miércoles, 12 de diciembre de 2012

Prendida en tu mirada

¿Que por qué le sigo queriendo? Sí, por qué. Bueno, no se me ocurre por qué no hacerlo. Ni si quiera podría imaginar cómo dejar de hacerlo. No, no podría ser; no cuando se trata de la persona más maravillosa que has conocido jamás, la única que ha conectado de verdad contigo, que se acaba convirtiendo en tu mayor apoyo, y sí, la única que te quiere tal y como eres, sin importar nada más. Y a pesar de que ya ha pasado algún tiempo, aún hay días en los que me despierto pensando que en seguida abrirá la puerta de la habitación, que entrará sin hacer ruido para despedirse de mí.
En mi mente es todavía el mes de mayo y estamos juntos. Las calles están abarrotadas de gente, el escenario al fondo de la plaza y la música que se mezcla con miles de voces; la noche es cálida y la luna llena corona el cielo. Estamos sentados en las escaleras, rodeados de nuestros amigos, riendo, bebiendo, fumando... Y no puedo pedir más. Cuando ya está amaneciendo, llegamos a casa. Sólo falta un día para que yo tenga que irme y lo único que quiero es estar con él, que me abrace y no me suelte nunca. Nunca. Pero entonces yo no sabía que aquella sería la última noche que pasaríamos juntos, y lo único que pude pensar es que había sido todo demasiado perfecto.

Simplemente pasó. El verano llegó y la siguiente vez que nos vimos todo había acabado. No dijo gran cosa, solamente que las cosas habían cambiado, que estaba confuso, tanto como para ni si quiera intentarlo. Lo único que pregunté fue si era feliz y me dijo que no. ¿Por qué? Algún día, cuando lo averiguara, me lo diría; mientras tanto, no quería engañarme, vivir haciéndome daño. Pocas semanas después supe que ella había vuelto a cruzarse en su camino.
¿Me enfadé? No. Fue extraño. Desde el principio supe que aquello tendría un final y procuré no pensar en ello, intenté creer que podría vencer esa barrera yo sola. Y otra vez caí en la cuenta de que, como si fuera una intuición o simplemente una casualidad, no lo sé, pero hay cosas que una sabe de antemano. Hay una voz que siempre está ahí, un pensamiento que trata de advertirte para que no te impliques, para que no te caigas. Pero esta vez no hubo esa autodestrucción previa para escalar posiciones más tarde; no lo necesité. Era él, él en sí, toda su forma de ser, y supe, supe que no podría apresarle. Un día tenía que volar y ese día llegó.

Claro que el sigo queriendo. No sé si se le puede llamar amor, si hay algo más grande y más fuerte que esto que siento y que lo que sentía entonces. No sé por qué la desolación no me alcanzó. Por supuesto que hay momentos de flaqueza, aún a veces me pasa. No todos los días encuentras a alguien que hace de cada instante lo mejor, que te roba sonrisas a todas horas, aunque él mismo sea quien está hecho polvo. No todo el mundo tiene la capacidad de hacerte sentir bien, que te haga pensar en la suerte que tienes de haberle conocido y de hacer de tu vida algo maravilloso.
Sí, a su lado me sentía viva, viva de verdad. Ahora también pero no con esa intensidad. Echo de menos ese abrazo que me rodeaba la cintura de noche, los buenos días susurrados y los besos de despedida. Echo de menos todo lo que él era conmigo y quién era yo con él, pero no era nuestro camino. Nunca lo fue. Me alegro de haberle tenido durante algún tiempo, y sólo espero que sea feliz con alguien que le sepa apreciar de verdad, tal y como se merece.

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