Nos sonreía la luna de mayo mientras dejábamos correr los minutos en pos de un final que no queríamos que llegara. Al día siguiente nos volveríamos a ver, sí, pero estar juntos era aprovechar todo el tiempo perdido anteriormente.
Paseábamos de la mano, a veces callados, a ratos riendo. Y si nos deteníamos lo hacíamos al mismo tiempo, con una sincronización puramente mecánica, más bien intuitiva. De algunas casas llegaba el olor al galán de noche, otras a jazmín, incluso a rosas. Y era tal la paz y el amodorramiento, que parecía que en cualquier momento iba a ocurrir algo horrible. Pero no, en las calles sólo estábamos él y yo.
Podíamos hablar horas y horas de todo y de nada, sin darnos cuenta, y a veces el cielo ya clareaba cuando, volviendo a casa, nos despedíamos en la esquina.
Acogedora y demoledora esa tranquilidad de cuentos y recuerdos inolvidables, cuando podía caer de espaldas y saber que sus brazos estarían ahí para recogerme.
Maravillosa y perfecta hasta doler la estampa de ese sueño del que te despierta el principio de la primavera, cuando la luna llena y las flores te recargan las esperanzas como si de una maquina expendedora se tratara.
Y me encanta despertarme con el sol entrando tan pronto por la ventana, porque no necesito soñar cuando puedo vivirlo todo una y otra vez, cada dia.
Paseábamos de la mano, a veces callados, a ratos riendo. Y si nos deteníamos lo hacíamos al mismo tiempo, con una sincronización puramente mecánica, más bien intuitiva. De algunas casas llegaba el olor al galán de noche, otras a jazmín, incluso a rosas. Y era tal la paz y el amodorramiento, que parecía que en cualquier momento iba a ocurrir algo horrible. Pero no, en las calles sólo estábamos él y yo.
Podíamos hablar horas y horas de todo y de nada, sin darnos cuenta, y a veces el cielo ya clareaba cuando, volviendo a casa, nos despedíamos en la esquina.
Acogedora y demoledora esa tranquilidad de cuentos y recuerdos inolvidables, cuando podía caer de espaldas y saber que sus brazos estarían ahí para recogerme.
Maravillosa y perfecta hasta doler la estampa de ese sueño del que te despierta el principio de la primavera, cuando la luna llena y las flores te recargan las esperanzas como si de una maquina expendedora se tratara.
Y me encanta despertarme con el sol entrando tan pronto por la ventana, porque no necesito soñar cuando puedo vivirlo todo una y otra vez, cada dia.
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