jueves, 10 de enero de 2013

LCN

Y si lo miras con los ojos entreabiertos parece que estás en el mismísimo cielo. Los destellos azules te alcanzan desde cualquier rincón y el silencio es el mismo de siempre. Vale, hoy está vacío, al menos no hay emoción flotante en el ambiente. Ni si quiera el agua hace su habitual ruido, ese murmullo gracioso que acabas echando de menos si dejas de escucharlo. Entonces miro a las escaleras y ella está ahí sentada, pero como en otro mundo, y no en éste. La observo unos minutos y al final me mira, lenta, pesada, como derrotada. 
Me pregunto a dónde habrá ido su luz, el dorado que la envuelve y sé que hay algo más que aún no conozco. Una parte de ella que sigue siendo un misterio inalcanzable, que alguna vez ha querido susurrarme en una nana sin palabras. Y recuerdo su sonrisa como una sugerencia, el ánimo a probar, a intentarlo. Era ella quien a veces venía en sueños a coser los desgarrones del día. Era ella quien me echaba la capa sobre los hombros y dejaba que durmiera en una nube siempre que quisiera. Ella, quien tantas veces me tomó de la mano y me dijo "¡Baila!" sin pronunciar palabra. Porque cuando pude mirar al vacío desde la cumbre, ella estaba detrás, delante y a mi lado.

Me acerco y me siento a su lado. Me mira fijamente como esperando algo, pero no leo nada, ni veo rastro alguno de posible intención. ¿Qué quieres decir? Y levanta la cabeza hacia arriba. Allá lejos, lejos de nuevo en la cumbre, pero ésta vez no sé si iremos juntas. Aún así, no pienso dejarla, así que sólo puedo esperar que pase el tiempo. 
Recuerdo la música de entonces, las mismas canciones que han escrito mis pasos estos últimos años. Alguna vez me llega una vieja letra, una voz desaparecida, pero no es el momento de ninguna. A lo mejor mañana... Lo único que sí repito es lo de castillos derrumbados, palacios desolados y caminos que continúan. Mirar atrás, alas viejas, flores que están esperando en el letargo de su semilla. ¿Cómo te explico eso? Y sabemos que probablemente no sucederá esa esperanza que pretende rajar el horizonte y teñirlo de aurora.

El blanco de su vestido también se ha apagado, como la luz de sus ojos claros. Se muerde los labios, arrepentida quizá por no saber cómo continuar. Le sonrío sinceramente: no tenemos por qué preocuparnos. No importa si es una certeza o un error que cometeremos más adelante, puesto que no lo sabemos, pero no importa qué dirección tomemos, y alguna habrá que coger. ¿Cuál? Esa misma, hoy lejana, cada vez más próxima. Primavera misma, Mayo del recuerdo.

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