domingo, 7 de abril de 2013

Domingos (I)

Y mil veces me pregunté qué camino debía escoger, pero la lluvia nunca me contestó. Nunca. 
Mil veces más quise sacar a relucir mis pensamientos al sol pero él también los ignoró, así que ya no supe qué hacer. Entonces un día, una madrugada, sin hora, sin previsión, apareció la Luna. ¿Quién sabe? ¿Quién podría haberme dicho algo así? Y actuó como brújula, o así quise pensar yo.
A veces somos pájaros temerosos de dar el salto y no poder aterrizar porque aún no tenemos alas fuertes. Algún día muchos seremos sus padres, seguros de que lo conseguirán, porque qué otra cosa puedes hacer sino que confiar. Confiar más en ellos que ellos en sí mismos. Porque el futuro, si algo es, es incierto y así lo es para todos. Y es lógico que nos dé miedo dar el salto, cuando no hay nadie delante, abajo, detrás, al lado. Algunos lo conseguirán, otros tendrán que intentarlo cientos de veces o morirán en el intento. 
Así que, supongo que en algún momento me aprendí aquello de que el río fluye, que recorre las mismas direcciones porque otras aguas antes ya han marcado su cauce. Un día, un muchacho me dijo que no importaba, que no me preocupase, que antes o después, la mierda se estanca en alguna curva. A mí me preocupa aún ser la mierda que no puede seguir avanzando. Y no me importa el fin, sólo quiero que la búsqueda no me trague con ella, dando vueltas en círculos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario