Echo de menos muchos pequeños momentos contigo. Sobre todo ésos en los que me ponía el mundo sobre los hombros y tú bajabas hasta el nivel en el que yo me encontraba, para escucharme, para atenderme, para simplemente entenderme. Y yo no te creía cuando me enfadaba contigo, y tú te reías porque me conocías mejor que nadie. Sabías cómo llegarme y convencerme.
Echo de menos las horas muertas contigo, hablando de cualquier tontería. Todos esos ratos en que desvariábamos. Yo quería ser mayor para poder estar más tiempo contigo, para que compartieras conmigo esos momentos que otros tuvieron la suerte de vivir años atrás. No quería perderme tu grandeza en todos los sentidos, sin saber que estabas dándome entonces muchos de los mejores momentos de mi vida.
Extraño esos escasos diez, quince minutos en los que te contaba mis penas y me tratabas como si fuera todo lo mayor que una niña querría ser. El fin que yo no podía ver y que tú siempre anticipabas. Los ánimos, las bromas, el cariño. Esa complicidad que sólo tú me has dado. Esa facilidad para perder el tiempo y que nunca fuera suficiente para agotarlo con locuras, risas, llantos.
Cuántas veces te he necesitado porque sabía que sólo contigo podría dar un paso y cambiar las cosas, y has aparecido en el momento más inesperado, en el más oportuno. Cuántas veces se me han saltado las lágrimas sólo de verte a lo lejos, y cuántas se me ha escapado la sonrisa al ver que por fin, ¡por fin!, estabas a escasos metros con tu postura cómica y tu risa extraña.
Echo de menos que me enseñes, que me cuentes, que me des todo eso que tú fuiste descubriendo antes que yo. No sé en cuántos pasos que he dado has sido tú la llave de todas esas puertas, pero probablemente de la mayoría de ellas. No sé cuánto te debo, cuánto tengo que agradecerte desde prácticamente el primer momento.
Me gustaría seguir teniendo esa facilidad, esa conexión que sólo tengo contigo, aunque haya mil barreras de por medio. Poder ver que me estás mirando fijamente y sin decirte nada, saber que me estás entendiendo, que me dirías que tú ya lo has pasado, que hay un "otro" que es posible, que confías en mí, que confíe en mí. Simplemente contigo nunca he necesitado que me vieras caer y llorar, nunca tuve que deshacerme porque tienes esa capacidad para leerme, para saber exactamente qué me ronda por la cabeza.
Nunca he tenido que esperar a que me tendieras la mano porque te has anticipado. No sé si por casualidad o por predestinación, mejor que sea parte del misterio de haberte conocido, pero la diferencia es que tú estabas ahí, de cualquier manera, presente o distante, haciéndolo todo más sencillo.
Contigo no había partes o medias tintas, sino que éramos como dos esferas similares, muy parecidas, que simplemente supieron conectar. Y viendo cómo es hoy tu presente, sabiendo que quizá no es lo que esperabas hace unos años, sé que eres feliz y que no cambiarías nada. Eso me da esperanzas, porque siempre dijiste que en el fondo era como tú y ojalá fuese cierto, ojalá algún día puedas tener razón por enésima vez. Quizá en otro momento el mejor regalo que pueda hacerte es que yo me sienta tan orgullosa de mí misma como tú siempre lo has estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario