lunes, 29 de abril de 2013

I'm learning to fly but ain`t got wings

No esperar nada, no soñar nada y avanzar como si cada baldosa o la tierra fueran apareciendo ante ti, bajo tus pies. Caminar y que los pasos te lleven a cualquier lugar, sin un plan, sin límites, sin preocupaciones. Darle la vuelta al mapa y en lugar de hacer el camino de Santiago desde cualquiera de sus rutas, partir desde esa misma ciudad. ¿Qué más da? Como si quiero estirar el brazo y simular que cojo una estrella, ¿quién va a decirme que no la he cogido? A lo mejor lo he soñado, pero ella ya estaba en mis manos.
Y entonces te miras al espejo y probablemente no te reconoces. Mañana serás ese colorete rosa de brillos dorados y ese rímel perfecto que alarga tus pestañas como patitas de morgaño, y cuando sonrías, lo mismo estás regalando mierda envasada al vacío. Pasado mañana, quizá, no haya pincel que te arregle y te apetecerá más meterte con tu desnudez en la ducha o con tus peores pintas en la cama. ¿Qué importa? 
Pero, ¿y lo que deja de importar? Notar cuándo algo se funde contigo, cuando está tan asimilado que no piensas que sea algo externo a tu cuerpo. Que te pase eso con un simple agujero de tu cuerpo es extraño, pero puedes pensar "Sí, era mi deseo, mi ansia, fue mi inseguridad y sin embargo, parecía que estaba hecho para ser mío". Y así lo creo. 
Y llega un día en el que las cosas dejan de importar; a veces, demasiado tarde. Palabras que fueron navajas pueden seguir doliendo y perdones desorbitados que entonces fueron tu mayor sueño, acaban haciendo una historia que te roba lágrimas únicamente porque la perspectiva del tiempo te dice "fue demasiado para aguantarlo". Hoy es demasiado tarde y el arrepentimiento ya no puede arreglar nada, aunque puedes intentar empezar de cero. Darte cuenta de que fuiste tan tonto y nadie te dijo seriamente "Déjalo, así está bien", y fuiste demasiado lejos, esperando más de lo que podías alcanzar. Perderte en la inseguridad que te ha arrullado todas estas noches y llegar a la conclusión de que al fin y al cabo, no has ganado nada. 
Aunque, si bien es cierto que de una mala experiencia puedes sacar algo bueno, o al menos aprender, también lo es el hecho de que descubres cosas, o las redescubres, y te centras en ellas, volviéndote hacia un lado mejor. Y ahí están esas cicatrices que cuentan tu historia a pesar de que la mayoría las desconoce; las estrías que deformaron tu cuerpo y que simplemente olvidas que existen, pero las reconoces como parte de tu piel; las marcas de nacimiento y los lunares, los nuevos que siguen apareciendo y los que siempre deseaste tener y te salieron de la noche a la mañana. Todas esas cosas que te hacen y te forman, que olvidas la mayor parte del tiempo pero que están integradas en ti, en tu forma de ser, sin las cuales ya no te imaginas. Y eso es un pequeño y absurdo ejemplo. Hablo también de carácter, de hechos, de acciones, de palabras, de sueños, de canciones, de personas. 
Aunque a veces reniego y creo que no las tengo, aunque a veces creo que nací sin ellas o que me las arrancaron, o que aún no han crecido, sé que están ahí. Y si no voy más lejos, tan lejos como TÚ, que eres experto, prefiero la seguridad de sus pasitos cortos, pero yo también las tengo. Si en algún momento creíste que estoy más perdida de lo que en una simple foto no pudiste apreciar, es cierto que no te equivocas, pero a la vez, rayas el límite. Mi sonrisa no se ha muerto, es sólo que le cuesta más salir. Y si me obsesiono, me descontrolo, me vuelvo loca y lloro, es porque no hay una persona en mi vida a la que sienta así, debajo de la piel, parte de mí. No digo que esté por llegar o que tenga que ser así, es sólo que incompletamente hablando, hay un hueco demasiado grande que no he podido llenar y que no sé si llenaré alguna vez, pero yo sola no me alcanzo para completarme en otros aspectos.

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