viernes, 19 de septiembre de 2014

La complejidad *o*

"Porque a veces necesitamos perdernos para volver a encontrarnos".

Cuántas veces necesitamos pensar y repensar una frase; dar vueltas con cada palabra, como esperando que la respuesta aparezca automáticamente, como una señal por asociación de ideas. Insistiendo tanto, girando tanto, comprimiendo y extendiendo su forma, su sonido, hasta que se desgasta y no tiene sentido. 
Una de mis eternas dudas es si es cierto que la gente se pierde y se encuentra a sí misma. Qué quiere decir eso realmente. ¿Alguna vez me he sentido perdida? A diario. ¿He sentido que me encontraba a mí misma? No. Simplemente pretendo reconocerme ante el espejo, o finjo hacerlo, y normalmente huyo, acabo llorando, o puede que ese día, sólo ése, me conforme y sonría. Y es una continua autoidentificación, un constante reconocimiento quizá nunca demasiado profundo, sólo superficial. Pero en ciertos momentos esas voces de la conciencia, esos susurros que otros llamarían instinto, me recuerdan, me enseñan de nuevo, según el momento de mi vida, cómo soy, cómo fui, cómo reaccioné, cómo actué. 

A diario me percibo como perdida, pero sí que creo firmemente que nunca voy a encontrarme. ¿Por qué? Porque hace años que pienso que buscar algo es a lo que realmente dedico todo mi tiempo. Buscar algo sin forma, sin color, sin sentido, algo desconocido que no intuyo qué es. No, no es felicidad. Para mí, la felicidad son pequeños estados o sentimientos, puntuales, pero no eternos o prolongados durante mucho tiempo. Tampoco intento buscar el sentido de mi vida, sin más, porque creo que la vida no tiene sentido, en general, que es tarea de cada uno dárselo, encontrarlo, construirlo... Pero en esa búsqueda sí me quedo con algo: el querer construir un camino. ¿Adecuado, inoportuno, erróneo, fácil, maravilloso...? Las circunstancias pesan demasiado como para que su construcción dependa únicamente de mis elecciones.

Elecciones, elegir, tomar una decisión. Son los gestos que me matan, las decisiones que no consigo tomar, sobre lo que no consigo ser firme y sentirme segura. Hace unos meses, todo lo que entendí del dichoso Sartre, fue que no es posible no elegir. Exacto. Ojalá fuera posible no tener que elegir. Estaría encantada. ¿Por qué? Porque no soporto equivocarme, arrastrar las consecuencias, el peso del arrepentimiento, la incertidumbre... Todo eso me consume. Me lleva al extremo, me pierde aún más. Me queda la certeza de que cada vez se tuercen más las cosas y que no hay forma de cambiar. Pero, ¿quiero cambiar? Sí y no. 
Sí, porque estoy cansada de vivir así; no, porque de alguna manera dejaría de ser realmente como soy, y la conciencia no me permite actuar de otro modo. Cuanto más me ahogue, cuanto más tiempo me vea como un animal enjaulado, más lejos tendré que huir de lo que me aprisiona, antes o después.

¿Metáforas y promesas? Ja. No me valen una mierda, igual que la paciencia. No creo en el optimismo, ni en las verdades absolutas. Prefiero rasurarme con la realidad, aunque el único problema es que no tengo memoria y tiendo a olvidar todo rápidamente. No retengo lo supuestamente aprendido. No soy capaz de analizar, de separar, de sintetizar. Me cansa, me marea, me produce sueño y un dolor de cabeza imposible que me pone frenética, en el mal sentido, en ese nerviosismo latente que me pinza el clítoris, hundiéndose en la vejiga. Una sensación horrible. O me aprieta las sienes hasta que creo que me va a estallar la cabeza. Y si tengo realmente suerte, también me provoca taquicardia y se me encoge tanto el corazón que hasta duele. Por todo eso querría no elegir, no pensar, porque es dar vueltas tontamente sobre cosas ya sabidas, que no tienen más que malos efectos en mí. 

¿Encontrarme yo? Sí, me encuentro constantemente pensando, un monólogo interior aburrido e infinito que tiene por nombre "yo". Una cosa realmente muy absurda, la verdad, porque basta que no quieras pensar para acabar matriculándote en una de las pocas carreras que realmente se ocupan de estudiar, intentar comprender, que se preguntan constantemente, que entran en bucle y que sólo terminan su discurso cuando la locura da paso al sueño. Al sueño común o al sueño mortal. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario