lunes, 1 de septiembre de 2014

And I know you ain't got no reason to go on (Little girl blue, Janis Joplin)

"No te ates" leo constantemente en un anuncio de una red social. Ésa no es mi idea de tomar anticonceptivos. Boh, boh, boh... Mi experiencia con ellos es que me aumenta la locura si dejo de tomarlos. 100% demostrado. Sigo sin saber si necesito más o menos estrógenos, pero vamos, que eso no viene al caso. Era simplemente por decir algo.
La verdad es que me gustaría no atarme, pero no sé muy bien dónde estoy atada porque siempre me he sentido a la deriva en un océano absurdo. Metáforas tontas y más sobadas que una muñeca hinchable, pero bueno, una aprende a hablar de cierta manera y ya no se le olvida. 

Uno de los primeros recuerdos que tengo soy yo con cinco-seis años, unos vaqueros, una camiseta rosa palo, sentándome en una mesa de la guardería. Con esa ropa siempre me sentía bien, me sentía "guapa" y hasta le robaba un pintalabios a mi madre (otras veces me ponía pesada y se lo pedía) y me los pintaba. Una de las maestras/profesoras/señoritas me llamó presumida. Le dije que no y ella volvió a repetirlo varias veces, a la par que yo negaba con la cabeza. Creo que ésa es una de las veces que más me he sentido ridícula en la vida. 
A partir de ahí, y mucho antes, claro, se fue haciendo cada vez más patente que era como el triple de grande que los demás niños. Es decir, con 6 años pesaba unos 30kg. Que sí, que no era obesa, que era grande, pero en mi cabeza eso era una sola palabra: GORDA. Eso ligado al hecho de que siempre he sido difícil, insoportable, inaguantable, de carácter especialito y difícil de llevar, pues se tradujo en que desde nunca he podido encajar con los demás. Siempre eran ellos y yo. 

No recuerdo ningún hecho traumático que me convirtiera en lo que soy, supongo que simplemente fue un defecto de fábrica. He crecido pensando que soy una anormal/subnormal, escuchando que quiero llamar la atención, que hago las cosas para que todos me miren, y jurando y perjurando que no, que simplemente me salen así, que no puedo cambiar, que no puedo ser de otra manera. Y es cierto, a mi modo de ver, aunque entiendo que digan que quiero llamar la atención. Simplemente no puedo callarme. Cuando ya he hablado ya me he arrepentido de haber abierto la boca. 

Si pudiera volver a nacer y elegir quién sería en el futuro, elegiría otra vida, nunca repetiría ésta. Si pudiera volver unos seis años atrás, me gustaría decirme a mí misma un cuatrillón de cosas, pero sobre todo me obligaría a no dejarme engordar. Es de lo que más me arrepiento de todos estos años. Es lo que más me pesa, más que saber que me he tirado al abismo de los abismos y que sigo cavando honda y seguidamente mi propia tumba. 
Entonces me odiaba igualmente, no me sentía superior ni poderosa, simplemente no me entraba en la cabeza que no podía pesar menos de 50kg y ya está. Sabía que no podría ser nunca como muchas de mis amigas, porque no soy tan idiota como para creer que puedo tener una constitución que no me forma. Creo que eso nadie lo ha entendido jamás. 
Soy fan de las piernas de muslos fuertes y firmes, pero no de una persona de mi tamaño y mi peso actuales. Eso es una aberración. Mi cuerpo es una aberración, una cárcel con la que llevo odiándome desde que tengo recuerdos plenos. Soy fan de las mujeres con curvas, pero no todas las curvas me gustan. 
Odio que me vendan que una mujer de verdad es una Scarlet Johansson, o una Beyoncé, o una Shakira. Y que luego te pongan una modelo de 1'80 que pesa 90kg y te digan "modelo de tallas grandes". Si tengo que identificarme con alguien, no puedo. A la modelo delgada la voy a admirar porque se le notan los huesos, cosa que me encanta. A la modelo "de tallas grandes" la voy a admirar porque es preciosa, se le notan las clavículas, los pómulos, etc., y su "gordura" (que para  mí no lo es) no se le nota igual que a mí, con 30cm menos. 

Solía pensar que ese tipo de mujeres reales, como lo llaman en los medios, eran el tipo de mujeres, jóvenes o niñas que están a medio camino entre un palo y un poco "rellenitas". Pero sin llegar a encajarlas en ese molde, es decir, con un pecho normal o una talla algo mayor, con vientre plano o semi plano, culo, caderas, muslos "jamones"... no sé explicarme. Y un día mi tía me dijo algo que me abrió los ojos, hablando de tallas: "porque en las tiendas venden lo que es más común". Y fue como caer en otra realidad. Resultó que las gordas eran las menos y veía muchachas delgaditas por todas partes. Desde entonces no he dejado de pensar así. Cómo no, yo tenía que estar en el grupo minoritario, en el que abulta por lo malo, que destaca por lo que no quiere destacar. 

Vale, ¿y por qué no adelgazo? Porque no tengo motivación alguna. Nada me motiva, nada me satisface, nada me llena. Y eso se traduce en un problema físico: ninguna comida me produce saciedad salvo aquella que no debería comer. Intento comer fruta y aguantarme el hambre. Seguir comiendo fruta y acabar con más hambre. ¿Por qué? No lo sé, siempre ha sido así. Así que no quiero pensar lo que será hacer una dieta. Pero sé lo que es marearse del hambre, las náuseas de horas y horas sin comer, el mal humor, el saber que te flaquean las piernas y que no es suficiente, que no te puedas sentir orgullosa de haber llegado a pesar 49kg porque sigues odiándote. Hoy lloro porque entonces nadie me dijo: Ya, así está bien. Y otras cosas que ahora sé y que no me sirven de nada. 
Sé lo que es ir a un gimnasio cinco días a la semana y no ver resultado alguno. Llorar en una bicicleta porque el tiempo no pasa, llorar en una cinta porque el tiempo parece que se ha estancado en el mismo minuto. Y después de estar reventada, sentirme igual de mierda que mientras me como una pizza. Porque lo gracioso es que tampoco soy adicta a los dulces, es más, no siempre me apetecen. Para mí comer no es llenarme con lo primero que me pongan delante. Siempre me apetecen hidratos de carbono cuando tengo mucha hambre y nada me llena igual. Pero bueno, éste es el problema de siempre, uno de ésos que espero solucionar algún día.

Lo que no soporto es que una niña remona, sin complejos, con una talla 34-36, preciosa, proporcionada, etc., venga a decirme que una Marilyn Monroe, una Sofía Loren, y ese tipo de mujeres de la década dorada de Hollywood eran mujeres de verdad, que vivan las curvas porque son más bonitas, blablá. ¿Quién se enamora hoy en día de alguien más relleno que esas mujeres o de hombres un poco fofos, o gordos, o como los quieran llamar? ¿A quién van a mirar unos niños de 20 años antes, a mí o a una que pese 20kg menos y mida más que yo? Lo que no soporto es que intenten comerme el tarro diciéndome que tengo que sentirme a gusto conmigo misma, porque la sociedad tal, la sociedad cual... No, perdona, no. ¿Quiénes son los demás para decirme que yo no tengo por qué alcanzar una 36 si quiero, que tengo que conformarme con el cuerpo que tengo? Me refiero a que es mi decisión, que yo no le digo a nadie que pese 60kg, "oye, adelgaza un poco" o "engorda, que te hace falta". Pues igual me parece con el hecho de que me digan "tienes que quererte tal como eres". Claro que no. Igual que tengo libertad para hacerlo, puedo negarme a ello. 

El tema está en que he crecido con esa conciencia de "GORDA". Con 10 años pesaba 45kg. Cuando nos pesaban en el colegio, me moría de la vergüenza de que alguien se enterara de lo que pesaba. Y si lo decía, lo decía en voz baja y sabiendo que hacía el ridículo. Era evidente que estaba más gorda que las demás, pero no me parecía necesario decir cuánto pesaba. Así que cuando alguna de las más parecidas físicamente a mí me decía "yo peso 40", para mí era como un alivio tremendo, me acercaba más a una de esas niñas normales y corrientes, porque era "casi como" ellas. Además, lo contábamos en secreto, entonces era como que me integraba un poquito y eso me alegraba. 
Ese verano de los 10 lo pasé haciendo "ejercicio" después de las comidas y en tres meses perdí sólo 3kg. Lo recuerdo como uno de los peores veranos por lo sola, lo mal y lo gorda que me sentía, y estaba deseando que volviera a empezar el colegio. Echaba de menos esos días, jojojo... Pero tenía aquel hermoso bulto en el lado izquierdo de mi cuello y para cuando supe lo que era, acababa de pasar una de las mejores semanas de mi vida hasta entonces: había conseguido pesar 40kg después estar ingresada no sé cuántos días, iba a empezar 5º de primaria, estaba en la clase en la que siempre había querido estar, tenía el pelo todo lo largo que quería, volvería a ver a mi querido de entonces... blablá. Fantasías de niña, ¿no? Digamos que sentí que todo iba a ir bien a partir de entonces y ¡sí, toma, ME LO CREÍ!. 
A la semana estaba en Madrid, en una planta de oncología infantil, sabiendo que me iba a pasar lo que a aquellos niños (que curiosamente seguían siendo ellos y yo), que eran efectos secundarios, blablá. Y supongo que lo peor para mi padre fue que me diera cuenta de que mentirme o callarse no les iba a servir de nada, porque ya me imaginaba que iba a acabar como una maldita bola de billar. En mi cabeza sólo había una cosa: lo que fuera, pero mi pelo NO. Pero como nunca pasa lo que realmente quiero que pase, y de lo malo me ocurre lo que menos quiero, pues me tuve que rapar. Y lloré muchas noches, suplicándole a Dios que me creciera en seguida. Me importaba una mierda lo que tuviera, sólo me importaba el pelo y no engordar. Pero engordé y me he quedado señalada para siempre, además de tener consecuencias a día de hoy que realmente sigo planteándome si merecieron la pena. 
Entonces pensaba que no quería seguir viviendo, pero tenía 10 años y pensaba: pero idiota, ¿qué vas a hacer, a dónde vas a ir? Sólo puedes seguir. Ñañañaña y en contra de mi voluntad seguí. Eso sí, aprendí que no me gustaba dar pena, que quería que me hicieran caso pero no de aquella manera. Odio la conmiseración, que la gente salga de debajo de las piedras para tranquilizar su conciencia en el peor momento. Así que me volví más asquerosita de lo que ya era. Me enfadé con Dios, dejé de creer, pero luego volvimos a ser amigos xD 

En esa semana maravillosa fui feliz y después de eso, en un mes pesaba más que nunca y estaba calva: lo peor que me podía pasar. Tardé 6 años en volver a adelgazar y ser lo que ahora me gustaría ser. El método no fue el adecuado, pero fue el más rápido aunque me dolió mucho. En aquellos años me gustaron muchos niños, claro, pero sólo dos se me clavaron de verdad, quiero decir para aquella edad. Yo lo llamaría obsesión. 
Cuando aún pesaba 56 o así, tuve problemas con uno de ellos, y pasamos de ser amigos a que me odiara. Yo me lo busqué, sí, pero es curioso cómo reaccionamos, cómo nos pueden transformar las inseguridades, ésas que nadie ve y que parece que no tenemos. Discutimos por msn y me dijo una serie de cosas que sonaban "eres una foca rellena de grasa, una vaca gorda que parece que va a reventar...". No sé qué palabras exactas, pero lo de foca y rellena de grasa sí sé que me lo dijo, en mayúsculas, eso también lo recuerdo xD la letra negra. Yo iba respondiendo cosas como que sí, que tenía razón, que era verdad... y supongo que creyó que le estaba vacilando, con lo cual se enfadaba cada vez más y me insultaba más. No lloré en ese momento, entonces sólo lloraba en mi cama, el único lugar seguro que he conocido hasta hace relativamente poco. Que conste que al día siguiente el muchacho me pidió perdón, me dijo que no había querido decir esas cosas, que no las pensaba de verdad. Yo le dije que no importaba, que daba igual, que blablá, pero que eran verdad. Pero bueno, me dio por imposible y yo me di por imposible, sabiendo que tenía razón él, que pensábamos igual de mi propio cuerpo.

Unos meses después de eso, tenía 15 años, y esto es algo que creo que no saben muchas personas, seguía más o menos con el mismo peso, mismo tipo. Sé que ese día, por cómo me sentía, estaba a punto de que me viniera la regla. Recuerdo que estábamos en la piscina y no sé por qué, más en aquellos momentos que pudo haberme visto la dueña, cogí el móvil de una de mis amigas. Leí los mensajes que tenía de alguien que yo no me esperaba. Había sido el último muchacho con el que me había "liado", alguien con quien yo jamás creí que pudiera liarme. Es más, le tenía en un pedestal porque había aparecido en un momento horrible, pensé que me había "salvado" en una noche de mierda, y eso, que era mi amigo y me gustaba mucho. Tonteaban. Eso me dolió, claro. No leí o no estaban los mensajes de salida de ella, pero él se refería a mí como "la gorda" y "la tonta" y se reía de mí, como dando a entender que se había aburrido y por eso se había liado conmigo, porque no tenía otra cosa que hacer, que había sido yo la que insistió, que yo era la pesada. No voy a negar que insistiera, que fuera pesada, porque estoy más por la labor de pensar que lo atosigué que por el hecho de llevarle la contraria. Sólo me dolió ese "la gorda/tonta", ese estar aburrido y que como por pena, como si se hubiera apiadado de mí, que estuvo conmigo. Desde entonces intenté ser de otra manera, no mirarlo, no acercarme. Supe que no era suficiente, que tenía que pesar menos, mucho menos. 

Más adelante, ese mismo verano, creía que me había enamorado, aunque fue otra obsesión, que me duró hasta los 19 y que hasta este año no me he quitado de encima. Es decir, la persona que yo creía conocer era un algo irreconocible. Todo lo que jamás pensé, lo es. Ah, y en todos los tíos éstos lo que siempre ha estado por delante ha sido la mentira, el sentirme engañada. Quiero decir, conmigo eran de una forma, yo me lo tragaba y la realidad era la que era, claro. Así que cuando un tío o alguien me dice "guapa" no puedo creérmelo. Culpa mía, va. O alguna vez me han dicho "Me gustas, pero no sé por qué, tienes algo raro". Y es como que... Ah, vale...
Con 16 me enamoré de un rayo de sol. Siempre digo que me enamoro porque me gustan pequeñas cosas, virtudes y defectos, no son tíos guapísimos ni mucho menos, pero sí son personas que te encantaría tener a tu lado, todo lo que yo no soy. Y ahí ¡síii! Pesaba 50kg pero.... Tenía 16 años. Era una cría, una niña con cara de niña, un entretenimiento en el sentido de mascota. Él tenía casi mi edad de ahora y sabía lo que yo quería y tal y cual. Lo único malo de aquellos días fue darme cuenta de que tenían razón: que era una persona muy débil que se daba por vencida a la mínima. Ojalá no lo hubiera sabido porque creo que desde entonces no he sabido hacer otra cosa más que volverme más inútil, creyéndome cada vez peor persona. 
En fin, con 17 y 18 supe que yo no era ni mucho menos lo que un tío podía buscar. Había engordado otra vez y el que me gustaba a mí era, otra vez, todo lo inverso. No podía ser esa ecuación de todo y nada. Si supiera que otra vez me muero de la vergüenza cuando nos cruzamos y que no soy capaz de decirle hola porque me siento insegura, se reiría de mí. No es que me guste, es simplemente que no me siento a su altura cuando pasa por mi lado o está sentado a dos metros de mí. 
Y ya, definitivamente, con 19 años me vi reducida, reducidísima cuando un muchacho me dijo "eres preciosa". Pensé "no me digas eso, no puedo aguantarlo". Y cuando otro me dijo que era guapa con 20 años, en uno de los momentos más vergonzosos y de los que más me arrepiento de estos 22 años, al rato me eché a llorar. ¿Por qué? Porque no quiero saberlo, no quiero creérmelo, no quiero que me lo digan. ¿De qué me sirve saber que no puedo sentirlo de verdad porque esa persona no me quiere, que nunca podrá quererme? 
No me quito ese momento de la cabeza por mucho tiempo que pase. Si me lo encontrar por la calle sé que me escondería, que no querría que me viera hecha un monstruo. No, porque sé que todas, todas sus musas, amores, flores, rollos, inspiraciones, amores de verano, de noche, de día... son todo lo que yo nunca seré,  ni física ni psicológicamente.

Tengo dos malditas debilidades con los tíos: 1) son rayos de sol y 2) tienen los ojos verdes o marrones-verdosos. Todos, no sé por qué, pero todos. No voy a decir que sean un mismo patrón exacto pero sé que si se conocieran entre ellos serían grandes amigos. Algunos lo son. Gustos parecidos, tipos de vida similares, ideas, etc. Pero sólo uno se me lleva la palma, el que más infantil y más cría me puede ver, el que más ha tenido que sufrirme, el que más me "obsesiona" porque no creo que pueda llamarse de otra forma, el que más me gusta y me ha gustado. El único que, para su desgracia, sigue siendo importante para mí. Y siento realmente haberle ocasionado molestias en algún momento, porque es imposible aguantarme, más cuando no se me conoce. 
Y es simplemente eso, la conciencia de haber estado GORDA desde siempre, la insatisfacción constante, tanto de mente como de estómago, la constante sensación de estar sola y perdida, de no saber cómo tratar a las personas, de no encajar ni si quiera entre mis amigas de siempre o en mi propia casa. Pero me gustaría que un buen día esa vocecita que dice "yo también quiero ser como los demás, ser normal", se callara, que se viera satisfecha. Me gustaría un buen día no tener que pensar así, no quejarme más, no creer, no sentir, no pensar de modo inconformista, incompleto. Me gustaría que en el momento que lo necesito, hubiera alguien a quien pudiera decirle todo esto, que me diera la mano y pudiera saber que no tengo que temer al futuro, que yo también puedo "tener y hacer una vida" y sobre todo, con quién. Porque eso es lo que más me hace falta, alguien con quien compartirlo, no alguien mío. Alguien con quien construir, no alguien a quien aferrarme y no dejar respirar. Y me encantaría que las cosas volvieran a ser como hace seis años, eso es lo que más me gustaría, volver atrás y detener el tiempo, o volver atrás y cambiar todo el futuro que hoy es ya pasado.
Por eso no me gusta estar atada, atada a estar sola es darte mil vueltas y no encontrar una persona con la que poder hablar, una persona que te reconforte. Todos están ocupados en sus vidas, no quiero decir que tengan que estar pendientes de mí, o que no es lo que no deban hacer. Pero me gustaría ver a personas que están desaparecidas todo el tiempo, me gustaría saber que no tengo que estar en el fondo para que me den un abrazo o me ofrezcan la mano, o que les cuesta mil sacrificios sacar un par de horas para acabar hablando de chorradas. Si va a ser así, entonces prefiero estar sola. porque a disgusto nada merece la pena. En cambio, luego me olvido cuando estoy con esas personas, me olvido de todo y esos minutos no los cambiaría por nada, pero cuando llego a casa yo sigo estando sola, más sola de lo que en x momentos alcanzo a imaginar, más hundida de lo que hasta hace muy poco pensaba. Pero en este verano de mierda he abierto los ojos: estoy peor que nunca y he llegado al momento en que me importa una mierda que pase el tiempo como que no pase. Cuando no tienes cabida en ninguna parte ni eres parte de nada, durante un tiempo sigues queriendo salir de ese pozo, pero puede que llegue un día, que en este caso ha llegado, y te des cuenta de que sólo haces agrandar el pozo, cavando cada vez más. 
Así que nada, dejo de cavar y que sea lo que Dios quiera. Tanto si es para bien como si es para mal, que venga lo que tenga que venir y que sigan pasando los días, pero que pasen lo más rápidamente posible.

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