombra y se le entibie la sonrisa, pero volverá a sacarla. Es su carta de presentación. Es energía que sabe decirle a la tormenta: "take it easy! It'll be Ok!", y así será. Y me hace gracia pensar todo lo que pensé. Me hace gracia haber creído que la noche se puede comparar con el día. ¿Quién iba a elegir, en su sano juicio, un diluvio de inestabilidad pudiendo quedarse con la playa más soleada y hermosa de todas? Porque el cardo habrá dado de comer en las guerras, pero no hace otra cosa que estar ahí, sin más, en el campo. Y las mariposas vuelan, y las flores se abren y dan color, y tal y cual...
Y es que hasta yo podría enamorarme de ella. Pero si hay algo que realmente envidio de toda su maravilla y su sencillez, de su hermosura, de su estabilidad, de su vida en general, es que ella podrá cerrar los ojos por las noches y ser libre. Podrá levantarse con el sol y decir que ha dormido bien, que ha descansado y que hoy va a ser un buen día, no uno más. Porque es feliz, porque tiene ese algo mágico que no se puede aprender, que no se puede hacer, que no se puede comprar. Esa chispa de vitalidad, esa manera fácil de darle la vuelta a las cosas desde sí misma. ¿Suerte? No lo creo, pero también. Y me alegro por ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario