martes, 2 de abril de 2013

Listen to the wind, to the wind of your soul

Y ser con el tiempo y perder en soledad. Volar muy cerca, rozar el cielo y bajar para no perder la costumbre. No nací águila libre, ágil y fuerte de alas o patas. Nací y crecí perdida, levantando piedras, buscando miradas. Más de una araña me ha picado, y más de una serpiente me ha mordido. He soportado el veneno, o al menos aún no me ha vencido. Podría morirme sin el sol y vivir para siempre sin el invierno. Aunque no lo parezca, odio el frío y es eso lo que siento ahora que ya no estás conmigo.
En la sombra oscura de un árbol olvidado, testigo de tantos besos y sonrisas furtivos, el viento me pregunta qué sueño ahora que te has ido. Pero yo ya no sueño nada, no busco ni persigo. Un día descubrí que esto se llama vida y que sólo tiene un mecanismo: o sigo hacia adelante o me mata el olvido. La gloria lo era todo en otros tiempos y Metáfora me dice que hay que ir más lejos. Quizá sea cierto que el amor lo puede todo, quizá sea cierta esa concepción teleológica de la vida humana. No voy a empeñarme en demostrar, en intentar, en buscar, en atrapar un bonito concepto. Yo creo que hay algo más que todo eso.
Toda mi vida me he guiado ciega, sin instintos ni manos. Nunca, seguramente, habré acertado con mis pasos. No me importa si al final no he sido feliz, pero sí me importará haberme sabido libre. Míralo tú mismo: el viento no tiene alas y vuela, y se desplaza y a todas partes llega. Habrá un lugar donde las palabras existan aunque no se escriban o se digan, y no necesariamente van a morir en tus labios o en los míos. Felicidad o Libertad, pero nada atará ni amordazará al pensamiento.

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