martes, 10 de marzo de 2015

It's simply the best

Si pienso en la palabra incontenible, veo un mar oscuro, azul y gris, chocando incansablemente contra un acantilado desde el que me asomo. Podría derrumbarlo, sólo necesita impulsarse con más fuerza: atrás, adelante y sería suyo. 
Algo parecido es lo que hago con los límites. Luego me queda esa sensación de no saber quién he sido hasta ahora, hasta el momento en el que vuelvo a replanteármelo, después de haberla cagado sobradamente. 
No sé si es el hecho de haber perdido el control y haberme dejado llevar por la locura, la incertidumbre por querer y no saber cuál es la imagen que realmente proyecto, o si es de nuevo mi negativa a querer buscar excusas que me eximan de la culpa. O todo a la vez. 

Nada importa. Eso no importa. Esto tampoco. La cosa podrida que soy a todas horas, bajo sol o sombra; la nube que no se va; las tormentas que me persiguen y me empujan a querer dormir eternamente, etc., esas cosas sólo las oigo yo, obviamente, dentro de mi cabeza. Y cuando salen, el mundo puede contemplar horrorizado la misma oscuridad. Es hora de volver a cerrar el chiringuito. 

La coherencia, el compromiso, la bondad, la predisposición, los detalles, la inteligencia, la voluntad... Son cosas de las que he carecido toda mi vida, y me sorprende, y se sorprenden, de conocerme al cabo del tiempo y darse cuenta de que no han estado ahí, que nunca lo estuvieron. No me importa reconocerlo, que se me responsabilice de mis defectos, pero, ¿qué se supone que tengo que hacer si, de repente, de la noche a la mañana, todo cambia y no sé por dónde sale el sol y dónde suenan las campanas? Agacho la cabeza, ¿y qué? ¿Qué viene después? 

Una sabe cuándo sobra. Cuándo todo se da la vuelta y no sabe en qué suelo está caminando. Y juro que si grité y lloré como loca, como no, loca realmente, era porque temía que pasara. No sé cómo, en qué momento exacto, de qué manera, pero las pesadillas se hacen realidad. Por eso lo único que espero de una persona es su respuesta, el toque de la confianza que me diga: ¡Eh, para!, pero no me sirve cuando es demasiado tarde. Siempre lo diré, incluso en números pares, en un uno y uno que son dos: sobro, me quedo fuera, haciendo de pico, mirando para otro lado, notando el abismo, lo poco que es verdad y lo mucho que parecía que podría ser, funcionar. 

No me justifico. Cuando te pasan las cosas es porque realmente debe de haber una razón, cuando se repiten. Lo único que necesito es que me digan qué, cómo, intentar remediarlo y no verme tan jodidamente sola. Dejar de sentir que lo mejor que puedo hacer es desaparecer y no volver a sentir el nudo y la quemazón en la garganta, cómo la realidad me supera y me sigo quedando atrás. No sé si lo es, pero diría que es estar enterrada en vida. Hace mucho. Mucho mucho. 

¿Cambiaría? Realmente, pienso que para qué. Qué me puede ofrecer el tiempo ya, cuando tengo más cadenas alrededor que candados vacíos y llaves en las manos.

Es mejor sobrar que faltar, ¿verdad? Sobre todo cuando te toca, te necesitan, tienes que... Ése es el único momento en el que todos se dan cuenta de que hay un hueco de aire de más. El único instante en el que se acuerdan de recordarte que. Para la risa, ¿para la risa? Jajajajaja. 
Hay contratos donde eso no figura, y cuando eso no importa, el valor es de mierda, igual a cero, por debajo de. 

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