martes, 5 de marzo de 2013

Wild world

Sabes que hay canciones que de alguna forma significan más de lo que tú mismo puedes describir, que dicen más de lo que con palabras podrías expresar. ¿Y por qué? ¿Es en sí la música, el instrumento, la palabra o la metáfora? Y cada una tiene su tiempo, su escenario, su algo particular.
Ésta habla de decir adiós, de abrir la mano y soltar al tembloroso pájaro que se cree listo para echar a volar. Se te rompe el alma, pero la libertad de alguien a quien dices querer es más importante que lo que puedas sentir tú. Y sabes que no será fácil, ves todo los baches que tendrá que superar, pero por mucho que ames a alguien, no puedes convertirte en su ángel de la guarda a cada paso que dé.
Y quizá así esté mejor, salir al mundo desarmados, vestidos sólo con una sonrisa y hacer, poco a poco, corteza firme y gruesa de la carne desnuda. Pero no todo el mundo pierde la fragilidad. No puede ser posible que error y aprendizaje vayan eternamente de la mano. Meter la pata es lo más fácil; estar entero y seguir rodando, sonreír, eso es lo más duro. 
Parece que el mundo no está hecho para las buenas intenciones, para el más leve gesto de amabilidad o para detenerse a pensar. Por eso tenemos miedos y tememos por lo que pueda pasarle a quienes tenemos más cerca. Ojalá fuera tan fácil como prender una llama e iluminar sus ideas. Y sí, quizá sea mejor salir solos y desnudos al mundo, esperando reaccionar lo mejor posible ante lo que venga.
Al final, el pajarito tembloroso tendrá que alzarse y mantenerse en el aire, pero también caerá, aunque tenga mucha experiencia. Pero, ¿qué es cada momento al fin y al cabo? Parte de tu vida, para bien y para mal, algo que no podrás borrar. Y aunque cueste y te arranque la mitad de tu ser, no podemos cortar las alas de quien quiere irse. A lo sumo, recortarlas y hacerle daño. 

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