miércoles, 16 de octubre de 2013

Diez

A lo mejor no es sólo azar, pero tampoco predestinación. No sé por qué hay un hilo que me ata a ti, que te ata a mí. No sé por qué entre dos personas que no tienen nada que ver puede llegar a surgir algo así como una conexión, como un chispazo, como un rayo que les acaba uniendo inesperadamente, indefinidamente, enigmáticamente. Y tampoco me gusta pensar que sea sólo un capricho del destino. Creo que es una necesidad que ambos tenemos, que se atenúa según le parece o se hace más fuerte en diferentes espacios de tiempo. No lo sé, es demasiado complicado aunque trate y crea que puedo comprenderlo.

Cómo decirte... Tu figura siempre ha estado ahí. Yo avanzo descorriendo velos, uno tras otro, y cuando tu figura se va haciendo más nítida, vuelve a difuminarse tras otra cortina, tras otra niebla más densa, más gris, más fina, más blanca. Y aunque esté delante, de repente te siento a mi lado, muy hondo, no sé en qué lugar. Y es por eso mismo que te debo tanto, porque para bien o para mal, todo lo que soy, todo lo que he logrado o en lo que he fracasado; todo lo que me divide y me completa; todo lo que me gusta o lo que no soporto; lo que me hace feliz o me frustra, o me genera o me disuelve... En todo eso estás tú. Razón de razones, motivo de elecciones, opciones, oportunidades, pasos, locuras, logros, metas, triunfos, caídas. 
Quiero decir que si soy, es por ti, porque siempre has estado conmigo, no de la misma forma que lo han estado otros, sino de una manera más profunda, como parte de mí. Como si fueras testigo aunque no participes en la historia, como un narrador omnisciente, como un Dios que lo observa todo. Y por eso no dudo de tu papel de ángel de la guarda, eso que tanto odias.


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