lunes, 28 de abril de 2014

So, so you think you can tell Heaven from Hell? (Doce)

A veces te entra esa fiebre misteriosa que tanto odio los días que no conjunto dos ideas, y las acompañas con esa media sonrisa sarcástica. Me pregunto que a qué juegas y sales por esa puerta, con la guitarra a cuestas y desapareces días y noches seguidas. Un gato, un maldito gato. Y yo un perro, un perro fiel y tonto. 
Y te espero ovillada en el sofá. Si tengo suerte, llegarás por la mañana. Si el cielo parece que va a tragarse la tierra, entonces no sabré de ti hasta dos días después. Si los días se enlazan con noches claras y luminosas, tendré por seguro que andarás vagando por otra ciudad. Pero tu perro fiel seguirá esperándote en casa.

Y cuando vuelves, o eres ese gato manso que tiene hambre, o vuelves hecho una fiera. Mi enfado se esfuma al verte, al estar entre tus brazos, guitarra al lado, terminando la historia de nuevo en la cama. ¿Qué maldita relación es ésta? La que nunca jamás me hubiera imaginado cuando te vi por primera vez con diez años. La que me habría gustado encontrar a los dieciséis. A veces me pregunto si no es demasiado, otras me respondo que lo eres todo. 
Contigo es un microcosmos. Contigo la vida es un cielo y un infierno. Por eso lo eres Todo. No puedo alejarme de ti tanto como me gustaría en ocasiones, porque siempre acabo volviendo. Tú dices que nos buscamos, que es necesidad, que nos encontramos de casualidad y ya está. Yo sigo negándome a admitir eso. ¿Por qué siempre me tienes que reventar el romanticismo? Y sonríes por primera vez de verdad, convencido de que no hay nada que hacer conmigo (sólo en ese sentido, jajaja). 

Claro que no quiero ser la tonta musa de tus canciones. No quiero un cuadro en el que me pintes desnuda y presumir el resto de mi vida, diciendo: "Así era yo entonces...". Por Dios... 
Nada de eso. Quiero ser el perro fiel, claro que sí, pero también la loba salvaje que salta entre tus sábanas, con la que te duchas por las mañanas, con la que te tiras los trastos a la cabeza, con la que pasa el tiempo rápidamente, con la que las distancias al final se ahogan. Yo no quiero aprisionarte en una jaula, no quiero reventar tu vida y atarte a un compromiso absurdo. No porque seamos jóvenes, no porque tengamos una edad en la que se permiten ensayos y errores. Me niego a ser una maldita tentación, un cúmulo de afectos y cariños, de roces y gozos consentidos, una amistad férrea en la que se dan ciertas y otras cosas. Nada de eso.

Tú eres un mundo muy diferente al mundo que soy yo. Por algún extraño motivo hay una atracción. A veces estamos en la misma órbita y todo va bien. A veces saltan chispas y nos despedimos a puntos extremos, con mares insondables, abismos infinitos de por medio. Y un día sin más, te encuentro de nuevo a mi lado, en un bar, en una calle oscura, con tu mejor sonrisa, con tus brazos abiertos, siempre dispuesto. Y acabamos como acabamos, o mejor dicho, empezamos la historia de nuevo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario