miércoles, 23 de octubre de 2013

Un manojo de contradicciones

Y un día, sin más, me di cuenta de que todo se había acabado. No puedo ponerle una fecha concreta, pues de todas formas, aunque no fuera demasiado evidente o yo quisiera ignorarlo, sabía que el fin ya había llegado. Podría decirse que estaba viviendo los últimos días, días en los que intenté negarlo ya que perdería de nuevo el norte. No es fácil volver a empezar cuando estás acostumbrada a lo mismo durante cierto tiempo. Quizá no fue demasiado pero sí lo suficiente como para haberme acostumbrado a las subidas y bajadas. Así que lo que supe desde el principio tenía ya un fin en el tiempo. Es esa idea de que sabes que algo pasará pero no sabes cuándo, y aunque lo sabes no dejas de restarle importancia, de ignorarlo, pero claro, llega el momento y pasa. 

Llegado el momento me sobrevino la idea de que una no puede ser más tonta, más absurda. Como si todos esos meses atrás hubieran sido una ilusión, un algo ajeno. Como si me diera vergüenza admitir que pasó, que me "enamoré" o algo parecido, pero no de una persona sino de una idea. Y quizá porque es tan infantil sólo ahora, con la perspectiva que te da el tiempo, he llegado a terminar de comprenderlo. Empiezo a pensar que distorsiono muy bien la realidad, más de lo que debería, mejor incluso de lo que se pueda esperar de alguien ya atrofiado en todos los sentidos. Es un continuo "te lo dije..." y "ya lo sabías". Una vez que empiezas a bajar y a bajar, ¿quién te garantiza que no vayas a chocar? No creo que pueda controlar lo que siento por una persona. Las cosas empiezan y acaban, y sólo era cuestión de tiempo.

Pero, ¿qué me queda de todo eso? Nada. La incapacidad de recomponerme. Él por su lado, con su vida, como siempre fue. Yo, no sé cómo, tengo que volverme hacia otros lados, aquí y allá y no sé dónde. Buscar otra forma de vivir, un nuevo modo, y de momento esto es una suspensión/asimilación de lo que me ha pasado, de las tonterías que he hecho y pensado, de las que no hice... No puedo permitirme la palabra reflexión, pues no se trata de eso. No sé qué clase de pérdida estoy padeciendo ahora, pero estoy segura de que no reflexiono. Más bien es una incapacidad, una falta, una carencia de la posibilidad de ver las cosas, analizarlas y encontrar respuestas. Tampoco quiero respuestas, pero no quiero seguir generando preguntas. Sé que hubo algo pero no dejo de pensar que estoy loca, y que ése es el principio y el final de la historia. Igual que pudo haber pasado algo, terminó antes de que se diera la mínima probabilidad de que ocurriera. Y por eso me pesa tanto, porque sabía lo que era y no pude evitarlo. 

Me habría encantado, pero ya no. Es una desilusión animal, brutal, no sé... y sé que no estoy en condiciones de levantar la cabeza y mirarla de frente. Pienso en ello constantemente, pero no creo que en profundidad. Supongo que más adelante lo veré de otra forma, iré un poco más allá o lo olvidaré y dejará de importarme. Sé que me he engañado a mí misma, pero es como si aún tuviera que terminar de aceptarlo. ¿Por qué? Y siguen las dudas. Es como si no me importara aunque en realidad me importe. Es una contradicción absurda, pero nunca antes me había pasado. Es algo que está a otro nivel, no me importa lo que haya pasado, sé qué es lo que no quiero pero no sé si quiero algo realmente. Desear se puede desear muchas cosas, tener una ilusión y ganas de algo es otra. No hay proyectos ni planes futuros, aunque eso no impide que pueda pensar en algo más allá de hoy y de mañana. La realidad sobre la que se habla sin esperar nada de ella. Esperar algo sin esperar nada concreto. Y sigo sin entender qué es lo que me pasa. 

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