viernes, 20 de junio de 2014

Rinochoncho

Hay días que no sabes muy bien cómo empiezan, si es que han acabado antes de empezar. Y en esos días suelen coincidir varias cosas, y fundamentalmente tienes la sensación de que no tienes nada bajo control. Igual que cuando te da por reflexionar (si se le puede llamar así) y entras en bucle, haciendo malabarismos, porque hace un momento tu cabeza estaba en otra parte y quieres volver allí, a la suspensión.
Entonces pasa. Ves un rinoceronte por la calle, un rinoceronte bajito, pero inmenso. Es extraño, ¿verdad? Pero más extraño aún es ver un rinoceronte bajito y rechoncho, de media tonelada como mínimo, tropezar y comerse el suelo en dos segundos. 
Se acaba la suspensión y piensas: ¿Qué cojones ha pasado? 
No sabes cómo. El rinoceronte rechonchibajo sintió que se le enredaban las piernas mientras hacía malabares con sus manitas minúsculas y la música. Un segundo después estaba boca abajo con los codos hincados en el cemento, amando profundamente la acera. En el mismo instante en que aterrizaba, sintió-escuchó-(semuriódelasco) un crujido muy familiar de huesos, desde el cuello hasta la mitad de la espalda (rac-rac-rac). Se dio la vuelta y se quedó sentado pensando: "Esto no está pasando". Se puso en pie de un salto (!) y recogió con sus rechonchimanos las cosas del suelo. Echó a andar aún temblando, sin saber si reír o llorar. Media hora después optó por lo segundo. 

Es muy gracioso, sí, hasta que cruje. Habrá sido un espectáculo desde la otra acera, pero no, no era otra persona, sino tú. No era otra espalda, sino la tuya. No era otra tonelada y media, sino tu grasa corporal. Y te odias por tener ovarios, estar hinchada, no haber dormido (se te había olvidado que llevas 24 horas sin dormir...) y el día bonito se tuerce, se te escapa y quieres llorar, sin saber muy por qué. En realidad es un dolor que no es dolor, es inseguridad. Ese miedo a hacer el ridículo a veces se transforma y se hace realidad. ¿Y sabes por qué lloras? Porque hay días en que lo más tonto te hace explotar, un día te da por reír, con esa estupidez nerviosa que se calma a guantazos; o te da por llorar, con esa pavera que sólo se calma a guantazos. Eso se llama caer de golpe y porrazo en la realidad, o mejor dicho: la ironía de la vida que te pone en tu sitio cuando estás en las nubes. Y adivina... 


¡EMPIEZA EL VERANO! 

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