Siento los labios secos y resquebrajados. ¿Un beso? Ni muerta te muerdo. Ahora no. Ya no quiero. Ya no quiero que me hagas llorar más, que te pudras en mi recuerdo. ¿Y por qué es tan difícil? Ya no sé lo que siento, no me reconozco, sólo sé que ya no quiero sentirlo más. No. Este mes me está matando, hay algo que se me clava más y más adentro. Es innecesario que lo diga y me resulta imposible luchar contra mi propia vida. Sabes a qué me refiero, ¿verdad?
En mi cabeza ese mar de nubes desde una ventanilla sucia. La gente, la música, las risas. Compartir es repartir una manzana, un poco ácida, un poco insípida, pero manzana. Y tiro más piedras esperando que mi perro las busque, pero nunca le han gustado y caen del cielo oscuro como si fueran boomerangs, dispuestas y encantadas de aterrizar en mi frente o en mi nuca, reventando felizmente en mi cabeza.
¿Y qué es lo que una echa más de menos? El aire frío, el tacto húmedo, la sensación de tener un mapa, de ser parte de algo, de no haber olvidado nada. Pero perderse a veces está bien, saber que, intentar algo, pensar. Buscar y mirar, nada más, encontrar el mismo agujero de siempre donde ahora ha crecido la hierba. Las alas inútiles y rotas que tuviste que remendar a lo mejor aún sirven. Tu folio arrugado y manchado tiene aún algunos huecos blancos. La cama fría pero la conciencia libre. La incertidumbre y la contradicción, ellas se encargarán de escribir tu destino más próximo, pero... ¿qué puedes hacer?
No hay comentarios:
Publicar un comentario