martes, 30 de julio de 2013

Sunbeams

No, no voy a contarte la historia de siempre otra vez. Ésta vez no. 
Tú escribes y dibujas sueños hermosos en el cielo y yo miro embobada su reflejo en el agua. Me enamoro de ese reflejo, lo confundo con la realidad, quiero confundirlo y me lanzo, me lanzo a por él. Me tiro al agua de cabeza, poco a poco, sonriendo, feliz, encantada y cada vez me sumerjo más, hasta que ya no me queda aire. Y desde el fondo sigo viendo el reflejo, las luces, las sombras, visiones que quiero cumplir, que quiero vivir. Entonces respiro y el agua me inunda la nariz y la garganta; me ahogo y me rodea la oscuridad de este fondo. Oigo estallidos ahogados, burbujas, algo que revienta, y no sé de dónde viene, si de mi alrededor o está ocurriendo dentro de mi cabeza. Se me mueren una a una todas esas ilusiones y el cielo se vuelve azul noche sin estrellas. Lucho por salir y rompo la superficie y es tan absurdo como increíble, pues estoy sentada en menos de medio metro de agua. Pero tú ya no estás ahí pintando ni escribiendo maravillas; te escondes en algún lugar para no ser tú quien recoja los pedazos de eso que hacías. Y desearía que fueras humo, y que todas las cosas fueran lo mismo, así ya no habría nada en lo que creer, nada por lo que ahogarse, nada con lo que tropezar y olvidarse de vivir.

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