jueves, 11 de septiembre de 2014

Rinochoncho en estampida

En el último rincón donde me quedé cuando te fuiste, hoy he vuelto a encontrarte. Y es miedo porque soy cobarde, o miedo sólo por no saber decirte algo inteligente, pero no me sale, aunque miles de palabras se me mueren al cabo del día en la punta de la lengua. 
Será miedo a decirte adiós definitivamente, a desaparecer para siempre, sabiendo que nunca estaré a tu altura. O será simple excusa de cobardes y débiles anclados en la comodidad, en la absurda y falsa calma de la rutina. Pero te juro que hay días, aquellos en los que no me acuerdo con lágrimas de ti, que desearía atacarte a muerdos, arrancarte los labios y arañarte la espalda. Te juro que hay días que no me importa en qué laberinto pudiera caer y del cual no pudiera salir nunca, siempre y cuando pudiera ser contigo, a tu manera, a tu ritmo. Y pensando este tipo de absurdeces que nunca te diré, sé que hasta que no aparezca alguien que me pueda más que tú, no te olvidaré (si es que eso es posible...). Aunque considerándolo ahora, no hay en éste, ni en ése, ni en cualquier otro mundo, nadie que pueda gustarme tanto, ni mucho menos parecerme mejor que tú.

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