jueves, 31 de julio de 2014

EIPΩNEIA

¿Sabes qué es realmente la luna creciente? Una sonrisa irónica. Un traspiés. El mundo al revés. Dar vueltas sobre uno mismo y caer y reír; olvidar que el dolor no hace más fuerte; olvidar que la vida no nos pertenece. Es equivocarse y rendirse a la locura, a la irritabilidad, a la descomposición o a la euforia. Exaltación de los sentidos, de toda la sensibilidad. Es tratar de romper el hilo que te une a las cosas. Así es como lo vivo, como la demencia que precede a la luz, al ponerse de pie para iniciar la búsqueda.

¿Qué son las otras lunas? La luna menguante es simplemente el fin. Todo lo acorta, todo lo despide. La luna nueva es la pérdida de la noción, de cualquier rumbo. Es estar vagando a cualquier hora, a cualquier ritmo, en cualquier lugar. A ciegas, a gatas, a trazos, a nados, a vuelos. Tanteando el terreno, sin saber muy bien qué hallas en el camino. Quizá sólo entonces la intuición puede realmente salvarlo a uno. Y la luna llena es la luz, el momento decisivo en el que se encuentra, se empieza, se llora, se equilibra, se recompone, se retoma aquello que se ha dejado, se lucha, se rinde, se implora... Es la única certeza de que la locura no nos posee del todo, y que aún hay una parte que se resiste, que necesita seguir esperando. Eso, es maldita esperanza en sí misma. 

Pero hoy sólo sé que esa sonrisa irónica puede herirme aunque me esté haciendo reír. Que pretende engañarme, cuando sé muy bien que su encanto es sólo falsa apariencia, metáfora perfumada. ¿Y sabes por qué? Porque he aprendido sus pasos, aunque no siga su baile.  Ya no puede retenerme por completo, por mucho que sumerja los sentidos en ella. Se trata de ir más allá y entonces peso demasiado como para avanzar, pero también como para cerrar los ojos y dejarme llevar. Es imposible creer que algo pueda durar "para siempre", pero se acentúan los NUNCA JAMÁS exentos de cualquier posibilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario