miércoles, 3 de octubre de 2012

Ploff... ploff... ploff... (äplausse)

Mira, hay una cosa que se llama escenario y otra telón, y cuando éste baja, la función se acaba. Y entonces te das la vuelta y está todo oscuro, muy oscuro. El silencio se apodera del patio de butacas y a lo mejor sientes la curiosidad de asomarte. A veces no lo haces por miedo a que haya alguien inesperado, a un qué dirán, y otras, cuando miras, te llevas la pedazo de sorpresa de que no hay nadie, absolutamente nadie.
Pero ese periodo de tiempo en que te quedas a oscuras, en mitad del escenario, con el silencio como única compañía, puedes llegar a experimentar la mayor de las soledades. Buscas a tientas una mano que te indique por donde debes salir, aunque sepas que debes girar a izquierda o derecha, pero sabes que no es tan fácil, que puedes tropezar. Y precisamente lo que no quieres es caerte. Nada de eso, pero no hay nadie.
Y mañana, cuando el dichoso teloncito vuelva a subir y tengas otra sonrisita estúpida pintada en la cara, estarás deseando bajarte de allí, salir corriendo escaleras abajo y perderte entre la multitud que te mira expectante, como si fueras parte de un espectáculo. Pero esto no es una obrita, es tu propia vida. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario