miércoles, 8 de mayo de 2013

But I'm low down all the while

La realidad nos atrapó nadando con los ojos abiertos. Tú saliste a coger aire, yo seguí impulsándome unos metros más allá. Cuando quise respirar, la primera bocanada fue fría como la niebla de esa misma mañana. ¿A quién se le ocurre nadar al pie de una montaña? Y mi carne de gallina te buscó arriba y abajo, pero en ese océano improvisado tú ya no estabas. Volviendo los ojos a la cumbre, ¿sabes los precioso que es ver amanecer allí sentada?
Con las mejillas heladas, recuerdo la primera caricia del sol. Pero tú te fuiste antes de poder descubrirlo conmigo. Qué más da. Ya no importa quién estaba y quién se fue. Al final siempre puedo volver a ese espacio silencioso y ligero, donde puedo flotar, donde puedo pensar sin palabras, escuchar sin sonidos, sonreír mirando al fondo o al vacío. Realmente es como si volara, aunque a veces creo que es incluso mejor. 
El frío se te clava como un puñal en la carne al primer contacto, pero entonces te lanzas y te mueves, el agua te acaricia y vas entrando poco a poco en calor. Recuerdo tus labios congelados, su tacto gélido en mi hombro. Las promesas tiritaban igual que nosotros, igual que la llama de una vela poco antes de apagarse. En realidad querías irte y allí fuera no había límites.

El verano me sorprendió una mañana a las 7 en punto. La luz azul ya se había esfumado, pero hay costumbres y manías y las horas fijas nunca dejan de serlo para gente imposible como yo. Recuerdo perfectamente que estaba soñando, con los ojos muy abiertos, que el blanco del techo era en realidad un manto estrellado. Y esa misma noche no pude resistirme, y aunque me helaba con una temperatura escasamente fría, y a ratos creía que eran tus caricias, necesitaba verle la cara a la luna.
Poco tiempo después, no sé si en la mejor pero en grata compañía, conté luceros y estrellas perdidas. Tranquilo,  no pedía que regresaras. Sólo pedía un nuevo comienzo. Nada de historias repetidas, nada de patrones antiguos. Esta vez, si me perdía y no volvía a encontrarme, sería sólo cosa mía. Pero parece que cuando más decididos estamos, va el agua y retrocede, simulando una bajada de marea. Y eso tampoco me impidió ir en su busca. A veces necesitamos el peligro, sentirnos vulnerables para hacernos más fuertes.

Siempre me ha gustado esa idea sencilla de hacerle frente al futuro. Vivir desnudos y desarmados, pensando que todo lo que necesitas ya lo llevas dentro. Quizá tú sepas muy bien que vestirse sólo con una sonrisa no me va a abrir ninguna puerta. Sabes de maravilla que me fallan las baterías y las reservas. Poco a poco la sombra me tomará y acabaré en tormenta, pero si es en verano, no importa demasiado. Y me encanta recordar aquella mañana absurda en el frío más intenso porque me encoge todos los sentidos, los atrapa a la vez en un mismo instante, como la primera vez que subí a la cumbre y miré abajo. ¿Sabes lo que vi? Vi todos y cada uno de mis pasos. Una cadena enorme de huellas muy pequeñas, pero era demasiado. Una no llega a la cima para admirarse, sino para echar el vuelo, y si se cae, empezar de cero. 

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