jueves, 11 de diciembre de 2014

I turned to look but it was gone

Pasé años ignorando su canción a propósito. Pasé años esquivando ese nombre, salvo alguna que otra vez que sí la escuché. Y me enamoró, claro, aunque volvía a olvidar su nombre. Pero debe ser verdad que hay una canción para cada momento y entonces no era ella, no era su turno. 
Nunca sabrá lo que me hace su voz, la magia de su guitarra, el poder de sus versos. Nunca verá las imágenes tipo sueño que me inundan, cómo me veo hundiéndome en un mar, sumergiendo la cabeza y dejándome llevar a esa sensación de tranquilidad. Cómo me calma, cómo me desata los nudos de la histeria, cómo poco a poco ha hecho que la necesite. Cómo busco el fondo donde descansar y quedarme.
La magia realmente existe cuando hay canciones como éstas, cuando existen o han existido grupos como éste. Me sirve de claraboya, de chaleco salvavidas. Es mi necesidad, mi sueño, las palabras que yo nunca podría decir. Viene de la nada, pero esa nada es en verdad un todo, una parte más de mí que vino de la mano de alguien realmente importante. Y no se ha marchado, la música nunca nos deja a no ser que nosotros la abandonemos.
Quizá el día que pierda definitivamente el oído no pueda disfrutarla, no pueda volver a emocionarme con ella. Puede que algún día otra canción le robe su lugar, el que ahora ocupa como necesidad, como calmante, como felicidad. Pero sé que es demasiado especial, que no la elegí hasta pasado el tiempo y por ello se merece mucho más espacio en mi desastrosa memoria. 
Quizá algún día, si vuelvo a estar en el delirio profundo de la fiebre, pueda experimentar otra vez esa sensación que me trae esta canción, pero no provocada por ella. Esa cercanía al fin, algo así como cuando Janis decía: good was good enough, se está tan bien... Y algo que te hace sentir tan bien no puede ser malo. Pero si lo es, no me importa que me destruya. No ella. No a estas alturas. 

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